sábado, 22 de septiembre de 2018

La Casa de los Poetas

Me llegó, días atrás, por wasap (aunque el remitente no está en mi lista de contactos), la convocatoria de un autodenominado “Sindicato de poetas” para que acudiera, esta misma tarde a las 7 h., en el Casino Círculo Amistad-Numancia al acto de su presentación en Soria. Chocante me resultó, de entrada, la tendencia a agruparse por parte de estos creadores que, en un sentido romántico, casi siempre han tendido a moverse más a gusto por los márgenes. Así que me quedé expectante y medró mi curiosidad en aras a despejar esa incógnita. Se ve que los líricos hacen buen maridaje con el viejo Casino de la Amistad-Numancia. Lo corrobora el hecho de que tres de sus grandes tenores: Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado y Gerardo Diego, lo frecuentaran en vida. De ahí que sean los protagonistas principales del espacio museístico que se abrió al público el 5 de abril de 2012 en sus dependencias. Concretamente, aprovechando los casi trescientos metros cuadrados de su desván para ofrecernos un recorrido por las vidas y obras de los susodichos vates, a cuyo glorioso panteón se incorporaron además algunos otros cantores de Soria. 
      Ello supuso en aquel momento una apuesta por incrementar la oferta turística y cultural de la capital soriana, centrándola en una de sus señas de identidad cual lo demuestra el ser una ciudad celebrada por los poetas. Para que los visitantes sintieran la poesía y disfrutaran de este interesante patrimonio inmaterial. Buena era la intención, pero al evaluar sus resultados seis años después de su puesta en marcha se advierte que su reclamo resulta ineficiente, y su rentabilidad deficitaria. Sin duda que la apertura de la Casa de los Poetas respondió en su día a la frustración por el derribo que otrora se hizo por intereses especulativos de la vivienda que alojó al matrimonio Antonio Machado y Leonor Izquierdo. Y siendo este gran poeta, como lo es, nuestro principal embajador de cara al exterior, era en él en exclusiva en quien debería haberse centrado dicha casa-museo. Tal se realizó en Segovia, recuperando su humilde pensión, que resulta más exitosa en número de visitas. Por otra parte, es evidente que en la Casa de los Poetas son muy escasas las reliquias que se exponen de nuestros tres tenores. Falta, pues, el atractivo de la autenticidad a lo que se añade, también, el problema de una adecuada accesibilidad. 
José María Martínez Laseca
(20 de septiembre de 2018)

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Los móviles en el aula

En la muy recomendable novela policiaca que estoy leyendo ahora, “La desaparición de Stephanie Mailer” (un asesinato múltiple resuelto en su día de forma errónea) de Joël Dicker, hay un momento en que Jerry (un padre) le dice a Dakota (su hija) : “– ¡Qué maldición, la generación está obsesionada con los teléfonos y las redes sociales! Ya no leéis, solo os interesa hacerle una foto a lo que estáis comiendo. ¡Qué tiempos!” Y extraigo esta cita a cuento de la actualidad que con cada inicio del curso escolar vuelve a cobrar la irrupción de los móviles en las aulas para entretenimiento y distracción de los alumnos en cuanto al proceso de enseñanza-aprendizaje se refiere, ya que con su uso inadecuado estos no están en lo que se celebra: aprender ciencia que enseña el valor del pensamiento racional; sino ajenos a ello navegando por espacios siderales con el consiguiente cabreo de sus profesores policías, que habrán de requisárselos en cuanto detectan su presencia maléfica para depositarlos luego en jefatura de estudios, hasta que sus padres autoricen la devolución. Algo que ocurre prácticamente de inmediato, al avisarles su querido hijo, desde el móvil prestado por un compañero. De este modo, las medidas recogidas, en su caso, en el reglamento interno del centro resultan ineficaces a todas luces.
     Esta adicción a la tecnología Wifi por parte de los chavales, en tanto que fenómeno de preocupación universal, ha provocado que en Francia el nuevo curso comience con la prohibición del uso del móvil en los centros de educación infantil, primaria y secundaria, si bien en los institutos la decisión es potestativa de cada centro. Y ello mediante Ley aprobada por su Asamblea Nacional. Y no solo en las clases, sino que se extiende además al patio y a las actividades extraescolares. Pero la controversia por oponerse al uso de una herramienta de progreso ha sido bastante fuerte.
      Aquí, en nuestro país, siempre más indecisos, se nos dice que se está reflexionando sobre el tema y que, dadas las opiniones encontradas al respecto, se va a hablar con expertos en la materia. Algunos de ellos advierten que nuestras aulas son del pasado mientras que los estudiantes viven en el futuro. Que la educación actual es aburrida e irrelevante, y que desean cambiarla mediante ideas tecnológicas más innovadoras. Y para ello, ven necesario introducir los móviles en el aula.
José María Martínez Laseca
(13 de septiembre de 2018)

Del ocio como negocio

Entra septiembre, mes que supone en esta sociedad nuestra del espectáculo y del consumo el regreso a la rutina cotidiana, al recogimiento y a la cavilación. El retorno al orden establecido, simbolizado por la vuelta al cole (que antes, curiosamente, acontecía en octubre, tras las fiestas del patrón San Saturio, por estos pagos capitalinos). Y atrás se queda agosto, el mes más luminoso, en que el sol más calienta y en el que la inmensa mayoría de la gente hace una tregua en su trabajo habitual para irse de vacaciones buscando nuevas experiencias. De aquí que pueda representarse por el ajetreo de esas maletas viajeras. Maletas grandes y pequeñas, sofisticadas y normales, de todo tipo y condición, ya que denotan la posición social de sus portadores.
      Y es por esta jungla por la que yo voy a adentrarme, tratando de abrir vereda a mi reflexión en torno al ocio, en tanto que derecho a la inacción y al entretenimiento y que ha derivado en un negocio tan significativo y rentable como es la denominada industria del turismo. Va para once décadas que el semanario “Blanco y Negro” publicaba en sus páginas una ilustración con un nutrido grupo de personas en la playa de Biarritz. Plasmaba así la incipiente moda de las familias acomodadas de veranear junto al mar. Después fueron las clases medias, con el auge de las poblaciones urbanas, las que comenzaron a disfrutar de esa cultura del ocio que alteraba su quehacer cotidiano y llenaba de nuevos contenidos su comportamiento y su mentalidad. En consecuencia, expresaron nuevas demandas de bienestar cultural. Todavía los sectores populares estaban alejados de ellas, ya que se centraban en sus reivindicaciones sociales de mejorar en las condiciones laborales, horarios de trabajo, seguros de paro o de accidente que eran prioritarias para ellos. Esto cambiaría a partir de los años veinte. Así, la necesidad de ocio se fue extendiendo como un fenómeno coherente con el desarrollo económico. 
      En esta progresión democrática del ocio, un salto cualitativo lo supuso, sin duda, la medida adoptada por la Ministra de Asuntos Sociales (1988-1993) Matilde Fernández, bajo la Presidencia del Gobierno de Felipe González, con la implantación de las vacaciones sociales del IMSERSO para los jubilados. Lo que imitó la Junta de Castilla y León con el llamado “Club de los 60”. Una generosa oferta de primavera y otoño. 
José María Martínez Laseca
(6 de septiembre de 2018)

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Las mil y una maravillas

Hay un tiempo para todo, según reza el Eclesiastés. Así que hubo un momento en el que muchas de nuestras villas y pueblos, incluida la propia ciudad, pusieron de moda los mercados medievales a los que se sumaron también los tenidos por tradicionales. Para ello, con el dinero público, se hacía el encargo a una empresa especializada en la materia y era esta la que se ocupaba de todo el montaje. Y los vecinos del lugar y los visitantes seducidos por su reclamo se limitaban a ocupar un papel de meros espectadores. Excepciones a esta regla, sin menoscabo de lo antedicho se dan. Tales son los casos de San Esteban de Gormaz y de San Pedro Manrique e inclusive el de Almarza, en los que los lugareños asumen un cometido más participativo, implicándose como actores en la representación. Ahora, el de San Esteban de Gormaz ha cumplido sus 20 años. Yo lo celebro reproduciendo aquí mi romance, ganador del concurso, “Las mil y una maravillas”, que leí allí el 17 de agosto de 2006. Esto dice: Ribereños, forasteros: / conteneos y escuchad / a este juglar, pregonero / del mercado medieval, / que convoca en estas fechas / San Esteban de Gormaz. // Cabeza de Villa y Tierra, / notoria en honra, leal, / rica en historia y románico, / renombrada en el yantar, / con exquisitos corderos / muy buen vino y pan candeal. // La puerta de San Gregorio / se ha abierto de par en par. // Hombres, mujeres, chavales: / pasad y participad, / porque no falte detalle / y sea orgullo de propios / y pasmo de visitantes. // Que engalanen las ventanas / estandartes y pendones. / Traje, aderezos y afeites / muten a tus moradores. // Transiten libres las calles / gentes plebeyas y nobles, / juntos moros y cristianos, / cual convivieron entonces. // Suenen dulzainas, tambores, / y a sus ritmos brote el baile. // Y que el grupo teatral / caldee las emociones / para que todos disfruten / las mayores sensaciones. // Se vendan mercaderías / y objetos artesanales… / Y se exhiban los trabajos / y oficios tradicionales. // No es un mercado cualquiera, / que no hay en toda Castilla / evento que más asombre: / las mil y una maravillas. // Ni conviene que lo narre. / Que vuestros ojos lo vean, / que vuestras manos lo palpen, / resuene en vuestras orejas, / lo deguste vuestra lengua. // Permitidme que así acabe: / ¡Disfrutad de esta ventura / mágica e inolvidable! 
José María Martínez Laseca
(30 de agosto de 2018)

Salvemos el paseo de San Saturio

La ermita barroca de San Saturio, de comienzos del siglo XVIII, colgada de los peñascales cual nido de golondrina, es uno de los centros principales de peregrinación, ya no tanto por los devotos del santo, que obró los milagros suficientes para su canonización y nombramiento como patrón de la ciudad, cuanto por los numerosos turistas que, curiosos, hasta ella se acercan andando. Con los Arcos de San Juan de Duero, a los pies del Monte de las Ánimas, según las estadísticas, son nuestros dos monumentos arquitectónicos más visitados. Ambos en la margen izquierda del río Duero, que, a partir de la construcción de la presa de Los Rábanos (31-12-1963) remansa sus aguas en llamativa tabla, formando, con los álamos que escoltan su andadura, uno de los más bellos paisajes de España. Es el meandro o curva de ballesta cantada por Antonio Machado y el escenario mágico de dos leyendas del visionario Bécquer. Por sus características naturales: el campo agreste de sierras y encinares está a las mismas puertas de la ciudad, debiera ser tenido por un “locus amoenus” o lugar idílico en consonancia con el tópico literario, alejado del mundanal ruido, bucólico y pastoril –dada la presencia de algunas cabras sueltas– y, por ende, garante de seguridad y de tranquilidad.
      Pero, por desgracia esto no es así y de ahí mi queja ante lo que considero una falta de sensibilidad hacia el medio ambiente de todo este paraje, sin duda bien de interés cultural, que requiere de una mayor atención, cuidado y mantenimiento, evitándose su manifiesto deterioro. Así, resulta inadecuado el uso de zahorra para abrir el acceso de vehículos a la pradera de Las Bailas, cuando ya se cuenta con otro de menor impacto más arriba. Debería restringirse a lo imprescindible la circulación de coches por este paseo, y evitar estacionamientos indebidos, puesto que dispone de aparcamiento a su entrada y muy amplio en la margen derecha. Y hacer algo con el puente de hierro, otrora peatonal. Y atender más al arbolado y a la limpieza. 
      Tenemos que asumir un firme compromiso cívico con su conservación. Ahora que tanto se nos recomienda salir al campo por balsámico. Pasear, se nos dice, es saludable física, emocional e intelectualmente, como ya propugnara la Institución Libre de Enseñanza. Porque el paisaje educa mejor que el más hábil de los pedagogos, aseveró Ortega y Gasset.
José María Martínez Laseca
(23 de agosto de 2018)

Historia en la villa de Gómara

Al atardecer, los días 10 y 13 de agosto voy, con José Antonio del Campo, hasta Gómara, que dista 31,5 km. de la capital. Por la carretera de Soria hacia Calatayud, con desvío en Almenar. Campo inmenso y pajizo de cereal decapitado, sin apenas un árbol. El motivo no es otro que el de asistir a sendas conferencias impartidas por los colegas profesores del IES “Antonio Machado” de Soria, José María Incausa Moros (“¿Hubo democracia en el siglo XIX en España?”) y Antonio Ruiz López (“Gómara en el siglo XIX. Estructura demográfica.”), dentro del 7º ciclo de conferencias “Francisco López de Gómara” bajo el denominador común de “España, 1815-1874. Crisis bélica y complicada travesía política, social e institucional”, que organizan el Ayuntamiento y la Asociación cultural “La Cerca”, con la colaboración de la Diputación Provincial. Y coordinadas por el licenciado Luis González Uriel. Dos notas a lo antedicho: 1.-López de Gómara, ilustre hijo local del s. XVI (estatuado en la fachada de la Diputación), fue historiador de indias y capellán de Hernán Cortés hasta su muerte; 2.-Si como reza el refrán: “más vale un diente que un diamante”, otro tanto cabe señalarse de estas asociaciones culturales de los pueblos por dinamizar su vida social y romper la modorra, frente a corporaciones municipales meramente burocráticas.
      Gómara, sobre un cerro, con su castillo frontero derruido. Villa del Condado de los Ríos y Salcedos, como atestiguan algunos escudos y edificios históricos. Capital de la comarca. Llegó a contar 1035 habitantes en 1940, que luego ha ido perdiendo en caída libre, vaciándose de gente, hasta los 385 actualmente censados. Y eso que agrega los pueblos de Abión, Paredesroyas, Ledesma y Torralba de Arciel. Recorro sus calles y siento el escalofrío del paso del tiempo. Su devastación. Comercio, mesón, taberna, gasolinera y muchas casas cerrados. Aún abierta su escuela, si bien con pocos chicos. Ecos de las leyendas de Bécquer, del bullicio los sábados de mercado. La torre de la iglesia sigue implorando expectativas a los cielos. Veo a conocidos: Mª Ángeles, José María… Saludo al organista Adalberto Martínez Solaesa. En el bar de la plaza charlo con Gregorio Bartolomé, casado aquí.
     Hay instantes en Soria en los que parece que uno estuviera en Marte o en la cara oculta de la Luna. Y se pregunta: ¿Quedará vida inteligente por aquí?
José María Martínez Laseca
(16 de agosto de 2018)

Viaje a Croacia

Fin de julio. Viajamos a Croacia, en la península balcánica a orillas del mar Adriático. Incorporada a la UE desde 2013, si bien con moneda propia (1€ = 7 kunas), formó parte de la antigua Yugoslavia, junto con Bosnia-Herzegovina, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia. Tras la muerte de Tito (1980) y la crisis económica, las tensiones y el ascenso de los nacionalistas al poder en Serbia ocasionaron (del 25-6-1991 al 5-6-2006) una sangrienta guerra que condujo a la disolución y a la formación de seis nuevas repúblicas soberanas. El 21-J aterrizamos en Zagreb, la capital, aún latente su éxito en el mundial de fútbol como subcampeona. Cuenta un millón de habitantes y tiene el encanto especial de haber sumado dos ciudades medievales. Transitamos por sus calles y vemos su catedral y el mercado Dolac. Admiramos sus edificios de sabor austrohúngaro, su Teatro Nacional y su iglesia Sveti Marko. Después vamos a Varazdín, antigua capital, entre 1756 y 1776, “donde duermen los ángeles”. En la mañana del 23-J y con abundante lluvia, recorremos el parque nacional de Plitvice, donde sus 16 lagos están comunicados por 32 cataratas y cascadas, verdecido por bosques de hayas, sobre todo. Por la tarde cambiamos a la soleada línea de costa. Entramos en Zadar, ciudad viva y palpitante. Vemos su puerto, su foro romano, la iglesia de San Donato y la catedral de Santa Anastasia, su puerta y las singulares instalaciones de sonido y luz Órgano del Mar y Saludo al Sol, de Nikola Basic. Con bella puesta de sol, según Hitchcock. El 24-J, visitamos Sibenik, junto a la desembocadura del río Krka, con su catedral de San Jacobo. Después Trogir, la “ciudad museo” situada en un islote, cuyo casco antiguo remite a un pasado medieval. Y seguido, Split, con su ciudad antigua construida en torno al palacio romano edificado por el emperador Diocleciano en el siglo IV. El 25-J cruzamos a Bosnia-Herzegovina, hasta Mostar, con sus mezquitas y su zoco y su puente emblemático, que sangró en 1993. Y tras ello llegamos a Dubrovnik, “la perla del Adriático”. El día 26-J la repasamos despacio desde el mar y pisando sus calles de mármol. Contemplamos sus bonitas murallas de “Juego de tronos” y sus edificios barrocos. El 27-J pasamos a Montenegro adentrándonos en la bahía de Kotor y disfrutamos de la preciosa Budva. Un eclipse total puso roja a la luna en la última noche. 
José María Martínez Laseca
(9 de agosto de 2018)