domingo, 10 de junio de 2012

El cáustico jesuita José Antonio Butrón y Mújica (1)

Todo comenzó en la mañana de uno de aquellos viernes, antes de comer, en la plaza de Herradores, mientras degustábamos nuestro vinillo acostumbrado en el exterior del Bar Félix, ya cumplida nuestra jornada laboral, y departíamos entre compañeros sobre los asuntos más dispares que acontecen en la vida pública.
-¿Cómo es que no figura el padre Butrón en la Casa de los Poetas del Casino Amistad-Numancia? –me espetó a mí Arturo a la cara, acaso pensando que yo tuviera algo que ver con la elección de cuantos aparecen en dicho parnasillo reseñados.
No era la primera vez que me nombraba al susodicho personaje, el que a lo más que me sonaba era a un escueto apunte hecho por José Antonio Pérez Rioja en su “Guía literaria de Soria”, sobre ciertos ilustres viajeros que por aquí pasaron.
-¡Déjame tú algún escrito suyo y así sabré de los méritos que acreditan su valía como poeta!, -le respondí yo, de inmediato, a fin de conseguir una mayor información al respecto.
Pero, Arturo me remitió a Internet, que es donde él había husmeado para conocerlo mejor y, todavía, me añadió mayor intriga al asunto tras comentarme la existencia de sendos manuscritos nombrados "A la ciudad de Soria. Décimas", en Poesias varias, [s.a.], 6 h. y "Descripción de la antiquísima ciudad de Soria, por el P. ..., en Variedad de papeles, [s.a.], ff. 184-185., conservados en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza. Mira que yo suelo ser obsesivo y cuando algún misterio se me mete entre ceja y ceja no doy tregua, ni descanso a mi curiosidad hasta desentrañar sus sombras. Más, en lo tocante a este asunto, algo zascandileé en un principio para, luego, relegarlo ante materia a acometer con mayor apremio.
Sí que accedí a sus datos biográficos extraídos de la Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús (Madrid, 1925). Asi pues me enteré de que - según Uriarte y Lencina- José Antonio Butrón y Mújica había nacido en Calatayud en 1657 (Latassa indica que en 1677). Entró en la Provincia de Castilla en 1676 e hizo profesión de los cuatro votos de la Compañía de Jesús en 1694.
Ejerció por más de treinta años el sagrado ministerio de la predicación, empleando el tiempo que le quedaba libre en el cultivo de la poesía, a la que era muy aficionado, y que le produjo no pocos sinsabores a causa de su humor satírico. Murió en el Colegio de Segovia en 1734. Por otras fuentes conocemos que fue profesor de literatura en Orense, ciudad ésta a la que dedicó unos versos que le obligaron a salir de ella. Pasó algún tiempo de aquello y como consecuencia de los actos programados en torno al V centenario del nacimiento del adnamantino Diego Laínez (1512-1565) -un humanista que brilló en Trento, y a caballo entre San Ignacio de Loyola (Azpeitia, 24 de octubre de 1491-Roma, 31 de julio de 1556) y San francisco de Borja (1510-1572), primer y tercer General de la Compañía de Jesús, respectivamente, yo volví a retomar el tema.
Por supuesto, José Antonio Butrón y Mújica era jesuita y estuvo en Soria, ejerciendo aquí su profesorado de literatura, en el Colegio del Espíritu Santo, -el hoy IES Antonio Machado, de mis trabajos y mis días, ya que la fundación primera, sita en la plaza del Vergel, se incendió-.
Desempeñó, como jesuita, algunos cargos en la Compañía de Jesús y escribió diversas obras de carácter religioso y literario. Entre otras, el extenso poema titulado “La Harmónica, vida de Santa Teresa de Jesús” (1722), en octavas reales que, según Gerardo Diego, es de un prosaico culteranismo de muy mediocre inspiración. En él podemos ver a los numerosos jesuitas que trataron con la santa.
Relevante es su obra “El Gran Capitán de Dios, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, con algunas notas municipales de la misma Compañía”. (1729), ya que contiene la vida completa de Ignacio, desde su nacimiento hasta su muerte, en octavas reales divididas en 17 “alarmas” o partes. Es un poema de un gongorismo tardío, con la rima pobre y sus imágenes no tienen el brillo e ingenio del auténtico culteranismo. Hay trozos y pasajes que no despegan de un rastrero prosaísmo.
Que aún me recordaría mi colega Arturo que J.A. Butrón y Mújica escribió muchos poemas y entremeses que están envueltos dentro de la fuerte polémica entablada entre la comunidad Jesuita y Juan de Palafox y Mendoza por el control primero de la cristianización de la Nueva España y por la beatificación, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII de este obispo, a la que se opusieron con inquina y consiguieron retrasarla hasta que se vio aprobada finalmente por el papa Benedicto XVI en marzo de 2010.
Todo el conflicto se hace palpable en su “Poesía Burlesca: sermón diatriba del p. Butrón contra Palafox de orden de Merlín; libro de poesías, el colirio contra carmelitas” (dos partes), Biblioteca g. 7, 52, 70 y 63. He aquí una breve muestra de su agria diatriba contra el Obispo de Osma: “Lo que yo siento de este santo raro / cátalo aquí que en breve lo declaro:/ que fue humilde y no humilde, hinchado y santo, / que no fue y fue más docto que otro tanto, / y que fue noble y oscuro sin disputa / ya que fue y no fue hijo de una puta, / que pleiteó sin par qué ni para qué, / que lloró y no lloró, que fue y no fue, / que padeció y que también no padeció, / en fin que se salvó y no se salvó.”
Interesa ver, en este sentido, el libro de Gregorio Bartolomé Martínez: “Jaque mate al obispo virrey (Siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza”. FCE. Méjico, 1991.
Que también el agudo aguijón del padre Butrón fue a clavarse intencionadamente en la piel de la orden Carmelita, satirizando, entre otras cosas, su venta de escapularios de la Virgen del Carmen con la información de las gracias de salvación que lleva consigo.
Ni que decir tiene que este cultivo de la poesía, un tanto atrevido en su embestida, le produjo sinsabores. Bien conocía el riesgo que corría, puesto que en carta dirigida al P. Rector de Segovia, Alonso Cifuentes, nos da cuenta de su obra y sus intenciones:
«Mezclo burlas con versos, porque el asunto es melancólico de suyo; en esta edad del hollín, ¿quién habría de sufrirme si siempre hablara de polilla y garnacha? Además de esto, el estilo es desigual muchas veces; y el caso es que el cuerpo de un libro es como el maestro, ni todo duro, ni todo fluido; ni todo cabeça, ni todo pie...».
José María Martínez Laseca
(2 de junio de 2012)

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