sábado, 30 de diciembre de 2017

El caso de La Pica

Pese a que al amigo FS le sobraba erudición en la materia, a mí, la verdad sea dicha, es que me costaba creerle cuando me contaba sus cuitas sobre la presencia de OVNIS en nuestra provincia de Soria. Que me mostraba yo muy escéptico al respecto, vamos. Empero, mientras estaba comiendo uno de los días pasados, irrumpió en el informativo de Antena 3 la noticia que reclamó una mayor atención por parte de mis ojos y oídos. Ni más ni memos que el mismísimo Pentágono de USA reconocía haber tenido un programa para investigar objetos voladores no identificados, aunque se afirmaba allí que ya lo había dado por concluido en 2012. Algunos medios aseguraban, no obstante, que aún hoy en día lo seguían manteniendo en vigor. Así que no me quedó más remedio que retractarme de mis recelos y otorgar verosimilitud a lo que FS me narró en relación con el caso de La Pica. 
          Por tal nombre se conoce a la sierra que se interpone entre los pueblos de Tajahuerce y Peroniel, de la comarca cerealística del Campo de Gómara, una de las tempranamente afectadas por el fenómeno de la despoblación. Aunque, también corresponde su apelativo al poblamiento (una casa de labor) ubicado en su ladera, por donde cruza un arroyo que hace más propicias sus tierras al cultivo, con finos pastos para el ganado. Sus orígenes se remontan a los siglos X-XI cuando esta zona era frontera entre los reinos cristianos y bereberes. De ahí su alta torre defensiva, integrada en la “Ruta de los torreones”, junto con las de Noviercas, Hinojosa del Campo, Masegoso, Aldealpozo y Castellanos. En la actualidad se trata de un despoblado, con sus edificios totalmente arruinados. Todavía pueden observarse puertas y ventanas en piedra de sillería, que forman parte de lo que otrora fue el palacete de los Bravo de Saravia, cuyo título nobiliario del Marquesado de La Pica, se le concedió en 1684 a Francisco Bravo de Saravia y Ovalle, como pago por los servicios prestados en Chile durante las guerras de Arauco. 
            Allí lucía su ostentoso escudo, cuyo dibujo se reproduce en el estudio de Carlos J. Larraín “La Torre de la Pica y el Señorío de Almenar” (1947). El mismo cuya foto aparecía en una publicación sobre patrimonio artístico soriano de los años 70. Su desaparición la achacaba FS a los OVNIS. “Sin duda que fue abducido por uno de ellos”, me insistía.
José María Martínez Laseca
(28 de diciembre de 2017)

sábado, 23 de diciembre de 2017

¿Hay OVNIS en Soria?

Me lo contaba FS aquella noche de otoño, tras asistir a la presentación del muy recomendable libro “Los árboles de Petia” de César Ibáñez París. Fue cuando el paso de Ana, la ciclogénesis explosiva que a nosotros nos trató con cierta indulgencia, pues apenas se hizo notar. Surgió la cosa al calorcillo de una charla posterior, regada con unos sorbos de buen vino. Que había OVNIS en Soria, me espetó FS a bocajarro. Tal cual. Venía a cuento, precisamente, del primero de los cuentos agavillados en el mentado libro, en concreto del titulado “Fiesta simpática” y que va de cuando, durante nuestra Guerra Civil por antonomasia, la de 1936-1939, hicieron acto de presencia en nuestra provincia los italianos, apoyando con armas y bagajes la sublevación de los facciosos. Es sabido que Soria se decantó desde el primer momento a favor del bando nacional, permaneciendo en la retaguardia ya que el frente de guerra se estableció en la colindante provincia de Guadalajara.
En el pueblo de Renieblas, pongo por caso, dejaron inscrita su huella en las piedras sillar de una portada (junto al bar), en las que reza: “W IL REY”, “W IL DUCE” y “REGG ART VOL LITTORIO”, además del dibujo del yugo y las fechas y una bomba con su mecha ardiendo, insignia de la división de artillería a la que pertenecían. Por otra parte, los oficiales de la aviación tuvieron ubicado su cuartel general en el Instituto de Segunda Enseñanza de Soria (hoy “Antonio Machado”). Esto se debe al importante cometido que desempeñó el aeródromo de Garray para sus aviones, dado tan estratégico enclave. A los mandos de Vittorio Cannaviello y Gildo Smiri, de sus pistas partieron los componentes de la 214 escuadrilla del grupo 24 de bombardeo pesado Savoia 21 y cazas del tipo CR-32 que protagonizaron el ataque sobre la población civil de Durango (Vizcaya). Lo acometieron en dos pases y comenzó a las 8:45 de la mañana del día 31 de marzo de 1937. Murieron 336 personas.
A lo que iba. Tres sepulturas de aquellos aviadores italianos, víctimas de nuestro conflicto bélico, se encontraban en el alto cementerio del Espino. Empero, me insistía FS con retranca, hay quien le aseguraba haber visto planear un OVNI por ese barrio de los muertos. Y que las tres tumbas habían sido abducidas. Su lugar lo ocupa ahora el panteón de un conocido empresario industrial.
José María Martínez Laseca
(21 de diciembre de 2017)

jueves, 14 de diciembre de 2017

Braseros domésticos

Hasta hace bien poco, hemos disfrutado de buen tiempo, con temperaturas veraniegas, a pesar de encontrarnos en plena estación otoñal, lo que los expertos achacan al cambio climático, provocado por el derroche de los recursos naturales. De ahí tan pertinaz sequía. El caso es que nos malacostumbramos, y después nos cuesta un riñón, cuando nos vienen mal dadas por las bruscas bajadas del mercurio, adaptarnos al frío certificado por el vuelo rasante de la corneja que nos obliga a ponernos abrigo, bufada y guantes. Además nos encierra más horas en casa, la que habrá que caldear.
Una cierta homologación entre el mundo rural y la ciudad se nota en la rehabilitación de sus viviendas, en cuanto a confort. Así, la mayoría de ellas disponen de su red de calefacción. No obstante, pese a que, aquí en España, nos cueste asumir la cruda realidad, con la crisis económica ha habido retroceso, incrementándose la desigualdad y la pobreza. A su vez, los altos costes de la electricidad y del gasóleo han obligado en muchos hogares a recurrir a formas tradicionales de calentarse. Cual la estufa de leña y el brasero, en sus variantes eléctrico y de cisco. Este último recurso se ha visto resucitado. Se trata de un recipiente metálico cóncavo, donde se depositaba el cisco o carbón vegetal, y que se cubría con una alambrera para evitar quemarse. Se situaba sobre el agujero circular hecho en la madera inferior de la mesa camilla, donde se sentaban los de la casa, introduciendo sus piernas por entre las faldas. 
Empero, tan sencillo artilugio al contener brasas tiene sus peligros. Uno, que prendiera la tela de las faldas por contacto, extendiéndose el fuego al resto de la casa. Otro, por una mala combustión del cisco, desprendiendo monóxido de carbono y ocasionando el envenenamiento de las personas por falta de ventilación. Se nombra la muerte dulce. Por desgracia, ya hemos visto en las páginas de sucesos a víctimas producidas por esta suerte de intoxicación, las que habitualmente se corresponden con personas mayores. Ante la aparición de niebla, nieve o hielo, la dirección general de tráfico recomienda precaución en nuestras carreteras. También por la autoridad competente se debería recomendar un mayor cuidado en el uso de braseros domésticos. Y colocarse detectores preventivos. Con tal de evitar más tragedias. 
José María Martínez Laseca
(14 de diciembre de 2017)

martes, 5 de diciembre de 2017

Coonstitución y reforma

El 6 de diciembre es fiesta nacional. A veces puente largo, por la inmediatez de la Inmaculada, cual es el caso. Tal día de 1978 (por un 88,54 % de síes, frente a un 7,84 % de noes), el pueblo español aprobó en referéndum nuestra Constitución, que cumple ya 39 años. No es, pues, para menos la alegría. Parecía que a la hora de solventar enfrentamientos ancestrales en pro de la convivencia pacífica pesara sobre nosotros algún maleficio, como bien advertía en sus versos el poeta Jaime Gil de Biedma: “¿Y qué decir de nuestra madre España, / este país de todos los demonios / en donde el mal gobierno, la pobreza / no son, sin más, pobreza y mal gobierno / sino un estado místico del hombre, / la absolución final de nuestra historia? / De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal.” Y es que cuanto arrastrábamos de nuestra experiencia política y constitucional venía a cargarle de razón. Así, en los dos últimos siglos la inestabilidad en España es manifiesta. Son hasta nueve los textos constitucionales promulgados y tres las guerras civiles que nos desangraron durante el siglo XIX. La más traumática de todas en pleno siglo XX, con sendas dictaduras: la de Primo de Rivera y la de Franco, de casi 40 años. Y hasta dos repúblicas fallidas.
Se alude a que nuestra vigente Constitución fue fruto del consenso, entre el franquismo evolutivo y la oposición moderada, durante la transición política, dejando fuera a los extremos. Como consecuencia, el periodo más largo de democracia y libertad de nuestro país ha propiciado los mayores avances sociales, políticos, económicos y culturales. Ahora, muchos estiman necesaria su reforma (puntualmente ya se hizo en 1992 y 2011). Parece urgirlo la cuestión territorial, soliviantada tras la tragicomedia del proceso y la DUI en Cataluña. Precisa una modernización respecto a la línea de sucesión de la corona, el senado, la ley orgánica electoral, el poder judicial, la UE, la emigración, etc. Se trataría de mantener la virtualidad inclusiva del estado de bienestar, respetándose valores y principios básicos. Como el de la lengua común y la solidaridad entre las regiones, evitándose discriminaciones y privilegios. No será fácil, pero si hay voluntad política se puede y habrá que hacerlo para un tiempo nuevo. 
José María Martínez Laseca
(7 de diciembre de 2017)