Situado en el noroeste de la
provincia de Soria, en las Tierras Altas, fue San Pedro de Yanguas hasta 1464
en que pasó a llamarse San Pedro Manrique, al tomar el apellido de su señor
Diego Manrique de Lara. Su economía tradicional: ganadera y agrícola. De
pastores trashumantes de merinas, cuya cultura ha fijado sus señas de
identidad. Y es en la villa de San Pedro Manrique donde la celebración festiva
de San Juan Bautista adquiere una gran singularidad, puesto que, frente a los
credos cambiantes, todavía persiste un significativo conjunto ritual que hoy
conjuga elementos remotos junto con otros modernos, que se les han ido adhiriendo.
Del desarrollo de su trama,
extraemos aquellos ritos que
consideramos primigenios o esenciales. Los clasificamos en ritos
festivos de la noche y ritos festivos del día. En el primer caso se encuentra
el iniciático “paso del fuego” o tránsito con los pies descalzos sobre una
alfombra de brasas en la noche del 23 de junio. Sin duda, el más circense por
espectacular, ya que constata ese momento mágico en el que lo más increíble a
los ojos del espectador se hace realidad. En el segundo caso está la denominada
“mañana de San Juan”, del día 24, en la que se procederá sucesivamente a “La
descubierta”, repasando a caballo el cerco amurallado de la villa; “La
caballada” a la dehesa; “la ofrenda de los arbujuelos” en la ermita de la Virgen de la Peña ; “la pingada del mayo” y
“las cuartetas” en la plaza.
Al interpretarlos, los más han
abundado en la celebración del fin, tras la batalla de Clavijo, del tributo de
las 100 doncellas al rey moro. Otros hablan del culto al sol en el solsticio;
de purificación por el fuego, etc. Empero, para mí, su clave radica en “las tres
mondidas” o puras, vestidas de blanco como novias. Ya elegidas por La Cruz de Mayo, son sus
oficiantes principales. En los “cestaños”, sobre sus cabezas, portan panes y
flores, claramente asociados con la mujer en sus aspectos culinario y sexual.
Con la sensualidad de la naturaleza, el plenilunio y la mitología sacra de
fertilidad, tanto de cosechas y ganados como de personas. Se trataría de un
ritual de cortejo, que busca con su acción bodas y nuevas crías, cual preconiza
el mito misterioso. En eso consiste su virtud benéfica. Para frenar la sangría
de la despoblación.
José María Martínez Laseca
(23 de junio de 2016)
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