En la muy recomendable novela policiaca que estoy leyendo ahora, “La desaparición de Stephanie Mailer” (un asesinato múltiple resuelto en su día de forma errónea) de Joël Dicker, hay un momento en que Jerry (un padre) le dice a Dakota (su hija) : “– ¡Qué maldición, la generación está obsesionada con los teléfonos y las redes sociales! Ya no leéis, solo os interesa hacerle una foto a lo que estáis comiendo. ¡Qué tiempos!” Y extraigo esta cita a cuento de la actualidad que con cada inicio del curso escolar vuelve a cobrar la irrupción de los móviles en las aulas para entretenimiento y distracción de los alumnos en cuanto al proceso de enseñanza-aprendizaje se refiere, ya que con su uso inadecuado estos no están en lo que se celebra: aprender ciencia que enseña el valor del pensamiento racional; sino ajenos a ello navegando por espacios siderales con el consiguiente cabreo de sus profesores policías, que habrán de requisárselos en cuanto detectan su presencia maléfica para depositarlos luego en jefatura de estudios, hasta que sus padres autoricen la devolución. Algo que ocurre prácticamente de inmediato, al avisarles su querido hijo, desde el móvil prestado por un compañero. De este modo, las medidas recogidas, en su caso, en el reglamento interno del centro resultan ineficaces a todas luces.
Esta adicción a la tecnología Wifi por parte de los chavales, en tanto que fenómeno de preocupación universal, ha provocado que en Francia el nuevo curso comience con la prohibición del uso del móvil en los centros de educación infantil, primaria y secundaria, si bien en los institutos la decisión es potestativa de cada centro. Y ello mediante Ley aprobada por su Asamblea Nacional. Y no solo en las clases, sino que se extiende además al patio y a las actividades extraescolares. Pero la controversia por oponerse al uso de una herramienta de progreso ha sido bastante fuerte.
Aquí, en nuestro país, siempre más indecisos, se nos dice que se está reflexionando sobre el tema y que, dadas las opiniones encontradas al respecto, se va a hablar con expertos en la materia. Algunos de ellos advierten que nuestras aulas son del pasado mientras que los estudiantes viven en el futuro. Que la educación actual es aburrida e irrelevante, y que desean cambiarla mediante ideas tecnológicas más innovadoras. Y para ello, ven necesario introducir los móviles en el aula.
José María Martínez Laseca
(13 de septiembre de 2018)
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