No escribe uno lo que quiere, sino lo que puede. Recuerdo lo que al poeta Juan Gelman le contaba su madre. Sobre la arañita que en medio del bosque esperaba a que llegara el ciempiés. Y, cuando éste, por fin, llegó, le preguntó cómo hacía para caminar: si primero 50 y luego otros 50, si 20 y 20... Y el ciempiés se detuvo a pensar y no caminó nunca más. Sucede así al descender por una escalera. Si prestamos atención a sus peldaños, corremos el riesgo de bajarlos todos de golpe. Por eso, uno -que no vive para escribir, sino que escribe para sobrevivir- deja atrás cavilaciones y se mete en harina. Trata, de elegir las ideas, pero le pasa como al coger cerezas de una cesta que, sin quererlo, va sacando más de las requeridas, ya que se enganchan las unas a las otras. De ahí que mis palabras vayan fluyendo en escritura automática, como un río de tinta, trazando sus meandros negros en ese deslizarse por la vega de la página en blanco.
Viene lo antedicho como anillo al dedo. Aconteció que los habitantes de Soria eligieron el modelo de servicio público de alquiler de bicicletas demostrando su buen gusto, ya que, además de por su bonito diseño, éstas eran eléctricas. Son para todo el año y no solo para el verano, pensaron, pues, dada la accidentada orografía de su suelo se evitarían el esfuerzo del pedaleo en las cuestas arriba, algo que podía resultar agotador para las personas mayores. Tal innovación en sus vidas cotidianas les hizo prescindir de sus coches para ir al trabajo e incluso para hacer las compras, ya que sus bicis iban bien provistas de amplias cestas, tanto al frente como en su parte trasera, lo que les permitía una buena carga. Consiguieron, de este modo, una ciudad habitable, menos ruidosa y contaminada. Se abrieron estacionamientos para ellas en sitios estratégicos, con lo que se evitó excavar aparcamientos subterráneos para los coches en pleno centro. Cómodas, bonitas y baratas, las bicis eléctricas permitían largos desplazamientos. Por eso las llamaban las avecicletas, en irónica alusión al tren AVE que hasta aquí nunca llegó. Era grave inconveniente que en el polígono industrial de Valcorba (“Valle del Jorobado”) no pudieran recargar sus baterías, al no haber luz allí.
Y es que al escribir, uno ha de preocuparse, sin duda, por el contenido, pero, también por su forma. Por su estética.
José María Martínez Laseca
(29 de marzo de 2012)
No hay comentarios :
Publicar un comentario