viernes, 30 de marzo de 2012

El avecicleta

No escribe uno lo que quiere, sino lo que puede. Recuerdo lo que al poeta Juan Gelman le contaba su madre. Sobre la arañita que en medio del bosque esperaba a que llegara el ciempiés. Y, cuando éste, por fin, llegó, le preguntó cómo hacía para caminar: si primero 50 y luego otros 50, si 20 y 20... Y el ciempiés se detuvo a pensar y no caminó nunca más. Sucede así al descender por una escalera. Si prestamos atención a sus peldaños, corremos el riesgo de bajarlos todos de golpe. Por eso, uno -que no vive para escribir, sino que escribe para sobrevivir- deja atrás cavilaciones y se mete en harina. Trata, de elegir las ideas, pero le pasa como al coger cerezas de una cesta que, sin quererlo, va sacando más de las requeridas, ya que se enganchan las unas a las otras. De ahí que mis palabras vayan fluyendo en escritura automática, como un río de tinta, trazando sus meandros negros en ese deslizarse por la vega de la página en blanco.
Viene lo antedicho como anillo al dedo. Aconteció que los habitantes de Soria eligieron el modelo de servicio público de alquiler de bicicletas demostrando su buen gusto, ya que, además de por su bonito diseño, éstas eran eléctricas. Son para todo el año y no solo para el verano, pensaron, pues, dada la accidentada orografía de su suelo se evitarían el esfuerzo del pedaleo en las cuestas arriba, algo que podía resultar agotador para las personas mayores. Tal innovación en sus vidas cotidianas les hizo prescindir de sus coches para ir al trabajo e incluso para hacer las compras, ya que sus bicis iban bien provistas de amplias cestas, tanto al frente como en su parte trasera, lo que les permitía una buena carga. Consiguieron, de este modo, una ciudad habitable, menos ruidosa y contaminada. Se abrieron estacionamientos para ellas en sitios estratégicos, con lo que se evitó excavar aparcamientos subterráneos para los coches en pleno centro. Cómodas, bonitas y baratas, las bicis eléctricas permitían largos desplazamientos. Por eso las llamaban las avecicletas, en irónica alusión al tren AVE que hasta aquí nunca llegó. Era grave inconveniente que en el polígono industrial de Valcorba (“Valle del Jorobado”) no pudieran recargar sus baterías, al no haber luz allí.
Y es que al escribir, uno ha de preocuparse, sin duda, por el contenido, pero, también por su forma. Por su estética.
José María Martínez Laseca
(29 de marzo de 2012)

domingo, 25 de marzo de 2012

Los topos

Quién me iba a decir a mí, que, pasado tanto tiempo, volverían a mi recuerdo aquella suerte de personajes fantasmas. Porque, a partir de abril de 1969, con el decreto de amnistía del 28 de marzo, “los topos” surgieron en España cual setas tras la lluvia. ¿Cómo habían funcionado los mecanismos del miedo, del instinto de conservación y del temor a las represalias? se preguntaron J. Torbado y M. Leguineche en su libro, de 1980, con igual título. La espoleta que detonó mi memoria histórica fue el documental de Manuel Hidalgo Martín: “30 años de oscuridad”, finalista en los premios Goya, que relata lo sucedido a Manuel Cortés, antiguo alcalde de Mijas, quien permaneció todo ese tiempo emparedado para evitar que lo fusilaran, por rojo, los vencedores. Otrosí, la historia del topo Eladio Lavilla contada por J. A. Gaya Nuño, bajo el rotulo: “La resurrección de Eladio”, de su libro “Los Gatos Salvajes” de 1968, que reúne seis cuentos de la guerra civil más otros tantos de posguerra. Eladio de la CEDA, tendero por más señas, se oculta durante dos años bajo tierra, enclaustrado en una bodega, mientras que su mujer Eulalia Vaquerizo se liaba con el joven dependiente y quedaba embarazada.
Recientemente, mi amigo Pedro Antonio me contaba dos casos similares a los antedichos acontecidos en nuestra capital. El primero, el de Pepe Calvo, de la CNT, que, por temor a ser represaliado, permaneció largo tiempo enclaustrado en el “zulo” de su taller de carpintería, adosado a la muralla de la calle Puertas de Pro, para burlar así a sus perseguidores. Batió el record soriano, pues hubo de esperar al nombramiento de Jesús Posada Cacho como Gobernador Civil para salir a plena luz del día. Emotiva, resultó, el día 6 de noviembre de 1971, la reinhumación en El Espino de los huesos de los fusilados en el Puente Ullán de Berlanga de Duero. Pepe Calvo se plantó en el cementerio y clavó un clavel rojo sobre la tierra que les cubría, rindiéndoles así su homenaje. El otro caso sonado de topo soriano fue el de Juan, el perrero, oculto en su propia casa. Cuando preguntaban por él a su mujer, ésta respondía desconocer su paradero. Mas, hete aquí que llegó el día en que, por quedarse preñada, evidenció públicamente su embarazo. Así que a Juan, no le quedó otro remedio -como pasó a otros tantos- que el de recurrir a su afiliación a Falange para poder sobrevivir tranquilo.
José María Martínez Laseca
(22 de marzo de 2012)

martes, 20 de marzo de 2012

Mi poemario: "Cantos rodados"

Hay mucha gente que piensa que la poesía es esa escritura rimada que termina en -ía, -aba, -ar, -ón, etc. No ocurre así, necesariamente. “La poesía, señor hidalgo, -le dice Don Quijote al Caballero del Verde Gabán (Capítulo XVI de la Segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha)- a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias”. O bien, “ese poder mágico que consuela de la vida”, según decía, en Ocnos, Luis Cernuda.
Mas, no sirve la poesía, tan alejada de ese poderoso caballero seductor y corruptor que es don dinero, para suscitar emociones fuertemente viscerales, como acontece, por ejemplo, con el fútbol, en tanto que espectáculo de masas; sino que es -servida en envases pequeños como el perfume, el elixir o el veneno- donde mejor se puede reflejar lo esencial de todos nosotros: deseo, amor, recuerdos, sueños, etc., ya que supone la destilación de uno mismo, del yo poético, tras aventar el grano de la paja, las palabras más verdaderas de las falsas.
Yo continúo escribiendo versos y poemas por arrebatos, cuando me dan. Así que, al invitarme César Millán a hacer este Cuadernos de poesía, 3 (Millán Las Heras Ediciones), le di algunas vueltas al asunto, como si tuviera que meter los materiales de acarreo en una maleta. Algo que se suele realizar con un cierto desorden, por las prisas, y en cuya operación, condicionada por el reducido espacio, siempre se te quedan cosas fuera que hubieras querido meter. No obstante, una vez hecha la esta simbólica maleta de la memoria en cuestión, aprecié ciertas simetrías y algún orden. Os digo
Su título “Cantos rodados” (con preciosa foto en portada de Alejandro Plaza, como de película, y alusiva al tránsito) abre distintas sugerencias. Así lo asociamos, primero, con la acepción de guijarros o piedras redondeadas que se encuentran en la orilla de los ríos. “Como tú, piedra pequeña, como tú canto que ruedas”, sentenció León Felipe. Por consiguiente, si yo le añado que nuestras vidas son como cantos rodados modelados por las aguas turbulentas del río de la vida, entonces ya me estoy adentrando en profundidades poéticas o filosóficas.
Por eso arranco con el poema "Puente sobre el río Duero", tan jorgemanriqueño él, y que nos traslada a orígenes fundacionales de nuestra ciudad de Soria cimentados en ese puente de acceso al recinto medieval amurallado y que se nombrara otrora puente de Navarra, con hasta catorce ojos, y ahora con ocho, viendo fluir el río, que es el paso del agua, de la vida y del tiempo. Comienza así: Puente sobre el río Duero, / con tus pies dentro del agua / y con tus ojos mirando / la vida, cómo se pasa.
Una segunda acepción de “Cantos rodados” estaría relacionada con la acción y efecto de cantar con lira (lírica) y de contar historias. Y por eso el homenaje que se les rinde a los tres poetas mayores o grandes cantores de Soria. Más reconocidos que conocidos. Sus tres tenores: Bécquer, Machado y Gerardo Diego, a los que se añaden otros dos escritores tan entrañables como Juan Antonio Gaya Nuño, con El Santero de San Saturio, o Avelino Hernández Lucas, con vivencias de nuestra Soria rural, como ocurre en su obra: Una vez había un pueblo. Y a José Luis Argente, que es el arqueólogo y juntador de fragmentos de vestigios cerámicos, óseos, etc., para recomponer vidas antiguas, ya pasadas.
Elogios y elegías a hombres ilustres. Pero, también vidas contadas de mujeres célebres como a la Reina Leonor Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y esposa de Alfonso VIII, el rey niño plasmado en el escudo identitario de Soria, y ambos dos presentes en la portada de Santo Domingo, bien que enterrados en el Monasterio de Las Huelgas (Burgos). ¿Ubi sunt? Mucha erosión y óxido, pues, por el paso del tiempo … Al igual que Leonor Izquierdo Cuevas, tan efímera como esa humilde margarita de la tardía primavera soriana. Y otras simbólicas, cual Cynthia, la soñadora, emigrante embarazada por más señas. No me olvido, tampoco, en el poema dedicado a Zoilo Lobera, el soldado conocido de mi pueblo de Almajano -que murió en África, sin saber por qué- de reflexionar sobre cómo la guerra irrumpe en la vida de una persona corriente. Ni de la devastadora carcoma de nuestra memoria, que nos anula como personas y nos convierte en meros vegetales en A Teresa Alzheimer. Ni de la violencia doméstica, con un irónico Nuevo romance de ciego, que critica la violencia doméstica como consecuencia directa de la educación machista recibida.
Ya veis que se va de lo local soriano a lo global o universal, que son de nuevo orígenes y raíces culturales -cerrando el ciclo- y tiempo de historia en el Embeleso de Italia o Bella Lisboa. Belleza y decadencia, como se refleja, también, en los versos de la Exmodelo por los estragos que causa el paso del tiempo, ya que todo lo herrumbra y todo lo devora, incluso las modas literarias. “La mariposa / recordará por siempre / que fue gusano”, nos advierte Mario Benedetti en un hermoso haiku. O en el: “Todo es vana arquitectura / como dijo un sabio un día / que a los sastres se debía / lo mejor de la hermosura”, cual escribía el ingenioso Lope de Vega, aludiendo a esa máxima: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
En fin, algunos de los temas aquí tratados tienen por denominador común sentimientos universales como el amor, la muerte o el paso del tiempo. “Con tres heridas vengo, con tres heridas yo: la de la muerte, la de la vida, la del amor”, aseveraba Miguel Hernández. Luego hay otros subtemas añadidos, como la desmemoria o la belleza decadente, y aún otros más como el desamor, la emigración, la guerra, etc.
Y se presentan con diferente suerte de versos (octosílabos, endecasílabos, dodecasílabos…) y de estrofas (cuartetos, tercetos, pareados, etc.) y poemas (romances, sonetos, haikus, etc.), tanto en arte menor como mayor. Aplicando una serie de figuras estilísticas que refuerzan de una menera u otra el estado anímico del poeta: metáforas, encabalgamientos, hipérbatos, apóstrofes, interrogaciones retóricas, etc.
Por colofón, unas grageas o pastillas, que asemejan en su forma cantos rodados, guijarros redondos, o piedras rodadizas (“que nunca moho cobijan”) como las denominaba un paisano. Recetadas contra el dolor de cabeza o de conciencia que producen las últimas preguntas que nos hacemos los humanos sobre el sentido de nuestra existencia. ¿Acaso es el poeta el mago de la tribu que ha de elaborar con sus mejores palabras cargadas de emoción -universales del sentimiento y del pensamiento-, las que han de ser entendidas por todos, ese “bálsamo de fierabrás” analgésico, tratando de explicarnos esas cosas difíciles de explicar?
Siempre, pues, con un efecto balsámico y terapéutico para los males del alma, descartándose todo tipo de efectos secundarios. Como sucedía con aquel remedio infantil del “Cúrate, cúrate sana /anca de rana / si no te curas hoy / te curarás mañana”, tan efectivo cuando, tras caernos al suelo, nos hacíamos alguna pequeña herida. Algo de eso mismo pretendí yo con mi sugestivo Poema para borrar un intento de suicidio, que concluía con estos versos sanadores: Cúrate, cúrate vida / no te entretengas. / Corazón, no te detengas, / …corre al trote, / galopa, corazón, galopa. / No tengas pena / ¡qué tenemos que llegar /…con tiempo a la primavera!
(No olvidemos que cada año, desde su declaración, en 1999, en París, el 21 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera, la UNESCO celebra el Día Mundial de la Poesía como una invitación a reflexionar sobre el poder de la palabra y el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona y en honor a esos testigos de excepción que son los poetas: los únicos capaces de dar respuestas a las preguntas que todos nos hacemos.)
De este modo, por cuanto he dicho, mi poemario “Cantos rodados” pretende introducir esa cuarta dimensión que supone el paso del tiempo. Cual río de agua que fluye y que aquí desemboca en esta expresión: Seres humanos / como cantos rodados / se van fraguando.
José María Martínez Laseca
(20 de marzo de 2012)

sábado, 17 de marzo de 2012

"La Pepa" y "el Numantino"

El 19 de marzo (San José) de 1812 -de ahí lo de ¡Viva la Pepa!- se promulgó en Cádiz “La Constitución Política de la Monarquía Española”. Establecía la división del poder, acabando con la acumulación y confusión que se operaba en el Antiguo Régimen. Éste se repartió entre las Cortes, que es el preeminente; el monarca, en el que se decía que residía exclusivamente la potestad de hacer ejecutar las leyes y los tribunales de justicia de los que se predicaba la exclusividad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales. Nuestra 1ª Constitución (y 3ª del mundo) declaraba que la soberanía residía esencialmente en la Nación. Que todos los ciudadanos eran iguales, obligados a cumplir unas mismas leyes y a pagar tributos sin distinción alguna y eliminaba todos los privilegios de origen y estado. Si bien, no reconocía plenamente la igualdad de los derechos políticos. También contenía una Ley Electoral, normas para la organización del Estado, justicia, fuerzas armadas, etc. Un hermoso texto, cuya influencia posterior, tanto en España como fuera de ella, se dejaría notar. Pero, pese a que la revolución legal quedaba hecha, ello no equivalía a la consumación del cambio.
La suerte hizo que un paisano nuestro cobrara protagonismo en su elaboración. Se llamaba Manuel Antonio García Herreros Sáenz de Tejada (San Román de Cameros [hoy La Rioja], 10 de enero de 1767 - Madrid, 25 de abril de 1836) y ostentaba la condición de Diputado por Soria en aquellas Cortes Constituyentes que se iniciaron el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de San Fernando. Digo suerte porque García Herreros -quizá debido a que en Cádiz residía su tío segundo don Simón de Ágreda- se encontraba allí, por lo que sustituyó al diputado soriano titular que no pudo llegar a causa de la guerra con los franceses. Empero, el papel de García Herreros fue más importante en la obra legislativa ordinaria de las Corles que en la elaboración de la Constitución. Corpulento de físico, recia voz y porte grave. Destacó por su franqueza, claridad, su rigidez científica en los principios legislativos y su carácter vehemente, enérgico, desenfadado y resuelto, juntamente con un profundo sentido democrático. Galdós lo elogió por su oratoria en el Episodio Nacional sobre Las Cortes de Cádiz. Se le apodaba: “el Numantino”.
José María Martínez Laseca
(15 de marzo de 2012)

domingo, 11 de marzo de 2012

De apuestas

Aquella tarde, el sol calentaba un poquito la pobre tierra soriana. Y el Antonino, “el Mocha” y yo lo agradecíamos sobremanera, porque el viento frío que soplaba desde la sierra nos dejaba helados las manos y el rostro. Sin embargo, eso no era impedimento para que nosotros paseáramos como de costumbre por las márgenes del Duero.
-Ya me he enterado por el periódico -se dirigió a mí sonriente el Antonino- de que el otro dia vino a visitaros a los socialistas sorianos el Diputado en el Congreso por Palencia Julio Villarrubia, que se postula para la Secretaría General del PSOE-CyL ante el 12 Congreso Autonómico a celebrar los días 14 y 15 de abril en Valladolid. Al parecer es el único aspirante, ya que “el crítico” Carlos Martínez Minguez, Secretario Provincial, regaló a la prensa el titular de que no presentaría su candidatura. Curiosamente, alegando, ahora, que su prioridad era la Alcaldía de Soria, y que no quería plantearse otras cuestiones. Lo que choca con su reciente apuesta del todo o nada en el 38 Congreso Federal a favor de Carmen Chacón y en contra de Rubalcaba. Allí creyó que tenía más que ganar que perder y aquí, escaldado, entiende que tiene más que perder que ganar. Pese a sus coreados eslóganes: “Proyecto primero, personas después” o “Nunca digas nunca jamás” a lo James Bond. ¿Algo tendrás que contarnos al respecto?
-Poca cosa que añadir, puesto que ya lo has dicho tú todo –hablé yo. Conozco a Villarrubia de mi tiempo en el Congreso de Diputados. Me parece que expresa sus convicciones con vehemencia y demuestra ser un hombre valiente al poner su cara en estos momentos tan difíciles, tanto para el PSOE, castigado por errores propios, como para los ciudadanos, por culpa del ansia viva y la codicia depredadora de unos pocos, que han causado la crisis económica actual. Nos habló de generar un proyecto autonómico colectivo cuanto más fuerte mejor; rompiendo con las posiciones acomodaticias en la oposición. Me gustó su llamada a la defensa conjunta de los principios y valores socialistas y su rechazo a la gestoría clientelar de la Junta. Y su deseo de “un cargo, un solo sueldo”.
-A mí, lo primero -estalló “el Mocha”, enterado de la reunión de “los críticos”, el 22 F, en León- me recuerda la fábula de “La zorra y las uvas” cuando ésta exclamó: ¡están verdes!, al no poderlas alcanzar.
José María Martínez Laseca
(8 de marzo de 2012)

domingo, 4 de marzo de 2012

Al compañero Baldomero

-¡Ha muerto Baldomero Peralta! -exclamé sorprendido y con tristeza al pasar el martes 28 por la Plaza Mayor, y ver su esquela fijada a la madera de la puerta de la Iglesia de San Gil. Nada memos que con 101 años de edad. Ni que decir tiene que Baldomero era el afiliado más longevo, tanto del PSOE como de la UGT de Soria, siendo reconocido en la celebración del centenario de la formación del sindicato en 2010.
Además, formaba parte indisociable de nuestro paisanaje. Últimamente, yo acostumbraba verlo sentado en los soportales del Collado, junto a la cristalera del Casino a la manera de la escultura del poeta Gerardo Diego, sorbiendo una taza de café caliente, chupando parsimonioso su puro y charlando con algunos otros asiduos, sentados a su lado. Porque Baldomero era buen conversador, afable al trato. -¡Ven para acá Laseca, -me llamaba, al tiempo que sacaba su petaca- y fúmate un habano de estos! Y yo, aunque ya había dejado de fumar, se lo cogía para luego, agradecido; porque entendía que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Si no llevaba prisa, me sentaba junto a él. Entonces me contaba sus batallas de la Guerra, que tanto me gustaba escuchar por mucho que me las repitiera. Así, de cómo liberó a un paisano, cogido prisionero, que iba a ser fusilado. O de cuando conoció al dirigente anarquista Buenaventura Durruti. Y muy especialmente el caso del desalojo del convento de monjas en zona republicana que inspiró a Gaya Nuño su prodigioso cuento de “Sor María de Asís”.
Y es que Baldomero Peralta (Hinojosa de la Sierra, 27 de febrero de 1911), albañil de profesión, casado en 1933 con Bonifacia Montejo, y afiliado a la CNT, luchó en la Guerra del 36, con tan solo 25 años, del lado de la República. Formó parte del glorioso Batallón Numancia que combatió en el frente de Guadalajara y alcanzó el grado de Comandante en 1939. Luego, vencido y derrotado, tuerto de un ojo, desde el 37, a causa de la metralla, padeció cárcel y volvió a Soria, trabajando como jefe de camineros.
Siempre vestía elegante: su traje de chaqueta, con chaleco, y una gorra de visera, cubriendo su cabeza cana. El bastón al alcance de su mano, pues lo necesitaba como apoyo al andar. Altisonante la voz y la sonrisa presta. Compañero entrañable por sus profundas convicciones socialistas a favor de la igualdad, la solidaridad y la justicia. De aquí mi añoranza y mi homenaje.
José María Martínez Laseca
(1 de marzo de 2012)