Hay un tiempo para todo, según reza el Eclesiastés. Así que hubo un momento en el que muchas de nuestras villas y pueblos, incluida la propia ciudad, pusieron de moda los mercados medievales a los que se sumaron también los tenidos por tradicionales. Para ello, con el dinero público, se hacía el encargo a una empresa especializada en la materia y era esta la que se ocupaba de todo el montaje. Y los vecinos del lugar y los visitantes seducidos por su reclamo se limitaban a ocupar un papel de meros espectadores. Excepciones a esta regla, sin menoscabo de lo antedicho se dan. Tales son los casos de San Esteban de Gormaz y de San Pedro Manrique e inclusive el de Almarza, en los que los lugareños asumen un cometido más participativo, implicándose como actores en la representación. Ahora, el de San Esteban de Gormaz ha cumplido sus 20 años. Yo lo celebro reproduciendo aquí mi romance, ganador del concurso, “Las mil y una maravillas”, que leí allí el 17 de agosto de 2006. Esto dice: Ribereños, forasteros: / conteneos y escuchad / a este juglar, pregonero / del mercado medieval, / que convoca en estas fechas / San Esteban de Gormaz. // Cabeza de Villa y Tierra, / notoria en honra, leal, / rica en historia y románico, / renombrada en el yantar, / con exquisitos corderos / muy buen vino y pan candeal. // La puerta de San Gregorio / se ha abierto de par en par. // Hombres, mujeres, chavales: / pasad y participad, / porque no falte detalle / y sea orgullo de propios / y pasmo de visitantes. // Que engalanen las ventanas / estandartes y pendones. / Traje, aderezos y afeites / muten a tus moradores. // Transiten libres las calles / gentes plebeyas y nobles, / juntos moros y cristianos, / cual convivieron entonces. // Suenen dulzainas, tambores, / y a sus ritmos brote el baile. // Y que el grupo teatral / caldee las emociones / para que todos disfruten / las mayores sensaciones. // Se vendan mercaderías / y objetos artesanales… / Y se exhiban los trabajos / y oficios tradicionales. // No es un mercado cualquiera, / que no hay en toda Castilla / evento que más asombre: / las mil y una maravillas. // Ni conviene que lo narre. / Que vuestros ojos lo vean, / que vuestras manos lo palpen, / resuene en vuestras orejas, / lo deguste vuestra lengua. // Permitidme que así acabe: / ¡Disfrutad de esta ventura / mágica e inolvidable!
José María Martínez Laseca
(30 de agosto de 2018)
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