viernes, 25 de mayo de 2012

La educación pública en peligro

Valoró la opinión de aquel ciudadano: “Un país moderno y democrático no tiene que recortar en educación, ni salud. Todo mi apoyo para el sistema educativo que es la base de futuro de un país, si es que queremos tener un horizonte mas allá de pagar deuda...”. Que “lo que nos estamos jugando es literalmente nuestro futuro inmediato. El 80% de los puestos de trabajo que se van a crear en los próximos 10 años exigen, como mínimo, una cualificación media o alta, o podemos convertirnos en una especie de vivero de puestos de trabajo que nadie quiere. Ese es un empobrecimiento que nuestros hijos no se merecen”, oyó decir por la radio al filósofo José Antonio Marina.
Sabía que el sistema tenía ineficiencias, que precisaba de una mayor modernización, pero pensaba que la crisis era el pretexto para el Gobierno del PP. Que, con su coartada de una mayor eficiencia en la gestión -y combatir tanto el fracaso como el abandono escolar-, pretendían un cambio del modelo educativo. Los recortes, en unos 3.000 millones de euros [¿Por qué no se recorta la corrupción?], suponían bajar la inversión educativa del 4,9% al 3,9 de nuestro PIB, cuando ésta no debiera descender del 4,5 %. La calidad y excelencia tan cacareadas por los conservadores no se hacían accesibles para todos y eso era elitismo. La espoleta de la movilización fue el decreto de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo, del Ministro de Educación José Ignacio Wert, que afectaba tanto a los estudios universitarios como a los no universitarios. Un 20% más de alumnos por aula; más horas lectivas por profesor; retraso en los módulos de FP; menos ramas de bachillerato; aumento de las tasas universitarias; repetidores penalizados y número mínimo de alumnos matriculados; eran las razones del descontento.
Tenía la sensación de que la educación pública había sido entregada, rendida. De que habíamos pasado de la preocupación al desconcierto y finalmente al miedo. Como profesor se sentía incomprendido, una víctima más, junto a sus alumnos. E ironizaba que las generaciones nuevas tendrían que nacer y crecer ya saludables, inteligentes, trabajadores, sociables y buenas personas; porque ni la play, ni la tele, ni la calle, ni mucho menos este Gobierno iban a ayudarles. Él, como profesor, haría cuanto pudiera. Pero, ahora tocaba luchar. Se puso la camiseta verde: ¡Por una educación pública, gratuita y de calidad! Aquel día hizo huelga.
josé María Martínez Laseca
(24 de mayo de 2012)


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