lunes, 30 de noviembre de 2020

Sobre la nueva Ley de Educación

Siempre conviene hablar de educación. Por lo que en ella nos va es uno de los asuntos políticos de mayor importancia. Porque, como señalaba “Cuadernos de Pedagogía”, revista de formación e información en el ámbito educativo, la sociedad evoluciona a un ritmo vertiginoso. Los valores, los artefactos tecnológicos, las identidades infantiles y juveniles, la diversidad cultural o los nuevos escenarios de aprendizaje pillan a la escuela y a otros agentes educativos totalmente desprevenidos. Vivimos tiempos de desconcierto y de incertidumbre. Y porque, como bien dice Mafalda en su viñeta: es la vacuna contra la violencia y la ignorancia 
      Ahora, como consecuencia de la aprobación de forma inicial por el Pleno del Congreso de los Diputados, el pasado día 19 de noviembre, con la mayoría absoluta conformada por los votos a favor del PSOE, Unidas Podemos, ERC y los grupos minoritarios, de la LOMLOE, también conocida como Ley Celaá. Se cumplía con ello el compromiso que adquirieron, en 2013, varios grupos políticos de derogar la LOMCE o Ley Wert, que antes impuso el PP sin el más mínimo consenso. Así, frente al darwinismo de la Ley Wert, que apoyaba a los más fuertes en detrimento de los más vulnerables, esta nueva Ley apuesta para que la escuela pública, de todos y para todos, sea el pilar de la sociedad, a semejanza de la sanidad pública. Pretende elevar su calidad para que los ciudadanos no solo la respeten sino que acudan a ella. 
      No se puede negar la realidad: la forma de entender la educación va estrechamente unida a la forma de entender la sociedad. De aquí que haya surgido una cierta polémica en torno a la misma auspiciada por sus detractores, con el PP al frente de la manifestación, junto con la enseñanza concertada religiosa, que centran sus más furibundos ataques en determinados aspectos que vamos a analizar a continuación. 
      En la actualidad 9 de cada 10 niños sin recursos y 8 de cada 10 hijos de inmigrantes están escolarizados en la escuela pública, pese a que esta educa al 67,1% de los alumnos mientras que la concertada lo hace con el 25,5 % y la privada con el 7,4 %. Por eso el Gobierno entiende que la enseñanza subvencionada (financiada con los impuestos de todos) debería arrimar más el hombro. A fin de evitar la formación de guetos al segregar a los alumnos. Además, según informe encargado por los padres de la CEAPA, si un niño no paga la clase complementaria tiene que abandonar el aula en el 10% de los centros concertados de 7 comunidades y en Madrid alcanza al 28 % de dichos centros. Por eso, lograr una equidad en la escuela, que hoy no existe, supone el gran objetivo de la Ley Celaá. 
       Por otra parte, un 17% de estudiantes españoles con discapacidad (35.000) asisten ahora a centros especiales. Hecho que utilizan los críticos con la nueva Ley diciendo que van a acabar con dichos centros, cuando lo que realmente se pretende es conseguir una mayor integración de los afectados en los centros ordinarios. 
       Asimismo, han arremetido por la decisión en la Ley de que el castellano deje de ser lengua vehicular para todo el Estado, expresión que apareció por primera vez en 2013 en la Ley Wert. Esa fue la exigencia de Esquerra para apoyarla. Cierto es que un análisis reciente ha evidenciado que en ninguna de las escuelas públicas catalanas la lengua vehicular fuese el castellano. Por lo que la nueva Ley no cambia nada. 
        Y con respecto a la religión, los acuerdos de 1979 con el Vaticano, impiden que la religión salga de la jornada de clase. No obstante, con esta Ley esta asignatura no tendrá una alternativa. Si el alumno la elige figurará en su boletín de notas, aunque la misma no computará para la nota media ni a efectos de becas. 
      En definitiva, frente a lo que dicen los contrarios a la LOMLOE, la escuela concertada seguirá existiendo, La educación especial será una opción y no cerrará. Tampoco el castellano desaparece de Cataluña ni de otras comunidades con lengua propia. Y el que quiera estudiar religión podrá hacerlo. Aunque sí que se prohíbe la segregación de sexos en la concertada, como ordena nuestra Constitución. 
      Es una lástima que no se haya podido conseguir el deseable pacto educativo, tan invocado como imposible de lograr cuando el PP se encuentra en la oposición. La LOMLOE supone un paso adelante y un respaldo a la educación pública, al defender y apoyar la igualdad de oportunidades en una escuela pública de calidad, universal, laica, integradora y totalmente gratuita. 
       Por supuesto que la Ley Celaá no es perfecta, pero puede mejorar muchas cosas en aras a conseguir una mejor educación de los hombres y mujeres libres que necesita la sociedad española justa y democrática que queremos desarrollar en el presente y en el futuro. 
José María Martínez Laseca 
(29 de noviembre de 2020)

martes, 24 de noviembre de 2020

¿Salvar la Navidad?

Estamos en tiempo de pandemia por culpa del coronavirus o Covid-19.Tiempo de calamidad que ha convertido en tiempo de penitencia y de privaciones este 2020, un año horrible, que ya está dando sus últimas bocanadas. Desde su primera ola inesperada del mes de marzo, que nos perturbó la florida primavera. Con estado de alarma y confinamiento estricto en nuestras propias casas incluido. 
      Como consecuencia de su brutal impacto contagioso, hemos dejado de celebrar la teatralizada Semana Santa, nuestras sacrosantas Fiestas de San Juan en torno al toro, las un tanto anodinas de San Saturio patrón y, también, las más modestas fiestas populares de nuestros pueblos. No son buenas las aglomeraciones de gentes para la salud, ya que se nos dice que seis son mayoría y más de esos, multitud. 
      Y lo que es todavía peor de todo, un tiempo de dolor ya que estamos pagando un impuesto muy caro en pérdida de demasiadas vidas humanas. Cifra escalofriante. Con especial incidencia en nuestros mayores de las residencias de la tercera edad, aislados de sus familiares y faltos de afecto. Se han paralizado actividades culturales y los partidos de fútbol se desarrollan con las gradas vacías de público. Únicamente la vuelta al cole ha sabido adaptarse a la dura circunstancia y va tirando. 
      La crisis sanitaria, que afecta tanto a nuestra atención primaria como hospitalaria ha provocado, asimismo, una crisis económica de primer orden en nuestro país que asienta su economía sobre tres pilares tan sensibles como el ladrillo, el turismo y la hostelería. Ha caído la actividad económica, desbordándose el déficit público. Porque estamos gastando hasta lo que no tenemos. Y, por ende, hay crisis en el ámbito social y laboral con destrucción de empleo, empresas afectadas por ERES, trabajadores con ERTES y familias sin recursos. 
      Ahora, desde el pasado mes de octubre, nos encontramos inmersos en la segunda ola del campante a sus anchas coronavirus. Con toque de queda a las 10 de la noche y cierres perimetrales. Con bares y restaurantes con la persiana echada. Y se advierte un cierto retraimiento de la población, que está viendo que las infecciones no se detienen. Que siguen poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia. Hasta psicológicamente. Algunos predicen que la tercera ola será mental. 
      Avanzamos, pues, a tientas. Llega el invierno y bajan las temperaturas. Con el frío, los virus respiratorios encuentran un hábitat propicio para propagarse e infectarnos. Durante el invierno nuestras actividades se desarrollan preferentemente en espacios cerrados. Y tenemos las Navidades a la vuelta de la esquina. El Ayuntamiento de Soria ya ha completado el ornamento de calles y plazas, bola gigante incluida en la Plaza Mariano Granados. Pronto procederá a su encendido. Se pretende salvar la Navidad. 
      ¿Qué recomendaciones habrá que seguir para que aquellos ancianos que quieran disfrutar de la Navidad con sus familias puedan hacerlo en condiciones de seguridad? ¿Qué aconsejamos a nuestros estudiantes que van a regresar a sus hogares y con qué criterios de seguridad podrán participar en estas celebraciones? Aquellas personas que tengan un sentimiento religioso y quieran asistir a los rituales propios de la Navidad: ¿con qué aforos? ¿Cómo van a dar los niños la bienvenida a sus majestades los Reyes Magos? 
      Los gobiernos de Madrid y de Cataluña están empeñados en salvar la Navidad a toda costa, aunque eso no parezca tan buena idea. No sería esta la primera vez que se politizan estas fiestas. Lo hizo la derecha con Manuela Carmena de Alcaldesa. Porque se cree que la Navidad es suya. Como la bandera, el himno nacional y, también, como estamos viendo últimamente, hasta de la misma Constitución que sus padres no votaron. 
      Para superar esta segunda ola no basta solo con doblegar la actual curva de contagios. Eso ya lo hicimos en verano con la primera, para obtener los resultados que padecemos ahora. Por eso el salvamento de la Navidad con el que sueñan los místicos no va a producirse. Sería un gran error. Estas fiestas tan entrañables del solsticio de invierno, esta vez no serán como las tradicionales que conocemos. De jolgorio y derroche. Pese a que en nuestra actual sociedad de consumo a ultranza un frenazo brusco del mismo hace que todo el sistema se nos venga abajo como un castillo de naipes. 
      ¿Economía o salud? Entre la bolsa y la vida debemos optar por la vida. Salvar la Navidad para encontrarnos después de Reyes con una tercera ola -de más contagiados y una mayor letalidad- para la que seguimos sin estar preparados, sería imperdonable. Porque supondría tropezar tres veces en la misma piedra. Son fechas muy delicadas. Y la nueva Navidad exige sacrificios para todos. Porque lo prioritario es salvar vidas. 
      Nos prometen que el plan de vacunación contra el coronavirus comenzará a aplicarse en enero. El Gobierno quiere tener vacunados a 30 millones de españoles en el primer semestre del nuevo año 2021. La responsabilidad individual y la prudencia son imprescindibles (mascarillas, manos limpias, metro y medio de distancia) hasta que se consiga la inmunidad de grupo. Mientras tanto no podemos bajar la guardia. Ya habrá tiempo para que las familias se reencuentren y suban las bolsas. Esta Navidad, más que nunca, ha de ser sinónimo de de esperanza. Desde la solidaridad. 
José María Martínez Laseca 
(23 de noviembre de 2020)

sábado, 14 de noviembre de 2020

Marca Soria

Me gusta, a veces, volver la vista atrás, al tiempo amarillo, husmeando en nuestra rica hemeroteca local de prensa histórica. Siempre uno encuentra reseñas periodísticas que le llaman la atención. De ello han surgido algunos de mis trabajos de investigación y en otras ocasiones me han servido para reflexionar sobre nuestra realidad actual. Es el caso de la crónica que, bajo el título de “Excursionistas”, apareció en “El Avisador Numantino” de 31 de mayo de 1911, p. 2. Narraba su anónimo redactor la llegada a la ciudad de Soria, el día anterior, martes 30, de la Comisión excursionista presidida por el ilustre Rector de la Universidad de Zaragoza D. Andrés Jiménez Soler, acompañado por D. Juan Moneva Pujol, catedrático de Derecho Canónico, D. Mariano Gómez González, auxiliar de la cátedra de Economía Política y Hacienda; D. José Pina Alconchel, profesor de Caligrafía de la Normal de Maestras de Zaragoza y alumnos de letras; los jóvenes estudiantes de Letras D. José Ramos, D. José Lorente y D. Víctor Sancho; los de Derecho, D. Pascual García y D. José García; el de Letras y Derecho D. Miguel Sancho Izquierdo y el de Medicina D. Joaquín Quílez. Acompañaba a los excursionistas el notable abogado D. Marcelino Isabal, exdiputado a Cortes y jefe de los republicanos unionistas de Zaragoza. 
Fueron recibidos en la Estación por los profesores de nuestro Instituto D. Ildefonso Maés [director] , D. Agustín Santodomingo, D. Pelayo Artigas, don Francisco Santamaría , D. José Lafuente y otros señores. Los expedicionarios se hospedaron en el Parador del Ferial y sin apenas descansar, visitaron, acompañados de los profesores citados, del Sr. Granados y del Sr. Gómez Santacruz, el histórico y bellísimo monumento nacional San Juan de Duero, que llamó poderosamente la atención de los excursionistas por su originalidad, que constituye un verdadero problema para el arqueólogo. 
       El innominado periodista seguía contando: El Sr. Rector admiraba la singular arquitectura de los claustros y, como todos los sabios que han visitado tan notable joya, se preguntaba: ¿A qué orden, a qué estilo pertenece esta construcción, que para confundir más no aparece uniforme? Y detallaba algunos de los llamativos componentes de tan pequeño espacio como el que ocupa el antiguo Monasterio de la orden de San Juan de Jerusalén, que es digno de admiración. Hasta el punto de manifestar que tal monumento soriano era de más interés que los que acababan de ver en Toledo. 
       Después visitaron las bellezas que encierra la Colegiata, los pergaminos que se conservan en el Ayuntamiento, y por la tarde se trasladaron a Numancia. Los Sres. Granados, Gómez Santacruz, Palacio, el Alcalde Sr. Vicén y algunos otros señores dieron minuciosos informes de las excavaciones que se han practicado en aquel glorioso lugar, testigo de la más grande epopeya que registra la historia patria; trasladándose profesores y alumnos al campamento descubierto por la comisión alemana que dirige el señor Schulten, donde estuvo el ejército romano que acaudilló Escipión. 
       Y concluía señalando que ese mismo día, miércoles 31, habían visitado la Iglesia de San Juan de Rabanera, el Instituto de segunda enseñanza y el Museo Numantino. Partiendo esa misma noche para Zaragoza. 
       Como le ocurre hoy en día a tanta gente que nos visita, el que se lleven un grato recuerdo de nuestra tierra depende en gran medida de esos elementos de nuestro patrimonio histórico-artístico, cual el arte románico de nuestras viejas iglesias; arqueológico, como Numancia; etc., que constituyen una parte esencial de nuestras inequívocas señas de identidad. Lo que podríamos denominar “Marca Soria”. 
       Además, a mí, personalmente, me ha llamado la atención la extensa relación de personas que aparecen en ella. Así, ampliar la información sobre quienes fueron cada uno de ellos resulta un interesante ejercicio, favorecido por la facilidad de su búsqueda en Internet. Pero, al estar vinculada la referida excursión a la enseñanza (entonces pertenecíamos al distrito de la Universidad de Zaragoza) y con protagonismo del claustro de profesores del que era nuestro único Instituto, yo eché a alguien de menos: concretamente, al Catedrático de Francés y eximio poeta D. Antonio Machado Ruiz. Por supuesto que su ausencia estaba más que justificada, al encontrarse, desde el inicio de ese mismo año, acompañado de su joven esposa Leonor Izquierdo Cuevas, en París, becado por la Junta de Ampliación de Estudios. Y allí, el 14 de julio, día nacional de Francia, surgió la tragedia, que acabaría fraguando la leyenda de uno de los grandes amores que en la historia de la humanidad han sido. 
       Casi 110 años después de aquello, el paso de Antonio Machado, inmortalizando nuestro austero paisaje en sus versos, se ha sumado para siempre como un imprescindible de nuestra “Marca Soria”. 
José María Martínez Laseca 
(14 de noviembre 2020)

Decir Miguel Delibes

Es conveniente, de cuando en cuando, volver la vista a lo nuestro. Hacia alguno de los nuestros. En su carnet de identidad: Miguel Delibes Setién. Tercero de ocho hermanos. Nació en Valladolid, el 17 de octubre de 1920. Por lo que decir otoño es, también, decir Miguel Delibes. Se cumplen, pues, ahora cien años de aquel alumbramiento. En su ciudad natal, cursó estudios de Comercio y Derecho. Tras la guerra civil, ejerció de Catedrático de Derecho mercantil en la Escuela de Comercio de Valladolid y, paralelamente, practicó el periodismo en “El Norte de Castilla”, diario de inspiración democrática del que llegó a ser su director desde 1958 a 1963. Empero, sus ocupaciones profesionales de la docencia y el periodismo no aquietaron su vocación de novelista, con la que alcanzó reconocimiento internacional. En ello influyó decisivamente Ángeles de Castro, con quien se casó el 23 de abril de 1946 y tuvo siete hijos, excitando su fervor por la lectura. Notorias son, además, sus aficiones a la caza y a la pesca. 
       A Miguel Delibes, políticamente liberal y poco amigo de estridencias se le considera un escritor de provincias. Cuando, en 1976, se fundó el periódico “El País” lo reclamaron para director, cargo al que el renunció. Y aunque viajó bastante y, como conferenciante, recorrió los más diversos países, demostró una firme voluntad, de pensamiento y obra, de permanecer fiel a sus raíces, a su territorio. Por lo que decir Miguel Delibes es, también, decir Castilla y lo castellano. Nunca cejó en su denuncia de la marginación y el abandono de Castilla. Siempre vivió en Valladolid y allí murió en su casa el 12 de marzo de 2010, a los 89 años de edad. No en balde, gustaba repetir por coartada: soy como un árbol, que crece allí donde lo plantan. 
       Lo dio a conocer su primera novela, “La sombra del ciprés es alargada”, impregnada de una cierta angustia existencial, con la que Miguel Delibes obtuvo el Premio Nadal en 1948. Pero sería la tercera, “El camino” (1950), la que lo consagró literariamente. Las correrías, con final trágico, de tres niños, Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso, cuando el primero va a partir del pueblo a estudiar bachillerato a la ciudad, nos adentran en la vida aldeana. Se dice que Delibes nunca ha sido un escritor ambicioso, salvo en “Parábola de un náufrago” (1969), si bien ha acreditado ser un novelista tenaz y leal a sus lectores. Tras “La hoja roja” (1959), sobre la vida gris de un jubilado, publicó “Las ratas” (1962), de marcado carácter social, a la que tuvo por su obra maestra, y donde nos muestra la vida de un pueblo castellano con toda su dureza y sus miserias. Decir Miguel Delibes es por ello, también, sinónimo de defensor de la dignidad de la gente del campo. Lo que es, asimismo, patente en el estoicismo de los personajes de sus novelas posteriores “El disputado voto del señor Cayo” (1978) y “Los santos inocentes” (1981). 
       Nuestra guerra civil del 36 asoma a menudo en sus obras. Sucede, entre otras, en “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953), “377A, madera de héroe” (1987) y sobre todo en “Cinco horas con Mario” (1966). Aquí, su viuda Menchu, de clara mentalidad reaccionaria, va hilvanando, mediante un apasionado monólogo interior, sus pensamientos y recuerdos cargados de reproches hacia los ideales de austeridad y las inquietudes sociales y literarias de Mario, su marido. Por lo que decir Miguel Delibes es también apostar por la integración y la comprensión del otro en la convivencia. De este modo, el núcleo argumental de su última obra “El hereje” (1998) es la libertad de pensamiento y de expresión, por lo que supone un claro alegato contra la censura. 
       Por ende, sus textos cinegéticos, como “La caza de la perdiz roja” (1963) o “Con la escopeta al hombro” (1970), y otros libros, cual “Mi vida al aire libre [Memorias de un hombre sedentario] (1989), le valieron la consideración por parte de sus estudiosos de ser uno de los primeros defensores del medio natural. El 25 de mayo de 1975, al tomar posesión de su sillón como académico de número de la Real Academia Española, Delibes pronunció su innovador y apasionado discurso “El sentido del progreso desde mi obra”. Una declaración de principios, que fue el primer manifiesto conservacionista que llegó a la gente normal en forma de interrogación: “Por qué no aprovechar este acceso a tan alto auditorio para unir mi voz a la protesta contra la brutal agresión a la Naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando mediante una tecnología desbridada?”. Por desgracia, muchos de sus temores se mantienen hoy vigentes. Por tanto, decir Miguel Delibes es, también, hablar de un defensor de la naturaleza adelantado a su tiempo, cuando la naturaleza no formaba parte de las preocupaciones de una sociedad que bastante tenía con tratar de sobrevivir a las circunstancias. 
       A lo largo de su trayectoria, Delibes se hizo merecedor de importantes premios y distinciones. Entresaco el Premio Príncipe de Asturias de las letras de 1982, el Premio de las Letras de la Junta de Castilla y León de 1984 y el Premio Miguel de Cervantes de 1993. Además muchas de sus obras se vieron llevadas al cine, a la televisión y al teatro. 
       Por todo ello, decir Miguel Delibes es reconocer las dotes de un excepcional escritor, con un no menos excepcional dominio del idioma castellano, volviendo común al pueblo lo que del pueblo saliera. O sea, sus propias palabras. Y nos conviene volver a leerlo. Porque, como advirtiera el ilustrado Carl Linneo: si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas. 
7 de noviembre de 2020 
José María Martínez Laseca