miércoles, 6 de mayo de 2020

Hacia la tan ansiada desescalada


¿Cuándo y cómo saldremos de esta? son las dos pregunta que todos nos hacemos ante la que nos está cayendo encima con la dichosa crisis del coronavirus o Covid-19. En su triple impacto: sanitario, económico y social. ¿Quién nos iba a decir, hace apenas dos meses, que un bichito invisible iba a sacarnos de nuestra área de confort y libre albedrío para confinarnos en nuestras casas y obligarnos a ser cosmopolitas domésticos? A través de las pantallas. Sin poder interactuar con nuestros cuerpos. Ni intercambiar palabras en la plaza pública como la mejor afirmación política (polis = ciudad) de civismo. El poeta Ángel González escribió: “Habrá palabras nuevas para la nueva historia / y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde”.
Leo que el coronavirus también ha infectado la lengua. Su uso, el habla, sigue siendo uno de nuestros principales recursos vitales, y, por ende, todavía gratis. Por ello, acaso, buscando esas palabras que nos salven, consultamos el diccionario de la RAE para entender las acepciones de términos como: “pandemia”, “resiliencia”, “triaje”, “morgue”, “cuarentena”, “desescalada” o “desconfinamiento” y “nueva normalidad”, entre otras. Y saber a qué atenerse. Dado que la salud, además de física, es también mental y psicológica.
De actualidad, sin duda, es la palabra desescalar, que, según el Diccionario de uso del español de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, quiere decir: disminuir la extensión, intensidad o magnitud de algo. En este caso de la enfermedad del coronavirus. Recién, el Gobierno de España ha presentado un plan de desescalada en cuatro fases, que comprende un período entre seis y ocho semanas, hasta junio. Coincide con los de otros países en ser gradual, por territorios y en que se irá revisando por si se produjera algún retroceso. La oposición ha salido despotricando contra el mismo, antes lo hacía diciendo que el Gobierno no tenía ningún plan. Ahora quejándose de que no se ha contado con ellos. ¿De qué tratan entonces en sus videoconferencias los presidentes autonómicos con Pedro Sánchez y los consejeros con el Ministro de Sanidad? Cargan todos los muertos al Gobierno central, olvidando que es suya la nefasta gestión de las residencias de mayores, donde más víctimas se han producido, y suyas son las competencias en sanidad, donde han mermado a la pública favoreciendo el negocio de la privada.
El Gobierno, sin tener la varita mágica, frente a la ansiedad de algunos, como los “covidiotas” que, frente al sacrificio de la mayoría, solo piensan en su yo, está aplicando el arte de prudencia para no correr un riesgo superior a aquel que se pueda evitar. Además, en plena lucha contra la pandemia, ya anticipó la necesidad de un plan de reconstrucción. Los denominados nuevos pactos de La Moncloa. Buscando el consenso de todas las fuerzas políticas y agentes sociales para mejor despegar del parón que se ha producido en nuestra actividad económica, a lo que cabe añadir el importante gasto para que las familias, las empresas y autónomos puedan sobreponerse a la crisis. La peor desde nuestra guerra civil en sus dimensiones. Y que requerirá de la solidaridad de la Unión Europea a la que pertenecemos. A ver qué ocurre en la Comisión especial del Congreso de los Diputados en que ha derivado. Es la prueba del algodón para saber si es verdadero el patriotismo que algunos tanto invocan o si en realidad lo único que les interesa es el cuanto peor mejor, para así obtener sus réditos electorales.
            Demostrado está que no existe ningún “partido angelical”, como ya advirtió G. A. Bécquer. Y por eso es más importante que nunca disponer de una información veraz para saber discernir lo que es relevante de lo qué no lo es. Máxime, ante los rumores y bulos interesados que tanto  abundan hoy en día. 
No nos engañemos. Este coronavirus ha venido para quedarse. Aquí no se ha abierto un paréntesis que se cierra a la vuelta de la esquina. Ni con el hallazgo de la vacuna u otro remedio terapéutico. Tardará mucho tiempo en llegar, si es que llega, la vieja rutina. Aquella que apenas apreciábamos en toda su valía y que, ahora conscientes de que la hemos perdido, miramos con nostalgia. ¿Qué nos va a pasar? ¿Qué va a ser de nuestras vidas? No hay certezas. Empero, no cabe duda de que van a cambiar muchas cosas y nos tendremos que volver a readaptar a un nuevo tiempo. El de la nueva normalidad.
José María Martínez Laseca
(1 de mayo de 2020)

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