martes, 25 de octubre de 2016

Santa Paciencia

Paciencia es palabra castellana que procede del latín “patientia”. De entre las distintas acepciones que recoge el Diccionario de la Lengua Española de la RAE extraemos estas: 1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse; 3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Asimismo, anota el citado diccionario que se puede: acabar, consumir, o gastar, a alguien la paciencia. Y hasta recoge la expresión “banco de la paciencia”: 1.m. Mar. Banco que estaba en el alcázar de los navíos delante de la mesana. Si bien fue Ramón Joaquín Domínguez, en 1853, el primero en definir el banco de la paciencia con lo que dio lugar a la locución todavía hoy empleada: ‘estar en el banco de la paciencia es estar apurado o ir a sufrir alguna grave molestia, como la que causa esperar mucho tiempo, el escuchar palabras duras, el desempeñar cargos terribles…’.
            Y como anillo al dedo nos viene lo antedicho en relación con las obras de rehabilitación del Banco de España, sito en la céntrica plaza de San Esteban de nuestra ciudad, que duran ya más que las del Pilar, por lo que bien podría apodársele a partir de ahora como “el banco de la paciencia”, en consonancia con la capacidad de aguante de los sorianos que, a este paso, superaremos incluso la del santo Job. Sin embargo, no se trata aquí de un caso aislado, ya que otro tanto, en cuanto a paciencia se refiere, cabría achacar a la apertura del Centro de Día de Referencia Estatal para personas Mayores, ubicado en la carretera de Logroño, el que inicialmente estaba previsto destinarse a centro de referencia estatal para personas con discapacidad en el medio rural, tal y como figuraba en el Plan de Actuación Específica para Soria (PAES), aprobado en Consejo de Ministros en mayo de 2005. Eso por no hablar de la nueva cárcel, nueva comisaría, nueva Audiencia, depuradora o autovía del Duero.
            Unos adelantados a su tiempo fueron los reposteros de la villa de Almazán, al  inventar las paciencias: esas pequeñas galletas, finas y redondas, que se funden lentamente en la boca al contacto con la saliva. Empero, con todo lo que nos toca aguantar, no serían antídoto eficaz. Por lo que sugiero -a imagen y semejanza de la ciudad de Huesca- nombrar a una de nuestras calles como “De la Santa Paciencia”. 
José María Martínez Laseca
(20 de octubre de 2016)

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