El pasado jueves, tras concluir mis clases en el IES Antonio Machado, me adentré en el Casino a beber un “Silentium”, siguiendo mi costumbre antes de ir a comer. Y me topé con Antonio Ruiz Vega, que se avino a mí para presentarme al pintor Manuel Sierra (Villablino, León, 1951). Sierra es bajo y robusto; viste entero de negro y resulta campechano y muy agradable al trato en la conversación. “No hice autorretratos en mi vida, porque me interesan muy poco. Alguno haces. Ahí hay uno. Este dibujo en que sale una mano de una caja que sostiene una calavera. Una especie de matrioska de la que surjo yo ahora mismo, calvorota ya, pero del que asoma otro con los pelos y de ese sale un niño, con una línea de puntos, como diciendo: en caso de necesidad, cortar siguiendo la línea de puntos, porque esto, al igual que los toros, se termina”.
Sierra regresa a Soria para agradecerle a Antonio Ruiz, padre, el haberle acogido y protegido en aquel tiempo difícil del tardofranquismo. Lo hace con esta exposición bajo el nombre genérico de “Las Marcas del Tiempo,1973-2012”. Un brazado de cuadros, fruto de su oficio de pintor, que es lo mejor que tiene. Decía Eugenio D´Ors: lo primero, señor mío, tener un cosmos propio. “Posiblemente, el secreto de pintar esté en lograr algo que para ti es de una intimidad muy grande, pero que pueda hacer que los demás también se vean proyectados en sus intimidades”. Así, Sierra ha creado su planeta.
Nos lo muestra esparcido por tres continentes. En el Colegio de Arquitectos están los cuadros de gran formato; algunos abstractos, como tótems erguidos, los que el padre José Velicia quiso ver, alertado de que estaba pintado a Dios. En el altillo, su “Origen del mundo” y cerámica -con englobes sobre barro- sometida al tercer fuego. En el Gaya Nuño enseña su obra primera, de pequeño formato, con múltiples dibujos; la más íntima. Y en el Palacio de la Audiencia, cuelgan cuadros de mediano tamaño, junto a su obra reciente. “Todo lo que hay expuesto son piezas que extraje de otras exposiciones; ni mejores ni peores, con las que estás más encariñado y que he guardado para mi”. Con temas obsesivos como el circo, casas, barcas y bosques. Y carteles de lucha. Contemplémoslos. Manolo Sierra pinta desde su ideología. Sabe de duros viajes y todo ello nos los cuenta mezclando en su paleta los colores acrílicos con su inmensa ternura.
José María Martínez Laseca
(16 de enero de 2012)
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