jueves, 30 de diciembre de 2021

Carta a Inés Tudela Herrero


Somos simplemente contadores de historias (...). Si se dieran las condiciones para que el talento se desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo uno de los secretos de la felicidad y la longevidad.
                                                                                                                Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ

Desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros.
                                                                                            HÓLDERLIN

¿Quién podría con la vida si alguna vez no cantara?
                                                                            DICHO ARGENTINO

Querida Inés Tudela:

    Ahora algunos la llaman empatía a lo que yo nombré siempre cariño. Tal vez porque nos cuesta demasiado expresar sentimientos a la cara. Decirle a alguien: te quiero, como si fuera un delito. Eso del corazón para poetas, -que no están estos tiempos para líricas-, pues no cabe quedarse al descubierto, desnudo y sin careta, -mostrando las vergüenzas-, delatado por las delicadezas. Yo no me voy a andar con miramientos y publico mi afecto a tu persona: Inés lúdela Herrero. Mi profundo cariño verdadero. De ti agradezco haberte conocido. Por encima de todo tu sincera amistad. Y tus conversaciones. Resuenan todavía en mi oído como un rumor de olas que me narraban la Soria bien amada y compartida. La que tanto te dolía en tu costado que se advierte en tu aliento. Junto a ti era el niño asombrado ante el fuego de tu voz en llamas de palabras encendidas. Las palabras, señora, esas palabras que nos besan, se ríen y nos calan como el agua de lluvia inesperada.
        Eras tú, Inés Tudela, contadora de historias, cual la bruja hechicera de la tribu. Portentosa memoria. Tus recuerdos retoñan al presente, retornaban a tu infancia, trepan por las paredes de tus años vividos. Como larga enredadera, de verdor permanente, bien anclada a tu tierra. Por ti yo sé más cosas. Con palabras que quemaban cuando me hablabas de aquella incivil guerra, de sus más que terribles consecuencias. Vocablos que caldean a seres conocidos los Gaya: Juan Antonio y Conchita, o las amigas de tu misma quinta. Que añoran aquel tu amor malogrado que bien pudo haber sido y nunca fue. O a intelectuales del 98 como Antonio Machado -que descompuso tu flequillo bien peinado a su regreso a Soria, tras largos veinte años-, Valle Inclán y Unamuno. O a Emiliano Barral, escultor segoviano. Lorca, con La Barraca, y hasta a Gerardo Diego. Todos ellos amigos de tu padre. ("Pepe Tudela regresa a la Mesta", le escribió con afecto el gran Ortega). No me resulta para nada extraño: de tal palo su astilla. Lo aprendiste en la casa de tus padres: Pepe Tudela y Cecilia Herrero amantes de las artes y las letras. (Bernabé Herrero, tu tío, era poeta).
    Cuéntame Inés Tudela leyendas del Moncayo y del Urbión. De la Laguna Negra y de Medinaceli y de Numancia o Calatañazor. Casos y cosas de la Soria nuestra. La de ayer y de siempre, chismosa y recoleta, que da su espalda al Duero. Porque si tú me lo cuentas, en sintaxis trabada, de manera sencilla, como solías -mostrando tu pasión por las palabras-, creeré que son pura fantasía.
    Perdóname los versos dislocados de mi torpe poema. Esta es mi forma de decirte Inés Tudela, a ti, lo mucho que te quise y te quiero. Porque yo no te lo sabría decir mejor de otra manera. Déjame que te cante (se canta lo que se pierde): como tu padre, eras alta y delgada; bendita la rama, que al tronco salió. (En este actual mundo, en el que todo es prisa y precipitación, mis sueños se recuestan a la orilla de tu serena y grata compañía).
    Muchas gracias Inés Tudela Herrero, por haber sido como fuiste: ¡chispa de luz, con porte de palmera!
                                           *Inés Tudela Herrero falleció el 29-XII-2021, en Madrid, a los 99 años.