sábado, 17 de marzo de 2012

"La Pepa" y "el Numantino"

El 19 de marzo (San José) de 1812 -de ahí lo de ¡Viva la Pepa!- se promulgó en Cádiz “La Constitución Política de la Monarquía Española”. Establecía la división del poder, acabando con la acumulación y confusión que se operaba en el Antiguo Régimen. Éste se repartió entre las Cortes, que es el preeminente; el monarca, en el que se decía que residía exclusivamente la potestad de hacer ejecutar las leyes y los tribunales de justicia de los que se predicaba la exclusividad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales. Nuestra 1ª Constitución (y 3ª del mundo) declaraba que la soberanía residía esencialmente en la Nación. Que todos los ciudadanos eran iguales, obligados a cumplir unas mismas leyes y a pagar tributos sin distinción alguna y eliminaba todos los privilegios de origen y estado. Si bien, no reconocía plenamente la igualdad de los derechos políticos. También contenía una Ley Electoral, normas para la organización del Estado, justicia, fuerzas armadas, etc. Un hermoso texto, cuya influencia posterior, tanto en España como fuera de ella, se dejaría notar. Pero, pese a que la revolución legal quedaba hecha, ello no equivalía a la consumación del cambio.
La suerte hizo que un paisano nuestro cobrara protagonismo en su elaboración. Se llamaba Manuel Antonio García Herreros Sáenz de Tejada (San Román de Cameros [hoy La Rioja], 10 de enero de 1767 - Madrid, 25 de abril de 1836) y ostentaba la condición de Diputado por Soria en aquellas Cortes Constituyentes que se iniciaron el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de San Fernando. Digo suerte porque García Herreros -quizá debido a que en Cádiz residía su tío segundo don Simón de Ágreda- se encontraba allí, por lo que sustituyó al diputado soriano titular que no pudo llegar a causa de la guerra con los franceses. Empero, el papel de García Herreros fue más importante en la obra legislativa ordinaria de las Corles que en la elaboración de la Constitución. Corpulento de físico, recia voz y porte grave. Destacó por su franqueza, claridad, su rigidez científica en los principios legislativos y su carácter vehemente, enérgico, desenfadado y resuelto, juntamente con un profundo sentido democrático. Galdós lo elogió por su oratoria en el Episodio Nacional sobre Las Cortes de Cádiz. Se le apodaba: “el Numantino”.
José María Martínez Laseca
(15 de marzo de 2012)

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