La educación nos redime del caprichoso azar otorgado por el lugar de origen o la cuna. Se nos ha de educar para la vida, para “aprender a vivir juntos”, y “aprender a ser personas”; para “aprender a conocer” y “aprender a hacer”, que son las claves del Informe Delors a la Unesco. De aquí que la educación sea un derecho esencial, uno de los cuatro pilares -con la sanidad, pensiones y dependencia- del Estado de Bienestar. Tan compleja misión se le ha delegado, de siempre, a la escuela; como si la escuela lo arreglase todo; y se deriva la responsabilidad a profesores mal pagados, olvidándose de que “educa la tribu entera” como reza un sabio proverbio africano.
Nuestro sistema educativo es ejemplar, dice el Presidente de la Junta de Castilla y León Juan Vicente Herrera, que conoce el peso específico que tiene lo rural en nuestra comunidad y la prioridad de cortar la sangría de su despoblación. De ahí que no se entienda su pusilanimidad ahora que se le han añadido la crisis económica y los recortes presupuestarios. Varias escuelas de la provincia de Soria están en peligro de extinción. Y se va a eliminar el primer ciclo de la ESO en Berlanga, Duruelo, Navaleno, Vinuesa, San Pedro Manrique y Tardelcuende. Tratan de consolar a los padres afectados diciéndoles que sus hijos tendrán una atención de mayor calidad en colegios más grandes, pero ellos saben que -lo mismo que sin mujeres no hay vida- sin escuelas no hay futuro que valga, ya que se verían obligados a marchar. ¿Cómo se pretende fijar la gente al territorio, si un pueblo sin escuela apresta a cementerio?
Hubo locura de opulencia. Todo es dinero y todo mercancía. Aquí hemos padecido el síndrome de los nuevos ricos, en detrimento de valores morales y solidarios. Los economistas deberían preocuparse más de las personas y no sólo del dinero; igual que los políticos debieran ocuparse mucho más de los ciudadanos y mucho menos de los poderosos. Rebelarse contra la injusticia hizo hablar a la bíblica burra de Balaam, es lo más humano. Aunque se pretenda educarnos para el asentimiento, para que no ejerzamos nuestra capacidad de crítica, para que no seamos ciudadanos comprometidos. Tenemos, pues, que imaginar, movilizarnos y pelear. A ver si como escribió el polaco Stanislaw Jerzy Lec: “Cuando al rendirse al enemigo levantaron los brazos, resultaron tan amenazadores que el enemigo huyó por piernas”.
José María Martínez Laseca
(Soria,21 de junio de 2012)
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