Sí, hace ya cuatro décadas que
nos falta nuestro insigne paisano Juan Antonio Gaya Nuño, que había nacido el
29 de enero de 1913 en Tardelcuende. Era el segundo hijo del médico del pueblo
y la hija del secretario. Murió en Madrid el 6 de julio de 1976, a los 63 años de
edad. Y yo sigo volteando su nombre a los vientos, porque no puedo consentir
que su sitio sea el del condenado al olvido, como si hubiera caído dentro de un
agujero negro. Pertenecía a una familia de la burguesía soriana ilustrada de
ideas republicanas. Lo que marcó su educación y su forma de ser. El
fusilamiento de su padre y la guerra civil (1936-1939), que perdió, truncaron
su seguro porvenir y determinaron el resto de sus días. Corrió la suerte de los
vencidos bajo la dictadura de Franco: cárcel, represión y privación de toda ayuda
oficial. Pero, frente a las incomprensiones y aislamientos –excluido también de
la Universidad –,
pudo salir adelante con su trabajo, tesón y el aliento continuo de su compañera
la poeta Concha de Marco (1916-1989), consiguiendo vivir de su talento y de su pluma.
Le movió siempre el amor a Soria y su pasión por el arte y las letras. Tal se
advierte en sus “Claves íntimas de la crítica de arte” cuando dice: “Tratar de comentar y valorar el arte actual
sin conocer profundamente todo el arte anterior es tarea destinada al más
inútil de los fracasos. Y, además, historiar el arte antiguo desconociendo el
nuevo novísimo no lleva sino a una entomología y mineralogía de lo consagrado,
no ya odiosa, sino absolutamente criminal. Tan descomedido es explicar la obra
de Manet sin referirse a Velázquez, como comentar a éste prescindiendo de
Manet. Eso de encerrar materia tan maravillosa cual es el arte en apartados
estancos, sólo puede ser obra de perfiles burocráticos y, en efecto, no de otro
modo se profesa en los pobres centros de burocracia que son las universidades.”
Fue titánica su tarea de catalogación y estudio histórico y crítico del arte en
España. La que acometió con sabiduría, juicio certero y exquisita sensibilidad.
Es J. A. Gaya Nuño, ante todo, un grandísimo escritor. Lo que se nota en sus
ensayos y se palpa en obras literarias como “Tratado de mendicidad”, “Historia
del Cautivo”, etc. Desde su libro primero: “El santero de San Saturio”, por el
que Cela –según Dámaso Santos– hubiera dado dos de los mejores suyos.
José María Martínez Laseca
(14 de julio de 2016)
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