domingo, 8 de febrero de 2015

El sentido común

-Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca -le dijo ella a él, mientras caminaban juntos, cogidos de la mano como dos enamorados, aquella mañana fría de domingo, por el céntrico paseo de El Espolón en dirección a la avenida de Valladolid, avanzando en paralelo al parque central de la Dehesa o Alameda de Cervantes. Algunas de las plantas de la parte ajardinada del paseo estaban secas y, en vez de adornarlo, lo afeaban y entristecían sobremanera con sus tallos y plumeros de tonos parduscos y grises. Aunque la mujer del tiempo había venido alertando del riesgo de fuertes nevadas a lo largo de todo el fin de semana, aquí apenas un espolvoreado de nieve enjalbegaba el suelo, ya bastante pisoteada, y los rojos tejados de las casas. Lo peor estaba por llegar. -¿A qué te refieres? -le preguntó él, un tanto despistado, continuando con la conversación. -No ves que, siendo este, como lo es, un paseo de invierno, han situado los bancos para sentarse justo en el lado opuesto al que deberían estar, que es aquel en el que habían venido estando antes de la reciente remodelación. En la solana, que llaman los viejos. Fíjate que ahora los han colocado es zona de umbría y cualquiera que se siente en ellos se queda pajarito, de estatua. -Otro tanto se podría decir de las farolas de alumbrado público -añadió él- que, al estar medio despegadas de la pared, suponen una peligrosa barrera para cualquier invidente, que se arriesga a chocar contra su fuste si no va muy atento. Y todavía hay quien dice que tiene poesía.
-Al menos -insistió ella-, podrían haberlo hecho bien… ya que hablamos de un sitio principal de la ciudad. Porque siempre ha existido lo que se conoce como sabiduría popular. Y te pongo ejemplo a los albañiles de toda la vida, que construían las casas de los pueblos con un sentido práctico, sin hacer nada feo a propósito. Que, incluso, pese a la escasez de recursos, las viviendas más modestas tenían cierto encanto. Después, se exigió la realización de los proyectos por arquitectos que -`por la especulación- a veces la cagan. Antes, apenas había casas feas. –Llevas toda la razón -le dijo él a ella-, pues ya se sabe que el sentido común es el menos común de los sentidos.
José María Martínez Laseca
(5 de febrero de 2015)         

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