Hay mucha gente que piensa que la poesía es esa escritura rimada que termina en -ía, -aba, -ar, -ón, etc. No ocurre así, necesariamente. “La poesía, señor hidalgo, -le dice Don Quijote al Caballero del Verde Gabán (Capítulo XVI de la Segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha)- a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias”. O bien, “ese poder mágico que consuela de la vida”, según decía, en Ocnos, Luis Cernuda.
Mas, no sirve la poesía, tan alejada de ese poderoso caballero seductor y corruptor que es don dinero, para suscitar emociones fuertemente viscerales, como acontece, por ejemplo, con el fútbol, en tanto que espectáculo de masas; sino que es -servida en envases pequeños como el perfume, el elixir o el veneno- donde mejor se puede reflejar lo esencial de todos nosotros: deseo, amor, recuerdos, sueños, etc., ya que supone la destilación de uno mismo, del yo poético, tras aventar el grano de la paja, las palabras más verdaderas de las falsas.
Yo continúo escribiendo versos y poemas por arrebatos, cuando me dan. Así que, al invitarme César Millán a hacer este Cuadernos de poesía, 3 (Millán Las Heras Ediciones), le di algunas vueltas al asunto, como si tuviera que meter los materiales de acarreo en una maleta. Algo que se suele realizar con un cierto desorden, por las prisas, y en cuya operación, condicionada por el reducido espacio, siempre se te quedan cosas fuera que hubieras querido meter. No obstante, una vez hecha la esta simbólica maleta de la memoria en cuestión, aprecié ciertas simetrías y algún orden. Os digo
Su título “Cantos rodados” (con preciosa foto en portada de Alejandro Plaza, como de película, y alusiva al tránsito) abre distintas sugerencias. Así lo asociamos, primero, con la acepción de guijarros o piedras redondeadas que se encuentran en la orilla de los ríos. “Como tú, piedra pequeña, como tú canto que ruedas”, sentenció León Felipe. Por consiguiente, si yo le añado que nuestras vidas son como cantos rodados modelados por las aguas turbulentas del río de la vida, entonces ya me estoy adentrando en profundidades poéticas o filosóficas.
Por eso arranco con el poema "Puente sobre el río Duero", tan jorgemanriqueño él, y que nos traslada a orígenes fundacionales de nuestra ciudad de Soria cimentados en ese puente de acceso al recinto medieval amurallado y que se nombrara otrora puente de Navarra, con hasta catorce ojos, y ahora con ocho, viendo fluir el río, que es el paso del agua, de la vida y del tiempo. Comienza así: Puente sobre el río Duero, / con tus pies dentro del agua / y con tus ojos mirando / la vida, cómo se pasa.
Una segunda acepción de “Cantos rodados” estaría relacionada con la acción y efecto de cantar con lira (lírica) y de contar historias. Y por eso el homenaje que se les rinde a los tres poetas mayores o grandes cantores de Soria. Más reconocidos que conocidos. Sus tres tenores: Bécquer, Machado y Gerardo Diego, a los que se añaden otros dos escritores tan entrañables como Juan Antonio Gaya Nuño, con El Santero de San Saturio, o Avelino Hernández Lucas, con vivencias de nuestra Soria rural, como ocurre en su obra: Una vez había un pueblo. Y a José Luis Argente, que es el arqueólogo y juntador de fragmentos de vestigios cerámicos, óseos, etc., para recomponer vidas antiguas, ya pasadas.
Elogios y elegías a hombres ilustres. Pero, también vidas contadas de mujeres célebres como a la Reina Leonor Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y esposa de Alfonso VIII, el rey niño plasmado en el escudo identitario de Soria, y ambos dos presentes en la portada de Santo Domingo, bien que enterrados en el Monasterio de Las Huelgas (Burgos). ¿Ubi sunt? Mucha erosión y óxido, pues, por el paso del tiempo … Al igual que Leonor Izquierdo Cuevas, tan efímera como esa humilde margarita de la tardía primavera soriana. Y otras simbólicas, cual Cynthia, la soñadora, emigrante embarazada por más señas. No me olvido, tampoco, en el poema dedicado a Zoilo Lobera, el soldado conocido de mi pueblo de Almajano -que murió en África, sin saber por qué- de reflexionar sobre cómo la guerra irrumpe en la vida de una persona corriente. Ni de la devastadora carcoma de nuestra memoria, que nos anula como personas y nos convierte en meros vegetales en A Teresa Alzheimer. Ni de la violencia doméstica, con un irónico Nuevo romance de ciego, que critica la violencia doméstica como consecuencia directa de la educación machista recibida.
Ya veis que se va de lo local soriano a lo global o universal, que son de nuevo orígenes y raíces culturales -cerrando el ciclo- y tiempo de historia en el Embeleso de Italia o Bella Lisboa. Belleza y decadencia, como se refleja, también, en los versos de la Exmodelo por los estragos que causa el paso del tiempo, ya que todo lo herrumbra y todo lo devora, incluso las modas literarias. “La mariposa / recordará por siempre / que fue gusano”, nos advierte Mario Benedetti en un hermoso haiku. O en el: “Todo es vana arquitectura / como dijo un sabio un día / que a los sastres se debía / lo mejor de la hermosura”, cual escribía el ingenioso Lope de Vega, aludiendo a esa máxima: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
En fin, algunos de los temas aquí tratados tienen por denominador común sentimientos universales como el amor, la muerte o el paso del tiempo. “Con tres heridas vengo, con tres heridas yo: la de la muerte, la de la vida, la del amor”, aseveraba Miguel Hernández. Luego hay otros subtemas añadidos, como la desmemoria o la belleza decadente, y aún otros más como el desamor, la emigración, la guerra, etc.
Y se presentan con diferente suerte de versos (octosílabos, endecasílabos, dodecasílabos…) y de estrofas (cuartetos, tercetos, pareados, etc.) y poemas (romances, sonetos, haikus, etc.), tanto en arte menor como mayor. Aplicando una serie de figuras estilísticas que refuerzan de una menera u otra el estado anímico del poeta: metáforas, encabalgamientos, hipérbatos, apóstrofes, interrogaciones retóricas, etc.
Por colofón, unas grageas o pastillas, que asemejan en su forma cantos rodados, guijarros redondos, o piedras rodadizas (“que nunca moho cobijan”) como las denominaba un paisano. Recetadas contra el dolor de cabeza o de conciencia que producen las últimas preguntas que nos hacemos los humanos sobre el sentido de nuestra existencia. ¿Acaso es el poeta el mago de la tribu que ha de elaborar con sus mejores palabras cargadas de emoción -universales del sentimiento y del pensamiento-, las que han de ser entendidas por todos, ese “bálsamo de fierabrás” analgésico, tratando de explicarnos esas cosas difíciles de explicar?
Siempre, pues, con un efecto balsámico y terapéutico para los males del alma, descartándose todo tipo de efectos secundarios. Como sucedía con aquel remedio infantil del “Cúrate, cúrate sana /anca de rana / si no te curas hoy / te curarás mañana”, tan efectivo cuando, tras caernos al suelo, nos hacíamos alguna pequeña herida. Algo de eso mismo pretendí yo con mi sugestivo Poema para borrar un intento de suicidio, que concluía con estos versos sanadores: Cúrate, cúrate vida / no te entretengas. / Corazón, no te detengas, / …corre al trote, / galopa, corazón, galopa. / No tengas pena / ¡qué tenemos que llegar /…con tiempo a la primavera!
(No olvidemos que cada año, desde su declaración, en 1999, en París, el 21 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera, la UNESCO celebra el Día Mundial de la Poesía como una invitación a reflexionar sobre el poder de la palabra y el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona y en honor a esos testigos de excepción que son los poetas: los únicos capaces de dar respuestas a las preguntas que todos nos hacemos.)
De este modo, por cuanto he dicho, mi poemario “Cantos rodados” pretende introducir esa cuarta dimensión que supone el paso del tiempo. Cual río de agua que fluye y que aquí desemboca en esta expresión: Seres humanos / como cantos rodados / se van fraguando.
José María Martínez Laseca
(20 de marzo de 2012)
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