lunes, 21 de noviembre de 2016

Reflexiones de noviembre

Siempre he tenido a noviembre que, cual un equilibrista se balancea entre el verano y el invierno, entre la claridad y la oscuridad, entre la vida y la muerte, por un mes de indudable languidez festiva. Así, en cuanto a nuestra provincia de Soria se refiere, apenas nos encontramos un par de tradiciones populares que sobreviven. Y entiendo por “tradiciones” esas representaciones mantenidas, como mínimo, desde cien años atrás a esta parte. Porque, puesto que pertenecemos a una tierra de larga trayectoria histórica, un siglo no es tanto. Estas tradiciones son: el “Cántico de las Ánimas” que se acomete en la localidad de Tajueco, al anochecer del día 1 de noviembre, Día de Todos los Santos y la “Fiesta del Toro Júbilo”, que se celebra en la plaza mayor de la villa de Medinaceli, el sábado más próximo al día 12 de noviembre. Por supuesto que tuvieron otro sentido y su razón de ser en consonancia con el modo de vida de sus habitantes, dentro de una economía autosuficiente de cultura campesina. Ahora, son manifiestamente rituales de identidad. Es decir, suponen acciones de afirmación y autoestima para las gentes de esos lugares que, orgullosas de lo suyo, se diferencian de los demás que carecen de ellas.
            Cierto es que, de un tiempo a esta parte, han surgido otras de nueva implantación, relacionadas con el culto a los muertos y a sus ánimas. Así la lectura de la Leyenda de Bécquer, desde un origen común, se ha bifurcado en dos. Una, la más espectacular y masiva, la que se realiza en Soria capital y la otra que se efectúa en Las Cuevas de Soria, con el paso del fuego incluido. A ambas también se ha añadido la fiesta del “Samuin”, en Garray; la que cerraba el periodo templado para inaugurar la estación fría y oscura, que para los celtas duraba hasta el mes de abril en que llegaba la primavera.   
            Las fiestas populares han de amoldarse al paso de los tiempos para no desaparecer como los dinosaurios. Pero, en la sociedad actual, de consumismo voraz y apuesta por el turismo como industria redentora (y de la felicidad), conviene no desvirtuar lo auténtico y más genuino, y saber diferenciarlo de lo que es meramente comercial, o puro espectáculo de cara a la galería. Ya vemos que la gente se apunta a un bombardeo. Noviembre nos mueve al recogimiento interior y a la reflexión obliga.   
José María Martínez Laseca
(19 de noviembre de 2016)

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