Este septiembre, en la Sala de Exposiciones del Palacio de la Audiencia de Soria, cuelga sus cuadros –bajo el significativo título de “Homo Sapiens”– el pintor Dis Berlin. A mí me tenía mosqueado esa máscara que encubría –¿o, por el contrario, revela?– su personalidad. Así que, atraído por tal halo de misterio, acudí a la inauguración en la tarde del pasado jueves, día 4.
El creador, Mariano Carrera Blázquez (Ciria, 1959), habló para decirnos que todo artista necesita del afecto del público y que por eso, para buscarlo, sale de su cueva, que es el estudio, con el fin de ofrecerle el trabajo realizado. Y dice que esta ocasión tiene para él un valor sentimental, ya que hacía un año que murió su madre, y porque solamente cree en una patria y esa no es otra que el pueblo donde nació. Pueblo hermoso, en el que vivió poco tiempo (a los 5 años emigró a Zaragoza), pero que dejó que su infancia creciese. Ese paisaje escarpado, las montañas, sus cuevas –los primeros pasos que dio hacia un mundo propio–, le fijaron una huella indeleble. (En el acto, familiares y vecinos de Ciria). Y reivindicó su condición de soriano, porque pese a que, como dijo, pareciera de otro planeta en cuanto a lo que hacía; sin embargo, el rigor y el trabajo de la gente de esta tierra los tenía inculcado en su sangre. En este mismo sentido añadió que le causaba un especial placer saber que en este lugar al que pertenecía verían su obra de una manera sosegada, que es como hay que ver la pintura, sin las prisas con las que lo hacen en Madrid o en otras capitales, donde la mirada ya ha desaparecido. Y pidió a los sorianos que dedicaran un tiempo de su visita a la exposición para ampliar su sensibilidad y recrear su universo.
Antes, la comisaria de la muestra, Elena Ruiz Sastre, nos advirtió que el camino de la perfección y el conocimiento en el arte tiene mucho que ver con la mirada personal de cada uno de nosotros. Sea para sentirla o analizarla. Porque, con su lenguaje cifrado, Dis Berlin lanza sugerentes guiños a la cultura, al cine, a la literatura, a los años 40… que provocan las evocaciones del espectador. Son cuadros mimados al detalle en su estética, que remiten al collage y a la escritura automática. Auténticos poemas visuales no exentos de crítica, ni de melancolía.
José María Martínez Laseca
(11 de septiembre de 2014)
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