Hoy, en el silencio de mi cuarto,
releo tu poemario “Campos de Castilla” y siento dentro de mi corazón todo el caudal de emoción
contenido en tus versos. Los que tratan de Soria. Sobre todo, aquellos nueve
que componen ese precioso friso intitulado “Campos de Soria”, donde tu mirada
se dulcifica ante el desnudo paisaje de nuestra tierra parda. Con sus “colinas
plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas…”, que ha quedadado así en tus
reposadas palabras ya trascendida, inmortalizada. A ellos añado otros trece
más, los que conforman el denominado “Ciclo de Leonor”, cargados de tu dolorido
sentir, pues rezuman esa extraña tristeza que es amor. Un ciclo que se inicia
con el dedicado “A un olmo seco” (CXV), herido en su interior como tu esposa-niña,
para la que también invocaste, en vano, el milagro de la primavera, y que
prácticamente culmina con el de “A José María Palacio” (CXXVI) en el que pides
a tu entrañable amigo que suba “al alto
Espino donde está su tierra”.
Justo hoy, víspera de aquel
fatídico miércoles de ceniza de 1939, me he acordado de ti, agradeciéndote el
inmenso regalo que nos hiciste de la imagen de la Soria más pura posible. Y
comprendí enseguida que tú, tan poco dado a las bambollas y fanfarrias, preferías,
si acaso, los homenajes sinceros y sencillos. Tal como lo entendieron en 1924
quienes subieron una corona de flores a la tumba de tu esposa, dando lectura a
algunos versos de tus “Nuevas Canciones”. Subir al Espino. Seis, ocho veces,
recordaba Ricardo Gullón en 1933, haberlo hecho con José Antonio Maravall,
Ildefonso-Manuel Gil, Manuel de Vicente Tutor, Juan Antonio Gaya Nuño, Bernabé
Herrero… Con idéntica liturgia: rememoración de Leonor y recitado de algún
poema de Antonio.
Antonio Machado “murió aquel día
en mala desvergüenza”, 22 de febrero de 1939, hace 76 años. En el cementerio de
Collioure (Francia) descansan sus restos. Sin embargo, bien se puede decir que
gracias a sus escritos y a su ejemplo pocos están tan vivos como él. Por eso,
en la mañana de este domingo 22, una
comitiva de alumnos y profesores de tu primer Instituto, el que lleva tu
nombre, subirá, una vez más, al alto cementerio del Espino, para depositar un
ramo de flores en la tumba de Leonor y recitar unos versos del mejor cantor de
Soria, dando así continuidad al rito. En mi opinión el homenaje más auténtico.
Junto con el de aproximarse a su obra y disfrutarla.
José María Martínez Laseca
(21 de febrero de 2015)
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