Con el arranque de este mes de
julio dio comienzo la primera fase de la operación salida del verano. La gran
movilización de gentes que, buscando romper su rutina habitual y cotidiana, se
desplazan, fundamentalmente desde las grandes ciudades, hacia nuevos destinos
pretendidamente paradisíacos de sol y playa, naturaleza, rico patrimonio histórico-artístico...
Se marchan a disfrutar de sus vacaciones. Y lo hacen por tierra, mar y aire. Pero
no todo resulta a veces tan sencillo, puesto que, desde su mismo inicio, pueden
surgir algunos problemas o dificultades inesperados, como atascos en las
carreteras, retrasos en las salidas de los vuelos de los aviones, etc. Y, como
consecuencia del caos, se forman largas colas de espera desesperada durante
varias horas para muchos de esos viajeros.
No obstante, el hecho de hacer
cola, o disposición de las personas en fila para aguardar su turno, es algo que
se produce por muy diferentes motivos. El caso al que aquí me refiero se
produjo estas pasadas fiestas de San Juan. Ese día era el Jueves La Saca. Dentro de la buena iniciativa, por parte del Ayuntamiento de
Soria, de disponer autobuses, con salida en la Avda. Duques de Soria, para
facilitar el traslado de los sanjuaneros al monte Valonsadero. Y yo opté por
coger dicho autobús. Cuando llegué ya la cola trepaba por la
Ronda Eloy San Villa. Pero me incorporé a
la misma. Estuve allí un largo rato. Su avance era lento, muy lento. Me percaté
de cómo algunos, jóvenes y no, iban llegando y automáticamente se colaban en la
fila sumándose a sus amigos sin respetar el orden establecido. Por todo el
morro. Que no fue uno, ni dos, sino unos cuantos y por diferentes sitios por
delante de mí. Se me quedó cara de Podemos al ver como me adelantaban. Pensé anteponerme
a los tramposos, mas opté por llamar por teléfono y conseguí plaza en el coche
de un pariente. Mientras íbamos a La
Saca por la carretera de Burgos, también hubo jetas que nos
pasaron circulando por el carril habilitado solo para autobuses y taxis, saltándose
así la serpenteante cola de coches. Siempre alguien les dejaba insertarse,
cuando en realidad tendrían que haber retrocedido, como en el juego de la oca,
del laberinto al 30. Es cuestión de civismo. Y si faltan la ética y la buena educación,
de policía y multas.
José María Martínez Laseca
(7 de julio de 2016)
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