jueves, 28 de septiembre de 2017

La fosa de Abundio Andaluz

La II Republica del 14 de abril trajo la primavera. Proclamada en Madrid, se implantó en toda España, con el concurso del pueblo, bajo el Gobierno provisional de Niceto Alcalá Zamora. En Soria, el Comité Provincial Revolucionario, integrado por Juan Antonio Gaya Tovar, Teótico Sevilla, Mariano Granados, José Tudela y Matías Gracia, en la noche del 15 de abril de 1931, se hizo cargo de la Diputación Provincial. Abundio Andaluz Garrido, afiliado al Partido Republicano Radical Socialista, se sentía uno de ellos. Nació en Vinuesa, el 29-2-1888. Su familia se traslada a Almazán en 1902, donde su padre ayuda en el juzgado y es sacristán y organista. Licenciado en derecho, su trabajo de Procurador de los tribunales le lleva al Burgo de Osma, en 1920. Dirige su Banda de Música y el Orfeón. Contaba ya 48 años. Se había casado, en 1916, con Petra Ezequiel Vega y tienen seis hijos. Inquieto en lo cultural y lo social. Con la República, participa como concejal y diputado provincial por El Burgo de Osma. Es buen amigo del diputado nacional Benito Artigas Arpón. Ha formado parte de varias Gestoras Provinciales. Y, desde el 26-2-1936, es Vicepresidente de la misma, con Pablo Pérez Sevilla de Presidente. Pública y notoria, pues, su significación política.
       No ha de extrañar por tanto, tras la sublevación de los facciosos el 18 de julio del 36 -desatada la violencia e incontrolada la represión-, que fueran a buscarlo. Y que lo encarcelaran. Que, el 18 de agosto, algunos falangistas, junto con un cura trabucaire, lo sacaran para darle el paseo, dejándolo tirado en la cuneta como a un perro. Un pastor que lo halló, se apiadó al verlo expuesto y le dio sepultura, señalando aquel sitio con una cruz de piedras protectora contra las alimañas. Gracias a ello, la ASRD de Iván Aparicio, logró exhumar sus restos el pasado viernes 22 de septiembre. 80 años después de aquel crimen, impune. Era un secreto a voces entre los vecinos mayores de Calatañazor que se encontraba allí. En el mismo lugar que consiguió alcanzar arrastrándose, tras quedar malherido cuando lo ejecutaron en la cuesta del Temeroso.
      Su nieta Ana Andaluz, testigo del rescate, que portaba su foto, celebraba el hallazgo, agradecida. Ya podrá retornarlo con sus seres queridos, por que descanse en paz. Recuperadas su dignidad como persona y su memoria.
José María Martínez Laseca
(28 de septiembre de 2017)

sábado, 23 de septiembre de 2017

La alineación de las Cajas

Escribir esta columna semanal, de más o menos actualidad, durante tantos años, le lleva a uno a estar atento a la realidad social, económica, política y cultural. Vivimos en un país con demasiados desmanes y corrupción (sea como robo de lo ajeno o inmoral despilfarro de fondos públicos) a muchos niveles. Así, me llamó la atención la tesis defendida –con datos empíricos y estadísticos– por tres profesores de las Universidades de Las Palmas y Autónoma de Barcelona, advirtiendo que la corrupción se contagia de municipio a municipio. Aunque creían consolarnos al añadir que las probabilidades de que la justicia acusara a un alcalde o a un concejal aumentaban si antes habían sido procesados homólogos suyos en los consistorios vecinos. También, en días pasados, han emergido dos noticias relevantes en relación con el tema que nos ocupa. La primera, el inicio del juicio por la gran estafa piramidal de Fórum Filatélico, que, al inflar el precio de los sellos, mermó en casi 4.000 millones de euros los depósitos de hasta 269.000 inversores. La otra, sonada, es el denominado rescate bancario o capitalización de las Cajas, que, lejos de resultarnos gratis, como dijeron nuestros gobernantes, nos ha salido por un ojo de la cara: 48.000 millones de euros, un 4,3 % del PIB. Ello ha dañado nuestro Estado del Bienestar, al exigir recortes en educación, sanidad, pensiones y dependencia, repercutiendo sobre las clases más débiles, en los difíciles momentos de la crisis económica. Con el consiguiente aumento de las desigualdades en España. Ítem más, las Cortes de Castilla y León acaban de abrir la Comisión de Investigación sobre la desaparición de nuestras Cajas de Ahorros. ¿Alguien recuerda los nombres de los Consejeros que cobraron altísimos sueldos y dietas o créditos irregulares, al igual que regurgitan la alineación de su equipo de fútbol? “La desaparición de las Cajas ha sido una vergüenza de las grandes”, declaró Rafael Sierra, exdirectivo de Caja Duero, añadiendo: “Los políticos y los listillos se cargaron las Cajas”. Como profetizara Shakespeare: todo lo sólido se desvanece en el aire. O, como digo yo, todo se lo come un pez más grande. ¿Alguien devolverá algo de lo robado? Al margen de los chorizos de turno, lo peor es que nos han liquidado un modelo social de empresa tan necesario para contribuir al desarrollo y el porvenir de nuestra comunidad. 
José María Martínez Laseca
(21 de septiembre de 2017)

Soy Adolf Schulten

Sí, soy Adolf Schulten. Nací en Elerfeld (Alemania) el 27 de mayo de 1870. Al día de hoy, 26 de mayo de 1960, cuento ya 90 años, y, con razón, se puede decir que soy un nonagenario, un viejo. Mi vida es, pues, amplia. Siempre me atrajo la historia de los pueblos antiguos. Me doctoré con 22 años y ejercí la docencia en la Universidad de Erlangen. Pienso que donde nace el conocimiento deben nacer sus aplicaciones. Una beca del Instituto Arqueológico Alemán me permitió conocer Italia, Grecia y el norte de África, acrecentando mi espíritu de viajero romántico. En 1899 visité por vez primera España, acercándome hasta Garray (Soria). Quedé fascinado por este país de la piel de toro. Y quise investigar para adentrarme en su etapa ibérico-romana.
Corrían tiempos difíciles y convulsos en Europa. Y tuve que avanzar contracorriente. Como filólogo estudié las fuentes clásicas, los escritos de los cronistas vencedores (Apiano, Polibio…), porque los numantinos no escribieron su historia, y otra mucha literatura posterior. Partía de mi ilusión por dar con la ubicación de la inmortal ciudad celtíbera de Numancia: la que fue capaz de poner en jaque durante 20 años a las todopoderosas legiones romanas y que resultó finalmente derruida. Los textos –como le ocurrió a Schliemann (1822-1890) con La Iliada para hallar las ruinas de Troya– me confirmaron su verdadero emplazamiento. Reconozco que a tal fin me resultó muy valiosa la ayuda del benemérito Eduardo Saavedra, descubridor de la ciudad romana. Solo me quedaba pasar al trabajo de campo.
No se me olvida aquel 12 de agosto de 1905 en que llegué al cerro de La Muela para iniciar mis excavaciones “in situ”. Bien auxiliado por Koenen. Con cinco obreros que abrieron cuatro zanjas a pico y pala. El hallazgo de materiales cerámicos nos mostró el tesoro: allí estaba la Numancia quemada, la ciudad perdida. Un éxito que trató de refutarme el Abad de la Colegiata de Soria Santiago Gómez Santacruz. Más tarde vendría el descubrimiento de los siete campamentos levantados por Escipión el Africano para asediar Numancia. Y la Gran Atalaya de Renieblas. Pero ya no tuvo la emoción de la primera vez. Aún existió mi obsesión por Tartessos. ¡Cómo no voy a amar a España: su sol y el gran corazón de sus gentes! 
José María Martínez Laseca
(14 de septiembre de 2017)

viernes, 8 de septiembre de 2017

Gloria a ti

Se cumplen cien años del nacimiento de la poeta –y nunca poetisa– Gloria Fuertes. Su vida parece sacada de las páginas de una fábula infantil. Tal nos la cuenta ella misma en sus versos: “Gloria Fuertes nació en Madrid / a los dos días de edad, / pues fue muy laborioso el parto de mi madre / que si se descuida muere por vivirme.” Era hija de un portero y una costurera de la calle Espada del barrio madrileño de Lavapiés. Pese a todo, su infancia fue feliz. De vocación alegre, se definía. “Porque un poeta triste es un triste poeta”. Poseía el poderoso don de la imaginación. Las monjas la expulsaron por decir que los niños no venían de París, sino de parir. “A los tres años ya sabía leer / y a los seis ya sabía mis labores.” Empezó a escribir poemas cuando comprendió que se podía querer a una persona que no era de su familia. A los quince años murió su madre. Trabajó de criada, de taquígrafa, de contable en una fábrica de armas y hasta de cuentahuevos. Se despidió cansada de pagar los huevos rotos. Más tarde fue bibliotecaria: siempre es mejor un libro que un jefe. En la posguerra, de hambre y tuberculosis, fue contratada como redactora de tebeos. Ya en plena dictadura se cortó el pelo a lo chico e iba en bicicleta, con pantalones, boina y corbata. “Vivo sola. Cabra sola / –que no quise cabrito en compañía–”. Ser libre, dejó claro, era la única etiqueta que aceptaba. Con una “Beca Fulbriht”, en 1961, fue a la Universidad de Pensilvana (Estados Unidos) a enseñar los poetas españoles. Y en 1972 logró otra beca de la Fundación Juan March de Literatura Infantil. Se hizo muy popular al salir en programas de televisión para niños. “Cuando me vaya... / no quiero ser estatua, / ni cuadro ni vitrina, / sólo si acaso de saco una cortina / que te entorne la luz para que duermas. / Quisiera convertirme en tu linterna / y serte útil cuando no ves claro”. Murió en Madrid, en 1998. Sobre su tumba este epitafio: “Ya creo que lo he dicho todo. Y que ya todo lo amé". Pese a tenerse por autodidacta" y "poéticamente desescolarizada",​ la crítica la une a la Generación del 50 (con Celaya, Blas de Otero y José Hierro) y al postismo. Gloria Fuertes es una voz única y cercana. El humor y la ironía con la que trata cuestiones tan universales como el amor, el dolor, la muerte o la soledad hacen que sea una poeta auténtica en su necesidad de amar y ser amada. 
José María Martínez Laseca
(7 de septiembre de 2017)