Los durísimos recortes anunciados el pasado miércoles, día 11 de julio, por Rajoy en su comparecencia ante el Pleno del Congreso de los Diputados, y calificados por él mismo como de inevitables -“haciendo lo que hay que hacer”-, tienen, sin duda. un marcado componente ideológico ultraliberal, de alevosía y premeditación en su alcance final, por lo que entiendo que es necesario desenmascararlo y ponerlo a las claras para aviso de caminantes, pues bien pudieran ser únicamente la punta del iceberg.
Así, el reparto de cargas que se establecen para reducir el déficit no recae, de modo justo y equitativo, sobre el conjunto de la población, sino que se ceba directamente sobre la clase media, a la que deja estrangulada, siendo inmisericorde con la clase trabajadora, ya que resulta la más trágicamente perjudicada. Para nada se ven afectadas las grandes fortunas, ni quienes logran beneficios a costa de esta asfixiante crisis, ya que mantienen sus privilegios de siempre. Muy cruel e inmoral resultó la justificación que empleó Rajoy con el descenso de las prestaciones a los parados, al decir que pretendía con ello motivarlos más para que buscaran empleo.
Los trabajadores, según ellos, son indolentes por naturaleza, máxime los funcionarios a los que vienen demonizando continuamente y utilizándolos como chivo expiatorio de todas sus tropelías. Piensan como la madre de la Chelito cuando decía aquello de que “todos los que no tienen dinero, son unos sinvergüenzas”. Vagos, nos llamó Esperanza Aguirre a los profesores, mostrando su garra de fiera ultraliberal, algo que se ha podido apreciar igualmente en sus otras declaraciones posteriores, lanzadas a modo de globos sonda para otear el horizonte. De esta forma, cuanto venía anunciando el heraldo negro del PP iba tomando cuerpo después.
A pesar de la ceremonia de la confusión que vienen creando al enturbiar las cosas, no todo son puestos vitalicios en el caso de los empleados públicos, ya que se dan también los laborales e interinos, ni tampoco es oro todo lo que reluce, puesto que no todos los sueldos son elevados, al existir muchos mileuristas que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes. Y todavía, mucho peor lo tendrán ahora, con la subida del IVA y otras tasas e impuestos, etc. y con la supresión de una parte importante de su salarios, lo que se pretende camuflar para amortizar el desgaste como una “paga extraordinaria” -la de Navidad, en este caso- cuando, en realidad no es tal, al formar parte inequívoca del contrato laboral que se reparte en catorce pagas y no constituir ningún otro tipo de asignación graciosa o discrecional.
La ministra italiana de trabajo que anunció en su día un duro plan de ajuste para su país, rompió a llorar al hacerlo, sabedora del sufrimiento que eso iba a suponer para su pueblo. Aquí, mientras su puesta en escena por Rajoy ante los Diputados del Congreso, la bancada popular lo jaleaba, impasible. Sin duda que son medidas éstas muy negativas, que incidirán más aún en el creciente malestar de la ciudadanía, por entender que lo que se busca en última instancia es la demolición del Estado de Bienestar. Todo para hacer negocio, por dinero, transformando los derechos conquistados, -como la sanidad, la educación y pensiones públicas, junto a otros servicios sociales- en meras mercancías, retornándonos a anos pasados, a un estado casi tercermundista de beneficencia. Como rezaba aquel famoso epigrama que quedó impreso en mármol: “El señor don Juan de Robres / con caridad sin igual / creó este santo hospital / y también hizo los pobres”.
Ya sabemos que tanto el Presidente del BCE (Banco Central Europeo) como el responsable del FMI (Fondo Monetario Internacional) se han apresurado en felicitar a Mariano Rajoy por ir, según dicen, en la buena dirección y que no es otra que la que ellos mismos le habían marcado con antelación. Aquí, mientras tanto, los banqueros responsables, que han introducido productos tóxicos y propiciado el estallido de la burbuja inmobiliaria, se van de rositas con indemnizaciones millonarias y sueldos de escándalo. Piden perdón si acaso, pero nadie devuelve ni un solo euro. Y a todos nosotros, a los que no somos culpables de esta crisis galopante se nos aplica un buen correctivo: aceite de ricino, y corte de pelo al cero. Lo primero como laxante para depurar nuestro “toxico interior” y lo segundo para censurar el libertinaje de vivir por encima de nuestras posibilidades gastándonos más de lo que teníamos. Intervenidos, pues, como estamos: España es Grecia.
Se dice que estos ajustes incrementarán la recaudación del Estado en su objetivo de equilibrar el fiel de la balanza contable entre ingresos y gastos, pero ello no nos garantiza el que recuperemos la confianza de los mercados compradores de nuestra deuda. Bien se podía haber incidido más, por parte del Gobierno del PP, en la reducción de gastos suntuarios, en lugar de aplicar esta dieta tan severa, que va a contraer el consumo, lo que puede sumir a nuestro país tan enfermo en una situación de anorexia y de depresión prolongadas en el tiempo.
Precisamos estímulos para que la economía española crezca de un modo sostenible y se puedan generar nuevos empleos, saliendo así de la recesión actual, pero este deseo es algo prácticamente imposible de lograr por nosotros mismos, y necesitamos para ello la intervención decidida del BCE al ser la única institución que tiene capacidad para asegurarnos las condiciones de estabilidad, evitándonos la agresividad de las turbulencias de los mercados. El sueño europeo sigue siendo posible.
José María Martínez Laseca
(14 de julio de 1912)
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