domingo, 20 de octubre de 2013

Aireo tu recuerdo, Concha G. de Marco (1)

Son muchas veces, Concha de Marco, las que me acuerdo de ti. Algunas, comparto esa recuperación de tu memoria con el amigo Ignacio del Río Chicote que, tras llevarte nuestro libro de 1987 sobre tu Juan Antonio, también se convirtió en un buen amigo tuyo. ¿Cómo iba yo a olvidarme de ti en este mes de octubre, que es tiempo de nostalgia? Si feneciste el jueves 19 de octubre de 1989, cumpliendo con tu propia profecía de que te gustaría morir en un otoño cuando se queman los rastrojos. En el Centro Cultural Gaya Nuño, husmeo entre los papeles amarillos de tu legado. Alguno tan llamativo como este: “Exploración efectuada a Concha de Marco el 25 de marzo de 1989, en el Hospital La Princesa”. Ingresaste ese día en urgencias. En tu historial médico: riñones averiados, operación de cataratas… Diagnóstico: un mareo, aunque no perdiste la consciencia. Sin duda, un preaviso.
Enseguida me adentro, con ávida curiosidad por desvelar los misterios de tu latido, por aquellos escritos sin publicar en los que dejas expresión manifiesta de tus preocupaciones existenciales. Como los relativos al momento en que la enfermedad comenzaba a hacer mella en la salud de tu compañero de toda una vida, Juan Antonio Gaya Nuño, enflaqueciéndolo y debilitándolo, lo que acabaría con su óbito el 6 de julio de 1976. Escribes, por ello, preocupada el 11 - junio - 1975:
“Ayer fuimos a hacerle a J. A. la radiografía del aparato urinario. Mañana a ver si podemos ir a hacer la curva de la glucemia, etc. (…). Tengo mucho miedo. El pobrecito mío ha adelgazado mucho en una semana sin alcohol y sus comidas aburridísimas”.
Y todavía más angustiada, el 7-XII-1975:
“Dios mío! qué delgadito se me está quedando! Cuanto más dinero tenemos! Nada me vale. Daría hasta el último libro, hasta el último cuento, hasta el último traje, mis pulseras. Viviría en una casa con dos sillas, una mesa y una cama, sin calefacción, sin dinero, me reduciría a comer unas sopas de ajo o unos tomates, me comprometería a no disfrutar una línea de verso, de un trozo de música, daría todos mis discos, viviría sin calefacción envuelta en trapos y si fuera preciso me conformaría a vivir en el más pobre asilo, con tal de tenerle, delgadito y triste, amargado, desesperanzados los dos.
Daría el talento, lo que me queda de belleza, daría el nombre que pudiera otorgarme la posteridad. Estaría dispuesta a vivir en la más extrema pobreza, en la miseria más espantable, pero en esta casa, con él, incluso en la de Soria con las dos parientas.
Señor mío, dios mío, ten piedad de nosotros, déjale vivir más tiempo, no dejes que pierda sustancia como está perdiendo. Trabaja, se sobrepone a la enfermedad, digiere bien, come bien, pero yo le veo cada día más delgadito. Daría todo, todo, hasta la luz del sol, todo a cambio de su vida.”
También a ti, Concha, te dolía España. Por eso haces tus reflexiones sobre los difíciles años de nuestra transición política, una vez muerto el gran dictador. El 30 de diciembre de 1975 salió Camacho de prisión -a causa del indulto por la proclamación de Juan Carlos I como Rey- aunque en marzo de 1976 sería detenido de nuevo acusado de pertenecer a Coordinación Democrática. Así anotas: “…murió Franco, juró el Rey, fue nombrado presidente (de) las llamadas Cortes Torcuato. (…) según dicen se organizará el gobierno con vistas a la necesaria evolución social y política del país. Salió de la cárcel Marcelino Camacho y dicen que ha comenzado a excitar a las masas, que un cura -García Salve- convocó una manifestación de puños cerrados. No favorece mucho esto a la esperada evolución. Habrá respuesta y será peor.”
Empero, a mi me agradan sobremanera otros apuntes -manuscritos en tu cuaderno “Alazán”, de tapa azul y con su alambre en espiral-, en los que nos dejas huella de tus inquietudes intelectuales y culturales. Como la que se desprende de esta escueta nota que entresaco: “El jilguero sigue cantando como nunca. Mandamos los dos, él una introducción y yo un poema para el número de Hogar y Pueblo dedicado a Machado”. Te refieres, concretamente, al texto “En el centenario de Antonio Machado” de Juan Antonio Gaya Nuño y a tu poema “A la memoria de Antonio Machado” (de 10-6-1975) incluidos en el Suplemento especial de SORIA-HOGAR Y PUEBLO de 1975, coordinado por Marcos Molinero, al cumplirse los 100 años del nacimiento del mejor cantor de Soria.
José María Martínez Laseca
(18 de octubre de 2013)

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