domingo, 21 de febrero de 2021

Una efeméride para no olvidar nunca

Este lunes 22-F de 2021 se cumplen los 82 años de la muerte de nuestro poeta nacional Antonio Machado Ruiz, con 63 años de edad, en el pueblecito de pescadores Collioure (Francia), junto al mar mediterráneo. Aconteció aquel miércoles de ceniza 22 de febrero de 1939, a las tres y media de la tarde, con toda la tristeza del mundo reflejada en su rostro. Su agonía corrió pareja a la caída de la II República Española. Como uno más de los integrantes de la diáspora de los muchos compatriotas derrotados, acosados por las bombas y ametralladoras de la aviación de los facciosos. Frío invierno y lluvia incesante. Cruzó, ligero de equipaje, la frontera francesa. Extenuado por la fatiga y la enfermedad. Acompañado por su anciana madre Ana Ruiz Hernández, su cuñada Matea Monedero y su hermano José. Este nos relataría el largo camino recorrido del exilio desde su salida de Madrid, en su crónica “Últimas soledades del poeta Antonio Machado” (aquí publicadas por la Diputación de Soria, en 1971). Les acompañó el escritor y periodista Corpus Barga. Solo resistió tan solo veintiséis días, desde que cruzó la frontera hispanofrancesa. Alojado en el hotel Bougnol de Madame Pauline Quintana, que le prestó, así como a sus familiares, todas las atenciones y cuidados.
        El poeta amigo Rafael Alberti nos lo recordó, en 1969, desde Roma, diciendo: “Una radio de Francia da escuetamente la noticia. Lloré. Lloramos. Seguramente, las tierras áridas de Soria, el alto Espino, los montes de violeta, las alamedas del río se estremecieron al presentir que aquella era la muerte del mejor álamo español caído lejos del Duero”. Tiempo atrás, en Soria, el periódico El Avisador Numantino (25-2-1939) recogía esta escueta nota: “Las emisoras de radio nacional dieron ayer la noticia de que había fallecido en el extranjero el poeta y literato Antonio Machado”. Curiosamente, ese mismo día, el Diario de Zamora de FE de las JONS anotaba: “París- Ha fallecido en esta capital el poeta Antonio Machado, el cual había regresado de Barcelona dos días antes de ser esta capital ocupada por las tropas nacionales”.
          Algunas fotografías reproducen aquella secuencia trágica. Una nos lo muestra yacente en su cama cubierto por la bandera tricolor republicana. En otra se ve el féretro de Antonio Machado, portado a hombros por ocho milicianos republicanos del ejército español, conducido al cementerio. Fue depositado en un nicho prestado por Madame Deboher. Su madre, tras morir tres días después, fue enterrada en fosa aparte. Mediante una suscripción popular, con donaciones de gente de todo el mundo, encabezada entre otros por Pau Casals, Juan Ramón Jiménez, André Malraux, René Char y Albert Camus, se pudo juntar a hijo y madre en la misma sepultura construida el 16 de julio de1958. Todo un lugar de memoria y de continuo peregrinaje.
            La poesía de Antonio Machado forma de nuestro patrimonio sentimental de por vida. Su muerte en el exilio de Collioure, como dice Concha Zardoya, fue el no-camino. Y resuena con un valor ejemplar y simbólico. De ahí que su efeméride (22 de febrero de 1939) no deba caer en el olvido.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2021)  

viernes, 12 de febrero de 2021

El abrigo de las manos

 Tiene el profesor amigo Juan Antonio Gómez Barrera la costumbre generosa de remitirme sus tribunas culturales publicadas con asidua regularidad en Heraldo-Diario Soria –y que yo agradezco en lo que valen por sus interesantes aportaciones fruto de sus investigaciones ya sea en archivos, en la hemeroteca o sobre el propio terreno, etc. –. La última de ellas la titulaba: “¡Manos prehistóricas en Valonsadero!”, publicada el 5 de febrero de 2021, en la página 12. Relataba aquí el hallazgo excepcional realizado por la agente medio ambiental Esther Moreno en la mañana del miércoles 29 de septiembre de 2020, en el monte sagrado cercano a la ciudad de Soria, de una nueva estación de pinturas rupestres. Sabido es que estas manifestaciones prehistóricas se caracterizan por representaciones fundamentalmente de animales y escenas de caza sobre las paredes de las cuevas y abrigos rocosos.
       A este lienzo, que venía a incorporarse a los muchos antes estudiados por Gómez Barrera, los analistas decidieron bautizarlo con el nombre de “El Abrigo de las Manos”. El motivo, como se observa en la imagen que reproduce el periódico del calco hecho por Gómez Barrera del detalle central del abrigo, es que se hacen notar las palmas impresas de dos manos; y aún hay una tercera más, a su lado. Las tres son manos diestras. Cierto es que se perciben además una bella figura antropomórfica bien ataviada y con adornos, la forma de un arquero, lo que parece un lobo y algunas otras formas más que anota. Se desprende del artículo divulgativo, la vibración emocional de su narrador en ese viaje temporal hacia atrás con el fin de ir desentrañar algunas claves de nuestro patrimonio más distante.
       Cuando recibí de Juan Antonio el e-mails con su artículo citado, y una vez leído, le dije que me impactaron tanto como la mano aparecida en la cueva de Maltravieso (“el santuario extremeño de las manos”), que vi en el lejano otoño de 2006 en la exposición “Nosotros” organizada por la Junta de Extremadura en la ciudad de Cáceres. “Son un ejemplo perfecto de manos en negativo”, me respondió el amigo, frente a las tres manos descubiertas en Valonsadero que son en positivo. También Gómez Barrera apuntaba que tales manos podían ser de mujeres por su pequeño tamaño. Ello abre otras posibilidades de autoría. En idéntica fecha al del hallazgo soriano (29-9-2020), se difundía una huella dactilar aparecida en Los Machos de Granada. Cambiaba, así, el arte rupestre al desvelar que las mujeres prehistóricas también pintaban.
José María Martínez Laseca
(12 de febrero de 2021)

domingo, 7 de febrero de 2021

Annual 1921

Este año de 2021, en que continúa atosigándonos imparable la agresiva pandemia del Covid-19, mientras avanza lenta la vacunación de la gente, se cumple otro centenario a destacar. El de la gran tragedia española en la guerra de Marruecos. Ocurrió en las fatídicas fechas que van de 22 julio hasta el 9 de de agosto 1921 y es lo que se conoce en nuestra historiografía como desastre de Annual. Con un protagonista soriano en las alturas de la decisión política. Se trataba de Luis Marichalar y Monreal, a la sazón Vizconde de Eza, en tanto que, en aquel momento, era Ministro de la Guerra. De otros paisanos sencillos movilizados como quintos, que tuvieron participación activa en aquellos sangrientos hechos, apenas se guarda memoria. En su caso unas placas mortuorias de chapa, con sus nombres inscritos con letras blancas que resaltaban sobre el fondo azul, y todavía conservadas en distintas iglesias de los pueblos de nuestra provincia, como refirió Josemi Lorenzo Arribas. La efemérides tendrá su reflejo editorial. Así, Desperta Ferro presentará una publicación colectiva (con Julio Albi, Fernando Puell, Francisco Escribano Bernal, María Rosa de Madariaga y Lorenzo Silva, entre otros) y Ediciones del Viento reunirá algunos de los textos clásicos sobre la catastrófica batalla.
         La muerte de soldados españoles en nuestro protectorado del norte de África venía de atrás. Pero el año 1921 marcó un punto de inflexión, ya que la guerra se recrudeció. En enero se había ubicado la base de operaciones en Annual, una hoya o cubeta semidesértica, flanqueada por el monte Izzumar y rodeada de escarpadas montañas. Desde esta posición estratégica el ambicioso e inepto general Manuel Miguel Fernández Silvestre, favorito del rey Alfonso XIII, pretendía conquistar Alhucemas dominada por tres cábilas: los Beni Urriaguel, Los Remsaman y los Bocaya, estos favorables a España. Quería acabar cuanto antes con la guerra del Rif. Y el monarca pasar a la Historia con el sobrenombre del Africano por sus victorias en Marruecos. Por eso animaba en su telegrama a Fernández Silvestre: “El día 25 espero buenas noticias”. Es la festividad de Santiago “Matamoros”, patrón de España.
       Frente al general se encontraba Abd el-Krim –con anterioridad colaborador de los españoles en Melilla y ahora resentido por habérsele infligido un castigo–, que unifica y capitanea las cabilas rebeldes a las que lanza a una guerra de guerrillas contra el ocupante español. Más astuto y buen conocedor del terreno, pondrá pronto en evidencia todos los fallos existentes en la organización del ejército que ha dispuesto Fernández Silvestre, dispersando a sus soldados por el territorio sin haber trazado un plan de campaña previo. Pronto, las tropas españolas se ven sometidas a los ataques de los rifeños, que se hacen cada vez más mortíferos. Y aunque Silvestre pide refuerzos ni el alto comisario Berenguer ni el ministro de la guerra se los prestan.
          El 22 de julio de 1921 las tropas rifeñas asaltan la posición española de Annual, que se bate en retirada, y sucesivamente van cayendo las otras guarniciones de Ben-Tied, Igueriben, Monte Arruit y Dar Drius. Perecen unos 14.000 soldados españoles (que fuentes no oficiales elevan a 20.000), perdiendo además todo lo conseguido en los 12 años anteriores. Una vez consumada la tragedia, entre los papeles del general Silvestre encontraron esta orden del rey: “Haz como yo te digo y no hagas ningún caso del ministro de la Guerra, que es un imbécil”.
      Ante la gravedad de lo acontecido se levantaron numerosas protestas en la península y se organizaron campañas defendiendo el total abandono de Marruecos. Los ciegos lo difundían cantando sus letrillas: “Hoy España entera de luto está / por tantas muertes que ha habido allá, / madres, esposas y novias van, llorando van. / De tanto fracaso y desastre en Annual, / todos le culpan a un general; / él fue la causa de ese desmán, de tanto mal.”Ante la clamorosa demanda de depuración de responsabilidades, se encargó al general Picasso que abriera un expediente del caso. Este lo entregó, con un total de 2.417 folios, el 18 de abril de 1922, al Congreso de los Diputados. Entre los culpables del desastre se señalaban los nombres de Berenguer y de varios mandos intermedios y subalternos.
        Con motivo del séptimo centenario de la Catedral de Burgos, el 21 de julio de 1921 se trasladan allí los restos del Cid y de doña Jimena, así como las reliquias de San Fernando. Los actos estuvieron presididos por los monarcas Alfonso XIII y su augusta esposa, doña Victoria Eugenia. Escuadrillas de aviones surcaron en formación el cielo y realizaron acrobacias sobre la muchedumbre. Y tras escuchar al Orfeón de Azcoitia, a las cinco de la tarde, los reyes partieron con su séquito hacia San Sebastián para iniciar sus vacaciones de verano. Como si nada les hubiera pasado a sus compatriotas en la guerra de Marruecos.
José María Martínez Laseca
(7 de febrero de 2021)

viernes, 5 de febrero de 2021

Diario de la mañana

El diario a diario, que decía Julio Cortázar. Como el pan nuestro de cada día. Fuente de información de lo que pasa alrededor. Un montón de hojas impresas, pero perfectamente estructurado en sus distintas secciones. Así se nombra el segundo poemario de Concha de Marco (tras “Hora 0,5” del año anterior) publicado, en 1967, por la editorial madrileña Mediterráneo. Un total de 36 poemas que remiten a la vida cotidiana. Recogemos aquí la transcripción del comentario que sobre él lanzó en las ondas de RNE (7-XII-67, a las 23,25 h.) el poeta amigo de tiempo atrás Gerardo Diego.
       “Como título de libro, “Diario de la mañana” puede inducir a error. Y más si debajo de sus letras una viñeta pega sobre una mancha de rojo sangre, unas tiras de letras impresas de periódicos en revoltijo caótico donde se leen “platillos volantes”, “violencia negra”, “bolea”, “guerra”, “alto el fuego” y otras alarmas semejantes. Luego se abre el libro y nos encontramos con una serie de poemas, absolutamente poéticos aunque su contenido sea intensamente humano y esté inspirado en noticias de cada día, a veces no son exactamente noticias periodísticas objetivas, sino sucesos vividos por Concha de Marco, que es la autora del libro. De tal modo que a pesar de la viñeta, terminamos por dudar si se trata de un diario en el sentido de periódico, o de un libro diario íntimo en que se apuntan las confidencias y pensamientos personales día a día.
          Concha de Marco está casada con uno de los más eminentes críticos de arte de España, el soriano Juan Antonio Gaya Nuño. Y bien es verdad que ya había presentado antes de ahora muestras aisladas de su quehacer poético e incluso por lo menos un libro de poesía, “Hora O,5”, publicado por la “Isla de los Ratones”. Pero es ahora con este libro realmente extraordinario, cuando me doy cuenta de la riqueza, emoción y perfección de forma de sus poemas. El libro se abre con una portada y se cierra con una contraportada y ambas no son otra cosa que poemas. El primero, un soneto. El último, impreso como caligrama o poema ultraísta, es un desgarrador grito de socorro, una tremenda acusación de una potencia a la vez plástica y verbal inaudita. Pero, como a un cuadro más o menos abstracto, hay que verlo con los ojos y no basta escucharlo con los oídos, si bien no por ello deja de ser intensamente rítmico. Más sencillo en su aparente melancolía es el soneto “Portada”:       
        Un año más, el árbol amarillo / destaca en luminaria contra el cielo, / niebla sin forma teje un turbio velo / y empaña el limpio esmalte de su brillo. // Jilguero, verderón, cardinalillo, / trino animoso y breve, largo el vuelo, / ignoran la mortal arma de hielo / que la garganta ciñe con su anillo. // Como olvida mi ahora su cuidado / ideando algún mágico estribillo / motivo de distinto desconsuelo / para encubrir el grito sofocado / y ser también un árbol amarillo / derramando mis hojas por el suelo. //
       Todos los poemas de este libro son necesarios. Quiero decir que no están escritos por mano o inercia profesional, sino por un hondo sentimiento vivido que exige, perentorio, su revelación poética. Revelación que une el lenguaje cotidiano pero con una riqueza y precisión de vocabulario y con una seguridad rítmica, lo mismo al dibujar que al desdibujar intencionadamente, verdaderamente magistrales. Ya sea la noticia de que se vende un pueblo soriano, ya de los incidentes de la guerra en el Vietnam o al eterno misterio del tiempo visto en su esencia o con los tremendos latidos de un reloj retrepado tras de su negra caja polvorienta: ya nos confiese la emoción de la música repitiendo las mismas lágrimas al volverla a escuchar o ya recuerde el horror de la emoción infantil ante los viajes, las páginas de este diario palpitan de cálida humanidad y se justifican a sí mismas en su medida y melódica expresión poética.
       Así el espectáculo de la excavadora que remueve las tierras de Madrid provoca en Concha de Marco toda una extraordinaria imaginación de tiempos prehistóricos con calcinados huesos de ictiosaurios, allá por los siglos dormidos del subsuelo terciario con sus sepultas coníferas gigantes y con sus pequeños peces muertos, conchas y algas. Pero al mismo tiempo algo más reciente y hasta totalmente actual remueve la oruga poderosa y agresiva del monstruo con su ronca maquinaria.
        En el lugar donde halló muerte una muchacha / afloran bloques de antiguo adoquinado, / cimientos de cal y canto / gastados por incontables pasos, / por ruedas incontables / de calesas, / paseando manolas y toreros / carruajes / orgullosos de sombreros de copa y abanicos, / carretas / con la desfalleciente carga de algún ajusticiado / y la tierra / apenas más reciente del verdugo / custodiando un ataúd, / alguna flor caída, / azahares, claveles, blancas rosas / siemprevivas perennes siempremuertas. / Pasos de pluma o pájaro, / niños de miel y de cerezas, / una cinta perdida, / un trapo que voló de una ventana, / un papel viejo, / polvo convertido en polvo.”
         Crítica elogiosa para el libro que, sin duda, había sido anticipado en algunos de sus poemas en la lectura que Concha de Marco dio en la Sala SAAS, de Soria, el domingo 1º de marzo de 1967, a las 5 de la tarde. Aún sin convocatoria impresa, asistieron las siguientes personas: Julián Morales, Antonio Ruiz, Ulises Blanco, Marcos Molinero Cardenal, Sr. Tesorero de la SAAS, José Tudela, Florentino Blanco Sampedro, Teodoro Rubio, Mariano del Olmo, Amparo Gaya Nuño, María Pía de Basilio Gómez, Dr. Navarro, Margarita Sanz, Juan José Ruiz Cuevas y señora, Félix Herrero y señora, Ricardo de Apraiz, Agustín Muñoz Carrascosa y Concepción García Hernández de Ortego Frías. Todos ellos incondicionales de su esposo Juan Antonio Gaya Nuño que también concurrió.
José María Martínez Laseca
(31 de enero de 2021)