jueves, 20 de febrero de 2020

Siempre Bécquer


“¿…de que pasé por el mundo  / quién se acordará?” (LXI) se preguntaba Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870). Y la respuesta  podemos encontrarla en la programación de actividades organizadas este año 2020 en aquellos lugares por dónde pasó en su breve y ajetreada vida, junto a su inseparable hermano Valeriano. Por la celebración gozosa del 150 aniversario de su muerte, que insiste en liberarlo de su mal presentida condena al olvido.
Romántico, Bécquer persigue un ideal (amoroso, político, vital) que choca con la desagradable realidad. Lo que le provoca un sentimiento de frustración. Por eso busca refugio en su mundo interior y se evade hacia el pasado o a lugares exóticos, retrotrayéndose en el tiempo hasta la Edad Media. En su siglo XIX, convulso, de militares, material y prosaico, la razón no convence, por lo que se adentrará en el lado oscuro. (Ese que produce monstruos como Frankenstein de Mary W. Shelley).
G. A. Bécquer: hijo, sobrino y hermano de pintores, era, asimismo, pintor. En su autorretrato, sentado en un sillón fumándose un puro, simboliza a las musas en las bocanadas de humo. Consideraba la poesía indefinible y  más allá del poema: “No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira; / podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía” (IV). Con sus “Rimas” dialógicas rompe muchos hilos líricos de su tiempo y será claro referente para las generaciones posteriores: del 98, del 27, etc. Su poética es sencilla, nada retórica e incluso irónica, pero fuertemente evocadora. “Yo sé un himno gigante y extraño / que anuncia en la noche del alma una aurora” (I). Gusta de la rima asonante en los versos pares y de una métrica poco habitual (dodecasílabos, decasílabos y hexasílabos). Eugenio d´Ors la compara con “un acordeón tocado por un ángel”. Triángulo de: mujer, poesía y amor. Clasificadas en: amorosas, metapoéticas y de angustia existencial.
            El estilo de su prosa es tan revolucionario como el de su lírica. Leyendas milésicas frente a la tradición de apólogos de “El Conde Lucanor”. Sincretismo del romance narrativo y el cuento folklórico. Cernuda alaba su leyenda toledana “La ajorca de oro”. Cinco son sorianas. “La Promesa” (de tradición cristiana); “El rayo de luna”, “La corza blanca”, “Los ojos verdes” (fantásticas) y “El monte de las ánimas” (de misterio).
            A este poeta visionario hay que leerlo. Como mejor homenaje.
José María Martínez Laseca
(13 de febrero de 2020) 

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