Este lunes 22-F de 2021 se cumplen los 82 años de la muerte de nuestro poeta nacional Antonio Machado Ruiz, con 63 años de edad, en el pueblecito de pescadores Collioure (Francia), junto al mar mediterráneo. Aconteció aquel miércoles de ceniza 22 de febrero de 1939, a las tres y media de la tarde, con toda la tristeza del mundo reflejada en su rostro. Su agonía corrió pareja a la caída de la II República Española. Como uno más de los integrantes de la diáspora de los muchos compatriotas derrotados, acosados por las bombas y ametralladoras de la aviación de los facciosos. Frío invierno y lluvia incesante. Cruzó, ligero de equipaje, la frontera francesa. Extenuado por la fatiga y la enfermedad. Acompañado por su anciana madre Ana Ruiz Hernández, su cuñada Matea Monedero y su hermano José. Este nos relataría el largo camino recorrido del exilio desde su salida de Madrid, en su crónica “Últimas soledades del poeta Antonio Machado” (aquí publicadas por la Diputación de Soria, en 1971). Les acompañó el escritor y periodista Corpus Barga. Solo resistió tan solo veintiséis días, desde que cruzó la frontera hispanofrancesa. Alojado en el hotel Bougnol de Madame Pauline Quintana, que le prestó, así como a sus familiares, todas las atenciones y cuidados.
El poeta amigo Rafael Alberti nos lo recordó, en 1969, desde Roma, diciendo: “Una radio de Francia da escuetamente la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente, las tierras áridas de Soria, el alto Espino, los montes de violeta, las alamedas del río se estremecieron al presentir que aquella era la muerte del mejor álamo español caído lejos del Duero”. Tiempo atrás, en Soria, el periódico El Avisador Numantino (25-2-1939) recogía esta escueta nota: “Las emisoras de radio nacional dieron ayer la noticia de que había fallecido en el extranjero el poeta y literato Antonio Machado”. Curiosamente, ese mismo día, el Diario de Zamora de FE de las JONS anotaba: “París- Ha fallecido en esta capital el poeta Antonio Machado, el cual había regresado de Barcelona dos días antes de ser esta capital ocupada por las tropas nacionales”.
Algunas fotografías reproducen aquella secuencia trágica. Una nos lo muestra yacente en su cama cubierto por la bandera tricolor republicana. En otra se ve el féretro de Antonio Machado, portado a hombros por ocho milicianos republicanos del ejército español, conducido al cementerio. Fue depositado en un nicho prestado por Madame Deboher. Su madre, tras morir tres días después, fue enterrada en fosa aparte. Mediante una suscripción popular, con donaciones de gente de todo el mundo, encabezada entre otros por Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, André Malraux, René Char y Albert Camus, se pudo juntar a hijo y madre en la misma sepultura construida el 16 de julio de1958. Todo un lugar de memoria y de continuo peregrinaje.
La poesía de Antonio Machado forma de nuestro patrimonio sentimental de por vida. Su muerte en el exilio de Collioure, como dice Concha Zardoya, fue el no-camino. Y resuena con un valor ejemplar y simbólico. De ahí que su efeméride (22 de febrero de 1939) no deba caer en el olvido.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2021)
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