Vivimos la cultura del dinero; del voraz capitalismo, ese sistema político, económico y social en el que unas pocos acaudalados lo controlan todo. El dinero, se dice, no da la felicidad, pero muchos notan en carne propia la angustia de su carencia. Poderoso caballero es don dinero, dijo Quevedo. Previo, el Arcipreste de Hita, advirtió como dios más adorado en la tierra al becerro de oro. Que todos nos echamos mano al bolsillo en cuanto se lo menta. Antes la vida que la bolsa, pues sin ésta algunos no ven sentido a aquella. Solo el dinero parece tener en él poder para dar valor a las cosas. Las trueca en mercancías para la compraventa. Hace personas mercenarias. Cría cuervos. Si se pregunta a los niños qué quieren ser de mayores, muchos dirán que futbolistas o banqueros -por la fama y el dinero-, pero no científicos o profesores, que no logran ni lo uno, ni la otra.
Noticia sonada fue hace poco que el presidente francés, François Hollande, y el nuevo Gobierno encabezado por su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, acordaron, durante su primer consejo de ministros, bajarse el sueldo un 30%. Cumplían así una promesa electoral, a la que, además, añadían la firma, por todos ellos, de un código deontológico para evitar el conflicto entre intereses públicos y privados. Medidas de ejemplaridad. Espejo donde mirarse nuestros paisanos políticos, máxime en estos tiempos cuaresmales por la crisis económica. Ellos tienen la potestad de hacerlo. De hecho, porque pueden tanto, nos bajan el sueldo a los demás -un 5% pongo por caso- y lo mismo se aplican ellos, sin progresividad, ni vergüenza alguna, como si se pudiera tratar de modo igual a los desiguales. Desde la implantación del euro y con la burbuja inmobiliaria preñada, todo subió de precio, sueldos de políticos incluidos, mientras perdían su poder adquisitivo los demás servidores públicos.
¡Bájense el sueldo! No pido recortes como el del alcalde del Ayuntamiento de Garafía (La Palma, Canarias) que ha reducido su estipendio a la mitad, al salario mínimo interprofesional. Un sueldo digno sí, pero no escandaloso, máxime con la que está cayendo. ¿Cuántos de Vds. -asesores incluidos- se creen de verdad merecedores de lo que nos cobran? No tarden. Tanto amor al vil metal les envilece. Son ansía viva. Primen otros valores, porque todo necio - como dijo Antonio Machado- confunde valor y precio.
José María Martínez Laseca
(31 de mayo de 2012)
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