sábado, 24 de diciembre de 2016

¿Soria fría?

Ya nos hemos metido, de hoz y coz, en el invierno. Pese a que algunos sigan pensando en otoño. Buscando las sabrosas setas de cardo brotadas por entre el rocío que deja al paisaje del amanecer como si de anís escarchado se tratara. Cierto es que ya no nieva como antes lo hacía por estos pagos (“una más ancha que larga”), según cuentan los más viejos del lugar. Todavía resuenan los ecos de los últimos resultados del famoso informe PISA que mide y compara entre sí el nivel educativo de varios países. España ha subido en el ranking, aunque se deba a la entrada de otros países en peor posición. Que estamos por encima de la media (y del calcetín). En comprensión lectora sobre todo, porque en ciencias y en matemáticas vamos más justitos. Esto es lo que se evalúa y los centros se preparan para ello. Por autonomías Castilla y León va bien. Y Soria mejor. De ahí que se diga que Soria es Finlandia, que siempre está en cabeza. Pero las estadísticas resultan frías de por sí y sujetas a interpretaciones interesadas. ¿Por qué no se analiza si nuestros alumnos saben hacer buen uso de las nuevas tecnologías, cómo aprenden, cómo organizan su tiempo en el aula, si buscan capacidades en lugar de información, cómo gestionan sus emociones, etc.? Se está progresando demasiado lento. Y una buena educación tiene que contribuir a cambiar muchos vicios en este país nuestro que sigue siendo de pícaros y euforia futbolística, pero donde la innovación y la investigación son desdeñadas.
            También se ha dicho estos días que Soria es Laponia. La del sur de Europa. Y no por el frío, sino por su densidad de gente. Pero ambas no son equiparables, ya que aquí fuimos más y nos hemos desangrado: pocos, viejos y dispersos. De la lucha contra la despoblación y de “Los nuevos retos de la política Regional de la Unión Europea”, se debatió en la jornada organizada por Socialistas & Demócratas del Europarlamento y la Fundación Perspectivas. El modelo de apuesta por las ciudades ha vaciado la España rural interior. Políticos, sindicalistas, técnicos y profesores radiografiaron esta problemática. Los fondos correctores provenientes de Europa deberán ser mejor gestionados en aras a lograr el desarrollo socioeconómico y una mayor cohesión territorial. Pasando de las musas al teatro, el Grupo Socialista acaba de trasladarlo, mediante moción, a las Cortes de Castilla y León. Frente a palabras, hechos.  
José María Martínez Laseca

(22 de diciembre de 2016)

domingo, 18 de diciembre de 2016

El tercer pato

He de reconocer que, en mis habituales paseos por las márgenes del Duero, nunca se me ha cruzado un gato negro, eso que haberlos, haylos. Y gatos, más de uno. Ariscos y huidizos, con manchas blancas y negras alguno. De tono pardusco claro otro, al que recuerdo por su docilidad panza arriba sobre el asfalto, juguetón, mientras yo lo acariciaba. Perros, sí, muchos, con diferentes caras, tirando de sus amos perezosos, y que, a veces, por ir sueltos, me infundían cierto miedo. También habrán podido observar mis lectores la abundancia de ardillas. Escurridizas, livianas y saltarinas desafiando la ley de la gravedad, e incluso irguiéndose verticales sobre sus patas traseras y utilizando las delanteras como manos para mordisquear algún fruto.
            La fauna de nuestro río es variopinta. Uno sabe de la existencia por su cauce fluvial de un surtido de peces (barbos, truchas, bogas, escachos y bermejuelas), que junto con el cangrejo señal son presa codiciada de pacientes pescadores que andan por sus orillas con cañas y reteles. También los hay anfibios (como el sapo común, el sapillo moteado, el sapo partero, el sapo corredor y la rana común) que están aquí en su hábitat. Sin que tampoco falten los reptiles (culebras de agua, lagartos y lagartijas y hasta la víbora hocicuda), Más de una vez han topado mis pies, con alguna cría de víbora que al calor del verano ha salido al camino rebozada de tierra. Y no quiero olvidarme de las aves del soto (urracas, picabarrenos, rabilargos, arrendajos o pico reales) que cuando se aposentan en las ramas de los álamos los tornan cantores.     
                Sin duda alguna, frente a lo antedicho, lo que más ha recabado mi atención al pasear junto al río ha sido la presencia de tres hermosos patos, inmaculadamente blancos que, antes que salvajes, acaso pertenecientes a la finca de San Polo. Navegan a su albedrío por todo el río. Trepan aguas arriba hacia El Pereginal, descienden hasta San Saturio y se aposentan relajados junto al Soto Playa. Patos son, pues nadan como patos, graznan como patos y andan como patos a paso lento. Desconozco si eran familia: padres e hijo, buenos amigos o vecinos de granja. En verdad, componían una muy bella estampa que a mí, personalmente, me agradaba. Por eso los tengo fotografiados varias veces. Pero, últimamente, tan solo he visto a dos de ellos. Y de aquí mi pregunta: ¿qué fue del tercer pato?
José María Martínez Laseca
(15 de diciembre de 2016) 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Historia del cautivo

Guardo en mi biblioteca, como un tesoro, el ejemplar que me regaló Concha de Marco, entonces viuda. Al frente, foto de Alfonso con la puerta de acceso al campamento de Monte Arruit, tras la tragedia. “Este libro  se imprimió en la imprenta Venecia, S. A. Independencia 40-2 México 1, D. F., en Mayo de 1966. Su tiro fue de 2000 ejemplares”, se dice al cierre. Hablo de la obra de Juan Antonio Gaya Nuño “Historia del cautivo”. Fechada en “Madrid, 14 de julio de 1962. A los cuarenta y un años de comenzar el asedio de Igueriben, momento en que se inauguró la historia más efectiva de la España contemporánea”. Y viajó, en 1963, con el matrimonio a la Universidad de Río Piedras (Puerto Rico), a donde fueron invitados como profesores. Allí Concha la pasó a máquina. Acogida en su título a una de las insertadas por Cervantes en el Quijote, pretendía inaugurar una nueva serie de Episodios Nacionales, en homenaje a la obra fabulosa y múltiple en que  Benito Pérez Galdós hizo novela sin dejar de hacer historia. Gaya estaba dispuesto a publicarla en América, costara lo que costara, aunque luego no pudieran volver. Tan determinado estaba a dar a la luz pública la vergüenza de la historia del siglo XX desde el desastre de Annual. El desengaño vino cuando tras enviarla a la editorial Losada, le fue devuelta. Tal decepción frenaría su inicial propósito. El reencuentro con su amigo Miguel Ranz Iglesias, otrora molinero de Barahona (Soria) y Comandante del ejército republicano que, tras exiliarse en Méjico en 1939, había hecho fortuna,  posibilitó la edición del libro, que no tardaría en agotarse tanto en Méjico como en París. Satírico y pacifista; en España, por antimonárquico, alcanzó el más absoluto silencio, “como si llevara en la portada el conocido emblema de la calavera y las dos tibias cruzadas: Peligro de muerte”. Su espinazo temático son las andanzas del soriano Clemente Garrido Mallén, entre héroe y villano, que ensarta algunos de los hechos más dramáticos de la España contemporánea. Precisamente los que determinaron el final de la monarquía constitucional y fueron germen de ulteriores y no menos dramáticos acontecimientos como el de la guerra civil del 36. Los sucesos de 1921 se hacen tan reales y verdaderos que parece que Gaya fue testigo de los mismos. Ello se debe al gran trabajo de documentación. Por desgracia, esta primera novela sería, también, la última.    
José María Martínez Laseca
(8 de diciembre de 2016)

domingo, 4 de diciembre de 2016

De Numancia 2017

Tocan a vísperas las campanas por Numancia 2017 o los fastos del 2.150 aniversario de la gesta numantina contra Roma (“Frente al imperio, siempre con Numancia”). Y para tal “emprendimiento” se han aliado los Ayuntamientos numantinos de Soria, Garray y Renieblas, sumándose la Diputación Provincial y la Junta de Castilla y León (a las Cortes de Casilla y León, fuimos, fuimos, fuimos… y, después, volvimos). Y se pretende, también, el respaldo del Gobierno Central que ya ha dejado de estar en funciones. Se busca dinero para tal empresa, que pretende ser un revulsivo de cohesión territorial, así como un dinamizador turístico de la ciudad y de la provincia, aprovechando el mito de la inmortal Numancia en su lucha por la libertad.
       En “La Saturiada” o celebración del libro de esencias sorianas “El Santero de San Saturio” de J. A. Gaya Nuño, yo trepo a la tapia del Museo Numantino para leer: “No hacían daño a nadie. No sabían donde estaba Roma. Se defendieron cuando fueron atacados, como se defendería ese hombre de Castilfrío que ha venido a la feria, si le quisieran quitar la borrega. Murieron todos. Eso fue Numancia.”
    Se anuncian actividades culturales para todos los públicos y congresos de pensadores y científicos y alguna exposición, que no sé si tendrá el éxito de “Celtíberos 2005, tras la estela de Numancia” y un simbólico encuentro deportivo, si bien se echan en falta iniciativas imaginativas que incidan en la economía productiva y el valor añadido, generando riqueza y creando empleo para fijar la gente al territorio.
     El mito de Numancia como marca identitaria, al igual que los versos Machado. Para hacerlo más visible y llegar a más gente se encargó a Mariscal (el de “Cobi” de Barcelona 92), por 10.000 €, un logotipo. Este es el “grito por la libertad” exhalado por un celtíbero esquemático (color naranja), que eleva su mano al cielo azul. Esa cabeza con su gran boca abierta y esa mano alzada me llevan al guerrero de la parte inferior izquierda del Guernica de Picasso. No es raro que Mariscal se haya inspirado en este icono de la Guerra Civil española, del antibelicismo mundial y de la lucha por la libertad. Guernica comparte con Numancia un mensaje de resistencia al autoritarismo. (Y hasta se cuenta que aviones italianos, con base en Garray, participaron en el bombardeo de Guernica el 26 de abril de 1937). Viajan las grullas hacia el sur.
José María Martínez Laseca
(1 de diciembre de 2016)  

domingo, 27 de noviembre de 2016

Las huellas de un crímen

Un crimen trascendental aconteció en Inglaterra el 29-12-1170. La víctima: Tomás Becket. Ni más ni menos que el canciller de aquel país y buen amigo de su rey Enrique II de Plantagenet, quien lo había nombrado Arzobispo de Canterbury. Sin embargo, una riña entre ambos, por asuntos religiosos y de Estado, culminó con el asesinato de Tomás Becket en la catedral de Canterbury. Cuatro caballeros, inducidos por el rey, le dieron muerte. E inmediatamente adquirió la categoría de mártir como Santo Tomás Becket el Cantuariense. En principio, fue enterrado bajo el pavimento de la cripta oriental de la catedral, pero, en 1220, se le construyó un nuevo sagrario espléndidamente ornamentado con ricas joyas y con gemas donadas por grandes señores de toda Europa. Miles de gentes visitaban habitualmente su tumba, convirtiéndose Canterbury en el segundo centro de peregrinación  de occidente tras Santiago de Compostela. En la obra de G. Chaucer, “Los cuentos de Canterbury”, del siglo XIV, un grupo de peregrinos, que viajan desde Southwark a Canterbury para visitar el santuario, nos narran sus deliciosas historias.
            Ahora, hasta el 5 de febrero de 2017, en el CaixaForum de Madrid, puede verse la interesante exposición “Los pilares de Europa” sobre la cimentación de Europa durante la Edad Media. Se exhiben 250 piezas pertenecientes al British Museum. Algunas alusivas a santo Tomás Becket. Así, un relicario (1200-1300) de cobre dorado y esmalte, donde se representa su asesinato y hasta 6 curiosas insignias de peregrino (1300-550), en aleación de plomo, que reproducen la espada del crimen, los guantes del santo, las campanas que repicaron solas, etc. A modo de recuerdo. No es ajeno a nosotros. Aquí tenemos dos plasmaciones iconográficas de tan horrendo crimen: las pinturas murales en las ruinas de la iglesia de San Nicolás de Soria y  el frontal de altar en la iglesia de San Miguel de Almazán. ¿Cómo es posible? El 12-7-1174, un año después de la canonización de Tomás Becket, el rey Enrique II hizo pública penitencia ante su tumba. Y sus hijos se preocuparon de extender su culto con el fin de limpiar de culpa la memoria de su padre. Entre ellos Leonor de Plantagenet, que se había casado en 1170, en Tarazona, con Alfonso VIII de Castilla, nuestro rey niño y protector de Soria. Eso lo explica todo.  
José María Martínez Laseca
(24 de noviembre de 2016)  

lunes, 21 de noviembre de 2016

Reflexiones de noviembre

Siempre he tenido a noviembre que, cual un equilibrista se balancea entre el verano y el invierno, entre la claridad y la oscuridad, entre la vida y la muerte, por un mes de indudable languidez festiva. Así, en cuanto a nuestra provincia de Soria se refiere, apenas nos encontramos un par de tradiciones populares que sobreviven. Y entiendo por “tradiciones” esas representaciones mantenidas, como mínimo, desde cien años atrás a esta parte. Porque, puesto que pertenecemos a una tierra de larga trayectoria histórica, un siglo no es tanto. Estas tradiciones son: el “Cántico de las Ánimas” que se acomete en la localidad de Tajueco, al anochecer del día 1 de noviembre, Día de Todos los Santos y la “Fiesta del Toro Júbilo”, que se celebra en la plaza mayor de la villa de Medinaceli, el sábado más próximo al día 12 de noviembre. Por supuesto que tuvieron otro sentido y su razón de ser en consonancia con el modo de vida de sus habitantes, dentro de una economía autosuficiente de cultura campesina. Ahora, son manifiestamente rituales de identidad. Es decir, suponen acciones de afirmación y autoestima para las gentes de esos lugares que, orgullosas de lo suyo, se diferencian de los demás que carecen de ellas.
            Cierto es que, de un tiempo a esta parte, han surgido otras de nueva implantación, relacionadas con el culto a los muertos y a sus ánimas. Así la lectura de la Leyenda de Bécquer, desde un origen común, se ha bifurcado en dos. Una, la más espectacular y masiva, la que se realiza en Soria capital y la otra que se efectúa en Las Cuevas de Soria, con el paso del fuego incluido. A ambas también se ha añadido la fiesta del “Samuin”, en Garray; la que cerraba el periodo templado para inaugurar la estación fría y oscura, que para los celtas duraba hasta el mes de abril en que llegaba la primavera.   
            Las fiestas populares han de amoldarse al paso de los tiempos para no desaparecer como los dinosaurios. Pero, en la sociedad actual, de consumismo voraz y apuesta por el turismo como industria redentora (y de la felicidad), conviene no desvirtuar lo auténtico y más genuino, y saber diferenciarlo de lo que es meramente comercial, o puro espectáculo de cara a la galería. Ya vemos que la gente se apunta a un bombardeo. Noviembre nos mueve al recogimiento interior y a la reflexión obliga.   
José María Martínez Laseca
(19 de noviembre de 2016)

martes, 15 de noviembre de 2016

Antonio García Abad

Había nacido en la villa de Vinuesa, el 29 de julio de 1941. Fue el verdor perenne de los pinos albar, el paisaje de su mirada primera, el que lo dejó marcado para siempre. De estampa inconfundible. Venía, con frecuencia, a la ciudad de Soria, en tanto que capital de la provincia, fuera de compras para abastecimiento de su casa, a fin de acometer algún que otro trámite, burocrático o sanitario, para asistir a conferencias, o adquirir algún libro en la librería “Las Heras”. Transitaba el Collado, recordando tal vez sus tiempos de estudiante en el viejo Instituto. Y aprovechaba la ocasión para reencontrarse con sus más conocidos en el decimonónico Casino de la Amistad Numancia o en la concurrida Plaza de Herradores, si el buen tiempo acompañaba, para departir en animada conversación, bajo la excusa de tomar unos vinos, pues, cual buen polemista, gustaba destilar la situación política internacional, nacional y local.
Era Antonio García Abad. Pero todos le teníamos por “el cónsul”. Apodo poco ingenioso, en verdad, dado que él, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense, estaba diplomado en Altos Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid y se hizo diplomático por oposición en 1971. Hombre cosmopolita, parecía de vuelta a la querencia, tras haber ejercido representaciones diplomáticas españolas (ya como embajador o como cónsul) en Honduras, Finlandia, Argelia, Bélgica, Reino Unido, Nueva Guinea, Haití, Cuba, Francia (Perpignan y Toulouse) y Suiza (Ginebra). Pero, ante todo, practicaba como soriano y representante plenipotenciario de Vinuesa y los Pinares.
Yo lo conocía de tiempo atrás. De cuando, en La Pinochada, dirigía la pingada del mayo en la Plaza Mayor. Y asistí al ritual de la ofrenda de la vela por su esposa finlandesa, Ulla Kristina, a la Virgen del Pino. Un día de este otoño he visitado la Laguna Negra con los serbales rojos junto al frontal del enorme farallón de piedra. Mientras las hayas despuntaban sus hojas amarillentas y caducas, símbolo de lo efímero, dentro del pinar. Nadie vive para siempre. Mas, no por ello ha dejado de impactarme la noticia inesperada de su muerte este pasado jueves 3 de noviembre. Y me cuesta aceptarlo con sus 75 años. Será preciso el duelo para curar su pérdida.
José María Martínez Laseca
(10 de noviembre de 2016)

De la despoblación

Soria está despoblada. ¿Quién la repoblará? El repoblador que la repueble, buen repoblador será. (Pues gobernar es repoblar). Parafraseo el trabalenguas infantil para poner de manifiesto nuestro problema principal: la despoblación o vaciamiento de nuestros pueblos. Eso de que “antes se había ido el médico, / también el veterinario, / y el chico de la Teresa / a estudiar al seminario. / Solos al atardecer / se han quedado los secanos.” Lo escribía yo hace ya bastantes años, a la vista de esa huida brutal de la gente más decidida desde el ámbito rural a las grandes ciudades. Tal vez atraídos por los cantos de sirenas de sus fábricas, a la búsqueda de una vida mejor. “Qué de pueblos ya canos y remotos, / qué de contento los pobló otro tiempo. / Qué de pueblos se tornan hoy escombros, / con la mirada ida… de los muertos” introducía mi poema “A los pueblos de Soria” y “Porque hay pocos obreros en Soria / y hay mucho obrero soriano”, justificaba el otro más conocido de “Al obrerito soriano”. Cierto es que las condiciones de habitabilidad en los pueblos (agua corriente en las casas, rehabilitación de viviendas, etc.) hizo posible el fenómeno de segunda residencia (luego ampliado con la oferta de alojamiento en Casas Rurales) ha maquillado su aspecto exterior y, en cierto sentido, los ha urbanizado. Pero, el verdadero problema es de gente: poca y envejecida. Desestructurados sus grupos de edad, con la pirámide poblacional invertida. Supone el derrumbamiento de una civilización milenaria, basada en lo agrícola y ganadero, que se visualiza en la película “El cielo gira” de Mercedes Álvarez.
            En la reciente declaración de Montánchez (Cáceres), firmada por la Diputación Provincial de Soria, se denunciaba que el despoblamiento rural era igualmente una consecuencia de las políticas nacionales y comunitarias que priorizan el desarrollo urbano aun sabiendo que el desarrollo humano será imposible sin el medio rural. Allí se alzaron voces a favor del apoyo presupuestario a iniciativas emprendedoras para transformar la realidad socioeconómica del medio rural, de la disponibilidad de servicios locales a la ciudadanía, de estrategias capaces de cooperar y competir en escenarios internacionales, de acciones que valoricen el medio rural. Y se acordaron de la importancia de la mujer: porque es cuestión de sembrar futuro.
José María Martínez Laseca
(3 de noviembre de 2016)             

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Cementerio

“La mejor manera de conocer cómo se vive y cómo se muere en un lugar, es visitar su mercado y su cementerio”, según el filósofo alemán Ernst Jünger. Lo que Corpus Barga precisó: “Y más concluyente que los mercados hay en la ciudad otro lugar público: el cementerio”. Por estas razones y  otras emociones, yo suelo acudir de vez en cuando al cementerio de Soria. Lo hice recientemente. Y en su puerta principal leí el aviso del Ayuntamiento sobre el cobro de la tasa de mantenimiento, conservación, limpieza y vigilancia; con 5 puntos en letra pequeña. El primero: “Si usted no es el titular del nicho o sepultura le interesa que el Ayuntamiento le reconozca sus eventuales derechos tramitando un Expediente de Actualización y Regularización de la Titularidad.” No  digo yo que no haya que poner orden administrativo en la ciudad del sanseacabó, pero a partir de lo antedicho se tuvo en “un sin vivir” a los vivos. Que me lo ha dicho más de uno por El Collado, al verlos yo ir y tornar del Ayuntamiento con papeles y parientes. Otros se me quejaban de que había lista de espera en la ventanilla. Y aún otros más, que tenían pagada su morada “perpetua”, me hablaban de una expropiación en toda regla. Ya es un lujo morirse, con el 21% de IVA, y, una vez tieso: más recaudación.
            En mi recorrido por el camposanto pude ver sobre varias lápidas esta nota: “Sepultura muy deteriorada necesita reparación.” Y es que la víspera del día de Todos los Santos es muy oportuna para la sensibilización contra la dejadez. Hablo del “Alto Espino”, donde al decir de J. A. Gaya Nuño se encuentra guardado el secreto de la poesía elegiaca de Antonio Machado: la tumba de Leonor. También están ahí las cenizas de su propia esposa Concha de Marco, bajo la lápida de su abuela Concepción Soria de Pablo. Esta tumba y la conjunta de su familia materna (abuelos Toribio Nuño y Laureana Ortega, tíos Casto y Vicenta y hermano Benito) figuran entre las estropeadas. Todo cementerio es un reflejo de su sociedad. En nuestro caso, se trata de un patrimonio o bien de interés cultural que conviene cuidar. Incluso para el “necroturismo”. Como ya se realiza en otros sitios. Con recorridos peatonales para mantener vivo el recuerdo de los más destacados paisanos (historiadores, médicos, poetas, políticos, empresarios, etc.) que se nos anticiparon en el vivir.
José María Martínez Laseca  
(26 de octubre de 2016)

martes, 25 de octubre de 2016

Santa Paciencia

Paciencia es palabra castellana que procede del latín “patientia”. De entre las distintas acepciones que recoge el Diccionario de la Lengua Española de la RAE extraemos estas: 1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse; 3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Asimismo, anota el citado diccionario que se puede: acabar, consumir, o gastar, a alguien la paciencia. Y hasta recoge la expresión “banco de la paciencia”: 1.m. Mar. Banco que estaba en el alcázar de los navíos delante de la mesana. Si bien fue Ramón Joaquín Domínguez, en 1853, el primero en definir el banco de la paciencia con lo que dio lugar a la locución todavía hoy empleada: ‘estar en el banco de la paciencia es estar apurado o ir a sufrir alguna grave molestia, como la que causa esperar mucho tiempo, el escuchar palabras duras, el desempeñar cargos terribles…’.
            Y como anillo al dedo nos viene lo antedicho en relación con las obras de rehabilitación del Banco de España, sito en la céntrica plaza de San Esteban de nuestra ciudad, que duran ya más que las del Pilar, por lo que bien podría apodársele a partir de ahora como “el banco de la paciencia”, en consonancia con la capacidad de aguante de los sorianos que, a este paso, superaremos incluso la del santo Job. Sin embargo, no se trata aquí de un caso aislado, ya que otro tanto, en cuanto a paciencia se refiere, cabría achacar a la apertura del Centro de Día de Referencia Estatal para personas Mayores, ubicado en la carretera de Logroño, el que inicialmente estaba previsto destinarse a centro de referencia estatal para personas con discapacidad en el medio rural, tal y como figuraba en el Plan de Actuación Específica para Soria (PAES), aprobado en Consejo de Ministros en mayo de 2005. Eso por no hablar de la nueva cárcel, nueva comisaría, nueva Audiencia, depuradora o autovía del Duero.
            Unos adelantados a su tiempo fueron los reposteros de la villa de Almazán, al  inventar las paciencias: esas pequeñas galletas, finas y redondas, que se funden lentamente en la boca al contacto con la saliva. Empero, con todo lo que nos toca aguantar, no serían antídoto eficaz. Por lo que sugiero -a imagen y semejanza de la ciudad de Huesca- nombrar a una de nuestras calles como “De la Santa Paciencia”. 
José María Martínez Laseca
(20 de octubre de 2016)

martes, 18 de octubre de 2016

De los males de la patria

Dos elecciones generales en menos de un año: las del 20-D de 2015 y las del 26-J de 2016. Ninguna dio mayoría absoluta. El PP fue el más votado, mientras la izquierda se partía en dos (PSOE y Podemos), con C´s el 4º, más nacionalistas e IU. En nuestro sistema parlamentario no gobierna la lista más votada sino quien obtiene el respaldo requerido en el Congreso. Era preciso, pues, sumar apoyos. En la primera ocasión Rajoy (PP), solo, renunció ante el Rey y Sánchez (PSOE) tomó la iniciativa y, tras pactar con C´s (lo que respaldaron los militantes socialistas), afrontó su investidura, que resultó fallida por los votos en contra del PP y, además, de Podemos, que ni siquiera se abstuvo para posibilitar un Gobierno diferente. La segunda vez ocurrió algo similar, con alza del PP y pérdida de escaños del PSOE, Podemos (+ IU) y C´s. Ahora Rajoy, tras pactar con C´s y CC (total 170 escaños), se presentó a la investidura (machacando al PSOE con la gran coalición o su abstención), sin éxito, ya que  el resto de la cámara  votó en su contra. (El Comité Federal del PSOE acordó votar no a Rajoy, y fue el “No es no” de Sánchez). Los vetos de unos a otros causan el bloqueo en la gobernabilidad del país, y si no se resuelve llevaría a unas terceras elecciones en Navidad.
            Hasta aquí, la presión ejercida contra el PSOE y su líder Pedro Sánchez,  por parte de los poderes fácticos y mediáticos, fue vergonzosa y brutal: lo nunca visto. Sánchez sugirió la posibilidad de formar Gobierno, lo que el PP descalificó tildándolo de Frankenstein. En plena campaña de Elecciones Gallegas y Vascas irrumpieron los barones socialistas para evitar que Sánchez llegara al poder. Aunque la cosa ya venía de atrás. Saltó incluso Felipe Gonzáles, en vez de conciliar. Se llegó así al Comité Federal del 1 de octubre que acabó con la dimisión del Secretario General elegido por primarias y el nombramiento de una Gestora. Paradójicamente, pretendiéndose echar a Rajoy se acabó con Sánchez, quedándose el PSOE a los pies de los caballos del PP. Quienes propugnaban la abstención para que gobierne el PP no dan la cara. Otros piden consultar a la militancia socialista. Ahora el PP de la desigualdad, los recortes y las trampas, está sentado en el banquillo por amparar la corrupción. Y no se puede blanquear tanta ignominia.
José María Martínez Laseca
(13 de octubre de 2016)          

sábado, 8 de octubre de 2016

El mastín de la Dehesa

A mí también me gusta la escultura del mastín español, recién colocada en pleno parque central de la Dehesa o Alameda de Cervantes de nuestra capital. Casi tanto como les agradaba a esos chiquillos -según pude comprobar la tarde en que me acerqué a contemplarla por vez primera-, que hacían cola y se turnaban para juguetear con él, trepando hasta su chepa y cabalgándolo cual si estuviera vivo. Su bella forma la asocié con los dragones multicolores del Parque Güell de Barcelona -diseñado por el genio creativo de Antonio Gaudí-, tan característico de la arquitectura modernista catalana.
            Y es que en su ejecución se ha empleado idéntica técnica del “trencadís” (troceado o `picadillo´), consistente en un tipo de aplicación ornamental del mosaico a partir de fragmentos cerámicos -básicamente azulejos-  unidos con argamasa. Ello, a pesar de que la idea primigenia del artista soriano, Carlos Sanz Aldea, era haberlo esculpido en piedra. De este modo, su coste ha resultado más barato: un total de 6.000 euros. Que, también, figuró en un proyecto anterior en el tiempo, formando parte de un conjunto monumental en recuerdo a La Mesta, el cual quiso instalarse en el epicentro de la plaza Mariano Granados, previamente a la construcción del actual aparcamiento subterráneo. Allí, este perro mastín iba acompañado de un rebaño de ovejas simuladas por grandes bloques de piedra. Empero, aquel intento resultó frustrado. De ahí que ahora al gran perro se le note algo triste, por encontrarse solo, echado sobre el suelo con sus patas delanteras estiradas al frente, en el centro de la superficie empedrada.
            Presta, acudió a mi mente la imagen nítida del “Mastragas”, ese mastín que el “Chisco”, ganadero de Huérteles, le regaló al Juan Luis de Almajano, una vez jubilado de la trashumancia con sus merinas a los pastos del sur. Lo recuerdo gigantón y tranquilo en la plaza de mi pueblo, a pleno sol. Haciendo gala de su carácter afable, aguantando a los chicuelos, pesados cono moscas, en su derredor. Y él, que fuera guardián de rebaños y ahuyentador de lobos, no se inmutaba. Y aguantaba, sin siquiera emitir un ladrido. Bien se merece, pues, el mastín español este homenaje. Aunque yo hubiera escogido otra ubicación, no teniendo que desmantelar la Fuente de la Dama.
José María Martínez Laseca
(6 de octubre de 2016)

miércoles, 5 de octubre de 2016

Torre-palacio de Aldealseñor

“¿Quién lee diez siglos de la historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?”, son versos del poeta zamorano León Felipe, extraídos de su poema Pie para el niño de Vallecas de Velázquez. Y me vienen que ni pintiparados para acometer el caso que doy en tratar a continuación, que no es otro que el referido a la noticia reciente (véase Diario de Soria, de 16 de septiembre de 2016, pág. 9): “La junta declara BIC la torre y el palacio de Aldealseñor”. Cuando la leí algo se removió en mis adentros. Y me llevó a recuperar la memoria histórica.
            Por ser yo natural de Almajano y estar Aldealseñor a cuatro kilómetros de mi pueblo, lo he visitado en numerosas ocasiones. Siempre me llamó la atención su casa-torre monumental, que queda un poco separada de su casco urbano dividido en dos barrios. Por desgracia, yo la conocí cuando se encontraba en estado ruinoso, con el tejado de sus caballerizas derrumbado y las paredes del corredor de su lado oriental semiderruídas, a causa de la desidia. Casa con varios amos mala es de cuidar. Entonces se utilizaban algunas de sus dependencias para cometidos agrícolas. A mí me traía nostalgias del esplendor adquirido por el Honrado Concejo de la Mesta, a principios del siglo XVI que, con sus grandes rebaños de ovejas, supondría durante tres siglos el foco de poder económico más importante de España. De aquí que el inmueble, vinculado al linaje de los Salcedo por sus escudos -con los motivos del sauce y cinco corazones-   sobre las puertas, se asemeje mucho a mansiones de Hinojosa de la Sierra, Tera, Almarza, San Gregorio (Casa fuerte), Almajano, Narros (de la Media naranja), San Pedro Manrique (de los Hidalgo), Yanguas, etc. emparentando incluso con el Palacio de los Condes de Gómara de Soria capital. Su alta torre es anterior, pues cabe integrarla en la línea de fortificaciones islámicas defensivas del Duero.
            Todo ello me llevaría, siendo yo Procurador de las Cortes de Castilla y León (1987-1993), a adoptar varias iniciativas parlamentarias, en 1989 y 1992, compartidas con Ángel Martín Vizcaíno, en aras a su rehabilitación y mejor uso, declarándola BIC. En 1992 ya se inició el expediente  ahora concluido felizmente. Como se puede ver una vez más, las cosas de palacio han ido muy, muy despacio.    
José María Martínez Laseca
(29 de septiembre de 2016)   

jueves, 29 de septiembre de 2016

Celebrando a Cela

“El paisaje político español es doméstico y desvaído porque en él proliferan los curas rebotados, los militares cojonudos, los periodistas hampones, los altos cargos que no saben hablar español, los inquisidores conversos, los títulos nobiliarios consortes e hipogenitales, los toreros de salón, los líricos menesterosos, los novelistas sociales, los eruditos a la violeta, los pescadores en río revuelto, los seudodemócratas que ignoran que el triunfo en las urnas da el poder, pero no la sabiduría ni la prudencia”, escribía Camilo José Cela en 1986. Y yo dejo, 30 años después, a juicio de mis lectores si resta algo de aquella fauna  en el panorama político patrio actual, colapsado por falta de pacto de gobierno. Los excesos de corrupción y de soberbia han hecho estragos y la evidente falta de empatía dificulta poner a tres en raya, de los cuatro grandes partidos, para salir del atasco y evitar la convocatoria de unas terceras elecciones generales a las puertas de la Navidad. Tomo la cita inicial de la exposición “Camilo José Cela 1916>2016. El centenario de un Nobel. Un libro y toda la soledad”, que visité el viernes pasado en la Sala Recoletos de la Biblioteca Nacional de España. También, en otras salas de esta misma biblioteca, la exposición “Del dibujo a la palabra” celebra el centenario del nacimiento de Antonio Buero Vallejo (1916-2000). Dos escritores estos que, junto a Blas de Otero (1916-1979), inscritos en la buena “cosecha del 16”, revolucionaron la narrativa, el teatro y la lírica española, respectivamente, durante la dictadura franquista, alzando sus “voces en un tiempo de silencio”. Por cerrar a las 21 h., pude llegar hasta la sede del Instituto Cervantes y mirar la sencilla muestra “El recuerdo más cercano”, también en homenaje a Cela, hombre con cara de caballo y voz de campana, según Jaime Campmany.  Previamente a alcanzar estos dos objetivos, tuve que pasar en mi andadura junto al Museo del Prado, donde una interminable cola de gente esperaba para acceder a la magna exposición en torno a otro genio: el pintor Hyeronimus van Aeken, (1540-1516), conocido por “El Bosco”. Anoto tan solo este episodio de mi viaje a la Villa y Corte, hecho en el bus de línea Logroño-Soria-Madrid, que sufrió un  accidente el pasado lunes, con muy trágico resultado.
José María Martínez Laseca
(22 de septiembre de 2016) 

martes, 20 de septiembre de 2016

Soria desenterrada

Es Soria una ciudad histórica. Su existencia se justifica desde el río Duero, considerado este como padre. Duero es agua que corre, y, por ende, dador de vida.  Aunque no queda muy claro su origen, restos encontrados aluden a un primer asentamiento celtibérico. También hay noticia posterior del establecimiento musulmán en el siglo IX. Pero su afirmación definitiva es consecuencia de la reconquista cristiana. Resurge así Soria como emplazamiento estratégico, al estar enclavada  en  el vado (después puente de piedra) que, desde Castilla, posibilitaba el acceso hacia los reinos de Navarra y Aragón. Sus dos cerros fronteros del Castillo y del Mirón permitían unas buenas condiciones de vigilancia y la defensa efectiva. Alfonso I, el Batallador, le concedió el Fuero Breve en 1120, acometiéndose un intenso proceso poblacional. Más tarde, Alfonso VIII de Castilla le otorgará el Fuero Extenso, agradecido por haberle protegido siendo niño. Lo que llevará a Soria a crecer con sus casas ascendiendo collado arriba, entre ambos cerros, al resguardo de su muralla y su castillo. La ciudad medieval, intramuros, quedaba conformada al agruparse sus vecinos en colaciones o barrios alrededor de sus iglesias románicas, hasta el total de 35 que aparecían en el Censo de Alfonso X en 1270.
Un pavoroso incendio la destruyó en parte y el nuevo casco urbano y su vecindario, al pasar de los años, le fueron dando la espalda al río Duero. Algunas de aquellas iglesias románicas se convirtieron en majadas o se desmoronaron, reutilizándose sus piedras y acabando en ruinas, enterradas por el polvo del paso del tiempo y del olvido. La operación “Soria oculta” promovida desde el Ayuntamiento ha permitido las intervenciones arqueológicas, sacando a la luz algunos de sus vestigios. Tal es el caso de la llamada iglesia de San Ginés, con su ábside pegado a la muralla en la margen derecha del Duero; y de la de San Martín de la Cuesta, junto a la carretera de las siete curvas que trepa al Castillo. La recuperación del patrimonio de nuestro pasado permite el arraigo de las generaciones en una identidad común. Vale pues excavarlo para investigarlo, interpretarlo, reconocerlo, comprenderlo y disfrutarlo; pero también hay que consolidarlo y conservarlo, garantizando la salvaguardia de todo lo descubierto.
José María Martínez Laseca
(15 de septiembre de 2016)

lunes, 12 de septiembre de 2016

Va de perros

No me refiero aquí a “El poder del perro”, la novela negra de Don Winslow (un thriller épico, coral y sangriento que explora los recovecos de la miseria humana), sino a algo más prosaico como esa mamífera mascota, que sirve de animal de compañía contra la asfixiante realidad cotidiana en soledad. De muy atrás viene esa convivencia entre el hombre y el perro, por encima de la que se da con el gato, mucho más arisco y desconfiado. Según las estadísticas, uno de cada cuatro hogares en España tiene un perro cumpliendo esa función doméstico-afectiva. Y de tan manifiesta abundancia surgen algunos problemas de higiene, que suscitan las quejas del vecindario Porque hay perros que hacen sus necesidades estercolando céspedes y aceras y convirtiéndolas en mingitorios. Algo en lo que, sin duda, tienen toda la responsabilidad sus amos, que obran con un  comportamiento nada cívico.
Hablando del bienestar perruno, hemos conocido últimamente como se han conseguido habilitar tanto playas como cines para perros. Buena vida perra se llevan algunos, como “Lola”, la mascota del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que viaja con él en avión, AVE o en coche con chófer. Tampoco han podido quejarse del trato recibido los muchos allegados a la casa de mis padres en Almajano, y que mi hermano mayor emplea en la caza. Y recuerdo al “Mastragas”, un mastín de la trashumancia, tan grande como pacífico, que “el Chisco” de Huérteles regaló al Juan Luís, el padre de mi amigo Eusebio. Se han dado casos de suma lealtad de perros con sus amos. Recién, el de una perra, plantada en la puerta del hospital de Elda mientras se recuperaba su dueña-niña operada de apendicitis. O el de “Rubio”, el perro vagabundo que robó el corazón de Olivia, la azafata alemana a la que esperaba siempre a su regreso. 
 Afamado es el de “Rinti”, ya que al morir, en 1931, su dueña, la norteamericana Jeannette Ford Ryder, permaneció junto a ella, por lo que fue esculpida su figura a sus pies en la conocida “Tumba de la Fidelidad” del Cementerio de Colon de La Habana (Cuba), el mismo donde yace Francisco, el abuelo materno de Pablo Picasso, que le dio parientes negros. Que, según me han contado, “el Tati”, también acudía al cementerio para hacerle compañía a mi abuelo Fermín en su descanso eterno.
José María Martínez Laseca
(8 de septiembre de 2016)


miércoles, 7 de septiembre de 2016

Agosto, adiós

Ya hemos dicho adiós al mes de agosto, corazón del ardiente verano. El que se anuncia en el cantar de Las Marzas “con las pajas en el rostro”, por aquello de las rastrojeras que quedan tras haberse recogido la cosecha de cereal (mares decapitados de amarillo). También le es aplicable lo de “agosto, frío en rostro”, con lo que se da a entender que en este mes suele empezar a sentirse el frío. Aunque en esta ocasión no venga al caso. En realidad, agosto es una de las doce porciones de tiempo en que se divide ese círculo, anillo, que es el ciclo anual. Su denominación procede del latín “Augustus”, que es el renombre del emperador Octaviano. Según nuestro cómputo actual es el octavo mes (otrora era el sexto), constando de 31 días. “Agosto y vendimia no es cada día, y si cada año; unos con ganancia y otros con daño”, aconseja la economía de prevención con la que vivían los labradores. Y lo rubrica el sabio refrán: “agosto y septiembre no duran siempre”, constatando que el tiempo de la abundancia y del goce no suelen ser duraderos.
Al cerrarse, pues, este mes de agosto yo he creído conveniente hacer balance o síntesis de las actividades culturales que, de modo altruista, sin retribución económica alguna, he desarrollado tanto por diferentes pueblos de nuestra provincia como en la propia capital. Por aquí, precisamente, las inicié, el día 9, participando en el homenaje tributado a nuestra gran poeta Concha de Marco, dentro de la Feria del Libro, Expoesía-2016, centrada esta vez en la mujer. Al día siguiente, el 10, me desplazaba hasta Ágreda, para impartir en el Palacio de los Castejones, mi ponencia “Fiestas populares de la provincia de Soria”, como parte del Curso de Verano sobre Etnografía soriana. Después, el día 12, tuve que improvisar un recital con mis versos en la apertura del “Espacio lavadero” de San Andrés de Soria. Fui miembro del jurado seleccionador de los ganadores del concurso Gayarelatos y participé en la entrega de sus premios con una charla incluida el día 21. Por último, el 23, efectuaba mi primer recital de poesía en la Semana cultural de Almajano, mi pueblo. Al final, uno se siente satisfecho, aunque no deje de preguntarse si hoy se valora realmente aquello a lo que no se le pone precio. O ¿por qué a unos se les paga y a otros no?
José María Martínez Laseca
(1 de septiembre de 2016)             

lunes, 29 de agosto de 2016

Juan Antonio Gaya Tovar

1919. De Tardelcuende, llegan a Soria Juan Antonio Gaya Tovar y Gregoria Nuño Ortega con sus hijos Benito, Juan Antonio y Amparo. Gaya es hombre bondadoso y austero, entregado al trabajo y a la familia. Su prestigio le llevó a presidir el Colegio de Médicos. También ejercía como profesor de Gimnasia y secretario del Instituto. Pero tiene en la política su pasión. Pedía progreso en paz. En 1922 había sido concejal y, con la II República, vicepresidente de la Diputación. Pertenecía al PRRS y era la mano derecha del diputado Benito Artigas Arpón. El golpe militar del 18 de julio lo complicó todo. Los requetés llegaban a Soria el 21 por la tarde. El gobernador Alvajar y el diputado Artigas huyeron a Madrid y Muga, teniente coronel de la guardia civil, controlaba la plaza. El 22 de julio de 1936, el doctor Gaya es reclamado para atender a un herido, y al ser delatado se le trasladó detenido al Cuartel de Santa Clara. En su ausencia, los requetés irrumpen en su domicilio, donde está su esposa con el hijo inválido, y arrojan algunos muebles a la calle.
            La instrucción de Mola (Madrid, 25-5-1936) decía: “Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a estos individuos, para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”. Su criada, la Bienvenida, le llevaba puntual la comida, pero aquel día el guardia ya no se la recogió. Ocho presos fueron despertados a las 3 de la mañana del lunes 17 de agosto por los camisas azules. En el violento zarandeo al doctor se le cayeron las gafas. Al reclamarlas, quien fuera alumno suyo en el instituto le espetó: “Sepa, profesor, que a donde va no las necesita”. Gaya rebusca en su bolsillo el documento que le exonera de responsabilidades. De nada le sirve mostrarlo. A las 5 los suben a todos a la camioneta que, en apenas 10 minutos, los deja junto a las tapias del cementerio del Espino. Amanece. A las 6 de la mañana, los 8 hombres son fusilados por el pelotón de facciosos. Gaya tenía 60 años. Sus cuerpos son arrojados a una fosa común. Y en ella siguen. Sin exhumar para recibir digna sepultura. Se cumplen ahora 80 años de aquella guerra incivil.
José María Martínez Laseca
(25 de agosto de 2016)        

lunes, 22 de agosto de 2016

Dos libros

Dos libros han salido este verano sobre “los Gaya”, que así es como se conocía a la pareja formada por Juan Antonio Gaya Nuño y Concha de Marco en los círculos culturales de la época. Los títulos de sus portadas: “Concha de Marco. CELDA DE CASTIGO” y “Juan Antonio Gaya Nuño y Rafael Alberti, entre la firmeza y el vuelo”. Son libros pagados por dos instituciones: Ayuntamiento capitalino y Diputación Provincial de Soria. Ambos se presentaron en el marco de la Feria del Libro, Expoesía-2016, los días 9 y 10 de agosto, entre otros por el cacereño Hilario Jiménez Gómez. El primero de ellos oportunista en su coartada de la celebración del centenario del nacimiento de Concha de Marco, denota precipitación. Su mérito, tratarse de la edición facsímil de una copia a máquina de su poemario “Celda de Castigo”. Texto publicado en su totalidad, pero no tan inédito, al haber  noticia expresa de sus versos por lo menos desde 1995. Y chirría demasiado que dentro del “cuaderno gris” se haya incrustado “Concha de Marco, una soriana sin sombrero”, un exceso incomprensible autocalificado de crítico, pero con apenas estudio. Por cierto, Concha de Marco no pertenece a “Las sinsombrero”.
Del segundo libro figura como autor el mencionado Hilario Jiménez Gómez. Se trata de una magnífica edición, dada la calidad del papel, páginas en color sin límite, etc. Se pone de manifiesto el buen hacer de la imprenta provincial. En cuanto a su contenido y señas de identidad, este libro, según se dijo: “no es otra cosa que las investigaciones de Hilario Jiménez, que le llevaron a la Fundación Rafael Alberti, donde trabajando en uno de sus libros descubrió la riqueza de la correspondencia entre Rafael Alberti y el escritor y crítico soriano Juan Antonio Gaya Nuño, cuyo estudio y análisis ha dado lugar a este libro”. Para tal viaje no hacían falta estas alforjas. Dicha tesis ya fue expuesta, negro sobre blanco, en mi trabajo “Una vieja amistad entre Alberti y Gaya Nuño”, ver DIARIO DE SORIA, 21, 22, 26 y 27 de febrero de 2003, por lo que está, obviamente, plagiada. Mucha acumulación pues y poca investigación. Solo faltaba que no se aportara algo. Pero el libro resulta todo un pastiche al reproducir elementos varios y combinarlos de manera que el resultado parezca una creación original. Como si antes de él nada se hubiera hecho al respecto. Sin complejos y sin escrúpulos.
José María Martínez Laseca
(18 de agosto de 2016)      


Fiestas

Fiesta, según Casanova, es toda reunión en la que todos los que participan están de fiesta, se sienten de fiesta. Comparten un estado mental y no sólo un acto colectivo. Por su parte,  Antonio Ariño la define en relación dialéctica con la vida cotidiana, ya que rompe con el tiempo de trabajo y sumerge a los participantes en un ambiente que propicia e intensifica interacciones emotivas. Y cultiva la paradoja al mezclar en una síntesis, no exenta de tensión, el rito y el juego, la ceremonia y la diversión, el respeto a la tradición y la espontaneidad,  lo espiritual y lo corporal, lo íntimo y lo público. Las fiestas son, pues, integradoras de la sociedad, borran temporalmente las diferencias sociales, reproduciéndose en ellas los vínculos sustentatorios de la identidad grupal. Actos rituales, música, danza, comida, territorialidad; la fiesta es la máxima expresión conjunta de diversas expresiones del patrimonio cultural inmaterial. Los eventos festivos adquieren, por ello, una importancia fundamental  en la reproducción y re-creación del patrimonio cultural inmaterial de los diferentes pueblos, ya que la tradición se renueva dentro de los cauces del saber tradicional pero con apertura también a lo nuevo, sobre todo en consideración de los intercambios cada vez más frecuentes que los individuos realizan en sus actividades diarias o por la globalización.
Con la entrada de agosto, la provincia de Soria arde en fiestas, ya que durante este cálido y soleado mes muchos pueblos celebran sus fiestas patronales. Otros las han trasladado a estas fechas para contar con la presencia de quienes un día se fueron. No es de extrañar, siendo nuestra provincia de tradición agrícola, ganadera y forestal. Para el calendario agrícola se trata de un momento clave y el ciclo estacional marca la mitad del verano o estación del amor. En su epicentro, la conmemoración de La Virgen de Agosto y San Roque. Este muy celebrado otrora como defensor contra la peste. La primera constituye una de las fiestas marianas más notables, sobreponiéndose a ceremonias antiguas de carácter pagano. Justo es que, cuando la madre tierra ha ofrendado sus cosechas, el campesino le manifieste con el culto y el rito su agradecimiento.  Con la fiesta la comunidad se reafirma y las identidades encuentran sabia nueva. De aquí que vivamos esperando y organizando todo tipo de fiestas.
José María Martínez Laseca
(13 de agosto de 2016)

lunes, 8 de agosto de 2016

Ramón Benito Aceña

A las 5 de la madrugada del lunes 11 de diciembre de 1916 moría en Madrid, soltero, a sus 86 años, el Excmo. Sr. Don Ramón Benito Aceña (RBA), quien, según José María Palacio, “tuvo en los últimos años de su vida un estímulo obsesionante: el de glorificar (…) el nombre inmortal de Numancia. Y a fe que lo consiguió…”. Dos hechos lo confirman. El primero, la ejecución a sus expensas del severo monumento elevado en el solar del cerro de La Muela (Garray), donde estuvo situada la invicta ciudad celtíbera, muy semejante en su estructura, aunque más sencillo, al del Dos de Mayo en la plaza de la Lealtad de Madrid; y que fue inaugurado solemnemente por S.M. el Rey Don Alfonso XIII el 24 de agosto de 1905. Y el segundo, la construcción, también a sus expensas, en el paseo del Espolón de la ciudad de Soria, y en terrenos cedidos por su Ayuntamiento, de un edificio para Museo exclusivamente numantino, en el que reunir y exponer al público las colecciones de objetos artísticos e históricos encontrados en las excavaciones practicadas en Numancia. Sus planos los realizó el ilustre arquitecto Don Manuel Aníbal Álvarez. La superficie total ocupada por el edificio y los espacios destinados a jardines, es de 60 x 58 metros. Comenzó su andadura por Orden de 24 de enero de 1914, pero, aunque ya acabado se entregó al Estado el 17 de julio de 1916, hubo de esperar a ser inaugurado por S. M. el Rey Don Alfonso XIII hasta el 18 de septiembre de 1919, con Don Blas Taracena Aguirre como primer director, aunque ya muerto su mecenas.
Don RBA había nacido en Valdeavellano de Tera el 14 de octubre de 1830, en el seno de una familia de ganaderos y propietarios. Fue el primer alumno del Instituto Provincial que se graduó bachiller y gracias a su tío, el catedrático Pedro Benito Golmayo, se licenció en derecho en la Universidad Central. Militante del partido conservador fue Diputado por Soria, desde 1876 hasta 1899 en que, sustituido por Luis Marichalar, pasó al Senado, representando a la provincia casi ininterrumpidamente hasta su muerte. RBA es buen ejemplo de político de la Restauración. De “buen cacique”, conseguidor de las demandas de su distrito, como el tren Torralba-Soria, entre otros muchos. Se le nombró hijo adoptivo de Soria y la plaza de Herradores lleva su nombre.
José María Martínez Laseca
(6 de agosto de 2016) 

Sobre poesía

Ya está a la vuelta de la esquina la celebración veraniega de la Feria del Libro en la ciudad de Soria: EXPOESÍA, que el año pasado giró en torno a la naturaleza y que este se centra en la mujer, sin olvidar a los clásicos Cervantes y Shakespeare en el IV Centenario de sus muertes. Todavía, a estas alturas, sigue siendo difícil definir ese misterio que supone la poesía. “¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú.”; respondió Bécquer. A lo que suele añadirse otra pregunta: ¿para qué sirve la poesía?, que dará lugar a un sin fin de respuestas. Así Jorge Luis Borges la respondía con esta pregunta: “¿para qué sirven los amaneceres?”  Y otros la justificarán diciendo que sirve para intensificar la conciencia, buscando más allá de las palabras. O que es la memoria de las emociones y de los sentimientos, al tiempo que nos dota de identidad frente al olvido.
Pese a que ambos interrogantes siguen abiertos, ahora es noticia que la poesía, tenida por la primavera de la literatura, se está poniendo de moda. Lo confirman los jóvenes que la demandan en las librerías, por encima de la narrativa y el ensayo. Con lo que el género lírico ha crecido en ventas. Y hasta florecen sus editoriales. Incluso, esos mismos jóvenes han pasado a la acción y escriben versos. De ahí los “Nuevos poetas” que tienen la claridad y lo cotidiano por objetivos, anteponiendo el mensaje a la forma. Todo ello favorece un mayor aprecio a los viejos poetas. Como Ángel González, que decía: “Si yo fuera Dios / y tuviese el secreto, / haría / un ser exacto a tí; / lo probaría / (a la manera de los panaderos / cuando prueban el pan, es decir: / con la boca.”  Y es de justicia la reivindicación de las poetas, tan marginadas históricamente, como si no tuvieran generación, cual advirtió Concha de Marco. Varias antologías poéticas reivindican ese canon distinto sin silencio ni olvidos, mostrando su sensibilidad y su relevancia poética. A propósito: “La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias…” le dice don Quijote al Caballero del Verde Gabán. Por ello, disfrutar debiera ser, también, cuidar lo bello.
José María Martínez Laseca
(4 de agosto de 2016)  

viernes, 29 de julio de 2016

Mi viaje a Cuba

“Cuando vino mi abuela / trajo un poco de tierra española. / Cuando se fue mi madre / llevó un poco de tierra cubana. / Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria. / La quiero toda sobre mi tumba”. Son versos de  Carilda Oliver Labra que leí en mi reciente viaje a Cuba, a primeros de julio. “Quienes repiten visita –nos comenta el taxista– dicen que esto ha cambiado mucho, pero los que vivimos aquí apenas lo notamos”. En 2008 Raúl Castro sucedía a su hermano Fidel –líder de la revolución de los barbudos (1953-1959) contra el dictador Batista que había convertido al país en casino y prostíbulo de EEUU– en la presidencia de Cuba. Los noticiarios de Radio Reloj y Tele Sur felicitan a Fidel Castro que va a cumplir 90 años. Una ruta guiada nos llevará por Santa Clara, donde vemos el memorial al idolatrado Ché Guevara; Trinidad, ciudad colonial declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y Cienfuegos, la Perla del Sur, fundada en 1819 por colonos franceses. Descansamos en la playa de Varadero. Un complejo capitalista-consumista dentro de la isla de régimen socialista. Y es que el turismo se ha convertido en motor de desarrollo económico, frente a la agricultura abandonada por los hijos de los campesinos con estudios. Lo constata  su doble moneda: el peso nacional o CUP y el “convertible” o CUC, con paridad al dólar, para extranjeros, implantado en 1994, a fin de compensar la caída de la URSS.
Todo en Cuba es fusión, mezcla. De razas: mulatos; comidas: con especias; músicas: salsa; arte: ecléctico; religiones: santería; bebidas: cócteles (daiquiri, mojito, ...), etc. De todo yo me quedo con mis días en La Habana, cuyo halo decadente realza su encanto de ciudad. La recorro como a una amante en su piel: histórica, suburbial, residencial. Repleta de gente amable. Nos alojamos en el Hotel Ambos Mundos o “la importancia de llamarse Ernesto”, Ernest Hemingway, que tuvo aquí su hogar en los años 30. “Adiós, amigo Lezama. Qué sereno tiempo cuando este libro y tu libro; tus libros y mis libros y mil libros se encuentren en una librería cualquiera en un precioso tiempo que formen 100 años sobre tu muerte y la mía” reza otra placa con firma de Virgilio Piñera. Hay un cariño recíproco entre España y Cuba. Con base en la historia, la cultura y la sangre. Aquí la frase del gran poeta Nicolás Guillén: ¿Y tu abuela dónde está?
José María Martínez Laseca
(28 de julio de 2016) 

miércoles, 27 de julio de 2016

I Salón del Toro

Hace 50 años de aquel hito cultural en Soria, con repercusión nacional e internacional. Fue el I Salón del Toro, original exposición celebrada en agosto-septiembre de 1966 en el Palacio de los Condes de Gómara. Con el toro por epicentro. Pero no cualquier toro, sino el “toro-taúrico”, según el crítico de arte Venancio Sánchez Marín, diferenciándolo así del de significación “taurina” o toro de lidia. En concreto, el toro mítico, al cual el arte continuaba rodeando de sentido reverencial como si fuera el toro milenario de Iberia y que guardaba misteriosas conexiones con los de Altamira y Guisando. Y conviene recordarse que, ya en 1948, la llamada Escuela de Altamira, con el alemán Mathias Goeritz, intuyó la idea de una modernidad mágica, oscura y primigenia, que resonaría también en grupos como, Pórtico (Zaragoza), Ladac (Canarias) y Dau al Set (Barcelona) entre surrealista y dadaísta. En 1948 se celebró el Primer Salón de Octubre en las Galerías Layetanas de Barcelona, con J. A. Gaya Nuño al frente, para dar cauce a las manifestaciones plásticas de vanguardia.
            José Tudela justificaba que fuera Soria, corazón de la antigua Celtiberia, tan rica en ancestrales supervivencias de ritos taúricos de indudable ascendencia magicista y de religiones primigenias, la ciudad convocante. Ahí estaban sus singulares Fiestas del Toro de San Juan o de la Madre de Dios. Fue idea del ceramista Antonio Ruiz Ruiz, fundador del Grupo SAAS (Sociedad de Artistas Actuales Sorianos); quien, para prestigiarlo, otorgó la Presidencia al académico Camilo José Cela. Se programaron muchas actividades: conferencias, cine, teatro, fotografía, poesía… La muestra del Salón reunió a 78 artistas y 150 0bras. En ella cooperaron miembros del Grupo SAAS como Antonio Ruiz, Marcos Molinero, Ulises Blanco, José Mª Sainz Ruiz, Carmen Pérez Aznar, Juan Chuliá, Agustín Ruiz, Antonio Cruz, E. Molinero, Mª Paz García, Gabriel Ortiz, Ezequiel Villanueva y Miguel García; con los extranjeros Nadia Werba y Will Faber. El pintor Pancho Cossío fue su invitado de honor. Lástima que el pretendido “Museo del Toro” resultara fallido. Pero aquella iniciativa cultural, haciendo de la tradición virtud, supuso la conjunción de esfuerzos en pos de un fin común. Algo infrecuente aquí: “que las gentes se unan para hacer algo; si se trata de deshacer, ya es más posible”.
José María Martínez Laseca
(21 de julio de 2016)          

40 años sin Gaya Nuño

Sí, hace ya cuatro décadas que nos falta nuestro insigne paisano Juan Antonio Gaya Nuño, que había nacido el 29 de enero de 1913 en Tardelcuende. Era el segundo hijo del médico del pueblo y la hija del secretario. Murió en Madrid el 6 de julio de 1976, a los 63 años de edad. Y yo sigo volteando su nombre a los vientos, porque no puedo consentir que su sitio sea el del condenado al olvido, como si hubiera caído dentro de un agujero negro. Pertenecía a una familia de la burguesía soriana ilustrada de ideas republicanas. Lo que marcó su educación y su forma de ser. El fusilamiento de su padre y la guerra civil (1936-1939), que perdió, truncaron su seguro porvenir y determinaron el resto de sus días. Corrió la suerte de los vencidos bajo la dictadura de Franco: cárcel, represión y privación de toda ayuda oficial. Pero, frente a las incomprensiones y aislamientos –excluido también de la Universidad–, pudo salir adelante con su trabajo, tesón y el aliento continuo de su compañera la poeta Concha de Marco (1916-1989), consiguiendo vivir de su talento y de su pluma. Le movió siempre el amor a Soria y su pasión por el arte y las letras. Tal se advierte en sus “Claves íntimas de la crítica de arte” cuando dice: “Tratar de comentar y valorar el arte actual sin conocer profundamente todo el arte anterior es tarea destinada al más inútil de los fracasos. Y, además, historiar el arte antiguo desconociendo el nuevo novísimo no lleva sino a una entomología y mineralogía de lo consagrado, no ya odiosa, sino absolutamente criminal. Tan descomedido es explicar la obra de Manet sin referirse a Velázquez, como comentar a éste prescindiendo de Manet. Eso de encerrar materia tan maravillosa cual es el arte en apartados estancos, sólo puede ser obra de perfiles burocráticos y, en efecto, no de otro modo se profesa en los pobres centros de burocracia que son las universidades.” Fue titánica su tarea de catalogación y estudio histórico y crítico del arte en España. La que acometió con sabiduría, juicio certero y exquisita sensibilidad. Es J. A. Gaya Nuño, ante todo, un grandísimo escritor. Lo que se nota en sus ensayos y se palpa en obras literarias como “Tratado de mendicidad”, “Historia del Cautivo”, etc. Desde su libro primero: “El santero de San Saturio”, por el que Cela –según Dámaso Santos– hubiera dado dos de los mejores suyos.
José María Martínez Laseca
(14 de julio de 2016)          

Hacer cola

Con el arranque de este mes de julio dio comienzo la primera fase de la operación salida del verano. La gran movilización de gentes que, buscando romper su rutina habitual y cotidiana, se desplazan, fundamentalmente desde las grandes ciudades, hacia nuevos destinos pretendidamente paradisíacos de sol y playa, naturaleza, rico patrimonio histórico-artístico... Se marchan a disfrutar de sus vacaciones. Y lo hacen por tierra, mar y aire. Pero no todo resulta a veces tan sencillo, puesto que, desde su mismo inicio, pueden surgir algunos problemas o dificultades inesperados, como atascos en las carreteras, retrasos en las salidas de los vuelos de los aviones, etc. Y, como consecuencia del caos, se forman largas colas de espera desesperada durante varias horas para muchos de esos viajeros.
No obstante, el hecho de hacer cola, o disposición de las personas en fila para aguardar su turno, es algo que se produce por muy diferentes motivos. El caso al que aquí me refiero se produjo estas pasadas fiestas de San Juan. Ese día era el Jueves La Saca. Dentro de la buena  iniciativa, por parte del Ayuntamiento de Soria, de disponer autobuses, con salida en la Avda. Duques de Soria, para facilitar el traslado de los sanjuaneros al monte Valonsadero. Y yo opté por coger dicho autobús. Cuando llegué ya la cola trepaba por la Ronda Eloy San Villa. Pero me incorporé a la misma. Estuve allí un largo rato. Su avance era lento, muy lento. Me percaté de cómo algunos, jóvenes y no, iban llegando y automáticamente se colaban en la fila sumándose a sus amigos sin respetar el orden establecido. Por todo el morro. Que no fue uno, ni dos, sino unos cuantos y por diferentes sitios por delante de mí. Se me quedó cara de Podemos al ver como me adelantaban. Pensé anteponerme a los tramposos, mas opté por llamar por teléfono y conseguí plaza en el coche de un pariente. Mientras íbamos a La Saca por la carretera de Burgos, también hubo jetas que nos pasaron circulando por el carril habilitado solo para autobuses y taxis, saltándose así la serpenteante cola de coches. Siempre alguien les dejaba insertarse, cuando en realidad tendrían que haber retrocedido, como en el juego de la oca, del laberinto al 30. Es cuestión de civismo. Y si faltan la ética y la buena educación, de policía y multas.
José María Martínez Laseca
(7 de julio de 2016)

                   

sábado, 2 de julio de 2016

Cela, pregonero de San Juan

“Que son cinco días / de ruido y bullanga. / De monte y de toros. / De bombo y charanga.” Tal dice la canción sanjuanera de 1989, con letra de Jesús Hernández de la Iglesia y música de Francisco García Muñoz. Cinco, cual los dedos de una mano. Pero, se advierte que, desde 1956, esos 5 días pasaron a ser 6, por incorporarse al inicio de la secuencia de Jueves la Saca, Viernes de Toros, Sábado Agés, Domingo de Calderas y Lunes Las Bailas, el Miércoles El Pregón o voceado a los vientos de la fiesta. El primero en lanzarlo desde el balcón de la Casa Consistorial fue Víctor Higes Cuevas, que lo redactó a modo de bando con alusiones al “invito Caudillo”. Luego, el pregón se fue requiriendo a conocidos periodistas de la prensa local del movimiento y a otras personalidades, hasta 1979 en que pasó a pronunciarse por los Jurados de Cuadrilla.
            Entre los 22 nombres propios, despunta el escritor Camilo José Cela, académico y ya autor de “La Familia de Pascual Duarte” (1942), “Viaje a la Alcarria” (1948) y “La Colmena” (1951). Por su amigo Antonio Ruiz Ruiz, fundador del Grupo de artistas SAAS, Camilo sabía de Soria. El Ayuntamiento le encargó el pregón de las Fiestas de San Juan de 1966. Y Cela  las pregonó con entusiasmo, tildándolas de “dionisiacas y turbulentas”. Su discurso fue breve, despachado en diez párrafos. Pero en él hizo un canto vitalista y preciso, resaltando el protagonismo del toro del sacrificio e incitando a la sana y alegre diversión, mediante el baile al son de la gaita, el buen yantar y el correr de la bota de vino tinto. Este pregón fue editado por Julián Sebastián. También dejó constancia en un libro de Cuadrilla con esta dedicatoria: "A mis amigos de la Cuadrilla de Santa Bárbara, con un fuerte abrazo. Camilo José Cela". Eran sus jurados Agustín Ruiz y Mercedes de Marco. Cela tornó este mismo año a presidir el gran acontecimiento cultural que supuso el I Salón del Toro (agosto-septiembre) en el Palacio de los Condes de Gómara. Y, agradecido, volvió a los sanjuanes de 1967, siendo Emilio Ruiz Ruiz el jurado de la cuadrilla de San Esteban, para invitar a una cena a sus buenos amigos de Soria.
            Yo lo recuerdo aquí, al cumplirse el centenario del nacimiento de nuestro último Premio Nobel. Excéntrico y desbocado hasta lo soez, pero eminente cultivador del epañol y arriesgado creador de literatura.
José María Martínez Laseca
(30 de junio de 2016)

lunes, 27 de junio de 2016

Regreso de los dioses

Los mitos son narraciones extraordinarias con seres extraordinarios del pasado. Su origen precede a la historia y tienen que ver con acciones ejemplares de héroes y dioses. Sin los mitos nos quedaríamos sin explicaciones de la vida humana, ya que guían al hombre dándole respuestas esenciales sobre la creación del mundo o el origen de la vida. Estas reflexiones afloraron a mi mente el día que acudí al Palacio de la Audiencia de Soria y pude contemplar una sorpresiva exposición, que muy bien podría ser tildada de clandestina, por escondida, ya que por ninguna cartelera, ni pared de la ciudad se anunciaba al público. Hay que ascender a la primera planta para verla (hasta el 28 de junio). Si por un casual el curioso espectador lograra conseguir el tríptico referido a la misma, allí verá que responde al sugestivo título de “Invocaciones y advocaciones”.
            La exposición –al modo de un imaginario museo con hallazgos arqueológicos– nos muestra, entre las cajitas que cuelgan de las paredes laterales de la sala y unas vitrinas o expositores en el centro, una serie de pequeñas figuras modeladas en una arcilla terrosa especial y unas pocas en blanco caolín, a veces cuarteadas y a veces también coloreadas. Representan esas deidades y héroes –con gran presencia de féminas– de mitologías europeas y con claras referencias a batallas más o menos conocidas como las  de Numancia (España), de Sarmizegetusa (Rumania), Alesia (Francia), Teotoburgo (Alemania), Culloden (Escocia), etc. Se advierten guerreros, druidas, valkirias, etc. y hasta a Cernunnos y al espíritu del bosque. Asimismo, hay colgantes construidos con cráneos y otros huesos de animales, junto con abalorios.
            Se parte de la tesis de que las creencias y tradiciones politeístas, ante la imposición del cristianismo, optaron por camuflarse bajo su manto. Por lo que aquellos antiguos ritos y tradiciones, tenidos por paganos, todavía persisten y se siguen celebrando. De ahí esa invocación que aquí se hace a su poder, bajo las más diversas advocaciones o nombres, recabando su amparo. Redivivos, pues, en una suerte de eterno retorno. Y no se sorprenderá el curioso espectador al descubrir que se trata de una creación de Antonio Ruiz Vega, autor de libros como “Numancia” y “Los hijos de Túbal”. Porque los mitos viven en el país de la memoria.
José María Martínez Laseca
(25 de junio de 2016)          

miércoles, 22 de junio de 2016

San Pedro Manrique

Situado en el noroeste de la provincia de Soria, en las Tierras Altas, fue San Pedro de Yanguas hasta 1464 en que pasó a llamarse San Pedro Manrique, al tomar el apellido de su señor Diego Manrique de Lara. Su economía tradicional: ganadera y agrícola. De pastores trashumantes de merinas, cuya cultura ha fijado sus señas de identidad. Y es en la villa de San Pedro Manrique donde la celebración festiva de San Juan Bautista adquiere una gran singularidad, puesto que, frente a los credos cambiantes, todavía persiste un significativo conjunto ritual que hoy conjuga elementos remotos junto con otros modernos, que se les  han ido adhiriendo.
Del desarrollo de su trama, extraemos aquellos ritos que  consideramos primigenios o esenciales. Los clasificamos en ritos festivos de la noche y ritos festivos del día. En el primer caso se encuentra el iniciático “paso del fuego” o tránsito con los pies descalzos sobre una alfombra de brasas en la noche del 23 de junio. Sin duda, el más circense por espectacular, ya que constata ese momento mágico en el que lo más increíble a los ojos del espectador se hace realidad. En el segundo caso está la denominada “mañana de San Juan”, del día 24, en la que se procederá sucesivamente a “La descubierta”, repasando a caballo el cerco amurallado de la villa; “La caballada” a la dehesa; “la ofrenda de los arbujuelos” en la ermita de la Virgen de la Peña; “la pingada del mayo” y “las cuartetas” en la plaza.
Al interpretarlos, los más han abundado en la celebración del fin, tras la batalla de Clavijo, del tributo de las 100 doncellas al rey moro. Otros hablan del culto al sol en el solsticio; de purificación por el fuego, etc. Empero, para mí, su clave radica en “las tres mondidas” o puras, vestidas de blanco como novias. Ya elegidas por La Cruz de Mayo, son sus oficiantes principales. En los “cestaños”, sobre sus cabezas, portan panes y flores, claramente asociados con la mujer en sus aspectos culinario y sexual. Con la sensualidad de la naturaleza, el plenilunio y la mitología sacra de fertilidad, tanto de cosechas y ganados como de personas. Se trataría de un ritual de cortejo, que busca con su acción bodas y nuevas crías, cual preconiza el mito misterioso. En eso consiste su virtud benéfica. Para frenar la sangría de la despoblación.
José María Martínez Laseca
(23 de junio de 2016)

viernes, 17 de junio de 2016

Madrid: corazón, latido

Madrid bien se merece, de vez en cuando, un finde. Volver a transitar sus céntricas calles, sus concurridas plazas, para reencontrarse con algún viejo amigo allí forjado y adentrarse con él por librerías, museos…, tratando de aplacar el gusanillo ávido de cultura como de pan recién hecho. Voy a Madrid en el autobús que viene de Logroño. “Centro de España, corazón, latido / de fecundas y unánimes orillas”, reza el soneto de García Nieto pegado en un vagón del metro que tomo en el intercambiador de Avenida de Ámérica y que me acerca a mi posada cercana a la estación de Atocha. El sol, protagonista, cae a plomo mientras nos adentramos por el Barrio de las Letras, que estos días acomete una nueva semana de la gran fiesta del interiorismo, repoblando sus esquinas y aceras con efímeras instalaciones que asemejan creativos bodegones barrocos de antigüedades y demás objetos ofrecidos a modo de escaparate y relacionados con la decoración de las casas. Todo un jolgorio de la imaginación, algunas de cuyas estampas intento captar con mi cámara fotográfica digital.
Yo sé bien que en el Paseo de Carruajes del Parque del Retiro se celebra la 75ª edición de la Feria del Libro de Madrid, con numerosas casetas ofertando las últimas novedades literarias, contando por reclamo la presencia de los más populares escritores, que firman sus obras. Pero no acudo a ella, porque a mí me seduce mucho más La Cuesta de Moyano –y el puesto de Alfonso Riudavest–, con sus libros de lance. Adquiero, entre otros, la novela “Romanticismo” (2001) de Manuel Longares y el libreto “Paisaje y Paisanaje” (1973) de Pío Baroja que, bajo el epígrafe de “A orillas del Duero”, recoge cuatro interesantes artículos relacionados con su viaje, en noviembre de 1901, a las fuentes del Duero, Numancia y Soria. Mucho hay que ver en los museos. Como la exposición de El Prado sobre El Bosco, enigmático, en su V centenario, que dejamos para otra ocasión. Esta vez elegimos en El Reina Sofía la rotulada “CAMPO CERRADO. Arte y poder en la posguerra española. 1939-1953”, que nos revela estéticas asociadas a la cruda realidad de la autarquía franquista, con vencedores, represaliados y exiliados, entre los que fue abriendo su paso J. A. Gaya Nuño. De regreso a Soria, en la estación de autobuses, me encuentro a Julio Llamazares.
José María Martínez Laseca
(16 de junio de 2016)        

martes, 14 de junio de 2016

De la despoblación

¿Acaso no hace falta un proyecto nacional serio con las medidas de integración necesarias del campo en la ciudad? Aun a pesar de que la condición moderna implique lo urbano y la ciudad sea el espacio donde nos socializamos. Habrá entre mis fieles lectores quienes, en la tarde del pasado jueves 2 de junio, asistieran, como hice yo, en el Casino Amistad-Numancia, a la presentación del muy recomendable libro del escritor soriano, fallecido hace trece años, Avelino Hernández Lucas, titulado “Donde la vieja Castilla se acaba”, recién reeditado. Un libro de buena literatura, premonitorio, sin duda, dado que ya en aquél 1982 en que apareció (adelantándose así a la aprobación del Estatuto de Autonomía de Castilla y León mediante Ley Orgánica 4/1983, de 25 de febrero) se recogía con toda su crudeza el drama que supone la diáspora rural producida en la España interior a partir de los años 50 y 60. Que bien podría deducirse por ello que “donde la vieja Castilla se acababa” era en la provincia de Soria, toda vez que esta supone el paradigma de “La España vacía” (como nombra Sergio Molina a su libro subtitulado “Viaje por un país que nunca fue”), a causa de la tan galopante despoblación. Aquí, pues, pocos, envejecidos y dispersos, a lo que cabe añadirse además la fuga de nuestros jóvenes cerebros.
Difícil encrucijada, puesto que la sangría emigratoria sigue. ¿Existe alguna alternativa posible de recuperar este territorio sin convertirlo necesariamente en un mero reclamo turístico? El escritor francés Michel Houellebecq, en su novela “El mapa y el territorio”, concibe a Francia y por extensión a Europa en un gran puticlub-museo-restaurante-Michelín. A la hora de buscar salidas desde la acción política cabe preguntarse: ¿qué se hizo con la denominada Agenda de la despoblación acordada por las Cortes de Castilla y León, en la que se marcaba una estrategia para fijar la población en el territorio? ¿Qué hay de la unidad de Inversión Territorial Integrada (ITI) para Soria, a fin de gestionar los fondos europeos destinados a luchar contra la despoblación? Indudablemente que se trata de un tema interesante para el debate público, de una cuestión que debe resolverse. Y se requerirá para ello de una mayor sensibilidad social y de una actuación emprendedora mucho más decidida.
José María Martínez Laseca
(9 de junio de 2016)


viernes, 3 de junio de 2016

Bella Noruega

Comer y leer por alimento. Lo uno para el cuerpo, lo otro para la mente. Y la grata emoción de viajar para conocer la diversidad: otra tierra, otra gente y otra luz. Resta papanatismo, racismo y xenofobia frente a lo extranjero. [“-Ahora digo -dijo a esta sazón don Quijote- que el que lee mucho y anda mucho vee mucho y sabe mucho”. (cap. XXV, II parte)].
            En este mes de mayo y primavera, con el Club de los 60, viajamos a Noruega, en el septentrión de Europa. Un periplo de ocho días. Entrando por Bergen, dinámica ciudad con animado mercado de pescado (donde el vendedor portugués nos menciona el Museo Numantino) y transitamos en autobús por el Valle del Voss y la Región de los Fiordos (enormes brazos de mar adentrándose en tierra), para recorrer en barco los del Sogne y del Geiranger y visitar los impresionantes glaciares de Brysdal y de Boyabreeen al tiempo del deshielo. Son paisajes de primitiva pureza. Diseminadas sus casas de madera con tejados picudos contra la lluvia y la nieve. Resuenan por sus costas leyendas de belicosos vikingos navegantes y se oyen relatos de los míticos trolls, para evitar que los niños campesinos se pierdan en los bosques. Desde el mirador de la ciudad modernista de Alesund contemplamos sus siete islas. Admiramos en Lom su medieval iglesia, toda de madera, y paseamos por Lillehammer, que albergó los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. Concluimos en Oslo, su capital y centro político, económico y cultural. En cuyo Ayuntamiento se otorga el premio Nobel de la Paz. Las palabras de los guías locales elogian la fuerza de sus creadores. Como el dramaturgo Ibsen, el músico Edvard Grieg, el prolífico escultor Gustav Vigeland o Edgar Munch, que pinta “no lo que ve sino lo que vio”.
            El hallazgo de petróleo y gas en el mar del Norte, en 1971, elevó el nivel de vida de Noruega. Y a ella llegan en “movilización exterior” jóvenes españoles, que nos encontramos, para trabajar, tras huir del infierno del paro y la precariedad. En Noruega no hay pijos, pues se desprecia la ostentación y el despilfarro. (Veo unas hermosas fotos de Jon Kolbensena y tendré que leer la reciente novela de Karl Ove Knausgard “Bailando en la oscuridad”). Allí se respetan al semejante y a la naturaleza. Se cuida de lo público. Bella Noruega. Donde gobiernan las mujeres.
José María Martínez Laseca
(2 de junio de 2016)

domingo, 29 de mayo de 2016

Luz de luna

Quitamos de la pared de la cocina de mi casa, ya afeado, el clásico reloj que con sus 3 agujas-brazos marcaba sobre su esfera el paso de las horas, minutos y segundos y lo  sustituimos por otro más moderno. Un reloj redondo sí, pero radiocontrolado y con pantalla LCD, que aporta muchos más datos y con mayor precisión. Así, junto con las consabidas horas, minutos y segundos, también nos informa del nombre del día y de la semana que transcurre. Anota la fecha: día, mes y año, la temperatura ambiental en grados centígrados y añade algo que a mí me ha resultado lo más chocante de todo: la fase en que se encuentra el astro lunar. Uno sabe muy bien que, en tanto que seres vivos, los hombres somos efímeros, muertos de permiso. A fin de cuentas, no otra cosa que el tiempo que nos falta. De ahí nuestra dependencia del calendario como medidor de ciclos. Empero, por lo que se ve en nuestro nuevo reloj, ahora deberemos tener muy en cuenta a la luna.   
Además de ese sol nuestro de cada día, tendremos que estar muy pendientes de esa enigmática luna que luce en medio de la noche oscura, sea estrellada o no. De hecho, ya las tribus indias sabían del correr del tiempo mediante lunas contadas, e incluso el mismo mes o gavilla de 30 días viene a suponer lo que tarda la luna en dar la vuelta a la tierra. “La luna y tú” es un libro de Julia Almagro que trata de esa estrecha relación entre el hombre y la luna. Que dice que la luna ejerce una fuerte influencia sobre todos nosotros y muy especialmente sobre la mujer.  Pues esa luna reguladora de mareas también actúa sobre nuestra sangre, en la propia menstruación de la mujer y, en consecuencia, marca sus ritmos de fertilidad. Es la diosa Selene de la antigua Grecia, el dios innominado de los celtíberos que en el plenilunio danzaban en su honor a la puerta de sus casas. Ese cuerpo celeste tan adorado por los enamorados (en eterna luna de miel), y por los poetas que reclaman su presencia, como Lorca: ¡dile a la luna que venga…!.      
Y es que el sol aparece y desaparece. Ni más ni memos. Mientras que la luna al evolucionar en sus cuatro fases (nueva, creciente, llena y menguante) nos relata mejor el mito esperanzador del eterno retorno: nosotros, que también nacemos, crecemos y morimos, al igual que la luna, volveremos a nacer de nuevo.
José María Martínez Laseca
(26 de mayo de 2016)
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sábado, 28 de mayo de 2016

El zarrón de Almazán

Siempre por primavera. “…por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor”.  Los días 17 y 18, concretamente, irrumpe por las estrechas calles de Almazán, sembrando la inquietud entre la chiquillería, la singular figura de “El zarrón”, en número de dos y a veces hasta de tres. Lo hace en el marco de las fiestas en honor a San Pascual Bailón [1540, Torrehermosa (Zaragoza)-1592, Villarreal (Valencia)], patrón de los pastores de la villa. Las organiza la cofradía de su nombre, fundada en 1816, con sus dos mayordomos presidiendo. Yo he asistido al ritual muchas veces. Acabada la misa en la iglesia parroquial de San Pedro, desciende la procesión con el santo en andas hacia la plaza mayor y le acompañan los danzantes, que al son de la música muestran sus variantes coreográficas de paloteo y castañuelas, servidos por un “palillero”. Pero, sin duda, es  “El zarrón” su personaje central.
A mí me llamó la atención un nombre tan raro e indagué al respecto, pudiendo comprobar su manifiesta relación etimológica con “zaharrones” (al fundirse “zaga” y “zamarra”): “zamarrones” y “zaangarrones” de Asturias, “zamarreros” de Navarra, “cigarrons” de Galicia, etc., figuras carnavalescas todas ellas, participantes, según Julio Caro Baroja, en muchas mascaradas de invierno. En la provincia de Soria va a emparentar, pues, con el “zarragón” presente en varias danzas locales ya desaparecidas, por lo que “El zarrón” se puede considerar su último superviviente. Lo encarna un hombre estrafalario, ataviado con chaqueta y pantalón de cuero, con albarcas y sombrero de ala guarecido de plumas de rapaces y rabos de corderos y provisto de un garrote o zurriago del que cuelga una bolsa de lana. Francisco del Rosal, en 1601, dijo que eran “máscaras para detener y espantar la canalla enfadosa de muchachos (…) y así para más horror de estos, las visten en hábitos y figura de diablo”. Diablos, seres híbridos o monstruos (de “mostrare”) que servían para recordar a la gente el bien frente al mal. La necesidad de mantener una vida apartada de vicios y perversiones  evitando con ello el infierno. Porque en el fondo toda fiesta entraña un ansiado deseo de felicidad para hombres y mujeres, en tanto que vivos murientes.
José María Martínez Laseca

(19 de mayo de 2016)