sábado, 13 de octubre de 2012

Mari Cruz Gil Febrel

A veces, personas a las que he citado tangencialmente en mis escritos, me salen al encuentro. Se me aparecen, como fantasmas en pena, reclamándome una mayor atención sobre ellos. Para que los libere de las pesadas cadenas del olvido que arrastran.
Es el caso de María Cruz Gil Febrel, que figuraba ya en mi libro de “Antonio Machado, su paso por Soria” (1984), como alumna de francés del poeta, durante el curso de 1911-1912, en el Instituto General y Técnico, obteniendo sobresaliente con derecho a matrícula de honor. Se trataba, pues, de una alumna brillante que cursó los estudios de magisterio en la Escuela Normal. Su memoria de fin de carrera, dirigida por Luis de Hoyos, versó sobre Numancia. Sabemos que en octubre de 1927 salió nombrada concejala del Ayuntamiento de Soria, siendo una de las mujeres pioneras en el desempeño de este cargo público. Era Inspectora provincial de Primera Enseñanza. Y tenemos noticia de su asistencia a la inauguración oficial de las escuelas de Trébago, el domingo 19 de mayo de 1929 acompañando a Gervasio Manrique, entonces Inspector Jefe. La Orden Ministerial de 25 de abril de 1934 la pensionó, por tres meses, para estudiar pedagogía en Francia, Bélgica y Suiza. Respaldó a la Segunda República en su proyecto de cultura y trabajo como factor de progreso de los pueblos y ocupó la Jefatura de la Inspección de Enseñanza Primaria. Lo pagó caro, ya que resultó depurada y suspendida de empleo y sueldo por el régimen franquista.
Yo le puse rostro cuando la vi, sentada junto a los alumnos, en la fotografía del homenaje popular que Soria tributó a Machado en la plazuela de San Saturio el 5 de octubre de 1932, entregándosele el título de hijo adoptivo de la ciudad. Es la primera por la izquierda. Su compromiso social la llevó a remarcar la importancia de las clases complementarias para adultas como medio de adelanto del agro. Y esa preocupación suya por procurar el acceso de las mujeres a la educación como eje fundamental para su promoción y participación social, merece el mayor de mis reconocimientos. Ya podría el Ayuntamiento de Soria dedicar una calle a su memoria. Otros hombres, con mucho menos mérito que ella, la tienen.
José María Martínez Laseca
(11 de octubre de 2012)

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