El 21 de junio llegó el señor del tiempo proclamando el solsticio de verano, con una ola de calor sahariano. De ahí que el Antonino, “el Mocha” y yo saliéramos a pasear por ese “locus amoenus” de las márgenes del Duero. Disfrutando la belleza del paraje, agradecidos por el frescor del agua. Sabios aquellos monjes sanjuanistas de Jerusalén al ubicar, allá por la Edad Media, en esta margen izquierda, junto al puente de paso, su monasterio hospitalario de peregrinos. Ahora frecuentan el río las mocitas, que asemejan a ninfas mitológicas -bañándose en bikini- y que atraen a mocitos que las miran con ojos golositos. Para nosotros Edén, el paraíso perdido de nuestra lejana infancia.
-Se ha cumplido otro ciclo, ya hemos dejado atrás la noche que antecede a la festividad de San Juan Bautista: la más corta del año, por ser su día el más largo. Para muchos es mágica, pues todo puede ocurrir, sobre todo en enredos de amor –nos dijo “el Mocha”, rasgando el silencio.
–Así es -apostilló el Antonino- ya que muchos son los ritos de su celebración. Allá en las tierras altas de San Pedro Manrique los lugareños pasan descalzos sobre una alfombra de brasas, en el anfiteatro junto al santuario de su Virgen de la Peña, y el prodigio radica en que no se queman. Pero a mí más me agrada lo que acontece al punto de la mañana protagonizado por las tres mozas móndidas, o puras, que son mayas o majas.
-Es el ciclo de San Juan -dije yo- con sus hogueras ardiendo para quemar nuestras preocupaciones. Para perder el tiempo de manera deliciosa. Nuestro cerebro precisa del descanso para centrarnos en nosotros mismos, ya que las prisas nos impiden la debida reflexión. Llega el verano, ahora que el sueño de Europa -de paz, de libertades y progreso social- parece raptado por los mercados insaciables en su codicia. Cual Mu'adhdhin musulmán, en la alta Soria un pregonero, desde el balcón de la plaza mayor llamó al pueblo a cumplir el mito primigenio. A participar en el ritual del sacrificio y comunión del dios hecho toro. Para eso hay que traerlo, este jueves “La Saca”, multiplicado por doce -uno por Cuadrilla- desde el monte Valonsadero a la ciudad. En la noche, la luna, vieja celestina, será testigo y cómplice. La sangre desatada reclamará más vida. Llegó el verano, dicen: la estación del amor. Disfrutad su momento. Carpe Diem.
José María Martínez Laseca
(28 de junio de 2012)
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