jueves, 24 de febrero de 2022

Capilla de Leonor en el alto cementerio del Espino

Capilla, en tanto que pequeña iglesia, es edificio público que dispone de un altar para rezar y donde se puede celebrar misa. En su recinto, los deudos rinden honras fúnebres y recuerdan a sus difuntos. Tal sería, pues, el cometido de la antigua capilla de la necrópolis municipal de Soria, más popularmente conocida como el alto cementerio del Espino, por extenderse las tumbas junto al templo de Nuestra     Señora del Espino, patrona de la ciudad.
    Visto su deterioro y abandono, la Concejala de Turismo del Ayuntamiento de Soria, Yolanda Santos, quiso, con el técnico Julián Hernández García, rehabilitarla para dedicarla de memorial a Leonor Izquierdo Cuevas. Junto a su sepultura. Convirtiéndola en un producto turístico atractivo para los visitantes que valoran de interés cultural los cementerios. Buen complemento del Aula del Poeta Antonio Machado sita en el Instituto donde impartió sus clases de francés. De este modo surgió mi proyecto de que esta nueva capilla debía configurar un cofre de esencias: donde el romance del amor se cuenta.
    La composición decorativa a modo del relato de una vieja historia, tanto los 14 dibujos de Ignacio del Río Chicote, como los textos elaborados por mí, van distribuidos en tres niveles o franjas de las paredes, parte de la arquitectura clásica de Grecia y Roma. Inspirada en el pórtico de la iglesia románica de Santo Domingo. Cantada así emotiva por Machado: En Santo Domingo, / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón, / rezando contigo, / ¡cuánta devoción!
    El recorrido visual de la sala, ordenado, es el siguiente: Se cruza la puerta y 1º se lee el fragmento del poema “Pascua de resurrección”, sito en su misma pared (justo a mano izquierda) junto al dibujo que refleja a la pareja fantasma de Antonio Machado y Leonor que regresan del tiempo pasado.
    Luego, se sigue más a la izquierda y se observa toda la larga pared del lado izquierdo que rotula: 1.-La niña primogénita. Continúa: 2º con el Castillo de Almenar de Soria, 3º Iglesia de Almenar, 4º Villa de Gómara y 5º Pensión de Regina Cuevas. Arriba se lee carta de Antonio Machado a Unamuno: “Tengo motivos que V. conoce para un gran amor a la tierra de Soria; pero tampoco me falta a esta Andalucía donde he nacido. Sin embargo, reconozco la superioridad espiritual de las tierras pobres del alto Duero. En lo bueno y en lo malo supera a aquella gente.” Y abajo: nombres destacados de la España de la Restauración y datos biográficos de Leonor. Aquí, desde 1894 hasta 1907.
    Ahora se pasa a la pared del centro o altar. Arriba, presidiendo, sita 6º Leonor. A modo de rosetón. Debajo de ella: 2.-La boda polémica. Sigue la secuencia de izquierda a derecha: 7º Pensión Estudios, 7-Teatinos, 8º Foto de la Boda de Leonor-Machado y 9º Estación de San Francisco de Soria. Debajo hay nombres destacados de aquella España de entonces y más datos biográficos de Leonor. Desde 1908 hasta 1910.
    Se prosigue, mirando la pared de la derecha. Titulada: 3.-La esposa desgraciada. Con 10º Ciudad de París, 1911, 11º El paseo del Mirón en Soria, 12º La esquela y 13º La tumba de Leonor en el Espino. Arriba se lee carta de Antonio a Unamuno: “Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere. Tal vez por esto viniera Dios al mundo. Pensando en esto, me consuelo algo. Tengo a veces esperanza.”
    Y conduce la exposición, antes de salir por la puerta, leyendo del poema “A José María Palacio”, al que le pide desde Baeza el amigo viudo Antonio Machado que suba a verla a su tierra. Es el 14º, dibujo de un ramo de flores depositadas sobre la lápida. Cúmplase, pues, por parte de los visitantes el deseo expreso del poeta para que rindan tributo floral a su fallecida con tan solo dieciocho años.
    Sobre el arco de la puerta de salida queda resumido nuestro relato que da sentido a la Capilla de Leonor en estas breves expresiones: La mujer: breve y musa. Yo sentencio con nuestra querida poeta paisana Concha de Marco al decir: La memoria es la muerte que nos crece.
    Para el mayor brillo de la idea llevada a efecto ha sido imprescindible el diseño de Lola Gómez Redondo, la rotulación de Elka Creaciones e iluminación de Electricidad Francisco Pérez Concha. También se incorpora una breve bibliografía de interés.
    Lo recuerdo todo en este, tiempo incierto, cuando se propician rituales con mascaradas, procurando la protección ante los espíritus. Mes de febrero que viene siempre a despertar la llegada de la primavera.
                                                                                                                        
                                                                                                                    José María Martínez Laseca

                                                                (en Heraldo-Diario de Soria, 23 de febrero de 2022, pág. 6)

 


jueves, 30 de diciembre de 2021

Carta a Inés Tudela Herrero


Somos simplemente contadores de historias (...). Si se dieran las condiciones para que el talento se desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo uno de los secretos de la felicidad y la longevidad.
                                                                                                                Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ

Desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros.
                                                                                            HÓLDERLIN

¿Quién podría con la vida si alguna vez no cantara?
                                                                            DICHO ARGENTINO

Querida Inés Tudela:

    Ahora algunos la llaman empatía a lo que yo nombré siempre cariño. Tal vez porque nos cuesta demasiado expresar sentimientos a la cara. Decirle a alguien: te quiero, como si fuera un delito. Eso del corazón para poetas, -que no están estos tiempos para líricas-, pues no cabe quedarse al descubierto, desnudo y sin careta, -mostrando las vergüenzas-, delatado por las delicadezas. Yo no me voy a andar con miramientos y publico mi afecto a tu persona: Inés lúdela Herrero. Mi profundo cariño verdadero. De ti agradezco haberte conocido. Por encima de todo tu sincera amistad. Y tus conversaciones. Resuenan todavía en mi oído como un rumor de olas que me narraban la Soria bien amada y compartida. La que tanto te dolía en tu costado que se advierte en tu aliento. Junto a ti era el niño asombrado ante el fuego de tu voz en llamas de palabras encendidas. Las palabras, señora, esas palabras que nos besan, se ríen y nos calan como el agua de lluvia inesperada.
        Eras tú, Inés Tudela, contadora de historias, cual la bruja hechicera de la tribu. Portentosa memoria. Tus recuerdos retoñan al presente, retornaban a tu infancia, trepan por las paredes de tus años vividos. Como larga enredadera, de verdor permanente, bien anclada a tu tierra. Por ti yo sé más cosas. Con palabras que quemaban cuando me hablabas de aquella incivil guerra, de sus más que terribles consecuencias. Vocablos que caldean a seres conocidos los Gaya: Juan Antonio y Conchita, o las amigas de tu misma quinta. Que añoran aquel tu amor malogrado que bien pudo haber sido y nunca fue. O a intelectuales del 98 como Antonio Machado -que descompuso tu flequillo bien peinado a su regreso a Soria, tras largos veinte años-, Valle Inclán y Unamuno. O a Emiliano Barral, escultor segoviano. Lorca, con La Barraca, y hasta a Gerardo Diego. Todos ellos amigos de tu padre. ("Pepe Tudela regresa a la Mesta", le escribió con afecto el gran Ortega). No me resulta para nada extraño: de tal palo su astilla. Lo aprendiste en la casa de tus padres: Pepe Tudela y Cecilia Herrero amantes de las artes y las letras. (Bernabé Herrero, tu tío, era poeta).
    Cuéntame Inés Tudela leyendas del Moncayo y del Urbión. De la Laguna Negra y de Medinaceli y de Numancia o Calatañazor. Casos y cosas de la Soria nuestra. La de ayer y de siempre, chismosa y recoleta, que da su espalda al Duero. Porque si tú me lo cuentas, en sintaxis trabada, de manera sencilla, como solías -mostrando tu pasión por las palabras-, creeré que son pura fantasía.
    Perdóname los versos dislocados de mi torpe poema. Esta es mi forma de decirte Inés Tudela, a ti, lo mucho que te quise y te quiero. Porque yo no te lo sabría decir mejor de otra manera. Déjame que te cante (se canta lo que se pierde): como tu padre, eras alta y delgada; bendita la rama, que al tronco salió. (En este actual mundo, en el que todo es prisa y precipitación, mis sueños se recuestan a la orilla de tu serena y grata compañía).
    Muchas gracias Inés Tudela Herrero, por haber sido como fuiste: ¡chispa de luz, con porte de palmera!
                                           *Inés Tudela Herrero falleció el 29-XII-2021, en Madrid, a los 99 años.

domingo, 21 de febrero de 2021

Una efeméride para no olvidar nunca

Este lunes 22-F de 2021 se cumplen los 82 años de la muerte de nuestro poeta nacional Antonio Machado Ruiz, con 63 años de edad, en el pueblecito de pescadores Collioure (Francia), junto al mar mediterráneo. Aconteció aquel miércoles de ceniza 22 de febrero de 1939, a las tres y media de la tarde, con toda la tristeza del mundo reflejada en su rostro. Su agonía corrió pareja a la caída de la II República Española. Como uno más de los integrantes de la diáspora de los muchos compatriotas derrotados, acosados por las bombas y ametralladoras de la aviación de los facciosos. Frío invierno y lluvia incesante. Cruzó, ligero de equipaje, la frontera francesa. Extenuado por la fatiga y la enfermedad. Acompañado por su anciana madre Ana Ruiz Hernández, su cuñada Matea Monedero y su hermano José. Este nos relataría el largo camino recorrido del exilio desde su salida de Madrid, en su crónica “Últimas soledades del poeta Antonio Machado” (aquí publicadas por la Diputación de Soria, en 1971). Les acompañó el escritor y periodista Corpus Barga. Solo resistió tan solo veintiséis días, desde que cruzó la frontera hispanofrancesa. Alojado en el hotel Bougnol de Madame Pauline Quintana, que le prestó, así como a sus familiares, todas las atenciones y cuidados.
        El poeta amigo Rafael Alberti nos lo recordó, en 1969, desde Roma, diciendo: “Una radio de Francia da escuetamente la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente, las tierras áridas de Soria, el alto Espino, los montes de violeta, las alamedas del río se estremecieron al presentir que aquella era la muerte del mejor álamo español caído lejos del Duero”. Tiempo atrás, en Soria, el periódico El Avisador Numantino (25-2-1939) recogía esta escueta nota: “Las emisoras de radio nacional dieron ayer la noticia de que había fallecido en el extranjero el poeta y literato Antonio Machado”. Curiosamente, ese mismo día, el Diario de Zamora de FE de las JONS anotaba: “París- Ha fallecido en esta capital el poeta Antonio Machado, el cual había regresado de Barcelona dos días antes de ser esta capital ocupada por las tropas nacionales”.
          Algunas fotografías reproducen aquella secuencia trágica. Una nos lo muestra yacente en su cama cubierto por la bandera tricolor republicana. En otra se ve el féretro de Antonio Machado, portado a hombros por ocho milicianos republicanos del ejército español, conducido al cementerio. Fue depositado en un nicho prestado por Madame Deboher. Su madre, tras morir tres días después, fue enterrada en fosa aparte. Mediante una suscripción popular, con donaciones de gente de todo el mundo, encabezada entre otros por Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, André Malraux, René Char y Albert Camus, se pudo juntar a hijo y madre en la misma sepultura construida el 16 de julio de1958. Todo un lugar de memoria y de continuo peregrinaje.
            La poesía de Antonio Machado forma de nuestro patrimonio sentimental de por vida. Su muerte en el exilio de Collioure, como dice Concha Zardoya, fue el no-camino. Y resuena con un valor ejemplar y simbólico. De ahí que su efeméride (22 de febrero de 1939) no deba caer en el olvido.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2021)  

viernes, 12 de febrero de 2021

El abrigo de las manos

 Tiene el profesor amigo Juan Antonio Gómez Barrera la costumbre generosa de remitirme sus tribunas culturales publicadas con asidua regularidad en Heraldo-Diario Soria –y que yo agradezco en lo que valen por sus interesantes aportaciones fruto de sus investigaciones ya sea en archivos, en la hemeroteca o sobre el propio terreno, etc. –. La última de ellas la titulaba: “¡Manos prehistóricas en Valonsadero!”, publicada el 5 de febrero de 2021, en la página 12. Relataba aquí el hallazgo excepcional realizado por la agente medio ambiental Esther Moreno en la mañana del miércoles 29 de septiembre de 2020, en el monte sagrado cercano a la ciudad de Soria, de una nueva estación de pinturas rupestres. Sabido es que estas manifestaciones prehistóricas se caracterizan por representaciones fundamentalmente de animales y escenas de caza sobre las paredes de las cuevas y abrigos rocosos.
       A este lienzo, que venía a incorporarse a los muchos antes estudiados por Gómez Barrera, los analistas decidieron bautizarlo con el nombre de “El Abrigo de las Manos”. El motivo, como se observa en la imagen que reproduce el periódico del calco hecho por Gómez Barrera del detalle central del abrigo, es que se hacen notar las palmas impresas de dos manos; y aún hay una tercera más, a su lado. Las tres son manos diestras. Cierto es que se perciben además una bella figura antropomórfica bien ataviada y con adornos, la forma de un arquero, lo que parece un lobo y algunas otras formas más que anota. Se desprende del artículo divulgativo, la vibración emocional de su narrador en ese viaje temporal hacia atrás con el fin de ir desentrañar algunas claves de nuestro patrimonio más distante.
       Cuando recibí de Juan Antonio el e-mails con su artículo citado, y una vez leído, le dije que me impactaron tanto como la mano aparecida en la cueva de Maltravieso (“el santuario extremeño de las manos”), que vi en el lejano otoño de 2006 en la exposición “Nosotros” organizada por la Junta de Extremadura en la ciudad de Cáceres. “Son un ejemplo perfecto de manos en negativo”, me respondió el amigo, frente a las tres manos descubiertas en Valonsadero que son en positivo. También Gómez Barrera apuntaba que tales manos podían ser de mujeres por su pequeño tamaño. Ello abre otras posibilidades de autoría. En idéntica fecha al del hallazgo soriano (29-9-2020), se difundía una huella dactilar aparecida en Los Machos de Granada. Cambiaba, así, el arte rupestre al desvelar que las mujeres prehistóricas también pintaban.
José María Martínez Laseca
(12 de febrero de 2021)

domingo, 7 de febrero de 2021

Annual 1921

Este año de 2021, en que continúa atosigándonos imparable la agresiva pandemia del Covid-19, mientras avanza lenta la vacunación de la gente, se cumple otro centenario a destacar. El de la gran tragedia española en la guerra de Marruecos. Ocurrió en las fatídicas fechas que van de 22 julio hasta el 9 de de agosto 1921 y es lo que se conoce en nuestra historiografía como desastre de Annual. Con un protagonista soriano en las alturas de la decisión política. Se trataba de Luis Marichalar y Monreal, a la sazón Vizconde de Eza, en tanto que, en aquel momento, era Ministro de la Guerra. De otros paisanos sencillos movilizados como quintos, que tuvieron participación activa en aquellos sangrientos hechos, apenas se guarda memoria. En su caso unas placas mortuorias de chapa, con sus nombres inscritos con letras blancas que resaltaban sobre el fondo azul, y todavía conservadas en distintas iglesias de los pueblos de nuestra provincia, como refirió Josemi Lorenzo Arribas. La efemérides tendrá su reflejo editorial. Así, Desperta Ferro presentará una publicación colectiva (con Julio Albi, Fernando Puell, Francisco Escribano Bernal, María Rosa de Madariaga y Lorenzo Silva, entre otros) y Ediciones del Viento reunirá algunos de los textos clásicos sobre la catastrófica batalla.
         La muerte de soldados españoles en nuestro protectorado del norte de África venía de atrás. Pero el año 1921 marcó un punto de inflexión, ya que la guerra se recrudeció. En enero se había ubicado la base de operaciones en Annual, una hoya o cubeta semidesértica, flanqueada por el monte Izzumar y rodeada de escarpadas montañas. Desde esta posición estratégica el ambicioso e inepto general Manuel Miguel Fernández Silvestre, favorito del rey Alfonso XIII, pretendía conquistar Alhucemas dominada por tres cábilas: los Beni Urriaguel, Los Remsaman y los Bocaya, estos favorables a España. Quería acabar cuanto antes con la guerra del Rif. Y el monarca pasar a la Historia con el sobrenombre del Africano por sus victorias en Marruecos. Por eso animaba en su telegrama a Fernández Silvestre: “El día 25 espero buenas noticias”. Es la festividad de Santiago “Matamoros”, patrón de España.
       Frente al general se encontraba Abd el-Krim –con anterioridad colaborador de los españoles en Melilla y ahora resentido por habérsele infligido un castigo–, que unifica y capitanea las cabilas rebeldes a las que lanza a una guerra de guerrillas contra el ocupante español. Más astuto y buen conocedor del terreno, pondrá pronto en evidencia todos los fallos existentes en la organización del ejército que ha dispuesto Fernández Silvestre, dispersando a sus soldados por el territorio sin haber trazado un plan de campaña previo. Pronto, las tropas españolas se ven sometidas a los ataques de los rifeños, que se hacen cada vez más mortíferos. Y aunque Silvestre pide refuerzos ni el alto comisario Berenguer ni el ministro de la guerra se los prestan.
          El 22 de julio de 1921 las tropas rifeñas asaltan la posición española de Annual, que se bate en retirada, y sucesivamente van cayendo las otras guarniciones de Ben-Tied, Igueriben, Monte Arruit y Dar Drius. Perecen unos 14.000 soldados españoles (que fuentes no oficiales elevan a 20.000), perdiendo además todo lo conseguido en los 12 años anteriores. Una vez consumada la tragedia, entre los papeles del general Silvestre encontraron esta orden del rey: “Haz como yo te digo y no hagas ningún caso del ministro de la Guerra, que es un imbécil”.
      Ante la gravedad de lo acontecido se levantaron numerosas protestas en la península y se organizaron campañas defendiendo el total abandono de Marruecos. Los ciegos lo difundían cantando sus letrillas: “Hoy España entera de luto está / por tantas muertes que ha habido allá, / madres, esposas y novias van, llorando van. / De tanto fracaso y desastre en Annual, / todos le culpan a un general; / él fue la causa de ese desmán, de tanto mal.”Ante la clamorosa demanda de depuración de responsabilidades, se encargó al general Picasso que abriera un expediente del caso. Este lo entregó, con un total de 2.417 folios, el 18 de abril de 1922, al Congreso de los Diputados. Entre los culpables del desastre se señalaban los nombres de Berenguer y de varios mandos intermedios y subalternos.
        Con motivo del séptimo centenario de la Catedral de Burgos, el 21 de julio de 1921 se trasladan allí los restos del Cid y de doña Jimena, así como las reliquias de San Fernando. Los actos estuvieron presididos por los monarcas Alfonso XIII y su augusta esposa, doña Victoria Eugenia. Escuadrillas de aviones surcaron en formación el cielo y realizaron acrobacias sobre la muchedumbre. Y tras escuchar al Orfeón de Azcoitia, a las cinco de la tarde, los reyes partieron con su séquito hacia San Sebastián para iniciar sus vacaciones de verano. Como si nada les hubiera pasado a sus compatriotas en la guerra de Marruecos.
José María Martínez Laseca
(7 de febrero de 2021)

viernes, 5 de febrero de 2021

Diario de la mañana

El diario a diario, que decía Julio Cortázar. Como el pan nuestro de cada día. Fuente de información de lo que pasa alrededor. Un montón de hojas impresas, pero perfectamente estructurado en sus distintas secciones. Así se nombra el segundo poemario de Concha de Marco (tras “Hora 0,5” del año anterior) publicado, en 1967, por la editorial madrileña Mediterráneo. Un total de 36 poemas que remiten a la vida cotidiana. Recogemos aquí la transcripción del comentario que sobre él lanzó en las ondas de RNE (7-XII-67, a las 23,25 h.) el poeta amigo de tiempo atrás Gerardo Diego.
       “Como título de libro, “Diario de la mañana” puede inducir a error. Y más si debajo de sus letras una viñeta pega sobre una mancha de rojo sangre, unas tiras de letras impresas de periódicos en revoltijo caótico donde se leen “platillos volantes”, “violencia negra”, “bolea”, “guerra”, “alto el fuego” y otras alarmas semejantes. Luego se abre el libro y nos encontramos con una serie de poemas, absolutamente poéticos aunque su contenido sea intensamente humano y esté inspirado en noticias de cada día, a veces no son exactamente noticias periodísticas objetivas, sino sucesos vividos por Concha de Marco, que es la autora del libro. De tal modo que a pesar de la viñeta, terminamos por dudar si se trata de un diario en el sentido de periódico, o de un libro diario íntimo en que se apuntan las confidencias y pensamientos personales día a día.
          Concha de Marco está casada con uno de los más eminentes críticos de arte de España, el soriano Juan Antonio Gaya Nuño. Y bien es verdad que ya había presentado antes de ahora muestras aisladas de su quehacer poético e incluso por lo menos un libro de poesía, “Hora O,5”, publicado por la “Isla de los Ratones”. Pero es ahora con este libro realmente extraordinario, cuando me doy cuenta de la riqueza, emoción y perfección de forma de sus poemas. El libro se abre con una portada y se cierra con una contraportada y ambas no son otra cosa que poemas. El primero, un soneto. El último, impreso como caligrama o poema ultraísta, es un desgarrador grito de socorro, una tremenda acusación de una potencia a la vez plástica y verbal inaudita. Pero, como a un cuadro más o menos abstracto, hay que verlo con los ojos y no basta escucharlo con los oídos, si bien no por ello deja de ser intensamente rítmico. Más sencillo en su aparente melancolía es el soneto “Portada”:       
        Un año más, el árbol amarillo / destaca en luminaria contra el cielo, / niebla sin forma teje un turbio velo / y empaña el limpio esmalte de su brillo. // Jilguero, verderón, cardinalillo, / trino animoso y breve, largo el vuelo, / ignoran la mortal arma de hielo / que la garganta ciñe con su anillo. // Como olvida mi ahora su cuidado / ideando algún mágico estribillo / motivo de distinto desconsuelo / para encubrir el grito sofocado / y ser también un árbol amarillo / derramando mis hojas por el suelo. //
       Todos los poemas de este libro son necesarios. Quiero decir que no están escritos por mano o inercia profesional, sino por un hondo sentimiento vivido que exige, perentorio, su revelación poética. Revelación que une el lenguaje cotidiano pero con una riqueza y precisión de vocabulario y con una seguridad rítmica, lo mismo al dibujar que al desdibujar intencionadamente, verdaderamente magistrales. Ya sea la noticia de que se vende un pueblo soriano, ya de los incidentes de la guerra en el Vietnam o al eterno misterio del tiempo visto en su esencia o con los tremendos latidos de un reloj retrepado tras de su negra caja polvorienta: ya nos confiese la emoción de la música repitiendo las mismas lágrimas al volverla a escuchar o ya recuerde el horror de la emoción infantil ante los viajes, las páginas de este diario palpitan de cálida humanidad y se justifican a sí mismas en su medida y melódica expresión poética.
       Así el espectáculo de la excavadora que remueve las tierras de Madrid provoca en Concha de Marco toda una extraordinaria imaginación de tiempos prehistóricos con calcinados huesos de ictiosaurios, allá por los siglos dormidos del subsuelo terciario con sus sepultas coníferas gigantes y con sus pequeños peces muertos, conchas y algas. Pero al mismo tiempo algo más reciente y hasta totalmente actual remueve la oruga poderosa y agresiva del monstruo con su ronca maquinaria.
        En el lugar donde halló muerte una muchacha / afloran bloques de antiguo adoquinado, / cimientos de cal y canto / gastados por incontables pasos, / por ruedas incontables / de calesas, / paseando manolas y toreros / carruajes / orgullosos de sombreros de copa y abanicos, / carretas / con la desfalleciente carga de algún ajusticiado / y la tierra / apenas más reciente del verdugo / custodiando un ataúd, / alguna flor caída, / azahares, claveles, blancas rosas / siemprevivas perennes siempremuertas. / Pasos de pluma o pájaro, / niños de miel y de cerezas, / una cinta perdida, / un trapo que voló de una ventana, / un papel viejo, / polvo convertido en polvo.”
         Crítica elogiosa para el libro que, sin duda, había sido anticipado en algunos de sus poemas en la lectura que Concha de Marco dio en la Sala SAAS, de Soria, el domingo 1º de marzo de 1967, a las 5 de la tarde. Aún sin convocatoria impresa, asistieron las siguientes personas: Julián Morales, Antonio Ruiz, Ulises Blanco, Marcos Molinero Cardenal, Sr. Tesorero de la SAAS, José Tudela, Florentino Blanco Sampedro, Teodoro Rubio, Mariano del Olmo, Amparo Gaya Nuño, María Pía de Basilio Gómez, Dr. Navarro, Margarita Sanz, Juan José Ruiz Cuevas y señora, Félix Herrero y señora, Ricardo de Apraiz, Agustín Muñoz Carrascosa y Concepción García Hernández de Ortego Frías. Todos ellos incondicionales de su esposo Juan Antonio Gaya Nuño que también concurrió.
José María Martínez Laseca
(31 de enero de 2021)      

domingo, 24 de enero de 2021

De Benito Pérez a Emilia Pardo

Casi con más pena que gloria, por culpa de la acaparadora pandemia del Covid-19, sembradora de contagios y de muertes por doquier, se conmemoró el pasado 2020 el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós (1800-1920) que, en boca del poeta Antonio Machado, “No es solo Galdós el más fecundo de los novelistas españoles; es además el más fuerte, el más creador, el más original entre los maestros de su tiempo.” Y, en circunstancias similares, afrontamos este año 2021 el siglo cumplido del óbito de una escritora de idéntica pasión narrativa, que tanto admiraba al Pérez Galdós escritor; para quien, al mismo tiempo, supuso el gran amor de su vida. Lo corroboran las cartas eróticas que se cruzaron. Curiosamente, las que ella le escribió han sido publicadas, mientras que las de él a ella estaban desaparecidas, si bien ahora reaparecen en manos privadas. Se trata de Emilia Pardo-Bazán de la Rua-Figueroa, nacida en La Coruña el 16 de septiembre de 1851, que falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921. 
        Como acto central de la efemérides está previsto el montaje de una gran exposición en la Biblioteca Nacional, desde el 21 de mayo al 29 de agosto. Con más de 200 piezas entre libros impresos, manuscritos, grabados y fotografías procedentes de la propia BNE y de otras instituciones. Su título de reclamo: “Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad”. Porque ella asume el reto de la fractura. De que no hay soluciones globales. Para nada una beatorra rancia, ya que perteneció al mundo aristocrático más transgresor, con Gloria Laguna, lesbiana, o con Hoyos y Vinent, en un ambiente más libre en las costumbres que el burgués de los liberales que se consideraban de izquierdas. Tal como afirma su reciente biógrafa la historiadora y catedrática Isabel Burdiel, comisaria de la muestra. Además de ese rasgo distintivo de la novelista gallega, se subrayarán otros aspectos como su “dimensión transnacional y europea”, ahondando, también, en las “ambivalencias” que exterioriza, en tanto que “católica, carlista y feminista radical; como gallega y cosmopolita”. Esta muestra se trasladará después al Kiosko Alfonso de A Coruña, patrocinada por la Xunta y la Real Academia Gallega, que proyecta celebrar un congreso y la edición de su obra. 
        Uno recuerda que, en los manuales de Literatura de Bachillerato –cuando la literatura pintaba mucho más en los planes de estudio–, Emilia Pardo Bazán figuraba como introductora y exponente español representativo del Naturalismo. Acaso, porque publicó entre 1882-83 una serie de artículos bajo el título de “La cuestión palpitante”, donde estudia los precedentes del Naturalismo y las ideas del novelista francés Émile Zola. Hoy los estudiosos de la obra de Pardo Bazán se centran en su propia autodefinición como eclética y como realista. Y tienen, asimismo, en cuenta otras vertientes no menos importantes como la de su condición de “descubridora de la literatura rusa en esta parte de Europa”, según señala su gran conocedor Darío Villanueva. Ella se ocupó específicamente del simbolismo y movimientos afines. A “entender y explicar a sus contemporáneos españoles e hispanoamericanos el movimiento de las letras europeas en el último cuarto del siglo XIX y primero del XX”, al decir de González Herrán, dedicó, pues, un gran esfuerzo. 
        Entre sus obras más conocidas destacan “La tribuna” (1883) donde refleja la vida de una cigarrera reivindicativa en una fábrica, junto con “Los pazos de Ulloa” (1886) y su continuación “La madre Naturaleza” (1887), que componen un gran friso de gentes y paisajes del cosmos rural gallego, traspasados por pasiones violentas. Ya en “La Quimera” (1911), basada en la vida del pintor Joaquín Vaamonde, buscó reflejar la nueva sensibilidad modernista. Asimismo, prodigio de inventiva inagotable, cultivó con excepcional maestría el cuento y la novela corta, dos géneros en auge a fin de siglo. 
        Emilia Pardo Bazán, bien que aristócrata y conservadora en política y religión, fue, no obstante, independiente en su vida personal. Viajera por toda Europa, siempre lectora en varias lenguas y crítica muy aguda de la vida y las letras. Casada a los 16 años se separó después de su marido José Fernando Quiroga y Pérez de Deza y tuvo varios amantes: Galdós, Lázaro Galdiano, Blasco Ibáñez, etc. Mujer poliédrica e inclasificable, era sensible, inoportuna, maniática, talentosa, estridente, ambiciosa… Simplemente por el hecho de ser mujer vio pisoteados sus méritos por parte de la sociedad de su tiempo, misógina y machista. A pesar de la calidad de su extensa obra, de ser una figura clave en la renovación de la novela española del XIX, de ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la Cátedra de Literaturas Neolatinas en la Universidad Central de Madrid, los académicos (Clarín, Zorrilla, Valera entre ellos) le negaron por tres veces (1889, 1903 y 1912) su acceso a la Real Academia de la Lengua, tildándola de puta, marimacho, gorda, fea… y de osada por querer ser reconocida. 
        Pero ella hizo siempre lo que quiso. ¿Qué hubiera pasado si me hubiera llamado Emilio? inquirió con ironía. Quería igualar los derechos y oportunidades de hombres y mujeres, que su voz y pensamiento fuera igual de válido. “La mujer tiene que tener un salario para ser libre”, señaló, adelantándose en 30 años a las escritoras anglosajonas. Su denuncia de la violencia machista atraviesa los cuentos reunidos en “El encaje roto”, aunque se destaca “Memorias de un solterón” (1896) como su obra más feminista. La protagonizan el soltero Mauro Pareja y la “extravagante, extraordinaria y ridícula” Feíta, sin duda “un álter ego” de doña Emilia. ¿Cuál es la mejor Pardo Bazán? ¿Ensayo, novela, cuento? Para gustos, los colores. Hay quien, como Nieves Abarca se fija en sus “Cuentos góticos”, y de terror, expresando que son alucinantes; o quien, como Domingo Villar, creador del inspector Leo Caldas, nos recomienda su novela corta “La gota de sangre” (1911), apuntando que “Pardo Bazán tiene un ramalazo de Agatha Christie, [ya] que fue la primera española en escribir una novela policiaca”. 
        Dicho todo lo dicho, este año nos toca honrar a Emilia Pardo Bazán. Y para eso nada mejor que leerla en su diversa creación literaria, para así conocerla mejor, mucho más allá de lo que memorizamos de nuestros viejos libros de texto del instituto. 
José María Martínez Laseca
(24 de enero de 2021)