domingo, 11 de diciembre de 2016

Historia del cautivo

Guardo en mi biblioteca, como un tesoro, el ejemplar que me regaló Concha de Marco, entonces viuda. Al frente, foto de Alfonso con la puerta de acceso al campamento de Monte Arruit, tras la tragedia. “Este libro  se imprimió en la imprenta Venecia, S. A. Independencia 40-2 México 1, D. F., en Mayo de 1966. Su tiro fue de 2000 ejemplares”, se dice al cierre. Hablo de la obra de Juan Antonio Gaya Nuño “Historia del cautivo”. Fechada en “Madrid, 14 de julio de 1962. A los cuarenta y un años de comenzar el asedio de Igueriben, momento en que se inauguró la historia más efectiva de la España contemporánea”. Y viajó, en 1963, con el matrimonio a la Universidad de Río Piedras (Puerto Rico), a donde fueron invitados como profesores. Allí Concha la pasó a máquina. Acogida en su título a una de las insertadas por Cervantes en el Quijote, pretendía inaugurar una nueva serie de Episodios Nacionales, en homenaje a la obra fabulosa y múltiple en que  Benito Pérez Galdós hizo novela sin dejar de hacer historia. Gaya estaba dispuesto a publicarla en América, costara lo que costara, aunque luego no pudieran volver. Tan determinado estaba a dar a la luz pública la vergüenza de la historia del siglo XX desde el desastre de Annual. El desengaño vino cuando tras enviarla a la editorial Losada, le fue devuelta. Tal decepción frenaría su inicial propósito. El reencuentro con su amigo Miguel Ranz Iglesias, otrora molinero de Barahona (Soria) y Comandante del ejército republicano que, tras exiliarse en Méjico en 1939, había hecho fortuna,  posibilitó la edición del libro, que no tardaría en agotarse tanto en Méjico como en París. Satírico y pacifista; en España, por antimonárquico, alcanzó el más absoluto silencio, “como si llevara en la portada el conocido emblema de la calavera y las dos tibias cruzadas: Peligro de muerte”. Su espinazo temático son las andanzas del soriano Clemente Garrido Mallén, entre héroe y villano, que ensarta algunos de los hechos más dramáticos de la España contemporánea. Precisamente los que determinaron el final de la monarquía constitucional y fueron germen de ulteriores y no menos dramáticos acontecimientos como el de la guerra civil del 36. Los sucesos de 1921 se hacen tan reales y verdaderos que parece que Gaya fue testigo de los mismos. Ello se debe al gran trabajo de documentación. Por desgracia, esta primera novela sería, también, la última.    
José María Martínez Laseca
(8 de diciembre de 2016)

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