Leí aquella nota contable y mi rostro esbozó una amplia sonrisa por el hallazgo. No hay mayor emoción para el intelecto humano que la producida por una actividad investigadora o creativa, pensé. Aprender es cambiar para bien nuestro cerebro, decía Cajal. Aquello para mí era un auténtico tesoro, y lo releí en voz alta para saborearlo: Orden de pago de 25 de agosto de 1932, 315,18 pts., importe de “todos los gastos causados por los individuos de la Universidad Central que con el Teatro Universitario “La Barraca”, recientemente creado por el Ministerio de Instrucción Pública, recorren España y dieron una función teatral en esta localidad en la noche del día 10 de julio”.
Mi curiosidad siguió nutriéndose al ver el desglose de los tres recibos que le acompañaban. UNO: “Al Hotel Pinilla, en la Plaza Mayor 19, de 17 pensiones, 153 pts.; un cubierto ,4 pts.; 18 platos extraordinarios de jamón, 18 pts; una botella de Vichy, 3 pts.; un telefonema a Barcelona, 0,75 pts. y por otro concepto ilegible 8,95 pts.”. DOS: “A la pensión Lafuente, en la Calle Universidad 17, por 12 pensiones completas de los individuos de La Barraca, 108 pts.; cuatro cervezas, 4,10 pts.; una botella de agua de litines, 2 pts.; ocho vasos de leche, 4,80 pts.; nueve cafés y nueve copas de coñac, 6,30 pts. y ocho bocadillos de jamón, 8 pts. TRES: A Fortunato Sanz y Pedro Abajo Tapia, 39 pts. de cinco docenas de cervezas para los individuos de La Barraca. Era la contrapartida al espectáculo teatral público y gratuito. Hice la suma y no cuadraba. Me pregunté dónde se alojaron las actrices.
Se trataba de un hecho de índole nacional: la función inaugural del grupo de teatro itinerante “La Barraca, acontecida en la villa de El Burgo de Osma, el domingo 10 de julio de 1932. En plena plaza mayor representaron dos entremeses de Cervantes y otro de su escuela. Memorable, como nos recordó el poeta Jorge Guillén que la presenció. Y aquella noche estrellada brilló, una vez más, el genial Federico García Lorca, como luna llena. Aquel a quien los chicos y chicas de la compañía idolatraban como a un dios vestido de mecánico.
José María Martínez Laseca
(19 de julio de 2012)
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