jueves, 30 de diciembre de 2021

Carta a Inés Tudela Herrero


Somos simplemente contadores de historias (...). Si se dieran las condiciones para que el talento se desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo uno de los secretos de la felicidad y la longevidad.
                                                                                                                Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ

Desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros.
                                                                                            HÓLDERLIN

¿Quién podría con la vida si alguna vez no cantara?
                                                                            DICHO ARGENTINO

Querida Inés Tudela:

    Ahora algunos la llaman empatía a lo que yo nombré siempre cariño. Tal vez porque nos cuesta demasiado expresar sentimientos a la cara. Decirle a alguien: te quiero, como si fuera un delito. Eso del corazón para poetas, -que no están estos tiempos para líricas-, pues no cabe quedarse al descubierto, desnudo y sin careta, -mostrando las vergüenzas-, delatado por las delicadezas. Yo no me voy a andar con miramientos y publico mi afecto a tu persona: Inés lúdela Herrero. Mi profundo cariño verdadero. De ti agradezco haberte conocido. Por encima de todo tu sincera amistad. Y tus conversaciones. Resuenan todavía en mi oído como un rumor de olas que me narraban la Soria bien amada y compartida. La que tanto te dolía en tu costado que se advierte en tu aliento. Junto a ti era el niño asombrado ante el fuego de tu voz en llamas de palabras encendidas. Las palabras, señora, esas palabras que nos besan, se ríen y nos calan como el agua de lluvia inesperada.
        Eras tú, Inés Tudela, contadora de historias, cual la bruja hechicera de la tribu. Portentosa memoria. Tus recuerdos retoñan al presente, retornaban a tu infancia, trepan por las paredes de tus años vividos. Como larga enredadera, de verdor permanente, bien anclada a tu tierra. Por ti yo sé más cosas. Con palabras que quemaban cuando me hablabas de aquella incivil guerra, de sus más que terribles consecuencias. Vocablos que caldean a seres conocidos los Gaya: Juan Antonio y Conchita, o las amigas de tu misma quinta. Que añoran aquel tu amor malogrado que bien pudo haber sido y nunca fue. O a intelectuales del 98 como Antonio Machado -que descompuso tu flequillo bien peinado a su regreso a Soria, tras largos veinte años-, Valle Inclán y Unamuno. O a Emiliano Barral, escultor segoviano. Lorca, con La Barraca, y hasta a Gerardo Diego. Todos ellos amigos de tu padre. ("Pepe Tudela regresa a la Mesta", le escribió con afecto el gran Ortega). No me resulta para nada extraño: de tal palo su astilla. Lo aprendiste en la casa de tus padres: Pepe Tudela y Cecilia Herrero amantes de las artes y las letras. (Bernabé Herrero, tu tío, era poeta).
    Cuéntame Inés Tudela leyendas del Moncayo y del Urbión. De la Laguna Negra y de Medinaceli y de Numancia o Calatañazor. Casos y cosas de la Soria nuestra. La de ayer y de siempre, chismosa y recoleta, que da su espalda al Duero. Porque si tú me lo cuentas, en sintaxis trabada, de manera sencilla, como solías -mostrando tu pasión por las palabras-, creeré que son pura fantasía.
    Perdóname los versos dislocados de mi torpe poema. Esta es mi forma de decirte Inés Tudela, a ti, lo mucho que te quise y te quiero. Porque yo no te lo sabría decir mejor de otra manera. Déjame que te cante (se canta lo que se pierde): como tu padre, eras alta y delgada; bendita la rama, que al tronco salió. (En este actual mundo, en el que todo es prisa y precipitación, mis sueños se recuestan a la orilla de tu serena y grata compañía).
    Muchas gracias Inés Tudela Herrero, por haber sido como fuiste: ¡chispa de luz, con porte de palmera!
                                           *Inés Tudela Herrero falleció el 29-XII-2021, en Madrid, a los 99 años.

domingo, 21 de febrero de 2021

Una efeméride para no olvidar nunca

Este lunes 22-F de 2021 se cumplen los 82 años de la muerte de nuestro poeta nacional Antonio Machado Ruiz, con 63 años de edad, en el pueblecito de pescadores Collioure (Francia), junto al mar mediterráneo. Aconteció aquel miércoles de ceniza 22 de febrero de 1939, a las tres y media de la tarde, con toda la tristeza del mundo reflejada en su rostro. Su agonía corrió pareja a la caída de la II República Española. Como uno más de los integrantes de la diáspora de los muchos compatriotas derrotados, acosados por las bombas y ametralladoras de la aviación de los facciosos. Frío invierno y lluvia incesante. Cruzó, ligero de equipaje, la frontera francesa. Extenuado por la fatiga y la enfermedad. Acompañado por su anciana madre Ana Ruiz Hernández, su cuñada Matea Monedero y su hermano José. Este nos relataría el largo camino recorrido del exilio desde su salida de Madrid, en su crónica “Últimas soledades del poeta Antonio Machado” (aquí publicadas por la Diputación de Soria, en 1971). Les acompañó el escritor y periodista Corpus Barga. Solo resistió tan solo veintiséis días, desde que cruzó la frontera hispanofrancesa. Alojado en el hotel Bougnol de Madame Pauline Quintana, que le prestó, así como a sus familiares, todas las atenciones y cuidados.
        El poeta amigo Rafael Alberti nos lo recordó, en 1969, desde Roma, diciendo: “Una radio de Francia da escuetamente la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente, las tierras áridas de Soria, el alto Espino, los montes de violeta, las alamedas del río se estremecieron al presentir que aquella era la muerte del mejor álamo español caído lejos del Duero”. Tiempo atrás, en Soria, el periódico El Avisador Numantino (25-2-1939) recogía esta escueta nota: “Las emisoras de radio nacional dieron ayer la noticia de que había fallecido en el extranjero el poeta y literato Antonio Machado”. Curiosamente, ese mismo día, el Diario de Zamora de FE de las JONS anotaba: “París- Ha fallecido en esta capital el poeta Antonio Machado, el cual había regresado de Barcelona dos días antes de ser esta capital ocupada por las tropas nacionales”.
          Algunas fotografías reproducen aquella secuencia trágica. Una nos lo muestra yacente en su cama cubierto por la bandera tricolor republicana. En otra se ve el féretro de Antonio Machado, portado a hombros por ocho milicianos republicanos del ejército español, conducido al cementerio. Fue depositado en un nicho prestado por Madame Deboher. Su madre, tras morir tres días después, fue enterrada en fosa aparte. Mediante una suscripción popular, con donaciones de gente de todo el mundo, encabezada entre otros por Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, André Malraux, René Char y Albert Camus, se pudo juntar a hijo y madre en la misma sepultura construida el 16 de julio de1958. Todo un lugar de memoria y de continuo peregrinaje.
            La poesía de Antonio Machado forma de nuestro patrimonio sentimental de por vida. Su muerte en el exilio de Collioure, como dice Concha Zardoya, fue el no-camino. Y resuena con un valor ejemplar y simbólico. De ahí que su efeméride (22 de febrero de 1939) no deba caer en el olvido.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2021)  

viernes, 12 de febrero de 2021

El abrigo de las manos

 Tiene el profesor amigo Juan Antonio Gómez Barrera la costumbre generosa de remitirme sus tribunas culturales publicadas con asidua regularidad en Heraldo-Diario Soria –y que yo agradezco en lo que valen por sus interesantes aportaciones fruto de sus investigaciones ya sea en archivos, en la hemeroteca o sobre el propio terreno, etc. –. La última de ellas la titulaba: “¡Manos prehistóricas en Valonsadero!”, publicada el 5 de febrero de 2021, en la página 12. Relataba aquí el hallazgo excepcional realizado por la agente medio ambiental Esther Moreno en la mañana del miércoles 29 de septiembre de 2020, en el monte sagrado cercano a la ciudad de Soria, de una nueva estación de pinturas rupestres. Sabido es que estas manifestaciones prehistóricas se caracterizan por representaciones fundamentalmente de animales y escenas de caza sobre las paredes de las cuevas y abrigos rocosos.
       A este lienzo, que venía a incorporarse a los muchos antes estudiados por Gómez Barrera, los analistas decidieron bautizarlo con el nombre de “El Abrigo de las Manos”. El motivo, como se observa en la imagen que reproduce el periódico del calco hecho por Gómez Barrera del detalle central del abrigo, es que se hacen notar las palmas impresas de dos manos; y aún hay una tercera más, a su lado. Las tres son manos diestras. Cierto es que se perciben además una bella figura antropomórfica bien ataviada y con adornos, la forma de un arquero, lo que parece un lobo y algunas otras formas más que anota. Se desprende del artículo divulgativo, la vibración emocional de su narrador en ese viaje temporal hacia atrás con el fin de ir desentrañar algunas claves de nuestro patrimonio más distante.
       Cuando recibí de Juan Antonio el e-mails con su artículo citado, y una vez leído, le dije que me impactaron tanto como la mano aparecida en la cueva de Maltravieso (“el santuario extremeño de las manos”), que vi en el lejano otoño de 2006 en la exposición “Nosotros” organizada por la Junta de Extremadura en la ciudad de Cáceres. “Son un ejemplo perfecto de manos en negativo”, me respondió el amigo, frente a las tres manos descubiertas en Valonsadero que son en positivo. También Gómez Barrera apuntaba que tales manos podían ser de mujeres por su pequeño tamaño. Ello abre otras posibilidades de autoría. En idéntica fecha al del hallazgo soriano (29-9-2020), se difundía una huella dactilar aparecida en Los Machos de Granada. Cambiaba, así, el arte rupestre al desvelar que las mujeres prehistóricas también pintaban.
José María Martínez Laseca
(12 de febrero de 2021)

domingo, 7 de febrero de 2021

Annual 1921

Este año de 2021, en que continúa atosigándonos imparable la agresiva pandemia del Covid-19, mientras avanza lenta la vacunación de la gente, se cumple otro centenario a destacar. El de la gran tragedia española en la guerra de Marruecos. Ocurrió en las fatídicas fechas que van de 22 julio hasta el 9 de de agosto 1921 y es lo que se conoce en nuestra historiografía como desastre de Annual. Con un protagonista soriano en las alturas de la decisión política. Se trataba de Luis Marichalar y Monreal, a la sazón Vizconde de Eza, en tanto que, en aquel momento, era Ministro de la Guerra. De otros paisanos sencillos movilizados como quintos, que tuvieron participación activa en aquellos sangrientos hechos, apenas se guarda memoria. En su caso unas placas mortuorias de chapa, con sus nombres inscritos con letras blancas que resaltaban sobre el fondo azul, y todavía conservadas en distintas iglesias de los pueblos de nuestra provincia, como refirió Josemi Lorenzo Arribas. La efemérides tendrá su reflejo editorial. Así, Desperta Ferro presentará una publicación colectiva (con Julio Albi, Fernando Puell, Francisco Escribano Bernal, María Rosa de Madariaga y Lorenzo Silva, entre otros) y Ediciones del Viento reunirá algunos de los textos clásicos sobre la catastrófica batalla.
         La muerte de soldados españoles en nuestro protectorado del norte de África venía de atrás. Pero el año 1921 marcó un punto de inflexión, ya que la guerra se recrudeció. En enero se había ubicado la base de operaciones en Annual, una hoya o cubeta semidesértica, flanqueada por el monte Izzumar y rodeada de escarpadas montañas. Desde esta posición estratégica el ambicioso e inepto general Manuel Miguel Fernández Silvestre, favorito del rey Alfonso XIII, pretendía conquistar Alhucemas dominada por tres cábilas: los Beni Urriaguel, Los Remsaman y los Bocaya, estos favorables a España. Quería acabar cuanto antes con la guerra del Rif. Y el monarca pasar a la Historia con el sobrenombre del Africano por sus victorias en Marruecos. Por eso animaba en su telegrama a Fernández Silvestre: “El día 25 espero buenas noticias”. Es la festividad de Santiago “Matamoros”, patrón de España.
       Frente al general se encontraba Abd el-Krim –con anterioridad colaborador de los españoles en Melilla y ahora resentido por habérsele infligido un castigo–, que unifica y capitanea las cabilas rebeldes a las que lanza a una guerra de guerrillas contra el ocupante español. Más astuto y buen conocedor del terreno, pondrá pronto en evidencia todos los fallos existentes en la organización del ejército que ha dispuesto Fernández Silvestre, dispersando a sus soldados por el territorio sin haber trazado un plan de campaña previo. Pronto, las tropas españolas se ven sometidas a los ataques de los rifeños, que se hacen cada vez más mortíferos. Y aunque Silvestre pide refuerzos ni el alto comisario Berenguer ni el ministro de la guerra se los prestan.
          El 22 de julio de 1921 las tropas rifeñas asaltan la posición española de Annual, que se bate en retirada, y sucesivamente van cayendo las otras guarniciones de Ben-Tied, Igueriben, Monte Arruit y Dar Drius. Perecen unos 14.000 soldados españoles (que fuentes no oficiales elevan a 20.000), perdiendo además todo lo conseguido en los 12 años anteriores. Una vez consumada la tragedia, entre los papeles del general Silvestre encontraron esta orden del rey: “Haz como yo te digo y no hagas ningún caso del ministro de la Guerra, que es un imbécil”.
      Ante la gravedad de lo acontecido se levantaron numerosas protestas en la península y se organizaron campañas defendiendo el total abandono de Marruecos. Los ciegos lo difundían cantando sus letrillas: “Hoy España entera de luto está / por tantas muertes que ha habido allá, / madres, esposas y novias van, llorando van. / De tanto fracaso y desastre en Annual, / todos le culpan a un general; / él fue la causa de ese desmán, de tanto mal.”Ante la clamorosa demanda de depuración de responsabilidades, se encargó al general Picasso que abriera un expediente del caso. Este lo entregó, con un total de 2.417 folios, el 18 de abril de 1922, al Congreso de los Diputados. Entre los culpables del desastre se señalaban los nombres de Berenguer y de varios mandos intermedios y subalternos.
        Con motivo del séptimo centenario de la Catedral de Burgos, el 21 de julio de 1921 se trasladan allí los restos del Cid y de doña Jimena, así como las reliquias de San Fernando. Los actos estuvieron presididos por los monarcas Alfonso XIII y su augusta esposa, doña Victoria Eugenia. Escuadrillas de aviones surcaron en formación el cielo y realizaron acrobacias sobre la muchedumbre. Y tras escuchar al Orfeón de Azcoitia, a las cinco de la tarde, los reyes partieron con su séquito hacia San Sebastián para iniciar sus vacaciones de verano. Como si nada les hubiera pasado a sus compatriotas en la guerra de Marruecos.
José María Martínez Laseca
(7 de febrero de 2021)

viernes, 5 de febrero de 2021

Diario de la mañana

El diario a diario, que decía Julio Cortázar. Como el pan nuestro de cada día. Fuente de información de lo que pasa alrededor. Un montón de hojas impresas, pero perfectamente estructurado en sus distintas secciones. Así se nombra el segundo poemario de Concha de Marco (tras “Hora 0,5” del año anterior) publicado, en 1967, por la editorial madrileña Mediterráneo. Un total de 36 poemas que remiten a la vida cotidiana. Recogemos aquí la transcripción del comentario que sobre él lanzó en las ondas de RNE (7-XII-67, a las 23,25 h.) el poeta amigo de tiempo atrás Gerardo Diego.
       “Como título de libro, “Diario de la mañana” puede inducir a error. Y más si debajo de sus letras una viñeta pega sobre una mancha de rojo sangre, unas tiras de letras impresas de periódicos en revoltijo caótico donde se leen “platillos volantes”, “violencia negra”, “bolea”, “guerra”, “alto el fuego” y otras alarmas semejantes. Luego se abre el libro y nos encontramos con una serie de poemas, absolutamente poéticos aunque su contenido sea intensamente humano y esté inspirado en noticias de cada día, a veces no son exactamente noticias periodísticas objetivas, sino sucesos vividos por Concha de Marco, que es la autora del libro. De tal modo que a pesar de la viñeta, terminamos por dudar si se trata de un diario en el sentido de periódico, o de un libro diario íntimo en que se apuntan las confidencias y pensamientos personales día a día.
          Concha de Marco está casada con uno de los más eminentes críticos de arte de España, el soriano Juan Antonio Gaya Nuño. Y bien es verdad que ya había presentado antes de ahora muestras aisladas de su quehacer poético e incluso por lo menos un libro de poesía, “Hora O,5”, publicado por la “Isla de los Ratones”. Pero es ahora con este libro realmente extraordinario, cuando me doy cuenta de la riqueza, emoción y perfección de forma de sus poemas. El libro se abre con una portada y se cierra con una contraportada y ambas no son otra cosa que poemas. El primero, un soneto. El último, impreso como caligrama o poema ultraísta, es un desgarrador grito de socorro, una tremenda acusación de una potencia a la vez plástica y verbal inaudita. Pero, como a un cuadro más o menos abstracto, hay que verlo con los ojos y no basta escucharlo con los oídos, si bien no por ello deja de ser intensamente rítmico. Más sencillo en su aparente melancolía es el soneto “Portada”:       
        Un año más, el árbol amarillo / destaca en luminaria contra el cielo, / niebla sin forma teje un turbio velo / y empaña el limpio esmalte de su brillo. // Jilguero, verderón, cardinalillo, / trino animoso y breve, largo el vuelo, / ignoran la mortal arma de hielo / que la garganta ciñe con su anillo. // Como olvida mi ahora su cuidado / ideando algún mágico estribillo / motivo de distinto desconsuelo / para encubrir el grito sofocado / y ser también un árbol amarillo / derramando mis hojas por el suelo. //
       Todos los poemas de este libro son necesarios. Quiero decir que no están escritos por mano o inercia profesional, sino por un hondo sentimiento vivido que exige, perentorio, su revelación poética. Revelación que une el lenguaje cotidiano pero con una riqueza y precisión de vocabulario y con una seguridad rítmica, lo mismo al dibujar que al desdibujar intencionadamente, verdaderamente magistrales. Ya sea la noticia de que se vende un pueblo soriano, ya de los incidentes de la guerra en el Vietnam o al eterno misterio del tiempo visto en su esencia o con los tremendos latidos de un reloj retrepado tras de su negra caja polvorienta: ya nos confiese la emoción de la música repitiendo las mismas lágrimas al volverla a escuchar o ya recuerde el horror de la emoción infantil ante los viajes, las páginas de este diario palpitan de cálida humanidad y se justifican a sí mismas en su medida y melódica expresión poética.
       Así el espectáculo de la excavadora que remueve las tierras de Madrid provoca en Concha de Marco toda una extraordinaria imaginación de tiempos prehistóricos con calcinados huesos de ictiosaurios, allá por los siglos dormidos del subsuelo terciario con sus sepultas coníferas gigantes y con sus pequeños peces muertos, conchas y algas. Pero al mismo tiempo algo más reciente y hasta totalmente actual remueve la oruga poderosa y agresiva del monstruo con su ronca maquinaria.
        En el lugar donde halló muerte una muchacha / afloran bloques de antiguo adoquinado, / cimientos de cal y canto / gastados por incontables pasos, / por ruedas incontables / de calesas, / paseando manolas y toreros / carruajes / orgullosos de sombreros de copa y abanicos, / carretas / con la desfalleciente carga de algún ajusticiado / y la tierra / apenas más reciente del verdugo / custodiando un ataúd, / alguna flor caída, / azahares, claveles, blancas rosas / siemprevivas perennes siempremuertas. / Pasos de pluma o pájaro, / niños de miel y de cerezas, / una cinta perdida, / un trapo que voló de una ventana, / un papel viejo, / polvo convertido en polvo.”
         Crítica elogiosa para el libro que, sin duda, había sido anticipado en algunos de sus poemas en la lectura que Concha de Marco dio en la Sala SAAS, de Soria, el domingo 1º de marzo de 1967, a las 5 de la tarde. Aún sin convocatoria impresa, asistieron las siguientes personas: Julián Morales, Antonio Ruiz, Ulises Blanco, Marcos Molinero Cardenal, Sr. Tesorero de la SAAS, José Tudela, Florentino Blanco Sampedro, Teodoro Rubio, Mariano del Olmo, Amparo Gaya Nuño, María Pía de Basilio Gómez, Dr. Navarro, Margarita Sanz, Juan José Ruiz Cuevas y señora, Félix Herrero y señora, Ricardo de Apraiz, Agustín Muñoz Carrascosa y Concepción García Hernández de Ortego Frías. Todos ellos incondicionales de su esposo Juan Antonio Gaya Nuño que también concurrió.
José María Martínez Laseca
(31 de enero de 2021)      

domingo, 24 de enero de 2021

De Benito Pérez a Emilia Pardo

Casi con más pena que gloria, por culpa de la acaparadora pandemia del Covid-19, sembradora de contagios y de muertes por doquier, se conmemoró el pasado 2020 el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós (1800-1920) que, en boca del poeta Antonio Machado, “No es solo Galdós el más fecundo de los novelistas españoles; es además el más fuerte, el más creador, el más original entre los maestros de su tiempo.” Y, en circunstancias similares, afrontamos este año 2021 el siglo cumplido del óbito de una escritora de idéntica pasión narrativa, que tanto admiraba al Pérez Galdós escritor; para quien, al mismo tiempo, supuso el gran amor de su vida. Lo corroboran las cartas eróticas que se cruzaron. Curiosamente, las que ella le escribió han sido publicadas, mientras que las de él a ella estaban desaparecidas, si bien ahora reaparecen en manos privadas. Se trata de Emilia Pardo-Bazán de la Rua-Figueroa, nacida en La Coruña el 16 de septiembre de 1851, que falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921. 
        Como acto central de la efemérides está previsto el montaje de una gran exposición en la Biblioteca Nacional, desde el 21 de mayo al 29 de agosto. Con más de 200 piezas entre libros impresos, manuscritos, grabados y fotografías procedentes de la propia BNE y de otras instituciones. Su título de reclamo: “Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad”. Porque ella asume el reto de la fractura. De que no hay soluciones globales. Para nada una beatorra rancia, ya que perteneció al mundo aristocrático más transgresor, con Gloria Laguna, lesbiana, o con Hoyos y Vinent, en un ambiente más libre en las costumbres que el burgués de los liberales que se consideraban de izquierdas. Tal como afirma su reciente biógrafa la historiadora y catedrática Isabel Burdiel, comisaria de la muestra. Además de ese rasgo distintivo de la novelista gallega, se subrayarán otros aspectos como su “dimensión transnacional y europea”, ahondando, también, en las “ambivalencias” que exterioriza, en tanto que “católica, carlista y feminista radical; como gallega y cosmopolita”. Esta muestra se trasladará después al Kiosko Alfonso de A Coruña, patrocinada por la Xunta y la Real Academia Gallega, que proyecta celebrar un congreso y la edición de su obra. 
        Uno recuerda que, en los manuales de Literatura de Bachillerato –cuando la literatura pintaba mucho más en los planes de estudio–, Emilia Pardo Bazán figuraba como introductora y exponente español representativo del Naturalismo. Acaso, porque publicó entre 1882-83 una serie de artículos bajo el título de “La cuestión palpitante”, donde estudia los precedentes del Naturalismo y las ideas del novelista francés Émile Zola. Hoy los estudiosos de la obra de Pardo Bazán se centran en su propia autodefinición como eclética y como realista. Y tienen, asimismo, en cuenta otras vertientes no menos importantes como la de su condición de “descubridora de la literatura rusa en esta parte de Europa”, según señala su gran conocedor Darío Villanueva. Ella se ocupó específicamente del simbolismo y movimientos afines. A “entender y explicar a sus contemporáneos españoles e hispanoamericanos el movimiento de las letras europeas en el último cuarto del siglo XIX y primero del XX”, al decir de González Herrán, dedicó, pues, un gran esfuerzo. 
        Entre sus obras más conocidas destacan “La tribuna” (1883) donde refleja la vida de una cigarrera reivindicativa en una fábrica, junto con “Los pazos de Ulloa” (1886) y su continuación “La madre Naturaleza” (1887), que componen un gran friso de gentes y paisajes del cosmos rural gallego, traspasados por pasiones violentas. Ya en “La Quimera” (1911), basada en la vida del pintor Joaquín Vaamonde, buscó reflejar la nueva sensibilidad modernista. Asimismo, prodigio de inventiva inagotable, cultivó con excepcional maestría el cuento y la novela corta, dos géneros en auge a fin de siglo. 
        Emilia Pardo Bazán, bien que aristócrata y conservadora en política y religión, fue, no obstante, independiente en su vida personal. Viajera por toda Europa, siempre lectora en varias lenguas y crítica muy aguda de la vida y las letras. Casada a los 16 años se separó después de su marido José Fernando Quiroga y Pérez de Deza y tuvo varios amantes: Galdós, Lázaro Galdiano, Blasco Ibáñez, etc. Mujer poliédrica e inclasificable, era sensible, inoportuna, maniática, talentosa, estridente, ambiciosa… Simplemente por el hecho de ser mujer vio pisoteados sus méritos por parte de la sociedad de su tiempo, misógina y machista. A pesar de la calidad de su extensa obra, de ser una figura clave en la renovación de la novela española del XIX, de ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la Cátedra de Literaturas Neolatinas en la Universidad Central de Madrid, los académicos (Clarín, Zorrilla, Valera entre ellos) le negaron por tres veces (1889, 1903 y 1912) su acceso a la Real Academia de la Lengua, tildándola de puta, marimacho, gorda, fea… y de osada por querer ser reconocida. 
        Pero ella hizo siempre lo que quiso. ¿Qué hubiera pasado si me hubiera llamado Emilio? inquirió con ironía. Quería igualar los derechos y oportunidades de hombres y mujeres, que su voz y pensamiento fuera igual de válido. “La mujer tiene que tener un salario para ser libre”, señaló, adelantándose en 30 años a las escritoras anglosajonas. Su denuncia de la violencia machista atraviesa los cuentos reunidos en “El encaje roto”, aunque se destaca “Memorias de un solterón” (1896) como su obra más feminista. La protagonizan el soltero Mauro Pareja y la “extravagante, extraordinaria y ridícula” Feíta, sin duda “un álter ego” de doña Emilia. ¿Cuál es la mejor Pardo Bazán? ¿Ensayo, novela, cuento? Para gustos, los colores. Hay quien, como Nieves Abarca se fija en sus “Cuentos góticos”, y de terror, expresando que son alucinantes; o quien, como Domingo Villar, creador del inspector Leo Caldas, nos recomienda su novela corta “La gota de sangre” (1911), apuntando que “Pardo Bazán tiene un ramalazo de Agatha Christie, [ya] que fue la primera española en escribir una novela policiaca”. 
        Dicho todo lo dicho, este año nos toca honrar a Emilia Pardo Bazán. Y para eso nada mejor que leerla en su diversa creación literaria, para así conocerla mejor, mucho más allá de lo que memorizamos de nuestros viejos libros de texto del instituto. 
José María Martínez Laseca
(24 de enero de 2021)

lunes, 18 de enero de 2021

Del Covid y "Filomena"

Por si no fuera ya bastante con el dramático tema de la pandemia del Covid-19, que todo lo acapara desde su irrupción en marzo del año pasado, y que ahora intensifica aún más su presencia en los medios de comunicación y provoca la reacción de nuestras Comunidades Autónomas con medidas restrictivas de movilidad, actividad y contacto social, dado el crecimiento a un ritmo alarmante de los contagios tras las tan iluminadas como permisivas vacaciones de Navidad, nos llegó la anunciada borrasca bautizada “Filomena”. Con la gran nevada por bandera blanca. De esas que pasan una vez cada cien años. Histórica, pues. “Más alta que larga”, que decían otrora los viejos del lugar. Y con su correspondiente helada (carámbanos incluidos), que nos dejó congelados y enclaustrados en pueblos y ciudades, ya que nieve que no se quita, no se va de los campos (y los animales no pueden salir a pastar), carreteras (impidiendo la circulación de viajeros y mercancías), ni de calles y plazas (lo que dificulta el caminar seguro de las personas). ¡Parece que se tratara de la sexta glaciación! Ya que siete días después la nieve y el hielo siguen ahí, dificultando el normal desarrollo de nuestras vidas cotidianas. 
      Sobre la gestión del virus y de la nieve se están echando constantemente en cara las culpas unos responsables a otros. De irresponsables, mejor, se les puede tildar. Porque como tales se comportan, en lugar de unirse y coordinar sus esfuerzos desde las diferentes Administraciones Públicas que gobiernan, con el fin de remediar en lo posible lo que tan perjudicialmente está afectando a vidas y haciendas de los ciudadanos. Si ello no es posible en tiempos de calamidad como el que vivimos, ¿qué desgracia o catástrofe tiene que acontecer para que recapaciten y obren en pro del bien común? Más les valdría a los unos y los otros bajarse del pedestal de su soberbia. Porque tenemos la sensación de que nuestros políticos viven en un mundo aparte, por encima del suelo, que no ha sido creado por otro nadie que no sean ellos mismos. 
      La diferencia entre los animales y los hombres estriba en que nosotros cooperamos, porque somos capaces de fabular y de crear. Además de por el uso del lenguaje y la construcción de herramientas, un rasgo distintivo que nos define como humanos es la compasión. El que cuidamos los unos de los otros, solidariamente, desde los afectos. La pandemia del coronavirus ha trastocado por entero nuestras vidas, y es ahora, precisamente, cuando hemos tomado consciencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad, cuando más necesitamos de la compasión, de los cuidados. Desde la solidaridad, alejados de los egoísmos. 
      Resulta significativo que, ante la que está cayendo, salte a la palestra el jefe de la oposición Pablo Casado reclamando al Gobierno Central la aplicación de los fondos de recuperación europeos para reparar los males causados por “Filomena”. Ignorando él, precisamente él, que dichos recursos están destinados a modernizar España en torno a cuatro ejes-palancas como son los de la reforma de la Administración, la inclusión social, la transformación digital y la transición ecológica. O que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se despache ahora diciendo que nadie les había avisado de la llegada de “Filomena”, cuando la Agencia Estatal de Meteorología la pronosticó con suficiente antelación y dada su intensidad la calificó en grado de alerta roja, siguiendo el protocolo establecido de notificación por los conductos y cauces oficiales. No obstante, la guinda en este pastel de declaraciones la ha puesto el Alcalde del Ayuntamiento de Madrid, José Luis Martínez-Almeida que ha solicitado al Gobierno Central la declaración de la ciudad como zona catastrófica y ha anunciado que la cuantía preliminar de los daños causados por el temporal asciende a 1.398 millones de euros. Leen bien, valoración preliminar. Por lo que podría aumentar aún más dicha cifra. ¿Qué entra ahí? El grueso de pérdidas en la actividad económica, con lo que han dejado de ingresar bares, hoteles, etc., etc. Es decir, lo que ha sucedido en Madrid capital estos días es mucho más catastrófico que el terremoto de Lorca que costó 471 millones de euros o que el tsunami de Indonesia que ascendió hasta los 500 millones. 
      Conforme a ese proceder: ¿a cuántos millones de euros ascendería la deuda histórica contraída por los diferentes gobiernos de la nación para con la provincia de Soria por las muchas nevadas padecidas a lo largo de los años? 
      Vengan aquí las palabras de Isaac Asimov, cuando advirtió: “La cepa de anti-intelectualismo ha sido un hilo conductor que serpentea a través de nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”. Sin complejos y sin escrúpulos, se piensan que nuestra ignorancia es tan grande como su falta de conocimiento. 
José María Martínez Laseca 
(16 de enero de 2021)

Ciudad y movilidad

¿Quién no ha visto sin temblar el desplazamiento temerario e impune de algún que otro ciclista haciendo piruetas por nuestra céntrica calle de El Collado, sorteando a la gente que pasea tan tranquila, ignorante de lo que se le puede venir encima, tanto de frente como por la espalda? Y donde digo ciclista muy bien puedo decir, asimismo, usuario de patinete eléctrico, monociclo, monopatín o artilugio equiparable. Máquinas, en definitiva, frente a personas, en clara desventaja para estas por ser la parte más débil en caso de atropello o colisión. Que, todavía, se les ve transitar indebidamente por las aceras o las mal denominadas zonas peatonales. Ello, pese a haber entrado en vigor el pasado día 2 de enero la nueva normativa para Conductores de Vehículos de Movilidad Personal, entre los que destacan los mentados patinetes eléctricos que han venido campando a sus anchas por nuestras ciudades. 
      Porque prohibidos quedan (y aún antes ya lo contemplaban algunas ordenanzas municipales), pero se incumple lo establecido. Porque la norma les resulta desconocida, alegan. Sepan, pues, que se les obliga a circular por la calzada y, además, a no superar los 25 kilómetros por hora. También tienen prohibido trasladarse por túneles, travesías, vías interurbanas, autovías o autopistas, estén o no dentro de la ciudad. Y deberán cumplir como cualquier otro conductor con las normas de tráfico y, en consecuencia, podrán ser sometidos a la prueba de alcoholemia y detección de drogas. No podrán llevar auriculares puestos, ni hacer uso del móvil o cualquier otro dispositivo mientras conducen. Se les exigirá en el futuro un permiso de circulación e incluso se está valorando la necesidad de que lleven casco y tengan un seguro. 
      Por supuesto que los sufridos peatones nos hemos alegrado de dicha regulación a la vista de los muchos comportamientos indebidos por aquellos irresponsables que, bajo la falsa premisa de lo ecológico, se sirven de estas nuevas maneras de moverse por la ciudad como si de la misma jungla se tratara. Tal libertinaje y permisividad han contribuido, sin duda, a que aumentara la demanda de tales artilugios, máxime en estos tiempos de pandemia en que vivimos. Y estas alternativas no se desincentivan con los estímulos correspondientes al uso del transporte público. Con todo, hay quien dice que la regulación, en vez de reducir su utilización, la ampliará. Opinan que el problema no se ha resuelto, sino que se ha trasladado a la calzada (lo ideal sería que fueran por el carril bici) con el consiguiente peligro para los otros vehículos y para ellos mismos, por supuesto. 
      También, respecto a otros vehículos, la normativa de la Dirección General de tráfico sanciona más los comportamientos de riesgo como conducir móvil en mano o no usar el cinturón de seguridad. Y pone nuevos límites de velocidad (a aplicar dentro de seis meses) en las vías urbanas en 20, 30 y 50 Km/h. según dispongan de una plataforma única de calzada, como las peatonales; tengan un único carril por sentido de circulación o se trate de calles o avenidas de dos o más carriles por sentido. Lo que debiera de contribuir, junto al mayor control de la distribución de mercancías y repartimientos, a hacer una ciudad más transitable, frente a lo alocada que se advierte cada día. 
      En esta reflexión sobre el impacto del tráfico en nuestras ciudades se piensa también atacar los aparcamientos mal hechos que se realizan sobre aceras (de patinetes, bicicletas, motos, etc.) puesto que estorban el paso a los viandantes e impiden la accesibilidad a las personas con movilidad reducida, cuyos vehículos quedan excluidos de la nueva regulación. 
      Podemos concluir que, durante estos últimos años, hemos observado en nuestras ciudades una clara invasión del ecosistema público. O, lo que es lo mismo, una evidente privatización del espacio público que, entre lo que se comen las terrazas de los bares, muchas de ellas ancladas con estructuras de cerramiento cual establecimientos fijos, y lo que invaden esos vehículos de transporte personal, es ya cualquier cosa menos público. 
      Asuma, por tanto, nuestro Ayuntamiento sus poderes y responsabilidades y no acabe dejándolo todo en manos del más puro liberalismo en materia de movilidad. E intervenga al respecto, en pro de una ciudad más cómoda y habitable por sus calles y plazas. 
José María Martínez Laseca 
(10 de enero de 2021)

domingo, 3 de enero de 2021

Año nuevo, vida nueva

En este país nuestro de cada día llamado España ya nos despedimos del nefasto 2020, por ser madre de todos los males sanitarios, económicos y sociales que nos aquejan como consecuencia de la sorpresiva irrupción del tan contagioso como letal Coronavirus. Una pandemia que, además, nos robó la primavera confinándonos en nuestras casas. Lo acometimos al filo de la medianoche del 31 de diciembre o Nochevieja. Con ganas. Como Dios manda. Mediante el ritual centenario en su liturgia de tomar las “doce uvas de la suerte”. Mirando en el televisor el reloj que, en la Puerta del Sol de Madrid, esta vez desierta de fieles y allegados, nos iba marcando el compás, con sus doce campanadas, y así embucharlas una a una por cada mes del nuevo año entrante 2021. 
      Un ritual, celebrado en la intimidad requerida, para ver hechos realidad nuestros deseos. ¡Año nuevo, vida nueva!, gritamos con rabia, al brindar entrechocando nuestras copas de champán, para recuperar nuestro optimismo por vivir con alegría y convivir con la gente. (Algo a lo que, sin duda, contribuirá la campaña de vacunación puesta en marcha, rebajando la mortalidad). ¡Por el cambio! Porque creemos firmemente en consonancia con el citado refrán, tras hacer balance del año concluido, que el mero cambio de ciclo conlleva por sí mismo nuevas y mejores expectativas. 
      Aquí, en nuestra provincia de Soria, tenemos otro rito tradicional que nos sirve por añadidura, de año y vez, para dar la bienvenida colectiva y gozosa al nuevo tiempo. Acontece en la mañana del 6 de enero, día de Reyes. Se trata del traslado del arca-archivo de madera, con dos cerraduras, que guarda en su interior los documentos sobre pleitos y acuerdos mantenidos en relación con la posesión y usos compartidos de pastos, riegos, leñas, etc. de la dehesa boyal de La Mata, gestionada en usufructo desde la Edad Media (1329) por los pueblos de Almarza y San Andrés de Soria. “Dehesa de los cuatro lugares” se nombraba, porque también integraba a los lugares de Cardos y Pipahón, hoy despoblados. Arca de la concordia, pues, que en los años impares va a Almarza y que retornará en los pares a San Andrés. 
      En la actualidad su permanencia, como patrimonio cultural inmaterial, supone un ritual de identidad, de orgullo y distinción de las dos poblaciones. Pero en esta ocasión no se llevará a cabo de forma multitudinaria. Puesto que la pandemia no ha remitido y la situación es complicada. Se acometerá su traspaso de manera simplificada. Sin música de gaiteros. Ni comitivas de vecinos de una y otra localidad que converjan en la frontera equidistante de Canto Gordo. No habrá tampoco aperitivo al concluir, ni verbena en la noche. Adaptándolo a las circunstancias, tan solo 10 personas por cada pueblo lo oficiarán, portándola a hombros las de San Andrés para su intercambio en el punto de encuentro indicado, tras abrir con sus dos llaves el arcón y comprobando el contenido, con los de Almarza que la recogen, dando de este modo continuidad a lo acostumbrado. 
      Esta vez el año nuevo 2021 se ha estrenado vistiendo un hermoso traje de blanca nieve. Y como reza otro refrán popular: año de nieves, año de bienes. Por lo que hemos de entrar con buen pie en el nuevo camino a recorrer para poder salir airosos de esta problemática desoladora que nos ha dejado perplejos. Y los ciudadanos tenemos en nuestras manos la posibilidad de avanzar o retroceder en pos de ese desarrollo sostenible que evite los efectos contraproducentes del cambio climático. 
      Nunca ha recibido España tanto dinero de la Unión Europea como sucede ahora. Todos los presupuestos recién aprobados: Generales del Estado, de Castilla y León, de la Diputación Provincial de Soria y de nuestros pequeños Ayuntamientos son presupuestos expansivos. Hay que reflexionar y mucho en esa exigencia de futuro para nuestra provincia, paradigma de la España vaciada. Pasando de una vez por todas de repetir los mismos diagnósticos a la puesta en marcha de los remedios curativos. Realidades, en este tiempo nuevo que acabamos de inaugurar. Lo que nosotros queremos son hechos y no promesas. Somos lo que hacemos y no lo que prometemos. Que no tengamos que recurrir, como en otros tantos casos, a la sabia expresión popular para augurar una larga espera de que “nos van a dar las uvas”. 
José María Martínez Laseca
(3 de enero de 2021)