sábado, 29 de julio de 2017

El traqueteo del tren

“Yo no tengo prisa yo me quiero dar el viaje”,” Pasito a pasito, suave suavecito”, “Despacito”. Hay quien dice que Luis Fonsi pasó por aquí, y que, al realizar su viaje en tren, desde Madrid-Chamartín hasta Soria-Cañuelo, le vino la inspiración para escribir la letra de su celebrada canción. Nada he visto en la prensa referido a tal acontecimiento, que yo atribuyo se deba a una leyenda urbana. Sin embargo, sí que ha trascendido el tiempo de cinco horas que permanecieron los viajeros en “El Torralbilla” para culminar el trayecto ferroviario que une las dos capitales, en lo que pudiera suponer batir con creces su propio record. Lo cierto es que nunca faltarán escusas, por parte de los responsables de ADIF, para justificar tan reiterada acumulación de retrasos y esa lentitud de los bueyes. Y todo, en lugar de poner manos a la obra y culminar de una vez por todas la otra mitad de la vía, pendiente de renovación desde que en 2013 se quedaran estancados presupuesto y ganas. Por el contrario, subieron precios, modificaron horarios e implantaron restricciones de velocidad, desmotivando aún más al personal para coger el tren.
De las diferentes líneas ferroviarias que atravesaban otrora nuestra provincia para el transporte tanto de viajeros como de mercancías, esta, que supone nuestro cordón umbilical con la capital de España, es la única que sobrevive. Pese a ser deficitaria económicamente, gracias a estar considerara por el Ministerio de Fomento como “Obligación de Servicio Público”. En su caso, y ante la reiteración de incidentes similares al aquí descrito, la Junta de Extremadura ha mostrado su indignación, acusando a RENFE de prestar en su comunidad unos servicios más propios del siglo XIX que del XXI.
Fue el 1 de junio de 1892 cuando la locomotora “Ramón Benito Aceña” arrastró los vagones del tren que emprendió el primer viaje por la vía férrea que unía la ciudad de Soria con Torralba del Moral, que era el punto de enlace con la principal de Madrid-Zaragoza. “Tran…, tran…, / tran…, tran…, / voy a Torralba, / y nada más; / y vuelvo a Soria por Almazán / por Almazán, / por Almazán, / tran…, tran…,/ tran…, tran…”, cual cantó Aurelio Rioja. Celebremos jubilosos el 125 aniversario de su inauguración, a los sones de la Banda Municipal de Música, coreando la canción “Despacito”, ya convertida en el “hit” del verano.
José María Martínez Laseca
(27 de julio de 2017)

martes, 25 de julio de 2017

Expediente X

 “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Este proverbio resalta las ideas de error, torpeza o reincidencia,  pues el ser humano no siempre sabe discernir conforme a la razón y por esa causa no aprende de la experiencia y vuelve a equivocarse en una situación similar. Concuerda con lo acontecido en el seno del Grupo de Diputados Populares de la Diputación Provincial de Soria, roto en dos, tras pretender su Junta Directiva Provincial, presidida por Marimar Angulo, sustituir a su portavoz, Ascensión Pérez. Claro que la cosa trae cola. De cuando las NN GG del PP, con Angulo de líder, respaldadas por el Alcalde de El Burgo de Osma Antonio Pardo entre otros, se alzaron con el poder al ganar al Presidente de la Diputación Domingo Heras, auspiciado por María Jesús Ruiz. Pero, Pardo, que era el flamante Secretario General del Partido y nuevo Presidente de la Diputación, incómodo con su Presidenta, abandonó dicho cargo orgánico, el cual sería ocupado por el Alcalde de Arcos de Jalón, Jesús Ángel Peregrina. A partir de aquel enfrentamiento, todo fue de mal en peor. En Soria capital, no recuperaban el Ayuntamiento (en manos del PSOE estas tres últimas legislaturas). También perdieron muchos Ayuntamientos importantes de la provincia. Y hasta el gobierno de la Diputación, que pasó al PSOE (12 diputados), al contar con el apoyo de C´s (2), contra los 11 del PP. A la hora de elegir a su portavoz, el candidato oficial J. A. Peregrina solo obtuvo 2 votos, frente a los 9 con que contó A. Pérez, que había sido Vicepresidenta con A. Pardo. Este confrontaría en primarias su candidatura con Marimar Angulo para el XII Congreso Provincial del PP. Y perdió. Su aliada A. Pérez estaba, pues, sentenciada. En junio, el primer Comité Ejecutivo Provincial del PP tras el Congreso decide por unanimidad poner de portavoz en la Diputación a J. A. Peregrina. La misma piedra. Y el mismo tropiezo, ya que A. Pérez vuelve a ganar por 6 votos a 5. Así que se le abre un expediente por falta grave. El poco tacto mostrado en la resolución del conflicto consigue la solidaridad con la afectada y el abandono del PP del Grupo de los 6. Ítem más, A. Pérez es la nº 4 en la lista del PP de Soria a las Cortes de Castilla y León, que bloquea Marimar Angulo a su vez Senadora. ¿Incompatibilidades? ¿Transfuguismo? (Continuará).
José María Martínez Laseca
(20 de julio de 2017)

viernes, 14 de julio de 2017

El último día de Numancia

De niño, en la escuela de chicos de mi pueblo, yo trataba de pasar desapercibido ante la depredadora mirada de aquel maestro autoritario, de los de la letra con sangre entra. Manteniéndome siempre en equilibrio, cual hábil funambulista en la cuerda tensa, sin mostrar mis habilidades, ni evidenciar, tampoco, mis torpezas. Al tiempo que él pronunciaba mi nombre, me puse, diligente, en pie. “Léenos esto en voz alta, para que se puedan enterar también todos tus compañeros”, me ordenó categórico, entregándome la Enciclopedia Dalmau. El texto en cuestión estaba formulado como un cuestionario de preguntas y respuestas. Así en su página 29 decía: “P.- ¿Qué partido tomaron los numantinos a la llegada de Escipión Emiliano? R.-Acosados por el hambre y faltos de todo recurso, los numantinos trataron inútilmente de negociar la paz; en lugar de rendirse, mataron a sus mujeres e hijos, dieron fuego a la ciudad, y luchando murieron todos después de quince meses de sitio”. De ese modo es como Numancia, la pesadilla de Roma, quedó fijada en mi memoria primera ya para los restos. A ello contribuyó sobremanera la ilustración, en blanco y negro, que acompañaba al texto representando con crudeza la tragedia. Cadáveres de niños y mujeres desvencijados por el suelo, un hombre que se clava un puñal en el pecho, una mujer que sorbe un vaso de cicuta, otro numantino que, herido de muerte, yergue su cuerpo desafiante a los invasores alzando su brazo derecho, mientras, al fondo, la ciudad arde en llamas.
Pasó bastante tiempo hasta el día en que yo accedí al edificio de nuestra Diputación Provincial por su puerta principal. Al subir su escalera reclamó mi atención un enorme lienzo (335 x 500 cm.) colgado en su pared. Era algo ya visto. Reparé en que coincidía con la imagen antes descrita. Si bien ahora en pintura al óleo, a todo color. Impresionante. Lo contemplé con delectación desde la balconada de su primera planta. Quise saber más y me enteré de que estaba cedido por el Museo del Prado. Que se titulaba “El último día de Nunancia” (1880). Que lo había pintado Alejo Vera Estaca -excepcionalmente dotado para el dibujo-, nacido en el pueblecito de Viñuelas (Guadalajara) en 1834. Y lo soñó así tal vez, porque siendo niño le hablaron también de Numancia como monumento eterno a la Libertad e Independencia de España.
José María Martínez Laseca
(13 de julio de 2017)

Sobre refugiados

El martes 27 de junio me llamó, por teléfono, Pilar Herranz para recabar mi participación en un acto en el IES A. Machado el día 30, Viernes de Toros, a favor de las personas refugiadas. “Se trata de que leas un texto alusivo. Seguro que tú tendrás alguna cosa escrita al respecto”, me dijo. Yo le respondí que contara conmigo, que colaboraría con la causa. Ya a solas, cavilé. Le di varias vueltas al tema. A mi mente acudieron imágenes rebobinadas de muchos telediarios vistos sobre las guerras más cruentas. Como la de la antigua Yugoeslavia en 1990, la de Irak en 2003, o la actual de Siria, junto a conflictos regionales como la ocupación de Palestina o en Sudán del sur, además de otras violencias y persecuciones, en contra de los derechos humanos, sequías y hambres.
Vi a mucha gente en largas hileras, desplazándose a pie, ligera de equipaje. Mujeres con sus hijos en brazos. Alambradas frente a ellos, de afilados espinos, y soldados bien armados, tratando de impedir inútilmente el paso a la desbordada riada de desesperación. O apretujada en embarcaciones precarias, navegando con rumbo a las costas de Europa, pagándole un tributo caro, siempre en vidas, al mar Mediterráneo. El que fue “Mare Nostrum”, ahora se ha convertido en “Mare Mortum”, por los miles de ahogados. A quienquiera que lo vea, se le debería remover la conciencia. A uno le lleva a cuestionar nuestra condición humana, tan egoísta como hipócrita, que trata de invisibilizarlos. Tan reticente a darles acogida en sus países. Desviándolos a Turquía o reteniéndolos en Grecia. Cuanto más lejos. Esa falta de humanidad y de empatía, aun a sabiendas de las dramáticas razones de la partida de sus hogares.
Gobernantes y gobernados somos grandes expertos en la invención de simulacros y coartadas. Porque las conversaciones al más alto nivel sobre las posibles soluciones a adoptar volverán a ser de nuevo más importantes que las propias soluciones en sí mismas. Cómo no iba a recordar yo, en ese momento, nuestra guerra civil. El cruce por los Pirineos de tantos republicanos españoles camino del exilio, buscando un refugio seguro en la vecina Francia, me inspiró el poema que leí allí en memoria de Antonio Machado, sepultado en Colliure, con este verso suyo, tan certero, injertado: “Solo la tierra en que se muere es nuestra”. O el mar, la mar.
José María Martínez Laseca
(6 de julio de 2017)

Razón del jueves La Saca

Hoy es Jueves “La Saca”. Y las gentes de Soria se desplazan multitudinariamente al monte de Valonsadero. Lugar sagrado, sin duda, ya que cobija en sus abrigos rocosos pinturas esquemáticas que dejan constancia expresa de la vida cotidiana –con dedicación al pastoreo y la caza– de los prehistóricos pobladores de la altimeseta del Duero. Y hasta de su religioso culto al sol y al toro, tenidos por dioses. Lo hacen los devotos una vez más, evocando sus orígenes remotos. Tras haber resuelto aspectos organizativos previos, como el nombramiento de los Jurados de las 12 Cuadrillas o barrios en que se divide la capital, y su toma de posesión en “El Catapán”. En los prolegómenos de las Fiestas del Solsticio de verano –cuando el sol está más cerca de la tierra–, cristianizadas como de San Juan o de la Madre de Dios. Cual lo habían hecho con antelación. Primero, en “El Descajonamiento” de los novillos transportados hasta allí en camiones. Luego, de nuevo, durante “El Lavalenguas”. Y, después, en la tan simbólica de “La Compra”. Siempre con la excusa de ver los toros, de jugar con ellos y divertirse en grupo. A modo de cortejo con el animal.
El caso de “La Saca” es diferente, ya que la cosa va en serio. Marca el programa la salida oficial de la comitiva desde la Plaza Mayor a las 9,30 h. Pero el momento culmen se vive al mediodía, cuando un cohete advierte el momento de partida de los 12 novillos desde los corrales de Cañada Honda del monte para su conducción ceremonial, bajo la vigilancia atenta de los numerosos caballistas, hasta los chiqueros de la plaza de toros. No es algo baladí. Con el salvaje animal, la naturaleza y virginal vida del campo retorna a la ciudad. En las religiones mistéricas prohibidas estos ritos de lustración servían para regenerar a la urbe contaminada y decadente mediante el retroprogreso a la pureza del cosmos. No era cuestión de divertir a los ciudadanos, sino de convertir a la vida humana en tragedia de luz y fecundidad. Llega para revelarle el misterio de la inmortalidad. Porque siempre que la civilización entra en crisis y decadencia surge la necesidad de volver a los valores del campo. Y la tauromaquia, en sus manifestaciones rituales y festivas, religiosas o populares, pertenece a ese movimiento de “retorno a la tierra”.
José María Martínez Laseca
(30 de junio de 2017)