martes, 23 de abril de 2013

La Saturiada

Querido diario: te cuento de “La Saturiada”, nueva fiesta de la cultura soriana. Celebración de “El Santero de San Saturio”, y homenaje a su autor, el historiador y crítico de arte, Juan Antonio Gaya Nuño. Uno de los tres libros -junto a “Campos de Castilla” de Antonio Machado y “Soria Sucedida” de Gerardo Diego- que mejor nos proyectan. Libro de esencias que muchas ciudades del mundo envidian a Soria. Agotado, el Ayuntamiento va a reeditarlo. En sus páginas, Gaya retrata con humor una tierra y un pueblo con los que se identifica: Soria. Su argumento: la ermita de San Saturio recibe a un nuevo santero, un hombre nacido en Tardelcuende que bajo su barba y sayal esconde su propia historia. Tras un cuarto de siglo alejado de su provincia natural, el protagonista regresa a Soria con un equipaje compuesto por obras de Proust, Sartre, Santa Teresa y Valle-Inclán. A través de sus experiencias en la ermita, el personaje irá describiendo los paisajes y gentes que conoció en su niñez.
De aquí que el programa del ritual festivo consista en asistir al nuevo santero en su nombramiento, toma de posesión de la ermita y posterior andorreo por las calles de la ciudad, con 12 paradas para la lectura y aportaciones que contextualizan los lugares donde tiene lugar la acción. Una ruta literaria urbana, participativa. Apropiándonos de la ciudad como escuela de ciudadanía.
Esta fiesta se inspira en la “Bloomsday” de Dublín, homenaje al “Ulises” de James Joyce, y en “Las noches de Max Estrella”, en honor de “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán. Será al atardecer del 23 de abril, que es, a su vez, fiesta del libro y día de Castilla y León. Anima a la lectura y al reencuentro con nuestras raíces por lo que abunda y no daña. Es fiesta de la imaginación, de creadores, músicos y pintores. Como botones de muestra: el “Rap de “La Saturiada” en lo literario; el pasodoble de Viente Ruiz “el Chinche” de acompañamiento musical y los paraguas como lienzos para escritos y pintadas. Se trata de un proyecto ambicioso que necesita del público, que pretende tener continuidad en el tiempo. Para ello hay que regarlo y trabajarlo entre todos, para que florezca multiplicado en cada abril, por cada primavera.
José María Martínez Laseca
(18 de abril de 2013)

En abril, las aguas mil

Querido diario: cual cetáceo varado en la playa de esta primavera tarda -pero tan dulce cuando llega-, el invierno da sus últimos coletazos, y la nieve enjalbega el carmín de los tejados. “Adelantaron / las lluvias, y el Gobierno, / reunido en Consejo de Ministros, / […] / se limita a esperar que la tormenta pase / y llegue el día, el día en que, por fin, / las cosas dejen de venir mal dadas”, según poetizara Gil de Biedma. Que, por aquí, las lluvias han ido haciendo estragos con sus aguas resueltas por el Duero, el Ucero y sus afluentes, arroyos o acequias. Otro efecto: goteras. En el moderno Polideportivo de San Andrés. ¿Cómo es posible?, a no ser por licitaciones a la baja, algo que pudo afectar al enlosado de la calle San Juan.
Azota esta maldita crisis. Jóvenes, sin futuro, obligados a exiliarse (“No nos vamos, nos echan”), igual que sus abuelos. Si aquí, a ocultar puestos de trabajo con becas o minisalarios. Mejores políticos y más política nos hacen falta. Esta como fin y no como instrumento de la economía. Sin política no hay nada. La democracia es libre y por ello arriesgada y exige responsabilidades. A los políticos, y a todos. La irresponsabilidad caprichosa, que cree que todo es gratis, ya habitó entre nosotros. Sin deberes no cabrían derechos. Tan sagrados como la educación, la sanidad y las pensiones, ahora tan agredidos. Tome nota el PP del varapalo judicial a los programas de ajuste, en Portugal, vulnerando el principio de igualdad al afrontar los sacrificios. Sin impuestos mutaríamos en depredadores. Pero, en España, el Estado es de los menos redistributivos de riqueza. Aquí, el 90% de la recaudación por IRPF proviene de los asalariados, que somos los únicos “paganos”, sin que aflore el dinero negro de los ricos. Que no es Montoro todo lo que reluce. Y sin libertad de prensa nos convertiríamos en esclavos. Aunque, a ríos revueltos, ganancia de aduladores que, como Ícaro, pierden las alas de su credibilidad de tanto arrimarse al sol pudiente.
Estrenos. Próximamente: proyecto de Ley de Emprendedores. ¿Sueños?. “Más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son”. Pero en Soria puede darse su apagón. En fin, ¡habemus jurados: 11!
José María Martínez Laseca
(11 de abril de 2013)

sábado, 6 de abril de 2013

Las tablas de Almazán

Querido diario: no era esta del Museo Numantino, donde se nos muestran, la vez primera. Ya las vi en 2009, en la Concatedral de San Pedro de Soria, con el “Paisaje Interior” de las Edades del Hombre. Me ganaron por su equilibrio. En su integridad original componían un tríptico, del que hoy se conservan sus batientes en madera policromada, ignorándose el paradero de la parte central desprendida, suma de las dos alas, tal vez una estampa de la Virgen María con el niño Jesús en su regazo. A Anna Muntada, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en arte de los siglos XV y XVI, le llamaron la atención cuando las descubrió. Se las mostraron en el Ayuntamiento de Almazán, su propietario, envueltas en papeles y guardadas en una enclenque caja fuerte. Tras estudiarlas, concluyó atribuyendo la autoría al pintor de Brujas Hans Memling (1435-1494). Se basó tanto en la grácil pincelada como en la forma de construir los volúmenes, observados a través de macrofotrografías, que revelan similitudes con otras obras de este cotizado pintor flamenco.
No se sabe por qué estas tablas religiosas -expléndidas, tras el proceso de reparación acometido por Milagros Burón Álvarez y Pilar Vidal Meler, técnicas del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León ubicado en Simancas (Valladolid)- acabaron en las laicas manos del Ayuntamiento adnamantino. Alguna fotografía y testimonios personales confirman su anterior presencia en un retablo de retazos de un altar de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Campanario. Allí, su cara interior, con San Pedro Apóstol y Santa Isabel de Hungría, permanecía oculta, mostrándose a los ojos su parte externa con los retratos de cuerpo entero de los frailes San Francisco de Asís y San Bernardino de Siena, con sus pardos sayales. Este enclave fue antídoto contra anticuarios y expoliadores de arte. Su valor añadido radica en encontrarse en Almazán, otrora corte de los Reyes Católicos que residieron en el Palacio de Antonio Hurtado de Mendoza, su Guarda Mayor. Pudo tratarse pues de un regalo para la católica reina Isabel, gran devota de la regla franciscana.
José María Martínez Laseca
(4 de abril de 2003)