Así se titulaba el breve aparecido en la página 85, del periódico ABC, edición de la mañana, correspondiente al domingo 12 de julio de 1959. Han pasado 55 años de aquello. El pueblo soriano al que se refería no era otro que Almajano. La información fue difundida a España entera por la agencia de noticias Cifra. Leámoslo:
“Soria.11. En el cercano paraje de Valonsadero, uno de los novillos que allí pastaban se desmandó y presentó, de improviso, en la plaza mayor del pueblo de Almajano, donde varios jóvenes descansaban de las faenas agrícolas. Rápidamente improvisaron capotes con sus prendas de vestir y comenzaron a capear al novillo, resultando una corrida completa, ya que el novillo embestía y acudía a la cita. La plaza se llenó de gente, que tributó calurosas ovaciones a los jóvenes toreros. Como la res no pudo ser reducida, uno de los lidiadores acabó con el bicho, entre los aplausos del público”.
Sabemos que hubo un encuentro previo entre el fugitivo animal y Cipriano Sanz, cuando este se dirigía con su yunta de vacas por el camino de La Losilla a binar una finca. Se le arrimó el novillo, que buscaba compañía, pero el Cipriano lo despachó, con lo que el bóvido se introdujo en la dehesa comunal. Al traer el ganado, con la tarde vencida, se condujo al novillo entre las vacas hasta el corral del Pepe de la Visita.
Llama la atención que se dijera que el novillo procedía del distante monte de Valonsadero. Felizmente, habían concluido en la ciudad de Soria sus tradicionales Fiestas de San Juan, tras la romería del Lunes de Bailas junto al Duero, el día 29 de junio. Y no tengo ningún dato, tras husmear en la hemeroteca, que lo acredite como uno de los toros de cuadrilla que el Jueves La Saca, el 25, se desvió de su recta trayectoria hacia los corrales de “La Chata”.
Aquel año fue el primero del ofrecimiento de jurados voluntarios. El día 14 se había celebrado ya La Compra del Toro y el 21 se presentó la canción pasodoble “Embrujo sanjuanero”, de Jesús Hernández de la Iglesia y Francisco García Muñoz. Sabemos que el 28, Domingo de Calderas, torearon los diestros Carlos Corpas, Juan Antonio Romero y Diego Puerta. Eso sí, el año anterior de 1958 la sensación de ¡que va suelto! la había causado un toro escapado de La Saca, que consiguió llegar al mismo corazón de la ciudad, provocando el pánico entre los tan tranquilos paseantes. Cabría, por ello, suponer que perteneciera a la vacada estable de Valonsadero, o bien fuera uno de esos toros reservados en la cañada del monte para las novilladas que por aquellas fechas se celebraban en beneficio del C. D. Numancia.
Lo de Almajano coincidió en el tiempo con el desarrollo de los afamados Sanfermines de Pamplona. En concreto, con su quinta corrida de feria. Comenzó la mañana con el encierro de los toros miuras. Y refiere el cronista, que presenció el ritual, que aquel día, “tronaba y relampagueaba a las seis y media de la mañana tristona, cuando la gente iba camino de la plaza”. Tan solo se corrieron cuatro toros. Por la tarde, no obstante, lució el sol, y el espectáculo obtuvo este resultado: “Solanito” dio la vuelta al ruedo en el cuarto, el sobrero; Curro Girón cortó una oreja al segundo y Diego Puerta, el mejor, una oreja al tercero y las dos al sexto, con salida a hombros del mocerío. Pese a ello “me aburrí como un hongo”, anotó el periodista. Los miuras resultaron apacibles. Y “la corrida, careció de interés”.
Mucho más interés tuvo el festejo taurino de Almajano. Las tapias del corral-plaza de toros se veían repletas por curiosos espectadores de todas las edades y hasta algunas mujeres se asomaban a las altas ventanas de la casa de enfrente, la del tío Josetón. El torete lucía fina estampa. Y embestía con brío, desbaratando los intentos de los mozos más valientes -que se le acercaban capa en mano-, obligándoles a refugiarse en un carro plantado en el centro del ruedo. Que a punto estuvo de escaparse cuando el Juan Pedro Vadillo, por descuido, dejó la puerta abierta. Allí se vio al Santos y al Juan Luis, al Lorenzo “El Cucán” y al Urbano, entre otros. Más de uno, aquella tarde, puso en riesgo su vida. El torete en cuestión era todo un miura, y lo hubiera disfrutado, sin duda, aquel cronista, enviado especial a los Sanfermines, de haberse desplazado hasta Almajano.
Si acaso, deslució su desenlace trágico, que aconteció de forma inesperada. El médico de Narros, don Jesús “El Rabanizo”, (hay quien nombra al Abel), tratando de atraparlo a lazo por los cuernos, propició que la soga se le bajara al cuello y el bicho murió ahorcado. Entonces se hizo el miedo. Pero Amado Arribas, como alcalde que era, dio aviso al Gobierno Civil, y el Marino, con su camioneta, llevó al torete muerto a la capital.
Muy bien podemos apreciar aquí como los hechos cambian según quien nos los cuente. Yo he procurado recomponer el puzzle roto de aquel día. Si bien algo enturbiados por el óxido del tiempo, muchos jirones de su recuerdo todavía permanecen en la memoria colectiva. Doy así en constatar la arraigada afición taurina entre las gentes del lugar. Hasta hace escasas fechas en Almajano se corrían encierros matutinos en sus fiestas patronales de agosto, y, aún mucho antes, era tradición asentada, por San Roque, hacer el cerramiento de la plaza de toros con los carros agrícolas, para que los mozos practicaran la capea con las reses más bravas. Lo corroboran unas fotografías expuestas en su centro social.
José María Martínez Laseca
(29 de agosto de 2014)
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