domingo, 27 de diciembre de 2020

Adiós, 2020, adiós

A sus 24 años el santanderino Gerardo Diego Cendoya aprueba las oposiciones de catedrático de Literatura y su destino como profesor –al igual que le pasó a su predecesor Antonio Machado– lo trajo hasta el único Instituto de Enseñanza Secundaria entonces existente en Soria. Corría el año 1920. Y aquí permaneció entre los nuestros dos cursos tan solo para trasladarse luego, sucesivamente, a Gijón, Santander y, finalmente, a Madrid. Pero, Gerardo Diego, además, era poeta. Y también con su lírica le cantó a Soria a lo largo del tiempo –porque él, nostálgico, siempre regresó, tanto de hecho como de pensamiento–. Cantó a sus paisajes y a sus gentes, en versos magistrales compilados en su precioso poemario “Soria Sucedida”(1977). 
      Agradecida por ello, la ciudad del alto Duero le plantó una bonita escultura –obra del artista local Ricardo González Gil– en los soportales de El Collado, junto a la cristalera del salón de los espejos del Casino Amistad-Numancia. Lugar recreativo al que acudía don Gerardo, después de impartir sus clases, y donde solía verse con otros escritores y periodistas sorianos con los que mantenía animada tertulia y trabó perenne amistad. Queda bien retratado. Su figura sedente, flaca y ascética, con las piernas cruzadas, envarada dentro de su traje, con el rostro severo y sujetando un libro con su mano izquierda. En la mesita, con versos grabados de su “Bécquer en Soria”, una taza de café que coge con su mano derecha. Le gustaba echarle un primer terrón de azúcar y remojar el otro cuidadosamente, observando el fenómeno de la capilaridad. Y frente a él una silla vacía, para que se siente a departir un rato el viandante o el turista pueda hacerse una foto. Me recuerda esta estatua a la del poeta Fernando Pessoa en el café A Brasileira, sito en el Chiado de Lisboa. 
     Ha transcurrido un siglo de su llegada. Íbamos a celebrar el acontecimiento con actividades culturales varias. Pero la adversidad de lo inesperado lo ha trastocado todo. Nadie mejor que él, puede entender de lo que hablo. Porque a él le tocó vivir algo muy similar, cuando se presentó por primera vez a oposiciones de Instituto en Madrid, en 1918. Fue con la gran gripe, la mal llamada gripe española. También una pandemia, que causó más víctimas que la primera guerra mundial con la que coincidió. Aquí en Soria murieron 1500 personas. La madre de su amiga Concha de Marco, con 25 años, y su hermanita Carmen sin legar a cumplir uno, entre ellas. Concha recordaría en aquel homenaje del Club Urbis de Madrid, en 1973, saberse de memoria su poema dedicado a Bécquer, aprendido de jovencita. 
     Este año 2020 ha sido, pues, un año atípico. Nefasto. Marcado al completo por la pandemia del Coronavirus o Covid-19. Año dramático y terrible por todos los que se han ido. Aquí en nuestro país es como si un avión repleto de viajeros se estuviera estrellando cada día. Algo que ya se ha incorporado a la rutina de las estadísticas en los telediarios. Quién nos lo iba a decir a nosotros, tan felices y despreocupados, que una pandemia tan letal iba a cambiar y de qué manera nuestras vidas. Se ven comercios cerrados, y menos gente y menos alegría por las calles y plazas por mucho que hayan encendido las lucecitas multicolores de la Navidad para reanimarnos. Un mal año que nos ha llevado al estado de alarma, a sentir por dentro el miedo, al confinamiento y a la soledad. A los sentimientos de tristeza e incertidumbre. 
      Habrá quien recurra al dicho de que no hay mal que por bien no venga para extraer algo bueno de esta contrariedad. Por ejemplo, con relación al calentamiento global y el cambio climático, alegando que ha mejorado la calidad del aire en nuestras ciudades. Pero para frenar las emisiones de CO2 y ser más respetuosos con el medio ambiente se necesitan políticas eficaces, ejercer una mayor presión social y lograr una clara conciencia de que lo prioritario son las personas, frente a la hipocresía del capitalismo verde y la mercantilización de todo. Que, también, ha servido para reencontrarnos con nosotros mismos y valorar mucho más lo cercano, lo esencial, disfrutando de los placeres cotidianos y del reencuentro con la familia, lo que nos hace más felices. Acaso todo ello pensando en que regresaremos a la vieja normalidad, antes que asumir que hay cosas imposibles y que ya nada volverá a ser como era. Y deberíamos aprovechar la oportunidad que nos ha dado el Covid-19 para salir de esta encrucijada de una manera diferente. 
      Hemos sufrido la situación extraña del año 2020, un ciclo o círculo completo, que es tanto y es tan poco. Un año que nos ha puesto a prueba. Cierto es que hay cosas que no van a cambiar, aunque otras muchas sí, y entraremos en un mundo en el que lo virtual va a hacerse omnipresente en numerosos ámbitos: salud, educación, trabajo… Pero, no deberíamos renunciar a mantener las relaciones sociales y al contacto con los demás, que es lo que da pleno sentido a nuestras vidas. 
      Estos días comienza en España el proceso de vacunación, el milagro esperado conseguido en tiempo récord por los científicos. Como principio del fin. Una inyección con doble dosis para que sea efectiva, que se aplicará de aquí en adelante para acabar con la pandemia y conseguir un grado importante de inmunización. Mientras tanto, hemos de llevar la mascarilla puesta y actuar con prudencia y responsabilidad. No deberíamos, pues, volver a las andadas y repetir los errores del pasado, para no hipotecarnos el futuro y para que el año 2021 se convierta en el año de la esperanza. 
      Decía Gerardo Diego que ser poeta no es una ambición, sino una manera de estar solo. Yo sigo aquí, en este tiempo de mentiras y noticias falsas. Contemplando los ojos de la gente. En mis conversaciones conmigo mismo sobre los paraísos perdidos, la liturgia de la vida que repite siempre lo mismo sin romper con la costumbre, la falta de oportunidades para la juventud y la libertad de expresión. Cronista de lo que pasa. Pienso antes lo que digo y digo luego lo que pienso. Frente a aquellos que quieren monopolizar el relato. Todavía respiro y escribo, que no es poco. ¡Feliz 2021! 
José María Martínez Laseca 
(27 de diciembre de 2020)

lunes, 21 de diciembre de 2020

Los Bécquer y los Gaya

Se cumple, ahora precisamente, el aniversario de la desaparición de los dos hermanos Bécquer. Hace 150 años. El día 22 de diciembre de 1870, fallecía, en Madrid, Gustavo Adolfo Bécquer, que había nacido 34 años antes, el 17 de febrero de 1836, en Sevilla. Con tan solo tres meses de diferencia le había precedido, el 23 de septiembre, en su viaje al más allá, en la misma ciudad, su hermano Valeriano Bécquer, nacido así mismo, en Sevilla, el 15 de diciembre de 1833. Gustavo Adolfo resultaría ser el más afamado de los dos, debido a su mitificación como gran poeta posromántico. 
      Y ello, pese a no haber visto publicadas en vida sus “Rimas”, compiladas en el “Libro de los Gorriones”, perdido durante la revolución de La Gloriosa (1868), en el saqueo de la casa de su protector político Luis González Bravo, que lo custodiaba; si bien sus “Leyendas” habían aparecido en la prensa de la época. Por lo que hubo de esperarse a la edición póstuma de sus versos y sus prosas, que realizaron sus amigos. Como consecuencia, su influencia resultaría decisiva, ya que su voz se hace audible en lo mejor de la lírica española y latinoamericana. Puesto que en su quehacer creativo aúna la sentimentalidad más estremecida y siempre a flor de piel con la más penetrante lucidez introspectiva, generando un resultado en el que la exquisitez literaria y el dejo popular logran un maravilloso equilibrio. Valeriano, sin embargo, como pintor al que no se le puede negar su calidad, quedaba en un segundo plano. 
      ¿A qué viene aquí, pues, que mezcle yo a los Bécquer con los Gaya? Máxime cuando no son coetáneos los unos de los otros y los Gaya (que así se les denominaba en los círculos culturales de la segunda mitad del XX a Juan Antonio Gaya Nuño y Concha de Marco) no eran siquiera hermanos y estaban unidos en matrimonio. Pues bien, trataré de justificar el motivo de mi atrevida asociación. Curiosamente, tanto Juan Antonio como su esposa Concha, presumían de haber habitado en la ciudad del alto Duero, siendo niños, la misma casa que, con antelación, había alojado a los hermanos Bécquer. En el número quince de la Plaza de Herradores. Concha, incluso, había nacido allí, por ocuparla en alquiler su abuela Concha Soria, y Juan Antonio debido a que perteneció a sus tíos-abuelos Guillermo y Fermina Tovar. Esta, solía referirse a los Bécquer diciendo: “Aquellos pobrecillos…”. 
      Ítem más. Cuando, en 1970, se cumplió el centenario de la muerte de los hermanos Bécquer, los Gaya se esmeraron en celebrarlo, honrándoles como es debido. Así, Concha de Marco, por ser ella misma también poeta, se centró en su favorito. Su ensayo: “Homenaje a la memoria de Gustavo Adolfo Bécquer” lo recogió la revista “Árbol de fuego”, Caracas, Año 3, nº 33, dic. 1970. Consiste en una sucinta biografía y una selección de textos. La autora va intercalando datos del biografiado y citas de sus versos y sus prosas, con exquisito gusto, para conformar una unidad armónica. El lector obtiene con ello una imagen muy nítida del lírico sevillano. 
      Por su parte, Juan Antonio Gaya Nuño, reputado escritor, historiador y crítico de Arte, incluía, en “Diario de Barcelona”, 2 de septiembre de 1970, su artículo: “En el centenario de los hermanos Bécquer”, ilustrado con dos cuadros de Valeriano: “Campesina soriana” y “Baile en los pinares de Soria”. Aquí, los situaba junto a otros hermanos célebres, como los Goncourt o los Álvarez Quintero. “Como mellizos, como iluminados por un ideal común de distinta expresión externa”. Y reivindicaba a Valeriano como un excelente dibujante y pintor costumbrista. Para nada un segundón. 
      También publicó: “Bécquer ante el Arte”, en “Revista de las Ideas Estéticas”, Madrid, nº 111, jul.-ag.-sept.,1970, págs. 13-20. Una vez más, insistía en que ambos hermanos le eran igualmente dilectos y repetía con ello el gesto de Francisco Rodríguez Marín que, cuando se inhumaron los restos de la fraterna pareja en Sevilla, del ramo de flores dispuesto sobre el ataúd de Gustavo Adolfo, separó varias de ellas y las colocó sobre el féretro de Valeriano. Así, lo que fuera admiración y simpatía con respecto a Gustavo Adolfo Bécquer, tomó otros perfiles, los de la respetuosa identificación con el poeta que comenzó la difícil, la rara tarea, tan excepcional en España, de compaginar la creación literaria con el estudio y la práctica de las Bellas Artes. Además de por la pintura (mentando a Rembrandt y El Greco) y la arquitectura de los templos, mostró su interés por la arqueología (Cueva de los murciélagos de Albuñol (Granada), la loza y hasta por la indumentaria popular (capa blanca de los pastores de Villaciervos, Soria). 
      En lo tocante a la crítica de arte la practicó respecto a algunas representaciones teatrales. Su curiosidad era, pues, incesante. Pero, ante todo, Gustavo Adolfo demostró ser un hombre sensible. Le preocupaba el vandalismo de que ya era víctima a la sazón el Tesoro Artístico Nacional y apuntó sus quejas. 
      Escribía Gaya Nuño que, a distancia cronológica, los hermanos Bécquer fueron sus compañeros de paseos. Antes que él, Gustavo Adolfo, recorrió mil parajes entrañables de su ciudad y sus afueras. Pues conocía bien el templo y claustro de San Juan de Duero, la delicia de San Polo, el Monte de las Ánimas y la Sierra de Santa Ana, como se constata en sus “Leyendas”. Que, anticipándose a Antonio Machado, frecuentaría el paseo inefable de San Polo a San Saturio, en la margen izquierda del Duero. Y que, también, se sintió subyugado por la ermita del santo anacoreta y por el pintoresco santero al que describe, antecediendo con su glosa el título de uno de los librejos más preciados de Gaya Nuño cual es “El santero de San Saturio”. 
      Convendría que el curioso lector degustara estos tres artículos de los Gaya, a los que yo he hecho aquí muy comprimida mención, relativos a loar a los hermanos Bécquer. Empero, todavía anotaré, para concluir, esta reflexión: “de una lectura atenta de sus escritos, ha de tenerse por cierto que Gustavo Adolfo Bécquer fue mucho menos sevillano o madrileño –nacimiento y óbito– que soriano –y todavía más toledano– de adopción. Porque el lugar de nacimiento no se elige, y el de muerte, con tanta frecuencia, tampoco. Pero sí se selecciona la geografía más acorde con las necesidades del espíritu, y en este hecho, como en tantos otros, Bécquer y Machado coinciden en la selección de la delicada Soria”. La Soria en la que, pese al largo tiempo transcurrido, su recuerdo permanece vivo. 
José María Martínez Laseca 
(21 de diciembre de 2020)

lunes, 14 de diciembre de 2020

Concha de Marco y el Machado

Lo traigo aquí a cuento porque han pasado cincuenta años –que es una cifra redonda– de aquello. Y porque tiene por protagonista principal a mi muy querida –lo es mucho más aún en la medida en que voy profundizando en su vida y milagros literarios– Concha de Marco. Y porque el recinto espacial donde aconteció fue el histórico Instituto de Segunda Enseñanza de Soria, en el que yo ejercí como profesor de lengua española y literatura. Antes, años 20, también había sido profesor de Gimnasia –y desempeñó el cargo de secretario– el doctor Juan Antonio Gaya Tovar. Por añadidura sus tres hijos Gaya Nuño: Juan Antonio (ayudante de Letras), Benito (de Griego) y Amparo (de Ciencias Naturales), que, además, al inicio de los años 80 del pasado siglo, fue su directora. Anoto que Juan Antonio Gaya Nuño se casó por lo civil, el 16 de julio de 1937, con Concha de Marco. 
      Para adentrarnos en el caso que nos ocupa, copio el texto de una tarjeta que dice: Asociación de Antiguos Alumnos del I.N.E.M. y SAAS invitan a Vd. y familia a la lectura que Concha de Marco hará de su libro “Acta de identificación” el día 11 de Marzo, en la Cátedra Antonio Machado, a las 20 horas. El acto será presentado por Víctor Pzancoyalba. Soria 1970. 
      Precisamente, el año anterior, 1969, Concha de Marco había publicado su tercer poemario, tras “Hora 0,5” (1966) y “Diario de la mañana” (1967). Se trataba de un amplio volumen –con un total de 57 poemas– dividido en tres partes: “Mujer de piedra”, “Estación de Metro” y “Dudresnaia Coralina”. De hecho, la viñeta de su portada puede interpretarse como el plano de Numancia, una red de metro o una célula biológica. En buena parte, recoge una poesía narrativa en la que se cuentan historias y hechos, dentro de la cual se describen realidades. Con predominio del verso libre. De testimonio y compromiso ético. Arrancando de sus propias raíces para moralizar con el corazón y el entendimiento convertido en palabras. 
      De verdadero “acontecimiento literario” fue calificado por Fidel Carazo Hernández en su crónica de “Soria Hogar y Pueblo”, del 13 de marzo de 1970. Conforme a lo anunciado, el recital fue presentado por el joven poeta Víctor Pzancoyalba (Víctor Pozanco Villalba, autor de “Soria Pura”) y estuvo cargado de mucha emoción en la lectura de los versos escogidos de “Acta de identificación”. “A Concha de Marco, mujer de exquisita y muy cultivada sensibilidad, se le inundaron muchas veces los ojos, a golpes de ternura, de afanes y de recuerdos. Vino a decirnos esto: “Mi madre me dio a luz riendo y se me murió dos años después llorando. ¡Pero qué yunque, Concha, te hizo Dios de aquella y de tantas otras orfandades que te machacaron después!”. La gozosa satisfacción se evidenció a lo largo de las dos horas que duró la velada y alcanzó su mayor intensidad durante la declamación de los poemas referidos a Numancia. 
      Por colofón, Antonio Ruiz Ruiz leyó a los asistentes el poema remitido para la ocasión a Concha de Marco, desde Méjico por el magistrado y amigo Mariano Granados Aguirre. Se titulaba “Soy un viejo y romántico soriano” (está reproducido en “Soria Hogar y Pueblo” de 24 de junio de 1970). En sus versos, el paisano y amigo exprimía sus recuerdos vividos, aludiendo a un supuesto cruce de calles entre aquella niña que iba cantando y él, ya viejo, que caminaba buscándose a sí mismo entre la niebla de sus orígenes castellanos. 
      Mas, no quedaba ahí la cosa, ya que en el mismo periódico y con idéntica fecha se plasmaba un escrito en prosa del susodicho con este titular en negrita: “De qué cuadrilla es Concha de Marco. Carta desde Méjico”. Aquí repasaba ahora Mariano Granados a cuantos conocía de su estancia en Soria con el apellido de Marco, descartando a unos cuantos para ir a dar, finalmente, con Godofredo de Marco y sus guapas hermanas. Hijos todos ellos de Elías de Marco y Concha Soria. Con casa abierta en la calle Numancia. La más pequeña era Concha de Marco Soria, que contrajo nupcias con el inspector de policía Mariano Gutiérrez Santamaría. 
      Y así es como Mariano Granados nos situaba a Concepción Gutiérrez de Marco en el registro civil. A la nueva –por renacida– Concha de Marco, la que rubricaba su poemario con ese título tan sugestivo: “Acta de identificación”. El libro que significaba para ella el retorno a su Ítaca de infancia, de la que se alejó cuando tan solo contaba cinco años. 
      Visto lo visto, queda patente la relación sentimental de nuestra poetisa Concha de Marco con el histórico Instituto de Soria (actual I.E.S. “Antonio Machado”). Para completar así el círculo trazado por la saga de los Gaya. Un hecho singular, sin duda, propiciado por el sortilegio de la literatura. 
José María Martínez Laseca 
(13 de diciembre de 2020)

Las doce tallas clonadas para San Juan

En la planta baja del Centro cultural Palacio de la Audiencia de Soria se exponen las réplicas de los 12 Santos titulares correspondientes a las 12 Cuadrillas en las que, actualmente, se divide la ciudad de Soria, a efectos organizativos o de intendencia, para la celebración de sus tradicionales Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios, y que este año no se han podido disfrutar a causa de la pandemia del Covid-19. 
      Inaugurada el pasado 2 de diciembre, la muestra de las nuevas imágenes clonadas está abierta al público en los horarios habituales hasta el día 8 de enero del año nuevo 2021. Quedan contextualizadas todas ellas por un conjunto de 57 fotografías de los sanjuanes, aportadas las más antiguas por el coleccionista Tomás Pérez Frías y las más recientes y novedosas por el fotógrafo Juan Carlos Arlegui. 
      Cabe decir que todo partió del empeño de varias corporaciones municipales que dotaron las partidas presupuestarias necesarias para que el proyecto, bajo la dirección técnica de Pablo Yagüe Hoyal, saliera adelante. La realización de dichas reproducciones ha corrido a cargo de Del Olmo Arte y Restauración S.L. , la empresa adjudicataria en 2018, que administra Julián del Olmo Soriano. Se trata de un taller artesanal especializado en este tipo de trabajos con materiales religiosos. 

El proceso comenzó por el escaneado de las piezas originales en 3D, continuando con el mecanizado posterior en el taller. Se efectuó por lonchas. Tras encolarlas, se lijaron y se repasaron con gubia a mano todos los detalles. Luego se preparó una base con yeso y alabastro, atendiendo a los dorados y trazando los dibujos, con el estofado al modo tradicional para dotarlas de su policromía. Todo ello en madera de calidad, sin dañar a las verdaderas. El resultado conseguido ahí queda, sometido a la fiscalización del curioso espectador. 
      Las doce tallas históricas, de madera policromada, de autores desconocidos y de influencia o escuela castellana, son las de San Pedro (s. XVI), Santa Catalina (s. XVII), Santa Bárbara (s. XVI), San Esteban (s. XVII), La Blanca (s. XVIII), El Salvador (s. XVII), Santiago (s. XVIII), La Mayor (s. XVIII), San Martín (s. XVI), San Blas (s. XVI), San Juan (s. XVII) y San Miguel (s. XVII). Dichas imágenes presiden la asamblea vecinal de El Catapán el primer domingo de mayo, desfilan el Lunes de Bailas desde la plaza mayor hasta la ermita de la soledad y retornan para rendir pleitesía a la Virgen de la Blanca (salvo la de El Salvador y la de La Mayor) y, después, al compás de la música recorren, portadas en andas, las calles de sus respectivas Cuadrillas. Y, entre fiestas, la mayoría de ellas permanecía en las casas de los Jurados en condiciones inadecuadas (calefacción, humedad, frío…), sometidas a contrastes que les producen contracciones y dilataciones. 
      La preocupación por su estado llevó a la Asociación de Jurados de Cuadrilla a adoptar medidas de mejora. Y durante el periodo 1999-2000 fueron restauradas, en dos fases, por Chabel Martínez, Mónica Sanz e Inmaculada Medina, contando con la colaboración del Ayuntamiento de Soria y Caja Duero. El proceso consistió en una desinsectación general, una media limpieza, un sentado de color en zonas concretas, estucados y desestucados en las pérdidas, de preparación, reintegración pictórica invisible, limpieza general, primer barnizado, reintegración unificada y barnizado final. 

Además, en julio de 2000, la restauradora Inmaculada Medina remitió a la Asociación de Jurados unas recomendaciones para la buena conservación de las tallas de las Cuadrillas. Siendo yo presidente de dicha Asociación escribí en el boletín nº 2 de julio-agosto de 2001 el artículo titulado “Sobre la mejor conservación y cuidado de las tallas de las Cuadrillas de San Juan”. Queríamos sensibilizar a los sorianos en aras a preservar para las generaciones venideras este patrimonio mueble, de carácter histórico-artístico y sentimental, que suponen las 12 tallas de los santos titulares de las Cuadrillas. 
      Allí, recogíamos ya la conveniencia de crear una sala específica de las Fiestas de San Juan que las cobijara y que bien pudiera integrarse en un futuro Museo de la ciudad de Soria. Al modo del centro de interpretación de los encierros de Cuellar (Segovia). Y apuntábamos, también, aplicar la clonación a la forma de actuar en nuestro caso, coincidiendo con la apertura de un auténtico clónico de las famosas Cuevas de Altamira, que entonces corrían serio peligro de degradarse por la masiva presencia de visitantes. 
      Esperamos, en consecuencia, que esta aspiración se vea rematada al completo. Y cabe pensar que, al igual que al rodar una película un doble sustituye a un actor principal en las escenas de mayor riesgo, los santos duplicados reemplacen a las tallas originales e históricas de los Santos de Cuadrilla más delicadas en el duro trajín al que se ven sometidas. 
      Porque nuestras fiestas de San Juan, con sus tradicionales usos y costumbres, fueron patrimonio del Estado del Común o Estado llano, hasta su disolución en el siglo XIX (1836), dividido en 16 Collaciones, Barrios o Cuadrillas, hasta que en 1909 se decidió reducirlas a 12. Y son fiestas ahora del común del pueblo soriano. Identitarias y muy singulares. Puesto que no celebra cada Cuadrilla o parroquia, como cabría suponer, la onomástica de su santo de advocación, sino que todas ellas al unísono, festejan, coincidiendo con el solsticio de verano, la pasión y muerte del dios toro y a sus 12 santos titulares. Por san Juan. De común acuerdo. 
José María Martínez Laseca 
(6 de diciembre de 2020)

lunes, 30 de noviembre de 2020

Sobre la nueva Ley de Educación

Siempre conviene hablar de educación. Por lo que en ella nos va es uno de los asuntos políticos de mayor importancia. Porque, como señalaba “Cuadernos de Pedagogía”, revista de formación e información en el ámbito educativo, la sociedad evoluciona a un ritmo vertiginoso. Los valores, los artefactos tecnológicos, las identidades infantiles y juveniles, la diversidad cultural o los nuevos escenarios de aprendizaje pillan a la escuela y a otros agentes educativos totalmente desprevenidos. Vivimos tiempos de desconcierto y de incertidumbre. Y porque, como bien dice Mafalda en su viñeta: es la vacuna contra la violencia y la ignorancia 
      Ahora, como consecuencia de la aprobación de forma inicial por el Pleno del Congreso de los Diputados, el pasado día 19 de noviembre, con la mayoría absoluta conformada por los votos a favor del PSOE, Unidas Podemos, ERC y los grupos minoritarios, de la LOMLOE, también conocida como Ley Celaá. Se cumplía con ello el compromiso que adquirieron, en 2013, varios grupos políticos de derogar la LOMCE o Ley Wert, que antes impuso el PP sin el más mínimo consenso. Así, frente al darwinismo de la Ley Wert, que apoyaba a los más fuertes en detrimento de los más vulnerables, esta nueva Ley apuesta para que la escuela pública, de todos y para todos, sea el pilar de la sociedad, a semejanza de la sanidad pública. Pretende elevar su calidad para que los ciudadanos no solo la respeten sino que acudan a ella. 
      No se puede negar la realidad: la forma de entender la educación va estrechamente unida a la forma de entender la sociedad. De aquí que haya surgido una cierta polémica en torno a la misma auspiciada por sus detractores, con el PP al frente de la manifestación, junto con la enseñanza concertada religiosa, que centran sus más furibundos ataques en determinados aspectos que vamos a analizar a continuación. 
      En la actualidad 9 de cada 10 niños sin recursos y 8 de cada 10 hijos de inmigrantes están escolarizados en la escuela pública, pese a que esta educa al 67,1% de los alumnos mientras que la concertada lo hace con el 25,5 % y la privada con el 7,4 %. Por eso el Gobierno entiende que la enseñanza subvencionada (financiada con los impuestos de todos) debería arrimar más el hombro. A fin de evitar la formación de guetos al segregar a los alumnos. Además, según informe encargado por los padres de la CEAPA, si un niño no paga la clase complementaria tiene que abandonar el aula en el 10% de los centros concertados de 7 comunidades y en Madrid alcanza al 28 % de dichos centros. Por eso, lograr una equidad en la escuela, que hoy no existe, supone el gran objetivo de la Ley Celaá. 
       Por otra parte, un 17% de estudiantes españoles con discapacidad (35.000) asisten ahora a centros especiales. Hecho que utilizan los críticos con la nueva Ley diciendo que van a acabar con dichos centros, cuando lo que realmente se pretende es conseguir una mayor integración de los afectados en los centros ordinarios. 
       Asimismo, han arremetido por la decisión en la Ley de que el castellano deje de ser lengua vehicular para todo el Estado, expresión que apareció por primera vez en 2013 en la Ley Wert. Esa fue la exigencia de Esquerra para apoyarla. Cierto es que un análisis reciente ha evidenciado que en ninguna de las escuelas públicas catalanas la lengua vehicular fuese el castellano. Por lo que la nueva Ley no cambia nada. 
        Y con respecto a la religión, los acuerdos de 1979 con el Vaticano, impiden que la religión salga de la jornada de clase. No obstante, con esta Ley esta asignatura no tendrá una alternativa. Si el alumno la elige figurará en su boletín de notas, aunque la misma no computará para la nota media ni a efectos de becas. 
      En definitiva, frente a lo que dicen los contrarios a la LOMLOE, la escuela concertada seguirá existiendo, La educación especial será una opción y no cerrará. Tampoco el castellano desaparece de Cataluña ni de otras comunidades con lengua propia. Y el que quiera estudiar religión podrá hacerlo. Aunque sí que se prohíbe la segregación de sexos en la concertada, como ordena nuestra Constitución. 
      Es una lástima que no se haya podido conseguir el deseable pacto educativo, tan invocado como imposible de lograr cuando el PP se encuentra en la oposición. La LOMLOE supone un paso adelante y un respaldo a la educación pública, al defender y apoyar la igualdad de oportunidades en una escuela pública de calidad, universal, laica, integradora y totalmente gratuita. 
       Por supuesto que la Ley Celaá no es perfecta, pero puede mejorar muchas cosas en aras a conseguir una mejor educación de los hombres y mujeres libres que necesita la sociedad española justa y democrática que queremos desarrollar en el presente y en el futuro. 
José María Martínez Laseca 
(29 de noviembre de 2020)

martes, 24 de noviembre de 2020

¿Salvar la Navidad?

Estamos en tiempo de pandemia por culpa del coronavirus o Covid-19.Tiempo de calamidad que ha convertido en tiempo de penitencia y de privaciones este 2020, un año horrible, que ya está dando sus últimas bocanadas. Desde su primera ola inesperada del mes de marzo, que nos perturbó la florida primavera. Con estado de alarma y confinamiento estricto en nuestras propias casas incluido. 
      Como consecuencia de su brutal impacto contagioso, hemos dejado de celebrar la teatralizada Semana Santa, nuestras sacrosantas Fiestas de San Juan en torno al toro, las un tanto anodinas de San Saturio patrón y, también, las más modestas fiestas populares de nuestros pueblos. No son buenas las aglomeraciones de gentes para la salud, ya que se nos dice que seis son mayoría y más de esos, multitud. 
      Y lo que es todavía peor de todo, un tiempo de dolor ya que estamos pagando un impuesto muy caro en pérdida de demasiadas vidas humanas. Cifra escalofriante. Con especial incidencia en nuestros mayores de las residencias de la tercera edad, aislados de sus familiares y faltos de afecto. Se han paralizado actividades culturales y los partidos de fútbol se desarrollan con las gradas vacías de público. Únicamente la vuelta al cole ha sabido adaptarse a la dura circunstancia y va tirando. 
      La crisis sanitaria, que afecta tanto a nuestra atención primaria como hospitalaria ha provocado, asimismo, una crisis económica de primer orden en nuestro país que asienta su economía sobre tres pilares tan sensibles como el ladrillo, el turismo y la hostelería. Ha caído la actividad económica, desbordándose el déficit público. Porque estamos gastando hasta lo que no tenemos. Y, por ende, hay crisis en el ámbito social y laboral con destrucción de empleo, empresas afectadas por ERES, trabajadores con ERTES y familias sin recursos. 
      Ahora, desde el pasado mes de octubre, nos encontramos inmersos en la segunda ola del campante a sus anchas coronavirus. Con toque de queda a las 10 de la noche y cierres perimetrales. Con bares y restaurantes con la persiana echada. Y se advierte un cierto retraimiento de la población, que está viendo que las infecciones no se detienen. Que siguen poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia. Hasta psicológicamente. Algunos predicen que la tercera ola será mental. 
      Avanzamos, pues, a tientas. Llega el invierno y bajan las temperaturas. Con el frío, los virus respiratorios encuentran un hábitat propicio para propagarse e infectarnos. Durante el invierno nuestras actividades se desarrollan preferentemente en espacios cerrados. Y tenemos las Navidades a la vuelta de la esquina. El Ayuntamiento de Soria ya ha completado el ornamento de calles y plazas, bola gigante incluida en la Plaza Mariano Granados. Pronto procederá a su encendido. Se pretende salvar la Navidad. 
      ¿Qué recomendaciones habrá que seguir para que aquellos ancianos que quieran disfrutar de la Navidad con sus familias puedan hacerlo en condiciones de seguridad? ¿Qué aconsejamos a nuestros estudiantes que van a regresar a sus hogares y con qué criterios de seguridad podrán participar en estas celebraciones? Aquellas personas que tengan un sentimiento religioso y quieran asistir a los rituales propios de la Navidad: ¿con qué aforos? ¿Cómo van a dar los niños la bienvenida a sus majestades los Reyes Magos? 
      Los gobiernos de Madrid y de Cataluña están empeñados en salvar la Navidad a toda costa, aunque eso no parezca tan buena idea. No sería esta la primera vez que se politizan estas fiestas. Lo hizo la derecha con Manuela Carmena de Alcaldesa. Porque se cree que la Navidad es suya. Como la bandera, el himno nacional y, también, como estamos viendo últimamente, hasta de la misma Constitución que sus padres no votaron. 
      Para superar esta segunda ola no basta solo con doblegar la actual curva de contagios. Eso ya lo hicimos en verano con la primera, para obtener los resultados que padecemos ahora. Por eso el salvamento de la Navidad con el que sueñan los místicos no va a producirse. Sería un gran error. Estas fiestas tan entrañables del solsticio de invierno, esta vez no serán como las tradicionales que conocemos. De jolgorio y derroche. Pese a que en nuestra actual sociedad de consumo a ultranza un frenazo brusco del mismo hace que todo el sistema se nos venga abajo como un castillo de naipes. 
      ¿Economía o salud? Entre la bolsa y la vida debemos optar por la vida. Salvar la Navidad para encontrarnos después de Reyes con una tercera ola -de más contagiados y una mayor letalidad- para la que seguimos sin estar preparados, sería imperdonable. Porque supondría tropezar tres veces en la misma piedra. Son fechas muy delicadas. Y la nueva Navidad exige sacrificios para todos. Porque lo prioritario es salvar vidas. 
      Nos prometen que el plan de vacunación contra el coronavirus comenzará a aplicarse en enero. El Gobierno quiere tener vacunados a 30 millones de españoles en el primer semestre del nuevo año 2021. La responsabilidad individual y la prudencia son imprescindibles (mascarillas, manos limpias, metro y medio de distancia) hasta que se consiga la inmunidad de grupo. Mientras tanto no podemos bajar la guardia. Ya habrá tiempo para que las familias se reencuentren y suban las bolsas. Esta Navidad, más que nunca, ha de ser sinónimo de de esperanza. Desde la solidaridad. 
José María Martínez Laseca 
(23 de noviembre de 2020)

sábado, 14 de noviembre de 2020

Marca Soria

Me gusta, a veces, volver la vista atrás, al tiempo amarillo, husmeando en nuestra rica hemeroteca local de prensa histórica. Siempre uno encuentra reseñas periodísticas que le llaman la atención. De ello han surgido algunos de mis trabajos de investigación y en otras ocasiones me han servido para reflexionar sobre nuestra realidad actual. Es el caso de la crónica que, bajo el título de “Excursionistas”, apareció en “El Avisador Numantino” de 31 de mayo de 1911, p. 2. Narraba su anónimo redactor la llegada a la ciudad de Soria, el día anterior, martes 30, de la Comisión excursionista presidida por el ilustre Rector de la Universidad de Zaragoza D. Andrés Jiménez Soler, acompañado por D. Juan Moneva Pujol, catedrático de Derecho Canónico, D. Mariano Gómez González, auxiliar de la cátedra de Economía Política y Hacienda; D. José Pina Alconchel, profesor de Caligrafía de la Normal de Maestras de Zaragoza y alumnos de letras; los jóvenes estudiantes de Letras D. José Ramos, D. José Lorente y D. Víctor Sancho; los de Derecho, D. Pascual García y D. José García; el de Letras y Derecho D. Miguel Sancho Izquierdo y el de Medicina D. Joaquín Quílez. Acompañaba a los excursionistas el notable abogado D. Marcelino Isabal, exdiputado a Cortes y jefe de los republicanos unionistas de Zaragoza. 
Fueron recibidos en la Estación por los profesores de nuestro Instituto D. Ildefonso Maés [director] , D. Agustín Santodomingo, D. Pelayo Artigas, don Francisco Santamaría , D. José Lafuente y otros señores. Los expedicionarios se hospedaron en el Parador del Ferial y sin apenas descansar, visitaron, acompañados de los profesores citados, del Sr. Granados y del Sr. Gómez Santacruz, el histórico y bellísimo monumento nacional San Juan de Duero, que llamó poderosamente la atención de los excursionistas por su originalidad, que constituye un verdadero problema para el arqueólogo. 
       El innominado periodista seguía contando: El Sr. Rector admiraba la singular arquitectura de los claustros y, como todos los sabios que han visitado tan notable joya, se preguntaba: ¿A qué orden, a qué estilo pertenece esta construcción, que para confundir más no aparece uniforme? Y detallaba algunos de los llamativos componentes de tan pequeño espacio como el que ocupa el antiguo Monasterio de la orden de San Juan de Jerusalén, que es digno de admiración. Hasta el punto de manifestar que tal monumento soriano era de más interés que los que acababan de ver en Toledo. 
       Después visitaron las bellezas que encierra la Colegiata, los pergaminos que se conservan en el Ayuntamiento, y por la tarde se trasladaron a Numancia. Los Sres. Granados, Gómez Santacruz, Palacio, el Alcalde Sr. Vicén y algunos otros señores dieron minuciosos informes de las excavaciones que se han practicado en aquel glorioso lugar, testigo de la más grande epopeya que registra la historia patria; trasladándose profesores y alumnos al campamento descubierto por la comisión alemana que dirige el señor Schulten, donde estuvo el ejército romano que acaudilló Escipión. 
       Y concluía señalando que ese mismo día, miércoles 31, habían visitado la Iglesia de San Juan de Rabanera, el Instituto de segunda enseñanza y el Museo Numantino. Partiendo esa misma noche para Zaragoza. 
       Como le ocurre hoy en día a tanta gente que nos visita, el que se lleven un grato recuerdo de nuestra tierra depende en gran medida de esos elementos de nuestro patrimonio histórico-artístico, cual el arte románico de nuestras viejas iglesias; arqueológico, como Numancia; etc., que constituyen una parte esencial de nuestras inequívocas señas de identidad. Lo que podríamos denominar “Marca Soria”. 
       Además, a mí, personalmente, me ha llamado la atención la extensa relación de personas que aparecen en ella. Así, ampliar la información sobre quienes fueron cada uno de ellos resulta un interesante ejercicio, favorecido por la facilidad de su búsqueda en Internet. Pero, al estar vinculada la referida excursión a la enseñanza (entonces pertenecíamos al distrito de la Universidad de Zaragoza) y con protagonismo del claustro de profesores del que era nuestro único Instituto, yo eché a alguien de menos: concretamente, al Catedrático de Francés y eximio poeta D. Antonio Machado Ruiz. Por supuesto que su ausencia estaba más que justificada, al encontrarse, desde el inicio de ese mismo año, acompañado de su joven esposa Leonor Izquierdo Cuevas, en París, becado por la Junta de Ampliación de Estudios. Y allí, el 14 de julio, día nacional de Francia, surgió la tragedia, que acabaría fraguando la leyenda de uno de los grandes amores que en la historia de la humanidad han sido. 
       Casi 110 años después de aquello, el paso de Antonio Machado, inmortalizando nuestro austero paisaje en sus versos, se ha sumado para siempre como un imprescindible de nuestra “Marca Soria”. 
José María Martínez Laseca 
(14 de noviembre 2020)

Decir Miguel Delibes

Es conveniente, de cuando en cuando, volver la vista a lo nuestro. Hacia alguno de los nuestros. En su carnet de identidad: Miguel Delibes Setién. Tercero de ocho hermanos. Nació en Valladolid, el 17 de octubre de 1920. Por lo que decir otoño es, también, decir Miguel Delibes. Se cumplen, pues, ahora cien años de aquel alumbramiento. En su ciudad natal, cursó estudios de Comercio y Derecho. Tras la guerra civil, ejerció de Catedrático de Derecho mercantil en la Escuela de Comercio de Valladolid y, paralelamente, practicó el periodismo en “El Norte de Castilla”, diario de inspiración democrática del que llegó a ser su director desde 1958 a 1963. Empero, sus ocupaciones profesionales de la docencia y el periodismo no aquietaron su vocación de novelista, con la que alcanzó reconocimiento internacional. En ello influyó decisivamente Ángeles de Castro, con quien se casó el 23 de abril de 1946 y tuvo siete hijos, excitando su fervor por la lectura. Notorias son, además, sus aficiones a la caza y a la pesca. 
       A Miguel Delibes, políticamente liberal y poco amigo de estridencias se le considera un escritor de provincias. Cuando, en 1976, se fundó el periódico “El País” lo reclamaron para director, cargo al que el renunció. Y aunque viajó bastante y, como conferenciante, recorrió los más diversos países, demostró una firme voluntad, de pensamiento y obra, de permanecer fiel a sus raíces, a su territorio. Por lo que decir Miguel Delibes es, también, decir Castilla y lo castellano. Nunca cejó en su denuncia de la marginación y el abandono de Castilla. Siempre vivió en Valladolid y allí murió en su casa el 12 de marzo de 2010, a los 89 años de edad. No en balde, gustaba repetir por coartada: soy como un árbol, que crece allí donde lo plantan. 
       Lo dio a conocer su primera novela, “La sombra del ciprés es alargada”, impregnada de una cierta angustia existencial, con la que Miguel Delibes obtuvo el Premio Nadal en 1948. Pero sería la tercera, “El camino” (1950), la que lo consagró literariamente. Las correrías, con final trágico, de tres niños, Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso, cuando el primero va a partir del pueblo a estudiar bachillerato a la ciudad, nos adentran en la vida aldeana. Se dice que Delibes nunca ha sido un escritor ambicioso, salvo en “Parábola de un náufrago” (1969), si bien ha acreditado ser un novelista tenaz y leal a sus lectores. Tras “La hoja roja” (1959), sobre la vida gris de un jubilado, publicó “Las ratas” (1962), de marcado carácter social, a la que tuvo por su obra maestra, y donde nos muestra la vida de un pueblo castellano con toda su dureza y sus miserias. Decir Miguel Delibes es por ello, también, sinónimo de defensor de la dignidad de la gente del campo. Lo que es, asimismo, patente en el estoicismo de los personajes de sus novelas posteriores “El disputado voto del señor Cayo” (1978) y “Los santos inocentes” (1981). 
       Nuestra guerra civil del 36 asoma a menudo en sus obras. Sucede, entre otras, en “Mi idolatrado hijo Sisí” (1953), “377A, madera de héroe” (1987) y sobre todo en “Cinco horas con Mario” (1966). Aquí, su viuda Menchu, de clara mentalidad reaccionaria, va hilvanando, mediante un apasionado monólogo interior, sus pensamientos y recuerdos cargados de reproches hacia los ideales de austeridad y las inquietudes sociales y literarias de Mario, su marido. Por lo que decir Miguel Delibes es también apostar por la integración y la comprensión del otro en la convivencia. De este modo, el núcleo argumental de su última obra “El hereje” (1998) es la libertad de pensamiento y de expresión, por lo que supone un claro alegato contra la censura. 
       Por ende, sus textos cinegéticos, como “La caza de la perdiz roja” (1963) o “Con la escopeta al hombro” (1970), y otros libros, cual “Mi vida al aire libre [Memorias de un hombre sedentario] (1989), le valieron la consideración por parte de sus estudiosos de ser uno de los primeros defensores del medio natural. El 25 de mayo de 1975, al tomar posesión de su sillón como académico de número de la Real Academia Española, Delibes pronunció su innovador y apasionado discurso “El sentido del progreso desde mi obra”. Una declaración de principios, que fue el primer manifiesto conservacionista que llegó a la gente normal en forma de interrogación: “Por qué no aprovechar este acceso a tan alto auditorio para unir mi voz a la protesta contra la brutal agresión a la Naturaleza que las sociedades llamadas civilizadas vienen perpetrando mediante una tecnología desbridada?”. Por desgracia, muchos de sus temores se mantienen hoy vigentes. Por tanto, decir Miguel Delibes es, también, hablar de un defensor de la naturaleza adelantado a su tiempo, cuando la naturaleza no formaba parte de las preocupaciones de una sociedad que bastante tenía con tratar de sobrevivir a las circunstancias. 
       A lo largo de su trayectoria, Delibes se hizo merecedor de importantes premios y distinciones. Entresaco el Premio Príncipe de Asturias de las letras de 1982, el Premio de las Letras de la Junta de Castilla y León de 1984 y el Premio Miguel de Cervantes de 1993. Además muchas de sus obras se vieron llevadas al cine, a la televisión y al teatro. 
       Por todo ello, decir Miguel Delibes es reconocer las dotes de un excepcional escritor, con un no menos excepcional dominio del idioma castellano, volviendo común al pueblo lo que del pueblo saliera. O sea, sus propias palabras. Y nos conviene volver a leerlo. Porque, como advirtiera el ilustrado Carl Linneo: si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas. 
7 de noviembre de 2020 
José María Martínez Laseca

sábado, 31 de octubre de 2020

El encantador de lectores

Cualquier escusa es buena para el recordatorio de ciertas personas que nos precedieron y que, debido a su talento creativo, nos dejaron un legado importante. Y, de este modo, arrebatárselas al devorador olvido. Una ocasión muy socorrida se da con los centenarios. Pero, en el caso que aquí nos ocupa, sobran los motivos. Porque, en este 2020, se cumplen cien años de su nacimiento, cuarenta de su muerte y cincuenta de que le fuera otorgado el más prestigioso premio de literatura infantil, el Hans Christian Andersen. Acaso, no es tan conocido como Roald Dahl, pero sí de una enorme influencia. Me estoy refiriendo al escritor italiano Giovanni “Gianni” Rodari (Omegna, Piamonte, 23 de octubre de 1920 - Roma, 14 de abril de 1980), además de pedagogo y periodista especializado en talleres sobre la comedia infantil y juvenil. 
      Él enseñó a los niños a amar los libros, asumiendo un papel activo como lectores. Y no solo obtuvo reconocimiento en Italia, ya que, también, contó, y sigue contando, con muchos seguidores en nuestro país. De hecho, aquí fue muy publicado en los años ochenta. Si algo primó en su quehacer fue la imaginación y la fantasía, cambiando por completo la pedagogía de las escuelas italianas en los años sesenta y setenta, cuando había espacio para la creatividad y para las ideas progresistas. Él siempre apostó porque existiese una asignatura de la fantasía. Defendió que la creatividad puede aprenderse y , en consecuencia, enseñarse. Por eso, con él aprendimos a escribir, a disfrutar y a jugar con las palabras. 
      La vida de Rodari no fue fácil. Hijo de panaderos, con nueve años quedó huérfano de padre. En 1934, su madre Magdalena lo matriculó en el magisterio de humanidades. Le gustaba tocar el violín por las tabernas con sus amigos. Por su mala salud, pudo evitar el servicio militar. No obstante, se topó con el fascismo, toda vez que para trabajar como maestro se le exigía afiliarse al Partido Nacional Fascista. Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo destinado en el hospital de Millán, donde comenzó sus contactos con la Resistencia. Su hermano Cesare había sido apresado y llevado a un campo de concentración nazi, al que sobrevivió, pero dos de sus mejores amigos murieron en el frente. De este modo, tras romper su carnet fascista pasó a afiliarse en 1944 al Partido Comunista Italiano. 
     Una vez acabada la guerra, inicia su actividad de periodista en publicaciones vinculadas a los partidos comunista y socialista como “El Orden Nuevo”, que dirigió en 1945, o “L´Unitá”, donde, hacia 1947, crea “El Domingo de los Pequeños”, un suplemento del periódico dirigido a los niños. Como resultado de dicha inclinación por la literatura infantil, surgirán sus dos historias publicadas: “El libro de las retahílas” y “Las aventuras de Cipollino”, que obtuvo un gran éxito en la URSS. En ella, el niño Cebolla se enfrenta al malvado caballero Tomate y lucha contra la opresión y las desigualdades sociales. En España el libro se publicó por primera vez en 1982 con el título de “Las aventuras de Cebollín” (Bruguera). Previamente, en 1964, la editorial Lumen había publicado “Jip en el televisor”. No obstante, su popularidad se incrementó en los años ochenta y noventa cuando lo publicó tanto SM en su colección Barco de Vapor, como Bruguera. Después lo harían nuevas editoriales. 
      Para Rodari, siempre hay un niño que te pregunta: ¿Cómo se inventan las historias? Y se merece una respuesta honesta. De ahí su manual “Gramática de la fantasía”, donde se habla de algunos modos de idear historias para niños y de ayudar a los niños a concebir por sí solos sus propias relatos. Otro de sus libros de pedagogía es “El libro de la Fantasía”. A ellos se añaden “Cuentos por teléfono”, “Cuentos escritos a máquina”, “La góndola fantasma” y “Cuentos al revés”. 
      Gianni Rodari trabajó, durante los años cincuenta, con la periodista comunista Dina Rinaldi en el semanario juvenil “Il Pionere” (Los Pioneros), contando historias sobre problemáticas sociales, que tuvieron gran difusión en los kioscos. Acusado de adoctrinar a los niños se vio excomulgado por el Vaticano. El 25 de abril de 1953, se casó con María Teresa Ferretti, secretaria del Grupo Parlamentario del Frente Democrático Popular, una coalición entre el Partido Socialista y el Partido Comunista. Ese mismo año, Rodari fundó el periódico de ámbito nacional Avanguardia (Vanguardia), instrumento de expresión de la Federación Juvenil Comunista Italiana. Su actividad, vinculada al periodismo y la educación de los niños, siguió incansable hasta que enfermó en 1979, lo que condujo a su muerte en 1980. 
      Que reivindiquemos a Gianni Rodari se debe a que su influjo revolucionario continúa hoy en día vigente. Él, tan partidario de la escuela social, aboga no solo porque los niños lean y comprendan lo que leen, sino para que se conviertan en narradores y sean capaces de escribir sus propias historias, dado que ello comporta tomar decisiones. Acercarse a la realidad a través de la fantasía y no necesariamente para escapar de ella. Sus libros siguen provocando la reacción del primer lector y nos devuelven esa sonrisa tierna y gamberra a un tiempo. Rodari eleva a cada niño a la categoría de artista y, como creadores, los hace a todos más libres y sus vidas más divertidas y mejores. ¿Merece la pena enseñarle a un niño llorando algo que puede aprender riendo? 
      La imaginación que crea y transforma era su lema. 
José María Martínez Laseca 
(31 de octubre de 2020)

miércoles, 28 de octubre de 2020

Las maguillas

Juega el otoño a mezclar en su paleta los colores verdes, amarillos, naranjas y rojos para mejor teñir las hojas de los árboles, al punto de caerse secas por el suelo y convertirse en juguetes del viento caprichoso. Es la estación de la melancolía, dentro del tiempo circular de la otrora dominante cultura agraria; la que nos trae por presentes los llamados frutos del bosque. Entre ellos, destacan los sabrosos frutos rojos, como arándanos, endrinas, arañones, grosellas y moras. 
      En uno de estos últimos días, yo paseaba por el campo, cerca del río Duero, plácidamente, acompañado por mi nieto Gonzalo, de tan solo tres años. Alguna ardilla saltaba asustada a nuestro paso y trepaba veloz hasta perderse entre las altas ramas de los árboles. Gonzalo me preguntaba en cada tramo por todo cuanto le llamaba la atención. Yayo: ¿cómo se llama eso?, me requería señalándolo con su dedo índice. Y cuando yo le respondía, él repetía las palabras aprendidas para hacerlas más suyas. 
        De pronto, me mostró un arbolillo a modo de rosal. Yo le expliqué que aquellas bolitas rojas eran escarambrujos (o tapaculos) con los que, siendo yo niño, hacíamos collares ensartándolos en un hilo. Pero él, con mejor vista que la mía, insistió para aclararme que aquello eran manzanitas. Y así resultó, para mi sorpresa, cuando me aproximé. 
      El arbusto en cuestión era el maguillo o manzano silvestre, cuyo fruto es más pequeño que la manzana común. En nuestra tierra de Soria las conocemos como maguillas y entre sus características están su sabor ácido, lo que provoca cierto rechazo para comerlas directamente del árbol, y que no suelen llegar a madurar. Tal designación, acaso un localismo, no figura en el DRAE. En otras partes las denominan “maellas”, e incluso “sagarmines” (del euskera sagar “manzana” y min “agrio”), por el País Vasco. 
       Nuestro afamado escritor Camilo José Cela, en su colaboración en “La Vanguardia”, de 22 de marzo de 1950, pág. 5, bajo el título: “El andarríos del octavín pasa por el horizonte” hacía referencia a los sagarmines situando al protagonista de su relato en nuestra comarca de pinares. Cito: “(…) Me contó un lego de San Silvestre - truhán, como es de ley, y seco como un sarmiento- que en una ocasión, estando el flautista [Octavio] soplando de su flauta allá por los pinares donde el Duero, aun niño, todavía se llama Duruelo, se le acercó una ardilla que le regaló un sagarmín y tres rositas silvestres, al tiempo que le dijo: -Señor músico, yo, aquí donde me veis vestida con la roja piel de la ardilla, soy una doncella encantada que no me desencantaré hasta que mis oídos escuchen, en una noche de luna, el tañir de una flauta que toque una tocata que se llama la “Pavana para una infanta difunta”. ¿La querréis tocar? El andarríos Octavio se comió el sagarmín, se puso una rosita en cada oreja y otra en el sombrero, y habló de esta manera, con la voz fina que se pone para hablar a los corazones del bosque: -Gentil señorita: yo no sé tocar esa tocata que me decís, ni la he oído en mi vida, pero tampoco es ley que sigáis encantada y que, siendo doncella, viváis sola en el bosque, saltando de rama en rama. Os propongo que os vengáis conmigo. Yo ando despacio y no habéis de cansaros nunca, pero si algún día os cansarais o si quisieseis dormir, siempre encontraréis en el bolsillo de mi zamarra un refugio tan pobre como caliente y seguro (…)”. 
      Al margen de la magia, por estas latitudes, las maguillas, cuya recolección se efectúa a finales de octubre o inicios de noviembre, al igual que los membrillos, se han usado tradicionalmente como ambientadores, metiéndolas en los armarios donde se guardaba la ropa. No obstante, las maguillas son muy buscadas para elaborar un exquisito licor. 
      El proceso para hacerlo es similar al que se sigue en la elaboración del pacharán con las endrinas. Así, se seleccionan las mejores maguillas, se les quita el rabo y se cortan en cuatro trozos que se introducen en una garrafa hasta cubrir un tercio de su capacidad y se completará el resto con un anís especial, añadiéndosele incluso un chorrito de orujo. Después, se dejará reposar hasta que pase un año. Finalmente, se cuela y embotella. Y a beberlo, en un chupito frío, tras la comida. Por lo que dicen, es un buen digestivo. 
José María Martínez Laseca 
(24 de octubre de 2020)

sábado, 17 de octubre de 2020

Del controvertido Cerro de los Moros

“El urbanismo de su ciudad tendrían que estudiarlo ya los niños en la escuela”, me decía un viejo arquitecto jubilado al que yo le pregunté sobre la transformación urbanística experimentada por la mía de Soria. Entre otras razones, porque comprarse un piso es una inversión en la que a la mayoría de las familias les va toda una vida. 
      Cierto es que en la enseñanza secundaria y en la asignatura de Geografía, algunos libros de texto introducen en aspectos como: la ciudad actual, los usos del suelo urbano o los planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU). En el que consulté, me agradó su propuesta “Ponte a prueba”, que trataba de esclarecer conceptos como: expropiar, urbanizar, realizar alegaciones, suelo, clasificación y usos. Incluso planteaba a los alumnos que averiguaran si su municipio tenía un PGOU y desde cuándo estaba vigente y si en su barrio había suelo destinado a uso dotacional deportivo. Al tiempo que, respecto a problemas urbanísticos, les incitaba a que preguntaran en sus casas si habían oído hablar de algún supuesto dudoso y a buscar anuncios y artículos en periódicos relacionados con dichos problemas urbanísticos. 
       Si nuestros aplicados alumnos hubieran realizado bien sus deberes, en estos días de pandemia en que vivimos, se hubieran encontrado en la prensa local con unas cuantas cuestiones resaltadas en la negrita de sus titulares. Como los de la construcción de la nueva depuradora de la ciudad; la compra de suelo, mediante subasta pública, por el Ayuntamiento de Soria, el cambio de terciario a residencial de la antigua sede central de la Caja de Ahorros de Soria y la concerniente al Cerro de los Moros. En este último caso, les habría llamado especialmente la atención la recogida de firmas para impedir la urbanización de esta zona, por afectar a “los parajes que inspiraron a Machado”. 
       Sabido es que la ciudad es un espacio físico y social que se crea… Y lo crean diversos agentes con intereses contrapuestos. Verbigracia: los propietarios de los medios de producción, los propietarios del suelo, los promotores, los ciudadanos y el poder político, que interviene con la planificación, viviendas sociales, equipamientos e infraestructuras. Y que arbitra los conflictos entre los diferentes agentes. 
       El viernes 7 de agosto de 2020, el BOCYL publicaba la Orden FYM/726/2020 de 20 de julio por la que se formulaba el informe medioambiental estratégico de la Modificación Puntual en el sector Sur-D4 “Cerro de los Moros”, del Plan General de Ordenación Urbana de Soria. Resultando favorable ya que en él, tanto la opinión de la Confederación Hidrográfica del Duero como la de la Dirección General de Patrimonio Cultural (dado que toca El Castillo, y las márgenes del Duero declaradas BIC) “permiten deducir que no existen problemas ambientales”. 
       Empero, la sombra urbanística del Cerro de los Moros es alargada. La calificación de su suelo de riscos como urbano urbanizable se remonta ya al PGOU de 1994, para el que el socialista Luis Pascual reclamó “especial protección” (BOCYL-D-10071995-56) . Y el actualmente en vigor, de 10 de marzo de 2006, aprobado por el PP más IDES (con Encarnación Redondo de alcaldesa), y voto en contra de PSOE y ASI, lo consolidaba y ampliaba. 
      Vemos en la hemeroteca: “El aprovechamiento urbanístico del cerro de los Moros y la ronda Sur han sido los puntos de discordia, que han motivado la postura contraria al PGOU de PSOE y ASI” (Heraldo de Soria 12-02-2006, p.6). Jesús Bárez de ASI “por el a aprovechamiento excesivo” y “el proyecto de la carretera” y Carlos Martínez del PSOE aludió a una “colmatación de viviendas” y aseguró que “el plan significa que se establecen convenios que benefician a algunos”. Unas actuaciones urbanísticas “que Luis Rey estando en la oposición no dudó en aseverar que serían llevadas a la Fiscalía Anticorrupción. Ahora en el gobierno municipal, las promueve bajo el argumento de que se han incluido una serie de modificaciones en el proyecto. Se trata, en este caso de hacer desaparecer un túnel y de pasar de viviendas unifamiliares a residenciales (Ver: Diario de Soria 11-06-2010, p. 4). 
       Ahora, el asunto, que estaba aletargado, se ha reactivado. Al cambiar de manos la propiedad y ante la supresión de la actual depuradora maloliente. En el Ayuntamiento de Soria, Podemos toma la iniciativa para detener el proyecto, reclamando mayor transparencia, convocar el Consejo de Urbanismo y promover su protección. El grupo ecologista ASDEN se queja de que: el impacto visual de las más de 1300 viviendas previstas es incuestionable; la zona destinada para equipamientos es inviable; los viales e infraestructuras son tremendos y muy costosos, viaducto incluido, y sin salida efectiva por la ladera del Castillo. [¿Resucita en parte la otrora Variante Sur?]. 
       El Ayuntamiento de Soria ha pedido a la Junta iniciar el trámite, al solicitarlo el propietario, si bien el proyecto en cuestión no ha salido todavía a exposición pública. Pero el tema está ya que arde. Hay quien dijo; Soria tiene muchos pisos vacíos y el aumento de viviendas cuando no hay expectativas de crecer solo es movimiento especulativo. 
       Yo le respondí al arquitecto jubilado: también el ajedrez debiera incluirse como materia de estudio en la escuela, para que los alumnos meditaran y supieran ver críticamente como los astutos jugadores mueven las piezas sobre el tablero del suelo de su ciudad. 
José María Martínez Laseca
(17 de octubre de 2020)

lunes, 12 de octubre de 2020

El día de los docentes

Cada profesión tiene su santo patrón. El término patrón procede del latín patronus = patrono, que significa protector, defensor, abogado, amparador. Obviamente, la costumbre es de origen cristiano. Y los enseñantes no iban a ser una excepción en la regla. En mis tiempos de colegial se adjudicaba tal cometido a Santo Tomás de Aquino, ya que su filosofía de vida (independencia y autonomía de la razón) era enseñar, y lo celebrábamos jubilosos profesores y alumnos cada 28 de enero. Ahora, en su lugar se festeja el Día Mundial de los Docentes. Y aunque parece que la fecha elegida por la UNESCO es el 5 de octubre, aquí se ha desplazado esta vez al viernes 9. Su lema “Docentes: liderar en situaciones de crisis, reinventar el futuro”. Se pretende con ello honrar la profesión docente y llamar la atención sobre el papel que desempeñan los docentes en el sentido de que nadie se quede rezagado. 
      Y no viene nada mal tal cosa. Por lo que supone de respiro al empalmar un puente con el día de la Hispanidad del lunes 12 de octubre. Y, sobre todo, porque, además, nos lleva a reflexionar un poco más al respecto. Uno recuerda con aprecio a sus profesores brillantes, pero con gratitud a los que tocaron nuestros sentimientos. Estamos refiriéndonos a algo más amplio y complejo como es la educación. Una responsabilidad que corresponde al conjunto de la sociedad y que, no obstante, se hace recaer en los más de los casos exclusivamente sobre los docentes. Así en alguno de los diagnósticos que se han realizado en nuestro país sobre los profesores se les achaca a estos entre otras cosas el que están desprestigiados, que viven aislados y han perdido la pasión por su trabajo, al tiempo que fallan su selección y su formación y falta de liderazgo en los directores de los centros. 
      Por supuesto que todo es susceptible de mejora. Empero, a la hora de hacer justicia hay que colocar en los platillos de la balanza todos los elementos y no solo aquellos que interesan a algunos para criticar con acritud. Viene de atrás la propuesta de crear un nuevo modelo de acceso similar al MIR sanitario, que prolongaría más aún el proceso de formación del profesorado de los seis años de licenciatura y aprobar una dura oposición. Se está viendo ya que muchas Comunidades Autónomas tienen problemas para cubrir las plantillas de sus centros, por falta de profesores. Esta profesión no es, pues, tanto chollo como algunos se creen. Hay otras de rango inferior dentro de la función pública mucho mejor pagadas y con más posibilidades de promoción. Y mucho menos conflictivas en su práctica. Incluso, los profesores tienen la exigencia de su formación continua para que se les reconozca la gratificación de sus sexenios. En buena medida el sentido vocacional es lo que subyace a la tarea docente. 
      Ahora se cumple, precisamente, un mes del inicio del curso escolar en una situación de riesgo añadido, provocado por la pandemia del coronavirus. De ahí el reconocimiento debido a la contribución que aportan los docentes a la hora de abrir los centros educativos para proporcionar el aprendizaje a los alumnos diversos todos los días, garantizándoles así su legítimo derecho a la educación. Si como tanto se cacarea, la educación tiene por cometido principal potenciar el más importante recurso de nuestro país, es decir su capital humano, no nos olvidemos de dar a la profesión docente la dignidad que merece. 
José María Martínez Laseca 
(9 de octubre de 2020)

viernes, 2 de octubre de 2020

¿Impasibles ante la pandemia?

Que estamos en tiempo de pandemia nadie lo puede negar. A causa del coronavirus o Covid-19, que tanto está perturbando nuestra existencia cotidiana. Con la mascarilla puesta cubriéndonos nariz y boca, las manos lavadas de continuo y guardando la distancia de un metro y medio. Estamos viviendo, por todo ello, una horrible pesadilla que nunca pudimos imaginarnos. (Si bien es cierto que hace ya un siglo, de 1918 a 1920 con la gran gripe –mal llamada española–, ocurrió algo semejante). En una situación de incertidumbre. Avanzando hacia un futuro sin certezas. Dentro de un territorio en el que aumentan los infectados. Preocupados por el retraso que se advierte en la aplicación de las medidas necesarias. Ansiosos por la salvífica vacuna prometida. 
      Por tan anunciada, ya se veía venir esta segunda ola y, sin embargo, parece que estamos afrontando su rebrote en las mismas deficitarias condiciones de hace seis meses. Y, por añadidura, con una evidente desunión política. Como se ha puesto de manifiesto entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno Central. El Ministerio de Sanidad publicaba este jueves 1-O en el BOE la orden para restringir la movilidad en ciudades de más de 100.000 habitantes con tasa de incidencia superior a 500, y avisa de su obligado cumplimiento en 48 horas, para evitar las salidas masivas durante el fin de semana. Pero Isabel Díaz Ayuso se subleva y recurre ante los tribunales el cierre de Madrid. Pese a que la propuesta fue apoyada por mayoría en la reunión del miércoles por el Consejo Interterritorial de Salud. Con el voto en contra de Madrid, Galicia, Cataluña, Andalucía y Murcia y las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla. Llamativamente, Castilla y León votó a favor, al prevalecer la ciencia (criterios epidemiológicos) a la política, según alegan. A fin de cuentas, los datos son inquietantes. Y es urgente que se tomen decisiones sensatas y de colaboración entre administraciones encaminadas a salvar vidas. 
      En España siguen siendo elevadas las cifras de contagios y de muertos, con una evidente presión sobre el conjunto de la atención asistencial y la progresiva ocupación de las UCI. La pandemia ha puesto al descubierto las debilidades de un sistema sanitario público como el nuestro, antes considerado de ejemplar. Ahora con sus diecisiete aplicaciones nacionalistas. Lo que se está denotando es una falta de planificación y de inversión en recursos materiales y humanos. La carencia de un mayor refuerzo a la estructura de la atención primaria, que se está viendo colapsada. Ya son muchos los años que llevamos de precariedad. 
      Ante la imperiosa necesidad, buscamos ahora, con prisas, donde sea y como sea (contrataciones extracomunitarias y sin el MIR) a esos médicos que nos faltan. Los que se formaron en nuestras universidades, en número de unos 7.000, tuvieron que marcharse a trabajar al extranjero, ante la falta de expectativas. Como plasmaba con ironía un wasap que me llegó días atrás, Pablo Casado clamaba: “Es urgente que Pedro Sánchez contrate a esos sanitarios que nosotros hemos despedido”. Tanta desidia y menosprecio se ha hecho de lo público. 
      La socorrida máxima de que “la salud es lo que importa”, ha devenido en una frase hecha, vacía de contenido. Se ha dicho, y con razón, que lo que está sucediendo en este país con la pandemia del Coronavirus es un fracaso colectivo. A ver si espabilamos, porque nos van muchas vidas en ello. Y harán falta además planes de reactivación económica y del empleo ante esta desgracia. Para salir de esta, necesitamos recuperar algún atisbo de confianza frente al miedo circundante. 
      (Posdata: Mientras todo esto acontecía por aquí; allá, en su Argentina natal, fallecía (el 30 de septiembre de 2020) el humorista gráfico e historietista Joaquín Salvador Lavado Tejón (hijo de españoles emigrados), más conocido como Quino. El padre de Mafalda, nacida en 1964 y que llegó a España hace cincuenta años. Esa niña peluda y traviesa que, junto a su pandilla de amiguitos nos hacen esbozar una sonrisa en el curso de sus viñetas y, sobre todo, reflexionar y pensar. Mafalda nos enseña a tomar la palabra y ser contestatarios. Más críticos aún, para saber mirar y así poder ver mejor lo que los políticos nos quieren ocultar. Por eso conviene leer a Quino antes de acostarnos. Para limpiarnos las telarañas de nuestros ojos inundados de tantas vanidades y absurdeces. “Nunca sobra alguien que falta”.) 
José María Martínez Laseca 
(2 de octubre de 2020)

jueves, 24 de septiembre de 2020

¿La ciuddad creciente?

La ciudad es un hecho colectivo. Bajo su sustantivo entendemos un núcleo habitado que ocupa un amplio espacio, donde se prestan los servicios jurídicos, políticos, administrativos, comerciales, culturales, etc. y se desarrollan actividades profesionales diversas. En Grecia se les llamaba Polis/eis y en Roma Civitas/tis. Para los romanos tenía un doble contenido ya que por un lado se refería a una comunidad organizada y diferenciada de habitantes de pleno derecho, que vivían en un núcleo concreto, en un lugar determinado, y, por otro, remitía a un núcleo habitado que tenía al menos dos elementos definitorios fundamentales: uno el construido, el urbano: Urbs (aedificia), la ciudad material y su trazado urbano, y otro el Territorium que indicaba el espacio extraurbano que dominaba. 
      Y nos sirve muy bien esta breve introducción para adentrarnos en lo que vamos aquí a tratar respecto a nuestra ciudad de Soria. Calificada de natural e histórica. Lo primero por tener que adaptarse al terreno junto al tajo del Duero. E histórica, porque no en vano hay quienes afirman que se fundó ya en 1119, por Alfonso I el Batallador. Su emplazamiento inicial fue defensivo en el cerro del Castillo y luego se extendió por el collado, disponiéndose en 35 barrios o colaciones en torno a sus 35 parroquias. Una muralla de 4.100 m. enmarcaba este recinto medieval de unas 100 has. Es, pues, el arte románico lo que dejará su impronta en la ciudad, a lo que se añadirán a partir del s. XVI las casonas y palacios de las ricas familias ganaderas. Con el reinado de Carlos III saltará la muralla hacia el oeste con la calle del Arrabal, hoy de Numancia. No obstante, retrocedió con la Guerra de la Independencia, al incendiarse su arrabal y ver demolida su muralla defensiva y hasta 300 casas. El aumento demográfico de la 2ª mitad del XIX provocó su expansión por la llanura adoptando esa forma de raqueta. Si bien fue el s. XX quien le confirió su carácter plenamente urbano, ensanchándose en dirección a Madrid y Valladolid y hacia las eras de Santa Bárbara. 
      Curiosamente, Fernando Chueca Goitia en su libro La destrucción del legado urbanístico español de 1977, señalaba que el ambiente urbano modesto, pero entrañable y evocador con su marco paisajístico emotivo, sufrió un grado de deterioro máximo con agresivas construcciones. Sin ningún plan de rehabilitación su Casco Histórico quedó destrozado. Por lo que perdió su encanto. Importantes propietarios y constructores camparon a sus anchas en derribos y edificaciones. 
    Ya sabemos que son los planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) los instrumentos utilizados para planificar el crecimiento de las ciudades. Clasificando el suelo en urbano, urbanizable y no urbanizable (protegido o rústico) y fijando el tipo de uso que se va a dar al suelo (vivienda, dotacional, industrial) que se decide recalificar. 
       Con los Ayuntamientos democráticos y la legislación sobre el suelo se pretendió poner freno a los desmanes. El entonces PGOUvigente en Soria databa de 1961. El juego de intereses estaba ahí para dirigir la expansión urbana o para urbanizar por fases o a saltos y conseguir mayores volúmenes y alturas. Las expropiaciones para equipamientos requerían de la aprobación de la Consejería autonómica competente y la construcción de carreteras depende del Gobierno central. 
       Se presentaron candidaturas de constructores al Ayuntamiento de Soria. En 1992 hubo protestas de Empresas de la Construcción y Obras Públicas (AECOP) contra el avance del nuevo PGOU, que se aprobaría en 1994. Luego vendría, el 2001, en plena burbuja inmobiliaria, la revisión fallida con el Salto del Duero, que desembocaría en el actual PGOU de 10 de marzo de 2006. Ya, hasta nuestros días, solo ha habido diferentes modificaciones puntuales y también adaptaciones del Plan Especial del Casco Histórico. 
        El urbanismo sostenible, junto al importante sector económico de la construcción (con la promesa de acceso a una vivienda digna), siempre han constituido asuntos relevantes, de preocupación ciudadana. De aquí mi llamada de atención para pensar y debatir sobre nuestra ciudad: ¿en qué situación se encuentra? ¿hacia dónde va? La ciudad de Soria ha funcionado como un gran aspirador que ha succionado a la gente de los pueblos de la provincia, con muchas viviendas de segunda residencia o no principales. 
      En el marco del planeamiento y gestión urbanística municipal a corto y medio plazo que se apoya en una intervención pública activa basada en la creación y desarrollo de patrimonio público de suelo el Ayuntamiento de Soria ha adquirido 54,7 has. en los Royales Oeste, por 2,6 millones de euros. Una llamativa iniciativa, sin duda. Suele recomendarse que ello se haga a ser posible de manera concertada con la Administración Autonómica y Central cuando sea aconsejable y, en su caso, con la iniciativa privada más emprendedora. ¿Se ha obrado así? ¿Se trata tal vez de un chollo que otro nadie ha visto? ¿Tanta previsión tenemos en Soria de nuevas viviendas? ¿Acaso hemos renunciado definitivamente a dinamizar el casco histórico de nuestra ciudad? 
José María Martínez Laseca 
(23 de noviembre de 2020)         

lunes, 21 de septiembre de 2020

Rostros de literatos de por aquí

Puede que yo la viera anunciada en el periódico local o acaso –y me parece esto lo más probable– escuché la alusión en algún informativo de la radio amiga. Me atrajo por su connotación cultural. Y tomé buena nota en mi retentiva. Tengo que ir a verla un día de estos, me dije. Pero mi desván de los recuerdos acumula demasiados cachivaches y se me olvidó por completo. Casualmente, Santiago Caaveiro, cámara de televisión al que conocí hace no mucho cuando grabamos el documental “Machado esencial en Soria”, volvió a recordármelo en una conversación telefónica: –José María, tienes que ir a ver la “Exposición de Retratos de Félix de la Vega. Galería de escritores modernos y contemporáneos de Castilla y León”, te gustará. 
       Así que una tarde que pasaba por la Plaza Mayor de Soria me adentré en el Centro Cultural Palacio de la Audiencia y ascendí a su Sala B, donde se encontraba desplegada. Se trata de una muestra itinerante organizada por el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, que ya se ha visto en distintos lugares de nuestra Comunidad y que ahora, en colaboración con el Ayuntamiento de Soria, recalaba entre nosotros. Desde el 4 hasta el 30 de septiembre. 
       Aporta un interesante proyecto creativo, ideado por el palentino Félix de la Vega, que marida pintura y literatura y que agavilla un amplio grupo de conocidos escritores procedentes de las nueve provincias de Castilla y León. Se pretendió llegar a los 100, pero se quedó en 59. De ahí que falten algunos. Debo reconocer que poco sabía yo sobre el pintor en cuestión. Y me sorprendí al enterarme de que había muerto el 8 de mayo de 2018, con 59 años de edad. 
       Curiosamente, este artista era el encargado de pintar todos los años los rostros de los autores galardonados con el “Premio de la Crítica de Castilla y León”. Félix de la Vega perteneció al Grupo Páramo y es conocido, sobre todo, por sus recreaciones del mundo teatral, con muestras como la de “Bululú. Cómicos de la legua y de la lengua”, aclamada en la Sala de Exposiciones del Teatro de la Comedia de Madrid. Y por su personal interpretación del mundo de la tauromaquia. 
       Solo en la sala de exposiciones, me sumí en esa “evocación de un pasado AL RESCATE DE LA MEMORIA”, puesto que “el animal humano necesita alimentarse de los recuerdos del ayer para sobrellevar la frágil promesa del mañana”. Yo contemplé las caras de los distintos autores. Entre ellos a José Jiménez Lozano (Ávila); Mª Teresa León, Antonio Bouza, Eduardo de Ontañón, Victoriano Crémer y Oscar Esquivias (Burgos); Antonio Gamoneda, José María Merino, Luis Mateo Díez, Antonio Colinas y Julio Llamazares (León); César Muñoz Arconada y Javier Villán (Palencia); Miguel de Unamuno, Carmen Martín Gaite, Fernando Arrabal, Aníbal Núñez y Gonzalo Torrente Ballester (Salamanca); Jorge Gillén, Miguel Delibes, Rosa Chacel y Gustavo Martín Garzo (Valladolid); María Zambrano y Luis Javier Moreno (Segovia); León Felipe, Claudio Rodríguez e Hilario Tundidor (Zamora) y Antonio Machado, Avelino Hernández, Abel Hernández, Fermín Herrero y Fernando Sánchez Dragó (Soria). Todos ellos acompañados por unas bellas semblanzas realizadas por Alicia de la Vega, hija del pintor. Son escritores que al leerlos en sus textos nos hacen sentir el palpitar del corazón de nuestra tierra. 
       De “pintura en el tiempo”, la califica Gonzalo Santonja Gómez-Agero, comisario de la muestra, ya que son “imágenes las suyas literarias que sugieren historias y revelan inquietudes, indagando en el alma de los retratados, revelando misterios y descubriendo obsesiones, lector apasionado que cuenta, poetiza y narra con los pinceles”. 
       Son dibujos clásicos, sin duda, pero tienen mucha fuerza en su trazo. Y componen una curiosa Galería que agradará a los ojos del curioso espectador. Porque a veces el tiempo da razón al olvido y no habrán de quedarnos sino solo palabras que nos salven. Y “es que a fin de cuentas no hay mayor verdugo que el olvido”. 
José María Martínez Laseca 
(16 de septiembre de 2020)

viernes, 11 de septiembre de 2020

La donante

Se entiende por donante a la persona que entrega generosamente algo a otro u otros. Y este es el caso que aquí nos ocupa y que se remonta ya atrás en el tiempo. Con sus protagonistas principales: Juan Antonio Gaya Nuño (Tardelcuende, 1913-Madrid, 1976) y Concepción Gutiérrez de Marco (Soria, 1916-Madrid, 1989), más conocida como Concha de Marco. Que se casaron por lo civil en 1937, durante el conflicto fratricida por antonomasia de nuestro país y que, en 1943, volvieron a hacerlo por la iglesia obligados por el nacional-catolicismo imperante de los vencedores. 
       Consecuencia de los trabajos y los días contracorriente, de los muchos sudores y no menos penalidades compartidos en el contexto de la dictadura franquista, dada la condición intelectual de Juan Antonio como escritor e historiador y crítico de arte, el matrimonio fue atesorando en su pequeño piso-ermita, sito en el número 23, 7º A de la calle Ibiza de Madrid, un rico patrimonio de libros y de cuadros de los principales pintores españoles del siglo XX. Yo recuerdo aquella casa con sus paredes llenas de estanterías que cobijaban dichos volúmenes y algunos lienzos espléndidos colgados. Tras la muerte de su compañero Juan Antonio, en Madrid, el 6 de julio de 1976, Concha de Marco quedó viuda y sola, desapareciendo prácticamente de la escena pública. Ahora el sentido de su vida se centraba en proyectar la vida y la obra de su esposo a quien idolatraba. 
         En 1987, el libro “Juan Antonio Gaya Nuño y su tiempo”, de Ignacio del Río Chicote y quien esto escribe, publicado por la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, vino a sacarla de su ensimismamiento. Supuso todo un revulsivo. Ella pensó encauzar su objetivo existencial a través de una fundación, pero la frenó la evidencia de los fracasos de otras de reconocidos artistas. Dada la fidelidad a su tierra, quiso dejar la herencia al pueblo soriano. Tampoco confió en las instituciones del Ayuntamiento de Soria, ni en la Diputación Provincial. Y se decidió, al fin, por Caja Soria, que le pareció lo más sólido y seguro. Recientemente, José Sotillos, entonces responsable de la Obra Social de la entidad, me recordaba que recibió su llamada telefónica al respecto. Así, el acuerdo con la Caja para la custodia y difusión del legado bibliográfico, documental y pictórico de Juan Antonio Gaya Nuño se formalizó el 15 de enero de 1988 (que se elevaría a escritura pública el 12 de junio de 1989). 
      Con Ignacio del Río y conmigo trató largo y tendido Concha de Marco. Sobre todo, para preparar la exposición “Juan Antonio Gaya Nuño, 1913-1976. Entre el espectador y el Arte”, que fue inaugurada en Soria por el Director del Museo del Prado Alfonso Pérez Sánchez el 16 de febrero de 1990. Pero, Concha no la pudo contemplar, puesto que había fallecido en Madrid el 19 de octubre de 1989. De hecho, la urna con sus cenizas llegó a Soria con el traslado del conjunto de su legado cultural el 9 de enero de 1990. Por eso, el cumplimiento de lo acordado quedaba fuera de su control. Y lo que ella concibió como la Biblioteca-Museo Juan Antonio Gaya Nuño, se fue retrasando en el tiempo. Por la rehabilitación del edificio en donde se iba a ubicar en la Plaza de San Esteban, 1 de Soria y porque lo concerniente a la cultura siempre se hace de rogar. 
        Hubo que esperar a 1996 para la inauguración del que dio en llamarse Centro Cultural Gaya Nuño. Aún transcurrieron diez años más para su apertura al público en general. La cosa se complicó después con las fusiones y el proceso de reorganización de las antiguas cajas de ahorros. Todo lo que parecía sólido se licuaba. Hasta desembocar en Fundos (Fundación Obra Social de Castilla y León). El convenio aprobado por el Pleno de 12 de diciembre de 2019, otorgaba al Ayuntamiento de Soria la gestión conjunta con dicha fundación para un periodo de cinco años. 
       De ahí que este jueves, 10 de septiembre de 2020, se proceda a una nueva reapertura del Centro Cultural Gaya Nuño. En el mismo sitio, si bien ahora rotulado como Plaza de las Mujeres, 1. Esperemos, pues, que de una vez por todas fructifique el deseo de Concha de Marco. El de una gran mujer, con arrestos, en tierra de hombres. La generosa donante de un verdadero tesoro cultural. Poeta, por añadidura, a la que debiéramos mostrarnos agradecidos. Con una calle a su nombre en su querida ciudad, por ejemplo. Porque es de bien nacidos. 
José María Martínez Laseca 
(9 de septiembre de 2020)

jueves, 3 de septiembre de 2020

Sale agosto y entra septiembre

“Sale agosto y entra septiembre: / unos trillen y otros siembren”, señala en dos de sus versos el canto acostumbrado de “Las marzas” de Espejón, coreado por los mozos en la noche del 28 de febrero al 1 de marzo para recibir a la primavera, y en el que se caracterizan los diferentes meses del año según sus afanes, como se puede ver en el libro “De hoy en un año. Ritos y tradiciones de la provincia de Soria”, que publiqué, junto con Luis Díaz Viana, en 1992. Iba en consonancia con el calendario agrícola, que seguía el ritmo de las cuatro estaciones, marcado por el rotar de la tierra alrededor del sol y, también, bajo el influjo siempre misterioso y enérgico de la luna. 
       Escribo, una vez más, desde mi pueblo de Almajano. “Retirado en la paz de estos desiertos”, como advirtió Quevedo. Junto al extenso mar de rastrojos amarillos de los campos de cereal, engullidos por las voraces cosechadoras de ancho peine para extraer el grano de sus espigas y dejar un reguero de paja, después empaquetada en enormes alpacas con formas de prisma rectangular o cilíndrico. Y pienso en aquellos primeros agricultores y ganaderos. A ninguno se nos oculta la importancia que sigue teniendo hoy en día el cultivo de plantas como el trigo, el maíz o el arroz, y la cría de animales como los cerdos, las ovejas o las vacas. Si dichos agricultores y ganaderos no se dedicaran a su cultivo y crianza, sin duda que padeceríamos una gran carencia de alimentos. 
       Campesina, por su dedicación a tareas vinculadas a la tierra, ha sido tradicionalmente la inmensa mayoría de la gente asentada en nuestra provincia de Soria. Cuando los pueblos estaban repletos, con sus casas habitadas. Estructurados, pues había ancianos, hombres y mujeres trabajadores, mozas y mozos, niños y niñas, conformando los distintos escalones de una pirámide social bien construida. Dentro de una economía de subsistencia. Con mucha dependencia del agua caída de los cielos y de ahí sus creencias religiosas, encauzadas en su liturgia y en sus fiestas de guardar por el calendario del año cristiano. 
       A partir de finales de los cincuenta, coincidieron el desarrollismo español y la progresiva mecanización de las tareas agrícolas, con lo que el excedente de mano de obra del campo fue buscando un mejor porvenir en las fábricas de las grandes ciudades. Comportó el éxodo masivo o la denominada sangría de la despoblación, que dejó a nuestra Soria vaciada. Media docena de tractores roturan hoy todo un término municipal, apenas quedan pastores con rebaños de ovejas y las abundantes granjas de cerdos están automatizadas. 
       Muchos de esos nuevos urbanitas regresaban, de vacaciones en agosto y recargaban de vida a sus pueblos de origen. Por eso la mayoría de ellos mudaron sus fiestas patronales a este mes veraniego para celebrar así el gozoso reencuentro. Bien es cierto que este año, por culpa de la pandemia de la Covid-19, se han suprimido tales celebraciones, en evitación de contagios. No obstante, el desplazamiento evidente de gente desde la ciudad al campo ha tenido un efecto de huida del mundanal virus, buscando refugio en zonas rurales tenidas por más tranquilas y seguras. 
       Sale agosto y entra septiembre y regresan a sus casas aquellos que partieron. El calendario laboral también impone su tiempo a los trabajadores. Además, se inicia el curso escolar tan determinante en la vida cotidiana de las familias. Por ende, en septiembre se reanuda el curso político, con su riña de gatos y el mayor interés centrado en la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Y torna la liga de fútbol con su modorra. Y el coleccionismo en entregas por fascículos. Es un volver a empezar. Esta vez dentro de un tiempo extraño. De incertidumbre, por el Coronavirus. Que todo lo somete a su dictadura. En espera de la vacuna prometida. Sale agosto y entra septiembre: / unos trinen y otros siembren. 
José María Martínez Laseca 
(3 de septiembre de 2020)

lunes, 31 de agosto de 2020

Nostalgia de Gerardo Diego

Nostalgia es un sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos. “¡Fui muy feliz durante mi breve estancia en Soria!”, pudo muy bien exclamar, con nostalgia, Gerardo Diego Cendoya (Santander, 3 de octubre de 1896 – Madrid, 8 de julio de 1987), tras su paso por estos pagos del alto llano numantino. Siempre hay una primera vez que nos marca a todos de una manera especial. Y tras aprobar las oposiciones, con fecha del 9 de abril de 1920 se produjo su nombramiento como catedrático de Lengua Castellana y Literatura del Instituto General y Técnico de Soria. Entonces, el único existente en la provincia. Soria era, pues, su primer destino como funcionario docente.
       Lo mismo que lo fue antes (1907-1912) el de Antonio Machado como catedrático de Francés. En cierto modo, podemos decir que Gerardo Diego subió a nuestra ciudad, siguiendo la estela de Antonio Machado, para soñar, como él, en verso. Dada su condición de joven poeta. De hecho, el año anterior, había visto publicado su primer poema, “Vocación”, en la Revista Castellana (nº 29, enero-febrero de 1919) dirigida por Narciso Alonso Cortés, quien fuera su profesor de Preceptiva Literaria en el Instituto General y Técnico de Santander. Y aunque Gerardo Diego había compuesto en 1918 su emotivo “Romancero de la novia”, este no saldrá impreso hasta 1920. 
       En la “Primera antología de sus versos (1918-1941)”, apartado I, Iniciales (1918) figura con el título “Poeta sin palabras” el poema que dice: “Voy a romper la pluma. Ya no la necesito. / Lo que mi alma siente yo no lo sé decir. / Persigo la palabra y solo encuentro un grito / roto, inarticulado, que nadie quiere oír. // ¡Dios mío, tú el Poeta! ¿Por qué no me concedes / la gracia de acertar a decir cosas / bellas? / Dame que yo consiga -merced de las mercedes- / interpretar las flores, traducir las estrellas. // Yo escucho sus secretos. Yo entiendo su lenguaje. / No el ser sordo, el ser mudo es mi condenación. / Para mí es como un alma dolorida el paisaje / y el mundo es un sonoro y enfermo corazón. // Llevo dentro, muy dentro, palabras inefables / y el ritmo en mis oídos baila sus armonías, / mientras vagan perdidas, ciegas e inexpresables / yo no sé qué interiores, soñadas melodías. // Como un niño que tiende sus bracitos desnudos / a las cosas y quiere hablar y no sabe y llora... / así también ante ellas se abren mis labios mudos / de poeta sin palabras que el gran milagro implora. // Tú, Señor, que a los mudos ordenabas hablar, / y ellos te obedecían. Pues mi alma concibe / bellas frases sin forma, házmelas tu expresar. / Ordénale ya "Habla" al poeta que en mi vive. //
       Según opinaba su maestro Narciso Alonso Cortés, en 1948: “Es la eterna avidez de los poetas, que buscan sin tregua la expresión del ideal absoluto y tratan naturalmente de encontrarla en lo incorpóreo, lo etéreo, en la eliminación de la materia y la consecución de esa “poesía pura” que tanto juego ha dado en los últimos años. Mas ¡ay! que siempre tropezarán con el obstáculo de la palabra, incapaz de volatilizarse entre fragancias inefables. Sería necesario que pudieran trasfundir, por radiación, los sentimientos de su espíritu en el de los demás, y que todos fuéramos aptos para recibirlos e interpretarlos”.
       Siempre a vueltas con las palabras, Gerardo Diego declarará su oposición a toda inmovilidad o estancamiento. De este modo con su libro “Imagen” (1922) demuestra una audacia poética, que mantendrá en “Manual de espumas” (1924), y que continuará después. Y aunque se le atribuya en su prolífica creatividad poética una dualidad problemática: neotradicionalismo / vanguardismo, nos encontramos en realidad con un poeta considerable, dueño de un universo de temas, obsesiones y formas y otro muy ágil capaz de todo tipo de destrezas técnicas. 
       Ni que decir tiene que, consecuencia de su estancia en nuestra ciudad, desde su llegada el 21 de abril de 1920 hasta que en septiembre de 1922 se trasladó al Instituto de Gijón, Soria se convirtió en una de sus obsesiones o temas recurrentes de su poesía. Desde su primoroso librito “Soria: galería de estampas y efusiones” (Valladolid, 1923), reanudado por “Soria” (Santander-Madrid, 1948) y culminado en “Soria sucedida” (Barcelona, 1977). Es este un poemario benemérito, muy digno de ser frecuentado en nuestras lecturas, que muestra una visión entrañable de Soria.
       En este soleado mes de agosto, yo siento nostalgia de Gerardo Diego. Anhelante arquitecto de colmena, quien fue labrando celdilla tras celdilla la miel de la mejor y más sana poesía española. La del 27. Y es una lástima que el brutal impacto de la pandemia del Coronavirus –tan contagioso como letal– en nuestras vidas cotidianas haya opacado los actos conmemorativos del centenario de su llegada a Soria. 
       ¡Qué gran suerte ha tenido la ciudad –y las tierras y las gentes– de Soria en ofrecer la transparencia de su alma a la lúcida mirada de poetas como Antonio Machado y Gerardo Diego!
José María Martínez Laseca
(27 de agosto de 2020)