Este año, mediado abril, se cumple el centenario de la publicación del poemario “Campos de Castilla” de Antonio Machado, que puso por vez primera a Soria en el mapa cultural de España. Además, toca recordar los 100 años del fallecimiento de Leonor Izquierdo Cuevas. Será el 1º de agosto, pues “fue a las diez de la noche / en la calle Estudios, 7 / con dieciocho años cumplidos / ¡maldita la mala muerte! / cuando Leonor expiró”. Se cerraba así el negro paréntesis abierto el 13 de julio de 1911 en París, al evidenciar la joven esposa, mediante un vómito de sangre, los síntomas de la letal tuberculosis, el llamado mal del siglo. Sucedió en París, sí; “cuando la enfermedad de Leonor nos hirió como un rayo en plena felicidad”, diría Machado. Ya saben los lectores los detalles de esta tristísima historia de amor. Que era a la plazoleta del Mirón, a donde la llevaban su esposo, “y una madre amante, para que la malograda niña encontrase alivio a su mal, respirando aire puro bajo un olmo secular”. Pero no se produjo el milagro, pese a que los brotes verdes de la primavera despertaran nuevas esperanzas. Los funerales del día 2, en la iglesia de Santa María La Mayor -donde sus esponsales, apenas hacía tres años-, la despidieron con toda solemnidad y gran concurrencia de gente, trasladándose el féretro hasta el Camposanto del Espino. Aquí reposan sus restos, ahora en la sepultura nº 810 grado 1º, 2º Norte, reubicados desde su tumba inicial, la nº 432, grado 2º, 1º Norte, el 13 de mayo de 1938. Sobre la lápida de mármol blanco, esta dedicatoria: “A Leonor, Antonio”. Por eso el Espino supone una de las claves necesarias para mejor comprender la lírica de Machado, puesto que si, ya desde su llegada, Soria está presente en sus versos; precisamente, Leonor, su “paloma de linde” quedará consagrada para siempre en su poesía.
Desde que Antonio, viudo en Baeza, pidiera a su buen amigo José María Palacio que subiera al alto Espino “donde está su tierra” y le llevara flores a su difunta esposa, generaciones sucesivas de sorianos hemos continuado ese ritual, en respuesta a tan piadosa petición. En especial, los alumnos de su Instituto que, todos los años, el día 22 de febrero, aniversario de la muerte de Machado en Collioure, ascienden al cementerio y recitan poemas en su honor. Y depositan sobre la tumba de Leonor aquellas flores frescas prometidas.
José María Martínez Laseca
(23 de febrero de 2012)
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