lunes, 12 de septiembre de 2016

Va de perros

No me refiero aquí a “El poder del perro”, la novela negra de Don Winslow (un thriller épico, coral y sangriento que explora los recovecos de la miseria humana), sino a algo más prosaico como esa mamífera mascota, que sirve de animal de compañía contra la asfixiante realidad cotidiana en soledad. De muy atrás viene esa convivencia entre el hombre y el perro, por encima de la que se da con el gato, mucho más arisco y desconfiado. Según las estadísticas, uno de cada cuatro hogares en España tiene un perro cumpliendo esa función doméstico-afectiva. Y de tan manifiesta abundancia surgen algunos problemas de higiene, que suscitan las quejas del vecindario Porque hay perros que hacen sus necesidades estercolando céspedes y aceras y convirtiéndolas en mingitorios. Algo en lo que, sin duda, tienen toda la responsabilidad sus amos, que obran con un  comportamiento nada cívico.
Hablando del bienestar perruno, hemos conocido últimamente como se han conseguido habilitar tanto playas como cines para perros. Buena vida perra se llevan algunos, como “Lola”, la mascota del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que viaja con él en avión, AVE o en coche con chófer. Tampoco han podido quejarse del trato recibido los muchos allegados a la casa de mis padres en Almajano, y que mi hermano mayor emplea en la caza. Y recuerdo al “Mastragas”, un mastín de la trashumancia, tan grande como pacífico, que “el Chisco” de Huérteles regaló al Juan Luís, el padre de mi amigo Eusebio. Se han dado casos de suma lealtad de perros con sus amos. Recién, el de una perra, plantada en la puerta del hospital de Elda mientras se recuperaba su dueña-niña operada de apendicitis. O el de “Rubio”, el perro vagabundo que robó el corazón de Olivia, la azafata alemana a la que esperaba siempre a su regreso. 
 Afamado es el de “Rinti”, ya que al morir, en 1931, su dueña, la norteamericana Jeannette Ford Ryder, permaneció junto a ella, por lo que fue esculpida su figura a sus pies en la conocida “Tumba de la Fidelidad” del Cementerio de Colon de La Habana (Cuba), el mismo donde yace Francisco, el abuelo materno de Pablo Picasso, que le dio parientes negros. Que, según me han contado, “el Tati”, también acudía al cementerio para hacerle compañía a mi abuelo Fermín en su descanso eterno.
José María Martínez Laseca
(8 de septiembre de 2016)


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