La educación nos redime del caprichoso azar otorgado por el lugar de origen o la cuna. Se nos ha de educar para la vida, para “aprender a vivir juntos”, y “aprender a ser personas”; para “aprender a conocer” y “aprender a hacer”, que son las claves del Informe Delors a la Unesco. De aquí que la educación sea un derecho esencial, uno de los cuatro pilares -con la sanidad, pensiones y dependencia- del Estado de Bienestar. Tan compleja misión se le ha delegado, de siempre, a la escuela; como si la escuela lo arreglase todo; y se deriva la responsabilidad a profesores mal pagados, olvidándose de que “educa la tribu entera” como reza un sabio proverbio africano.
Nuestro sistema educativo es ejemplar, dice el Presidente de la Junta de Castilla y León Juan Vicente Herrera, que conoce el peso específico que tiene lo rural en nuestra comunidad y la prioridad de cortar la sangría de su despoblación. De ahí que no se entienda su pusilanimidad ahora que se le han añadido la crisis económica y los recortes presupuestarios. Varias escuelas de la provincia de Soria están en peligro de extinción. Y se va a eliminar el primer ciclo de la ESO en Berlanga, Duruelo, Navaleno, Vinuesa, San Pedro Manrique y Tardelcuende. Tratan de consolar a los padres afectados diciéndoles que sus hijos tendrán una atención de mayor calidad en colegios más grandes, pero ellos saben que -lo mismo que sin mujeres no hay vida- sin escuelas no hay futuro que valga, ya que se verían obligados a marchar. ¿Cómo se pretende fijar la gente al territorio, si un pueblo sin escuela apresta a cementerio?
Hubo locura de opulencia. Todo es dinero y todo mercancía. Aquí hemos padecido el síndrome de los nuevos ricos, en detrimento de valores morales y solidarios. Los economistas deberían preocuparse más de las personas y no sólo del dinero; igual que los políticos debieran ocuparse mucho más de los ciudadanos y mucho menos de los poderosos. Rebelarse contra la injusticia hizo hablar a la bíblica burra de Balaam, es lo más humano. Aunque se pretenda educarnos para el asentimiento, para que no ejerzamos nuestra capacidad de crítica, para que no seamos ciudadanos comprometidos. Tenemos, pues, que imaginar, movilizarnos y pelear. A ver si como escribió el polaco Stanislaw Jerzy Lec: “Cuando al rendirse al enemigo levantaron los brazos, resultaron tan amenazadores que el enemigo huyó por piernas”.
José María Martínez Laseca
(Soria,21 de junio de 2012)
martes, 26 de junio de 2012
viernes, 15 de junio de 2012
Con cajas destempladas
Estando yo en la plaza Mariano Granados, junto al parque y jardín botánico de la Alameda de Cervantes (que otrora fuera dehesa boyal), un viajero, tratando de saber, se dirigió a mí: -¡Lástima que este gran inmueble, ubicado en pleno centro de la ciudad se encuentre en desuso! Cual casa palaciega de noble venido a menos. Clara metáfora de estos tiempos de crisis, tras la opulencia vivida con el ladrillazo. -Ahí donde lo ve usted -le respondí- fue la tercera sede central de la Caja de Ahorros de Soria, todopoderosa en tiempos de “San Alejandro”, su mítico director y que ahora, cabizbaja, está enclavada al lado, en lo que fuera Hotel Comercio. La primera se abrió en la calle Ferial, 7 y pasó después a la plaza de San Esteban, donde queda el centro cultural “Gaya Nuño”, también huero y desvirtuado.
-En verdad -prosiguió conversando el viajero- que las cajas de ahorro han sido esas entidades financieras semipúblicas, muy queridas en nuestros municipios y provincias. Eran algo nuestro, las gentes más humildes les confiaban sus ahorros familiares, éstas prestaban a un bajo interés a los emprendedores autónomos, comerciales y de pequeña y mediana empresa, Al final, los beneficios repercutían en poner en valor lo nuestro y en actividades de su obra social, tan importantes para la sociedad, pero que ya ha marcado su fin de ciclo.
-Así es -le contesté- la Caja de Ahorros de Soria se fundó el 14 de octubre de 1912 a iniciativa de la Sociedad Económica de Amigos del País, mediante la conferencia: “Monte de Piedad y Caja de Ahorros, su origen y desarrollo en León: modo de construir una obra semejante en Soria” y pretendía acabar con la usura vigente en la época y tan gravosa para los campesinos sorianos. Este año cumpliría un siglo; y, mira por donde, ha vuelto a León con Caja España, en ese proceso seguido de fusiones, confusiones y bancarización.
-Está claro que se han hundido como el Titanic -sentenció. El paradigma de tal caos es Bankia (Caja Madrid y Bancaja, que ha engullido a Caja Ávila y Caja Segovia) con el quebranto de su intervención. Cierres de oficinas, prejubilaciones y pérdida de muchos puestos de trabajo. Descarada politización y una pésima gestión. La zorra metida en el gallinero. Sueldos multimillonarios y luego a socializar las pérdidas. Una vez más la corrupción ha hecho que el Estado de Bienestar no llegue al pueblo. ¡Que paguen los culpables!
José María Martínez Laseca
(14 de junio de 2012)
La diatriba del padre Butrón contra Soria (y 2)
A pesar de lo mucho que he contado hasta aquí, yo aún no me sentía satisfecho, puesto que mi especial interés se centraba en los asuntos relacionados con Soria. A tal fin me sirvió de excelente fuente de información el libro “La sátira mordaz de Butrón y Mújica. Edición de la poesía y el teatro de un poeta bilbilitano en el ostracismo” (2010) de Rubén Cristobal Hornillos, publicado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, Institución “Fernando el Católico”.
Entre sus páginas, de la 120 a la 126, se encontraba su “Descripción de la antiquísima y nobilísima ciudad de Soria” antes citada. Casi doscientos versos demostrativos de su animadversión contra nuestra ciudad a la que tilda de: “Un aldeón indigesto / yermo, despoblado y frío”. A ello suma, refiriéndose al palacio de los Condes de Gómara: “La casa grande es lo más / que en Soria se puede ver / obra que la supo hacer / un pastor Antón o Bras, / vense aquí luego de más / en la puerta dos bestiazas, / dos salvajes con porrazas / que siempre mármol en manos / muestran bien que son soriamos / por salvajes y por mazas”.
Y añade, respecto a la casa troncal de los doce linajes, que es nuestro actual Ayuntamiento: “La casa de los linajes / con su círculo vicioso / es un infinito astroso / de cuarteles de salvajes / aquí es de ver los encajes, / los laureles y polluelos / de águilas y de mochuelos / que al vellón todo lo enloda / y cual más, cual menos toda / la lana de Soria es pelosa.”
No bastándole con afear sus monumentos, también se mete con su gente al decir: “Las damas pecan de grueso / tocante a la donosura / en el garbo y su cultura / es oscura y huele a queso, / Venus se da al Diablo de eso / que amor en cualquier legión / es salado y juguetón / y flecherito pulido / aquí es hombrachón fornido / que mata a lanza y rejón.”
A lo que se ve, tampoco le gustaron demasiado los entretenimientos y divertimentos de los sorianos “que dan ganas de llorar”. Pintando de esta manera nuestras tradicionales fiestas de San Juan o de la Madre de Dios: “La fiesta de las Calderas / diecisiete bueyes monta / y para hacerla más tonta / traen gaitas de las fronteras, / fiestas de tales quimeras / no las verá el mundo entero, / y así dijo un forastero / que se llamaba Teobaldo / que por las gaitas y el caldo / esta fiesta es de trasero.” (Está última palabra quiere decir: de mayores).
Que, de entre todos los santos de cuadrilla, escogerá una en concreto al rimar: “ Tiene Santa Catalina / una cofradía rara / donde entra tijera y bara / la estopa y la medicina, / en medio de esta bahorrina / van con tal magnificencia / que la Santa en mi conciencia / viendo tales zarandajas / otra rueda de navajas / tendrá para su paciencia”.
Una vez metidos en olor de santidad, cómo no decir algo del santo patrón que no tenga el menor desperdicio en su acidez : “… las salidas son famosas, / montes con curvas furiosas / que hacen dar diente con diente / donde el Santo Penitente / para ensayarse a morir / al monte se fue a vivir / por no vivir con tal gente.” Es evidente que el padre Butrón y Mújica no debió de sentirse muy a gusto durante el tiempo en que residió en nuestra ciudad de Soria cuando manifiesta al cierre: “vivo como un azotado / en un pueblo condenado / al desprecio más profundo / que es entedicho del mundo / y rincón descomulgado”.
Ya en la segunda de sus décimas había escrito con su tonillo insultante y chulesco: “ Ciudad, terror de romanos, / que Escipión, al pelear, / jamás la quiso tomar / por no ensuciarse las manos. / Como Fénix o gusanos, / se libraron tumba honrada / la vega quedó abrasada, / el pueblo quedó encendido, / porque Soria siempre ha sido / famosa para quemada…”
-Con tales antecedentes penales -le dije a mi buen Arturo, cuando me lo encontré de nuevo- no me extraña lo más mínimo que quién resolviera el expediente de las nominaciones para la Casa de los Poetas, lo dejara apartado y muerto en el olvido, si acaso tuvo noticia de él, cosa que ignoro.
-Cierto es que, no obstante, si que allí se ha incluido al gran escritor y crítico de arte Juan Antonio Gaya Nuño, más ripioso que poeta, con un fragmento de su polémica “Saturiada”.
-Bien dices, que yo publiqué en la prensa local, en 2003, esa obra inédita de Gaya en verso, tildada como “La Saturiada o de San Saturio, el patrón, la historia en verso ramplon”, un claro precursor de “El Santero de San Saturio” (1953), y por su tono satírico y mordaz con lo soriano y los sorianos pareciera haberse servido del padre Butrón como fuente de inspiración.
-Tengo para mí -concluyó Arturo- que pudiera ser que al padre Butrón se le negaran las gracias tanto del cielo como del reconocimiento o de la fama, pero nadie podrá negarle jamás la gracia del sano humor y de la socarronería, al estilo de los célebres Goliardos o rebeldes del medievo.
“Butrón, junto a José Villarroel y otros,-según Iris Zabala, especialista en literatura de cordel del s. XVIII- fueron los poetas que gozaron de mayor renombre al filo del siglo”.
Llegados a este punto yo me di por bastante satisfecho de mis pesquisas y concluí que el jesuita y bilbilitano José Antonio Butrón y Mújica fue, a no dudarlo, uno de los hombres más sarcásticos de su época, que refleja muy bien la sátira conceptista, que emana de Marcial y se prolonga a través de Gracián, hasta nuestros días.
No obstante, a lo que parece, se labró demasiados enemigos con su extremada mordacidad. Y por eso, también de nuestra Soria, tuvo que salir por pies.
José María Martínez Laseca
(12 de junio de 2012)
Entre sus páginas, de la 120 a la 126, se encontraba su “Descripción de la antiquísima y nobilísima ciudad de Soria” antes citada. Casi doscientos versos demostrativos de su animadversión contra nuestra ciudad a la que tilda de: “Un aldeón indigesto / yermo, despoblado y frío”. A ello suma, refiriéndose al palacio de los Condes de Gómara: “La casa grande es lo más / que en Soria se puede ver / obra que la supo hacer / un pastor Antón o Bras, / vense aquí luego de más / en la puerta dos bestiazas, / dos salvajes con porrazas / que siempre mármol en manos / muestran bien que son soriamos / por salvajes y por mazas”.
Y añade, respecto a la casa troncal de los doce linajes, que es nuestro actual Ayuntamiento: “La casa de los linajes / con su círculo vicioso / es un infinito astroso / de cuarteles de salvajes / aquí es de ver los encajes, / los laureles y polluelos / de águilas y de mochuelos / que al vellón todo lo enloda / y cual más, cual menos toda / la lana de Soria es pelosa.”
No bastándole con afear sus monumentos, también se mete con su gente al decir: “Las damas pecan de grueso / tocante a la donosura / en el garbo y su cultura / es oscura y huele a queso, / Venus se da al Diablo de eso / que amor en cualquier legión / es salado y juguetón / y flecherito pulido / aquí es hombrachón fornido / que mata a lanza y rejón.”
A lo que se ve, tampoco le gustaron demasiado los entretenimientos y divertimentos de los sorianos “que dan ganas de llorar”. Pintando de esta manera nuestras tradicionales fiestas de San Juan o de la Madre de Dios: “La fiesta de las Calderas / diecisiete bueyes monta / y para hacerla más tonta / traen gaitas de las fronteras, / fiestas de tales quimeras / no las verá el mundo entero, / y así dijo un forastero / que se llamaba Teobaldo / que por las gaitas y el caldo / esta fiesta es de trasero.” (Está última palabra quiere decir: de mayores).
Que, de entre todos los santos de cuadrilla, escogerá una en concreto al rimar: “ Tiene Santa Catalina / una cofradía rara / donde entra tijera y bara / la estopa y la medicina, / en medio de esta bahorrina / van con tal magnificencia / que la Santa en mi conciencia / viendo tales zarandajas / otra rueda de navajas / tendrá para su paciencia”.
Una vez metidos en olor de santidad, cómo no decir algo del santo patrón que no tenga el menor desperdicio en su acidez : “… las salidas son famosas, / montes con curvas furiosas / que hacen dar diente con diente / donde el Santo Penitente / para ensayarse a morir / al monte se fue a vivir / por no vivir con tal gente.” Es evidente que el padre Butrón y Mújica no debió de sentirse muy a gusto durante el tiempo en que residió en nuestra ciudad de Soria cuando manifiesta al cierre: “vivo como un azotado / en un pueblo condenado / al desprecio más profundo / que es entedicho del mundo / y rincón descomulgado”.
Ya en la segunda de sus décimas había escrito con su tonillo insultante y chulesco: “ Ciudad, terror de romanos, / que Escipión, al pelear, / jamás la quiso tomar / por no ensuciarse las manos. / Como Fénix o gusanos, / se libraron tumba honrada / la vega quedó abrasada, / el pueblo quedó encendido, / porque Soria siempre ha sido / famosa para quemada…”
-Con tales antecedentes penales -le dije a mi buen Arturo, cuando me lo encontré de nuevo- no me extraña lo más mínimo que quién resolviera el expediente de las nominaciones para la Casa de los Poetas, lo dejara apartado y muerto en el olvido, si acaso tuvo noticia de él, cosa que ignoro.
-Cierto es que, no obstante, si que allí se ha incluido al gran escritor y crítico de arte Juan Antonio Gaya Nuño, más ripioso que poeta, con un fragmento de su polémica “Saturiada”.
-Bien dices, que yo publiqué en la prensa local, en 2003, esa obra inédita de Gaya en verso, tildada como “La Saturiada o de San Saturio, el patrón, la historia en verso ramplon”, un claro precursor de “El Santero de San Saturio” (1953), y por su tono satírico y mordaz con lo soriano y los sorianos pareciera haberse servido del padre Butrón como fuente de inspiración.
-Tengo para mí -concluyó Arturo- que pudiera ser que al padre Butrón se le negaran las gracias tanto del cielo como del reconocimiento o de la fama, pero nadie podrá negarle jamás la gracia del sano humor y de la socarronería, al estilo de los célebres Goliardos o rebeldes del medievo.
“Butrón, junto a José Villarroel y otros,-según Iris Zabala, especialista en literatura de cordel del s. XVIII- fueron los poetas que gozaron de mayor renombre al filo del siglo”.
Llegados a este punto yo me di por bastante satisfecho de mis pesquisas y concluí que el jesuita y bilbilitano José Antonio Butrón y Mújica fue, a no dudarlo, uno de los hombres más sarcásticos de su época, que refleja muy bien la sátira conceptista, que emana de Marcial y se prolonga a través de Gracián, hasta nuestros días.
No obstante, a lo que parece, se labró demasiados enemigos con su extremada mordacidad. Y por eso, también de nuestra Soria, tuvo que salir por pies.
José María Martínez Laseca
(12 de junio de 2012)
lunes, 11 de junio de 2012
Los cien años de “Campos de Castilla”
Se cumple, en este año de 2012, el centenario de la primera edición de “Campos de Castilla”, un libro capital que supone el tercer poemario de Antonio Machado ya que trata del ciclo paisajístico soriano y del campesino soriano como símbolo. De la Castilla esencial y materna, sentida por un poeta andaluz, como la mejor metáfora de la España de aquel tiempo, de crisis y revuelto, de finales del siglo XIX y principios del XX. Era la España del desastre en sus diferentes vertientes: moral, económica, política, cultural y social. Una cruda realidad existencial contrastada por Antonio Machado desde su experiencia provinciana y campesina, vivida como profesor primerizo de Instituto, en su condición de Catedrático de Francés. Todo ello llevó al poeta a marcar una inflexión radical en su trayectoria creativa, al romper con su solipsismo anterior -modernista en sus “Soledades” (1903) y simbolista en sus “Soledades, Galerías. Otros poemas” (1907)- para abrirse al exterior y hacia los demás, con un sentimiento de comunidad, desde una toma de conciencia objetiva, mucho más crítica con la realidad circundante.
“Campos de Castilla” de 1912 es la compilación de 54 poemas, en su mayoría ya publicados antes en periódicos y revistas literarias, y, únicamente, unos pocos inéditos. Supone el fruto maduro producido durante sus cinco años de estancia en Soria (1907-1912). Sin duda, un intenso capítulo -eros y tánatos por Leonor- que es casi la biografía completa de un hombre. El libro -que evidencia una cierta sensación de pérdida, desde la recuperación de la memoria histórica constatada en su percepción de la temporalidad- fue elogiado por escritores de la talla de Unamuno, en “La Nación” de Buenos Aires; de Ortega, en “El Imparcial”; y por Azorín, en “ABC”. Éste, Martínez Ruiz, y la familia Gasset se confabularon, sin éxito, para que se le otorgara por esta obra a Machado el premio Fastenrath de la Academia Española de aquel año. El poemario se vio enriquecido posteriormente con unos cuarenta poemas más, que aparecieron publicados en sus “Poesías completas” de 1917. Los añadidos están escritos ya en su retiro de viudedad en Baeza y mientras que unos expresan su dolorido sentir ante la muerte de su joven esposa Leonor Izquierdo, el primero de agosto de 1912, otros están cargados de evocación y recuerdos y contrastan el paisaje y paisanaje del altiplano soriano con los de su Andalucía natal.
“Campos de Castilla” en su conjunto se ha convertido con el paso del tiempo en un libro clásico, por lo que ha contribuido a hacer de las tierras, hasta entonces hoscas y vulgares, de Soria el ámbito poético machadiano trascendido por antonomasia sobre cualquier otro donde vivió el poeta. Antonio Machado, en su clara apuesta por la regeneración de los valores cívicos, plasmada en su inequívoca apuesta de “cultura y trabajo”, soñaba -lo mismo que su querido y admirado maestro Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza- un nuevo florecer de España. Su poesía, todavía hoy, nos carga a quienes lo leemos de ese convencimiento tan necesario para seguir caminando erguidos sobre la tierra.
Pobre Antonio Machado, de tanto poetizar, no consiguió en su vida nada más que eternidad.
José María Martínez Laseca
(10 de jnio de 2012)
“Campos de Castilla” de 1912 es la compilación de 54 poemas, en su mayoría ya publicados antes en periódicos y revistas literarias, y, únicamente, unos pocos inéditos. Supone el fruto maduro producido durante sus cinco años de estancia en Soria (1907-1912). Sin duda, un intenso capítulo -eros y tánatos por Leonor- que es casi la biografía completa de un hombre. El libro -que evidencia una cierta sensación de pérdida, desde la recuperación de la memoria histórica constatada en su percepción de la temporalidad- fue elogiado por escritores de la talla de Unamuno, en “La Nación” de Buenos Aires; de Ortega, en “El Imparcial”; y por Azorín, en “ABC”. Éste, Martínez Ruiz, y la familia Gasset se confabularon, sin éxito, para que se le otorgara por esta obra a Machado el premio Fastenrath de la Academia Española de aquel año. El poemario se vio enriquecido posteriormente con unos cuarenta poemas más, que aparecieron publicados en sus “Poesías completas” de 1917. Los añadidos están escritos ya en su retiro de viudedad en Baeza y mientras que unos expresan su dolorido sentir ante la muerte de su joven esposa Leonor Izquierdo, el primero de agosto de 1912, otros están cargados de evocación y recuerdos y contrastan el paisaje y paisanaje del altiplano soriano con los de su Andalucía natal.
“Campos de Castilla” en su conjunto se ha convertido con el paso del tiempo en un libro clásico, por lo que ha contribuido a hacer de las tierras, hasta entonces hoscas y vulgares, de Soria el ámbito poético machadiano trascendido por antonomasia sobre cualquier otro donde vivió el poeta. Antonio Machado, en su clara apuesta por la regeneración de los valores cívicos, plasmada en su inequívoca apuesta de “cultura y trabajo”, soñaba -lo mismo que su querido y admirado maestro Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza- un nuevo florecer de España. Su poesía, todavía hoy, nos carga a quienes lo leemos de ese convencimiento tan necesario para seguir caminando erguidos sobre la tierra.
Pobre Antonio Machado, de tanto poetizar, no consiguió en su vida nada más que eternidad.
José María Martínez Laseca
(10 de jnio de 2012)
domingo, 10 de junio de 2012
El cáustico jesuita José Antonio Butrón y Mújica (1)
Todo comenzó en la mañana de uno de aquellos viernes, antes de comer, en la plaza de Herradores, mientras degustábamos nuestro vinillo acostumbrado en el exterior del Bar Félix, ya cumplida nuestra jornada laboral, y departíamos entre compañeros sobre los asuntos más dispares que acontecen en la vida pública.
-¿Cómo es que no figura el padre Butrón en la Casa de los Poetas del Casino Amistad-Numancia? –me espetó a mí Arturo a la cara, acaso pensando que yo tuviera algo que ver con la elección de cuantos aparecen en dicho parnasillo reseñados.
No era la primera vez que me nombraba al susodicho personaje, el que a lo más que me sonaba era a un escueto apunte hecho por José Antonio Pérez Rioja en su “Guía literaria de Soria”, sobre ciertos ilustres viajeros que por aquí pasaron.
-¡Déjame tú algún escrito suyo y así sabré de los méritos que acreditan su valía como poeta!, -le respondí yo, de inmediato, a fin de conseguir una mayor información al respecto.
Pero, Arturo me remitió a Internet, que es donde él había husmeado para conocerlo mejor y, todavía, me añadió mayor intriga al asunto tras comentarme la existencia de sendos manuscritos nombrados "A la ciudad de Soria. Décimas", en Poesias varias, [s.a.], 6 h. y "Descripción de la antiquísima ciudad de Soria, por el P. ..., en Variedad de papeles, [s.a.], ff. 184-185., conservados en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza. Mira que yo suelo ser obsesivo y cuando algún misterio se me mete entre ceja y ceja no doy tregua, ni descanso a mi curiosidad hasta desentrañar sus sombras. Más, en lo tocante a este asunto, algo zascandileé en un principio para, luego, relegarlo ante materia a acometer con mayor apremio.
Sí que accedí a sus datos biográficos extraídos de la Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús (Madrid, 1925). Asi pues me enteré de que - según Uriarte y Lencina- José Antonio Butrón y Mújica había nacido en Calatayud en 1657 (Latassa indica que en 1677). Entró en la Provincia de Castilla en 1676 e hizo profesión de los cuatro votos de la Compañía de Jesús en 1694.
Ejerció por más de treinta años el sagrado ministerio de la predicación, empleando el tiempo que le quedaba libre en el cultivo de la poesía, a la que era muy aficionado, y que le produjo no pocos sinsabores a causa de su humor satírico. Murió en el Colegio de Segovia en 1734. Por otras fuentes conocemos que fue profesor de literatura en Orense, ciudad ésta a la que dedicó unos versos que le obligaron a salir de ella. Pasó algún tiempo de aquello y como consecuencia de los actos programados en torno al V centenario del nacimiento del adnamantino Diego Laínez (1512-1565) -un humanista que brilló en Trento, y a caballo entre San Ignacio de Loyola (Azpeitia, 24 de octubre de 1491-Roma, 31 de julio de 1556) y San francisco de Borja (1510-1572), primer y tercer General de la Compañía de Jesús, respectivamente, yo volví a retomar el tema.
Por supuesto, José Antonio Butrón y Mújica era jesuita y estuvo en Soria, ejerciendo aquí su profesorado de literatura, en el Colegio del Espíritu Santo, -el hoy IES Antonio Machado, de mis trabajos y mis días, ya que la fundación primera, sita en la plaza del Vergel, se incendió-.
Desempeñó, como jesuita, algunos cargos en la Compañía de Jesús y escribió diversas obras de carácter religioso y literario. Entre otras, el extenso poema titulado “La Harmónica, vida de Santa Teresa de Jesús” (1722), en octavas reales que, según Gerardo Diego, es de un prosaico culteranismo de muy mediocre inspiración. En él podemos ver a los numerosos jesuitas que trataron con la santa.
Relevante es su obra “El Gran Capitán de Dios, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, con algunas notas municipales de la misma Compañía”. (1729), ya que contiene la vida completa de Ignacio, desde su nacimiento hasta su muerte, en octavas reales divididas en 17 “alarmas” o partes. Es un poema de un gongorismo tardío, con la rima pobre y sus imágenes no tienen el brillo e ingenio del auténtico culteranismo. Hay trozos y pasajes que no despegan de un rastrero prosaísmo.
Que aún me recordaría mi colega Arturo que J.A. Butrón y Mújica escribió muchos poemas y entremeses que están envueltos dentro de la fuerte polémica entablada entre la comunidad Jesuita y Juan de Palafox y Mendoza por el control primero de la cristianización de la Nueva España y por la beatificación, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII de este obispo, a la que se opusieron con inquina y consiguieron retrasarla hasta que se vio aprobada finalmente por el papa Benedicto XVI en marzo de 2010.
Todo el conflicto se hace palpable en su “Poesía Burlesca: sermón diatriba del p. Butrón contra Palafox de orden de Merlín; libro de poesías, el colirio contra carmelitas” (dos partes), Biblioteca g. 7, 52, 70 y 63. He aquí una breve muestra de su agria diatriba contra el Obispo de Osma: “Lo que yo siento de este santo raro / cátalo aquí que en breve lo declaro:/ que fue humilde y no humilde, hinchado y santo, / que no fue y fue más docto que otro tanto, / y que fue noble y oscuro sin disputa / ya que fue y no fue hijo de una puta, / que pleiteó sin par qué ni para qué, / que lloró y no lloró, que fue y no fue, / que padeció y que también no padeció, / en fin que se salvó y no se salvó.”
Interesa ver, en este sentido, el libro de Gregorio Bartolomé Martínez: “Jaque mate al obispo virrey (Siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza”. FCE. Méjico, 1991.
Que también el agudo aguijón del padre Butrón fue a clavarse intencionadamente en la piel de la orden Carmelita, satirizando, entre otras cosas, su venta de escapularios de la Virgen del Carmen con la información de las gracias de salvación que lleva consigo.
Ni que decir tiene que este cultivo de la poesía, un tanto atrevido en su embestida, le produjo sinsabores. Bien conocía el riesgo que corría, puesto que en carta dirigida al P. Rector de Segovia, Alonso Cifuentes, nos da cuenta de su obra y sus intenciones:
«Mezclo burlas con versos, porque el asunto es melancólico de suyo; en esta edad del hollín, ¿quién habría de sufrirme si siempre hablara de polilla y garnacha? Además de esto, el estilo es desigual muchas veces; y el caso es que el cuerpo de un libro es como el maestro, ni todo duro, ni todo fluido; ni todo cabeça, ni todo pie...».
José María Martínez Laseca
(2 de junio de 2012)
-¿Cómo es que no figura el padre Butrón en la Casa de los Poetas del Casino Amistad-Numancia? –me espetó a mí Arturo a la cara, acaso pensando que yo tuviera algo que ver con la elección de cuantos aparecen en dicho parnasillo reseñados.
No era la primera vez que me nombraba al susodicho personaje, el que a lo más que me sonaba era a un escueto apunte hecho por José Antonio Pérez Rioja en su “Guía literaria de Soria”, sobre ciertos ilustres viajeros que por aquí pasaron.
-¡Déjame tú algún escrito suyo y así sabré de los méritos que acreditan su valía como poeta!, -le respondí yo, de inmediato, a fin de conseguir una mayor información al respecto.
Pero, Arturo me remitió a Internet, que es donde él había husmeado para conocerlo mejor y, todavía, me añadió mayor intriga al asunto tras comentarme la existencia de sendos manuscritos nombrados "A la ciudad de Soria. Décimas", en Poesias varias, [s.a.], 6 h. y "Descripción de la antiquísima ciudad de Soria, por el P. ..., en Variedad de papeles, [s.a.], ff. 184-185., conservados en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza. Mira que yo suelo ser obsesivo y cuando algún misterio se me mete entre ceja y ceja no doy tregua, ni descanso a mi curiosidad hasta desentrañar sus sombras. Más, en lo tocante a este asunto, algo zascandileé en un principio para, luego, relegarlo ante materia a acometer con mayor apremio.
Sí que accedí a sus datos biográficos extraídos de la Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús (Madrid, 1925). Asi pues me enteré de que - según Uriarte y Lencina- José Antonio Butrón y Mújica había nacido en Calatayud en 1657 (Latassa indica que en 1677). Entró en la Provincia de Castilla en 1676 e hizo profesión de los cuatro votos de la Compañía de Jesús en 1694.
Ejerció por más de treinta años el sagrado ministerio de la predicación, empleando el tiempo que le quedaba libre en el cultivo de la poesía, a la que era muy aficionado, y que le produjo no pocos sinsabores a causa de su humor satírico. Murió en el Colegio de Segovia en 1734. Por otras fuentes conocemos que fue profesor de literatura en Orense, ciudad ésta a la que dedicó unos versos que le obligaron a salir de ella. Pasó algún tiempo de aquello y como consecuencia de los actos programados en torno al V centenario del nacimiento del adnamantino Diego Laínez (1512-1565) -un humanista que brilló en Trento, y a caballo entre San Ignacio de Loyola (Azpeitia, 24 de octubre de 1491-Roma, 31 de julio de 1556) y San francisco de Borja (1510-1572), primer y tercer General de la Compañía de Jesús, respectivamente, yo volví a retomar el tema.
Por supuesto, José Antonio Butrón y Mújica era jesuita y estuvo en Soria, ejerciendo aquí su profesorado de literatura, en el Colegio del Espíritu Santo, -el hoy IES Antonio Machado, de mis trabajos y mis días, ya que la fundación primera, sita en la plaza del Vergel, se incendió-.
Desempeñó, como jesuita, algunos cargos en la Compañía de Jesús y escribió diversas obras de carácter religioso y literario. Entre otras, el extenso poema titulado “La Harmónica, vida de Santa Teresa de Jesús” (1722), en octavas reales que, según Gerardo Diego, es de un prosaico culteranismo de muy mediocre inspiración. En él podemos ver a los numerosos jesuitas que trataron con la santa.
Relevante es su obra “El Gran Capitán de Dios, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, con algunas notas municipales de la misma Compañía”. (1729), ya que contiene la vida completa de Ignacio, desde su nacimiento hasta su muerte, en octavas reales divididas en 17 “alarmas” o partes. Es un poema de un gongorismo tardío, con la rima pobre y sus imágenes no tienen el brillo e ingenio del auténtico culteranismo. Hay trozos y pasajes que no despegan de un rastrero prosaísmo.
Que aún me recordaría mi colega Arturo que J.A. Butrón y Mújica escribió muchos poemas y entremeses que están envueltos dentro de la fuerte polémica entablada entre la comunidad Jesuita y Juan de Palafox y Mendoza por el control primero de la cristianización de la Nueva España y por la beatificación, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII de este obispo, a la que se opusieron con inquina y consiguieron retrasarla hasta que se vio aprobada finalmente por el papa Benedicto XVI en marzo de 2010.
Todo el conflicto se hace palpable en su “Poesía Burlesca: sermón diatriba del p. Butrón contra Palafox de orden de Merlín; libro de poesías, el colirio contra carmelitas” (dos partes), Biblioteca g. 7, 52, 70 y 63. He aquí una breve muestra de su agria diatriba contra el Obispo de Osma: “Lo que yo siento de este santo raro / cátalo aquí que en breve lo declaro:/ que fue humilde y no humilde, hinchado y santo, / que no fue y fue más docto que otro tanto, / y que fue noble y oscuro sin disputa / ya que fue y no fue hijo de una puta, / que pleiteó sin par qué ni para qué, / que lloró y no lloró, que fue y no fue, / que padeció y que también no padeció, / en fin que se salvó y no se salvó.”
Interesa ver, en este sentido, el libro de Gregorio Bartolomé Martínez: “Jaque mate al obispo virrey (Siglo y medio de sátiras y libelos contra don Juan de Palafox y Mendoza”. FCE. Méjico, 1991.
Que también el agudo aguijón del padre Butrón fue a clavarse intencionadamente en la piel de la orden Carmelita, satirizando, entre otras cosas, su venta de escapularios de la Virgen del Carmen con la información de las gracias de salvación que lleva consigo.
Ni que decir tiene que este cultivo de la poesía, un tanto atrevido en su embestida, le produjo sinsabores. Bien conocía el riesgo que corría, puesto que en carta dirigida al P. Rector de Segovia, Alonso Cifuentes, nos da cuenta de su obra y sus intenciones:
«Mezclo burlas con versos, porque el asunto es melancólico de suyo; en esta edad del hollín, ¿quién habría de sufrirme si siempre hablara de polilla y garnacha? Además de esto, el estilo es desigual muchas veces; y el caso es que el cuerpo de un libro es como el maestro, ni todo duro, ni todo fluido; ni todo cabeça, ni todo pie...».
José María Martínez Laseca
(2 de junio de 2012)
Juan Rivero, escultor
A mi hora, cual de costumbre, yo descendía desde el IES Machado, tras impartir mis clases de lengua y literatura, por la calle Instituto, cuando, en el escaparate de la tienda Monreal, esquina al Collado, algo distinto a los objetos habitualmente allí expuestos reclamó mi atención. Y me detuve a contemplarlo. Se trataba de una muestra de la obra escultórica de Juan Rivero Sanz, y que reconocí al instante, dadas sus inconfundibles cabezas dolicocéfalas. Abstraído estaba yo en su gozosa contemplación cuando se me acercó Carmen Pérez Aznar, la magnífica pintora del mítico grupo SAAS, que me preguntó si yo conocía al artista. Sí, le respondí presto, que me lo presentó mi contertulio Ignacio Riera hace tiempo en la plaza de Herradores, que es un punto de encuentro, e intercambiamos algunas palabras. Rostro apacible, con cabello largo y de musculosa complexión. Paisano (Soria, 1968), era hijo del radiólogo doctor Rivero. (No sé de dónde les surge esta atracción por la escultura a los hijos de médicos sorianos, pues también Eduardo Mazariegos lo es, pensé para mí). Conversamos sobre su vocación artística y nos dijo que tenía su taller de trabajo en el pueblo de Almarza. Estaba entonces impartiendo clases de plástica por algún centro educativo de nuestra extensa región castellana y leonesa. Y me entregó un folleto de una exposición anterior en la Villa de Vallecas de Madrid, con las imágenes de aquellas cabezas. Gracias a ello, ahora yo había logrado identificarlas por resultarme familiares.
El arte de la escultura tiene mucho de descubrimiento, cavilé. Es una operación similar a cuando, con nuestras propias manos, despojamos de todos los materiales adheridos a esa figura que se quedó enterrada. A la que, una vez bien limpia y pulida, acariciamos como a un recién nacido. De aquí que Juan Rivero nos diga: “Mis manos son mis ojos”, puesto que con ellas ve en tres dimensiones sus relieves totales. No es tan fácil hacerlo como decirlo, ya que Rivero -que también talla sus formas en madera- siente predilección por el mármol, sea éste de Calatorao, Carrara o Espejón. Aquí el desbroce directo del bloque es mucho más arriesgado y, por ende, el resultado de la excarcelación de quien allí reside deviene mucho más gratificante. Bello primitivismo africano en sus cabezas raras. Sensualidad al tacto en la piel de sus voluptuosos torsos desnudos de mujer.
José María Martínez Laseca
(7 de junio de 2012)
El arte de la escultura tiene mucho de descubrimiento, cavilé. Es una operación similar a cuando, con nuestras propias manos, despojamos de todos los materiales adheridos a esa figura que se quedó enterrada. A la que, una vez bien limpia y pulida, acariciamos como a un recién nacido. De aquí que Juan Rivero nos diga: “Mis manos son mis ojos”, puesto que con ellas ve en tres dimensiones sus relieves totales. No es tan fácil hacerlo como decirlo, ya que Rivero -que también talla sus formas en madera- siente predilección por el mármol, sea éste de Calatorao, Carrara o Espejón. Aquí el desbroce directo del bloque es mucho más arriesgado y, por ende, el resultado de la excarcelación de quien allí reside deviene mucho más gratificante. Bello primitivismo africano en sus cabezas raras. Sensualidad al tacto en la piel de sus voluptuosos torsos desnudos de mujer.
José María Martínez Laseca
(7 de junio de 2012)
viernes, 1 de junio de 2012
Bajarse el sueldo
Vivimos la cultura del dinero; del voraz capitalismo, ese sistema político, económico y social en el que unas pocos acaudalados lo controlan todo. El dinero, se dice, no da la felicidad, pero muchos notan en carne propia la angustia de su carencia. Poderoso caballero es don dinero, dijo Quevedo. Previo, el Arcipreste de Hita, advirtió como dios más adorado en la tierra al becerro de oro. Que todos nos echamos mano al bolsillo en cuanto se lo menta. Antes la vida que la bolsa, pues sin ésta algunos no ven sentido a aquella. Solo el dinero parece tener en él poder para dar valor a las cosas. Las trueca en mercancías para la compraventa. Hace personas mercenarias. Cría cuervos. Si se pregunta a los niños qué quieren ser de mayores, muchos dirán que futbolistas o banqueros -por la fama y el dinero-, pero no científicos o profesores, que no logran ni lo uno, ni la otra.
Noticia sonada fue hace poco que el presidente francés, François Hollande, y el nuevo Gobierno encabezado por su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, acordaron, durante su primer consejo de ministros, bajarse el sueldo un 30%. Cumplían así una promesa electoral, a la que, además, añadían la firma, por todos ellos, de un código deontológico para evitar el conflicto entre intereses públicos y privados. Medidas de ejemplaridad. Espejo donde mirarse nuestros paisanos políticos, máxime en estos tiempos cuaresmales por la crisis económica. Ellos tienen la potestad de hacerlo. De hecho, porque pueden tanto, nos bajan el sueldo a los demás -un 5% pongo por caso- y lo mismo se aplican ellos, sin progresividad, ni vergüenza alguna, como si se pudiera tratar de modo igual a los desiguales. Desde la implantación del euro y con la burbuja inmobiliaria preñada, todo subió de precio, sueldos de políticos incluidos, mientras perdían su poder adquisitivo los demás servidores públicos.
¡Bájense el sueldo! No pido recortes como el del alcalde del Ayuntamiento de Garafía (La Palma, Canarias) que ha reducido su estipendio a la mitad, al salario mínimo interprofesional. Un sueldo digno sí, pero no escandaloso, máxime con la que está cayendo. ¿Cuántos de Vds. -asesores incluidos- se creen de verdad merecedores de lo que nos cobran? No tarden. Tanto amor al vil metal les envilece. Son ansía viva. Primen otros valores, porque todo necio - como dijo Antonio Machado- confunde valor y precio.
José María Martínez Laseca
(31 de mayo de 2012)
Noticia sonada fue hace poco que el presidente francés, François Hollande, y el nuevo Gobierno encabezado por su primer ministro, Jean-Marc Ayrault, acordaron, durante su primer consejo de ministros, bajarse el sueldo un 30%. Cumplían así una promesa electoral, a la que, además, añadían la firma, por todos ellos, de un código deontológico para evitar el conflicto entre intereses públicos y privados. Medidas de ejemplaridad. Espejo donde mirarse nuestros paisanos políticos, máxime en estos tiempos cuaresmales por la crisis económica. Ellos tienen la potestad de hacerlo. De hecho, porque pueden tanto, nos bajan el sueldo a los demás -un 5% pongo por caso- y lo mismo se aplican ellos, sin progresividad, ni vergüenza alguna, como si se pudiera tratar de modo igual a los desiguales. Desde la implantación del euro y con la burbuja inmobiliaria preñada, todo subió de precio, sueldos de políticos incluidos, mientras perdían su poder adquisitivo los demás servidores públicos.
¡Bájense el sueldo! No pido recortes como el del alcalde del Ayuntamiento de Garafía (La Palma, Canarias) que ha reducido su estipendio a la mitad, al salario mínimo interprofesional. Un sueldo digno sí, pero no escandaloso, máxime con la que está cayendo. ¿Cuántos de Vds. -asesores incluidos- se creen de verdad merecedores de lo que nos cobran? No tarden. Tanto amor al vil metal les envilece. Son ansía viva. Primen otros valores, porque todo necio - como dijo Antonio Machado- confunde valor y precio.
José María Martínez Laseca
(31 de mayo de 2012)
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