viernes, 25 de marzo de 2016

Lengua e identidad

Cada tres años se convoca el Congreso Internacional de la Lengua Española. Esta vez, la séptima,  ha sido en San Juan de Puerto Rico. Objetivo: celebrar, reflexionar y educar sobre el español y la cultura hispánica. Un especial protagonismo ha tenido el gigante de nuestras letras, Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), en el IV Centenario de su muerte. Por ende “El Quijote”, que sigue fascinando 400 años después. Si, en su primera parte, se puede decir que la historia de Don Quijote y Sancho no era más que un pretexto para enhebrar relato tras relato; en la segunda se da otro planteamiento como es el teatral, precisamente porque son ya lectores del Quijote. Y todos lo construyen. Una de las gracias del Quijote radica en que convirtió el fracaso en libertad. Su voz trata del margen y de la dignidad de quienes están en el margen. Por eso, a mi me agrada sobremanera que al cuestionar el Duque el linaje de Dulcinea, don Quijote le espete que Dulcinea “es hija de sus obras”, y que  “en más se ha de estimar y tener un humilde virtuoso que un vicioso levantado”. Lección esta de aplicación a nuestros días, con tanta corrupción por las alturas. Es así la lectura del Quijote un gozo para los sentidos. Gloria y honor, pues, a Cervantes que nos regaló esa catedral de lo humano que es toda su producción literaria.    
Al cumplirse el I Centenario de su muerte, también cobró protagonismo Félix Rubén García Sarmiento (1867-1916), más conocido por Rubén Darío, el ruiseñor de Nicaragua. El gran poeta de “Azul” (1888), libro fundamental del modernismo. Sergio Ramírez dice que en su poesía se entrelazan dos mundos: mitología y música. En su viajar abrazó dos continentes: América y Europa. A España vino en 1892 con motivo del IV Centenario del descubrimiento de Ámérica y conoció a nuestros principales escritores. Ya como un ídolo, regresó en 1898, sintiendo de cerca las amarguras del Desastre. Desde 1900, como diplomático, vivió en París, ciudad del Arte, de la Belleza, de la Gloria, y, sobre todo, del Amor. A ella acudió en busca de Verlaine (poeta simbolista). De allí sus brillantes ropajes verbales. Al dotar al castellano de una nueva música, atrevida, briosa y resonante, con una nueva estructura verbal, hizo escuela.
Dicho lo cual, es todo un privilegio hablar la lengua de Cervantes y Rubén Darío.
José María Martínez Laseca
(24 de marzo de 2016)   


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