Se cumple, en este año de 2012, el centenario de la primera edición de “Campos de Castilla”, un libro capital que supone el tercer poemario de Antonio Machado ya que trata del ciclo paisajístico soriano y del campesino soriano como símbolo. De la Castilla esencial y materna, sentida por un poeta andaluz, como la mejor metáfora de la España de aquel tiempo, de crisis y revuelto, de finales del siglo XIX y principios del XX. Era la España del desastre en sus diferentes vertientes: moral, económica, política, cultural y social. Una cruda realidad existencial contrastada por Antonio Machado desde su experiencia provinciana y campesina, vivida como profesor primerizo de Instituto, en su condición de Catedrático de Francés. Todo ello llevó al poeta a marcar una inflexión radical en su trayectoria creativa, al romper con su solipsismo anterior -modernista en sus “Soledades” (1903) y simbolista en sus “Soledades, Galerías. Otros poemas” (1907)- para abrirse al exterior y hacia los demás, con un sentimiento de comunidad, desde una toma de conciencia objetiva, mucho más crítica con la realidad circundante.
“Campos de Castilla” de 1912 es la compilación de 54 poemas, en su mayoría ya publicados antes en periódicos y revistas literarias, y, únicamente, unos pocos inéditos. Supone el fruto maduro producido durante sus cinco años de estancia en Soria (1907-1912). Sin duda, un intenso capítulo -eros y tánatos por Leonor- que es casi la biografía completa de un hombre. El libro -que evidencia una cierta sensación de pérdida, desde la recuperación de la memoria histórica constatada en su percepción de la temporalidad- fue elogiado por escritores de la talla de Unamuno, en “La Nación” de Buenos Aires; de Ortega, en “El Imparcial”; y por Azorín, en “ABC”. Éste, Martínez Ruiz, y la familia Gasset se confabularon, sin éxito, para que se le otorgara por esta obra a Machado el premio Fastenrath de la Academia Española de aquel año. El poemario se vio enriquecido posteriormente con unos cuarenta poemas más, que aparecieron publicados en sus “Poesías completas” de 1917. Los añadidos están escritos ya en su retiro de viudedad en Baeza y mientras que unos expresan su dolorido sentir ante la muerte de su joven esposa Leonor Izquierdo, el primero de agosto de 1912, otros están cargados de evocación y recuerdos y contrastan el paisaje y paisanaje del altiplano soriano con los de su Andalucía natal.
“Campos de Castilla” en su conjunto se ha convertido con el paso del tiempo en un libro clásico, por lo que ha contribuido a hacer de las tierras, hasta entonces hoscas y vulgares, de Soria el ámbito poético machadiano trascendido por antonomasia sobre cualquier otro donde vivió el poeta. Antonio Machado, en su clara apuesta por la regeneración de los valores cívicos, plasmada en su inequívoca apuesta de “cultura y trabajo”, soñaba -lo mismo que su querido y admirado maestro Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza- un nuevo florecer de España. Su poesía, todavía hoy, nos carga a quienes lo leemos de ese convencimiento tan necesario para seguir caminando erguidos sobre la tierra.
Pobre Antonio Machado, de tanto poetizar, no consiguió en su vida nada más que eternidad.
José María Martínez Laseca
(10 de jnio de 2012)
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