Hablan de días de cine, pero yo prefiero decir noches de cine. Porque, cuando en el ambiente del patio de butacas se apagaba la luz, se hacía de noche. Entonces comenzaba la proyección del arco iris que nos abría todo el universo del cinemascope, multicolor y con sonido estereofónico. Era la creación del cielo (o del infierno). No hacía falta, pues, creer en otra vida, tras la muerte, porque el hechizo del celuloide plantaba ante nuestros ojos asombrados a los mismísimos dioses. Rubias como valquirias o morenas cual gitanas de verde luna, las actrices irrumpían hermosas y gigantes, voluptuosas: Rita Hayworth, Laurent Bacall, Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Sofía Loren, Sara Montiel.., tan deseadas; pero nos las arrebataban, con descaro, los galanes: Humphry Bogart, Gary Cooper, Marlon Brando, Omar Sharif, Richard Gere, Marcelo Mastroianni, Antonio Banderas….
Yo tardé en ir al cine; en Almajano, mi pueblo, tan pequeño, no había. Mis primeros contactos con lo audiovisual se remontan a la infancia, cuando a pié con otros chicos, acudíamos al teleclub de Cirujales del Río para ver en su televisión la serie de “El Zorro”, nuestro héroe -con Guy Villiams como don Diego de la Vega- enfrentarse a los poderosos abusadores y conquistar bellas damas. Todo era en blanco y negro. Ya en Soria -no llegué al Proyecciones del Palacio de los Condes de Gómara-, sí acudí al cine Roma de la Casa Diocesana, cuando yo trabajaba de recepcionista en el Hotel Leonor, y, además, al Avenida. No sé mucho de cine, y siento sana envidia de mi amigo Julián la Llana, que es todo un experto y siempre me recuerda al gran crítico español Alfonso Sánchez, cuyos comentarios yo escuchaba embobado, para luego imitarlo en su forma de hablar.
Esta maldita crisis nos lo ha robado todo. También a nuestro cine Rex de inolvidables recuerdos. Cobijado en mi butaca, he reído, he rabiado, he amado y he llorado, al vivir las tramas de la ficción como vidas verdaderas. El escaso goteo de espectadores que acudían a las sesiones ha obligado a sus propietarios al cierre. Ya se quedó tocado al optarse por los Multicines Lara de Las Camaretas, en Golmayo. Nos cerrarán todas las salas de cine que quieran, peno nadie podrá rompernos nunca los mágicos espejos de los sueños. Y canto con Luis Eduardo Aute: cine, cine, cine, más cine por favor, que toda la vida es cine y los sueños cine son.
José María Martínez Laseca
(10 de mayo de 2012)
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