lunes, 24 de febrero de 2014

La muralla leprosa

Si, santotomases, no me creen, compruébenlo por ustedes mismos. Lo del bar “el Cielo” (solo caben los justos), digo; sito en la plaza de Herradores. Con intensa lluvia o cuando el cierzo azota, adentrarse en su interior es misión casi imposible. Es lo más parecido a intentar acceder al abarrotado callejón de la plaza de San Benito –mal llamada “la chata”– en un Viernes de Toros. Y comparo bien, porque lo que es motivos taurinos tampoco faltan en el bar “el Cielo”. Compruébenlo ustedes, lectores de poca fe. Que hasta su mismísima barra asemeja la barrera o burladero donde tratan de ponerse a salvo de los embates de la clientela sus eficientes camareros.
A pesar de los pesares, yo me siento cómodo en dicho bar. Entro, eso sí, con decisión y siempre encuentro algún hueco, aunque sea al fondo del todo, para tomar mi vinillo, que acompaño con unos cacahuetes. Tampoco es nada difícil trabar conversación con algún que otro santo bebedor. Bien sea por tratarse de un conocido o porque, aun tratándose de algún desconocido o forastero, el interfecto quiere evidenciar su competencia en habilidades sociales. En estas se me acercó un paisano: “Se nos está cayendo la muralla a pedazos. Ahora han sido dos desplomes casi seguidos en Santa Clara, antes lo fue en la Plaza del Vergel y el riesgo de nuevos desplomes se acrecienta como consecuencia de las abundantes lluvias de estos días. Cual si tuviéramos una muralla leprosa.” “Mala suerte la nuestra con la muralla que daba a Soria su identidad histórica medieval, similar a otras dos ciudades castellanas –Ávila y Segovia– que mantienen su vistoso recinto murado –le añadí yo. Intacta nos llegó a inicios del XIX pero el General Durán la demolió, castillo incluido, en 1812, para evitar así que el francés pudiera hacerse fuerte. Después sería descarnada como cantera. Porque, paradójicamente, ha sido más cruel con nuestro patrimonio histórico-artístico el tiempo de paz que el de guerras. Se dice que “una llave de oro abre cualquier puerta”, pero aquí no se le entrega a nadie la llave de oro de la ciudad, entre otras razones porque no queda ninguna de sus otrora seis puertas de acceso y lo que es peor cada vez hay menos muralla.”
“Al que no arregla una gotera, se le cae la casa entera” –sentenció el compañero– o lo que es lo mismo más vale prevenir que curar, ya que de sobras es sabido que la desidia es el más claro anticipo de la ruina”.
José María Martínez Laseca
(20 de febrero de 2014)

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