Durante toda la vida tú presumiste
orgullosa, Concha, de haber nacido en
Soria. Por eso yo he querido husmear de cerca tus pasos, propasándome de cuanto
tú, a Ignacio del Río y a mí, nos habías contado verbalmente. A fin de saber algo
más de ti. Remontándome incluso más allá de tus progenitores. Y en la abundante
y variopinta prensa local de Soria del primer tercio del siglo XX, donde hago
mis pesquisas, queda constancia expresa de casi todo ello, como muy bien puede
observar el curioso y atento lector en cuanto se sigue.
Cabe
decir que todo principió cuando Mariano Gutiérrez Santamaría, dada su condición
de funcionario del Estado, y, en concreto, como aspirante al cuerpo de vigilancia,
y que hasta entonces prestaba sus servicios en Irún, se vio trasladado a la
ciudad de Soria, a donde llegó a mediados de abril de 1913 para tomar posesión
de su nuevo destino (Véase “El Porvenir Castellano”, 17 de abril de 1913, pág.
5). Él era buen mozo, apuesto de presencia, moreno de pelo y cetrino de tez y
lucía un poblado bigote de autoridad sobre su boca. Pronto, a lo que se ve,
entabló serias relaciones con la joven soriana Concepción de Marco Soria, hija
de Elías de Marco Cascante y Concepción Soria de Pablo. Ambos lo consideraron
un buen partido para su hija, y consintieron.
En
estas estaban los dos enamorados, cuando el 28 de junio de 1914 una noticia de
enorme impacto alteraba el panorama internacional. Un joven nacionalista serbio
asesinaba en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando de Austria, con lo que
el imperio austrohúngaro declaró la guerra a Serbia. Se prendió, pues, la mecha que activó a las
diferentes alianzas y se desencadenó el conflicto conocido como Primera Guerra
Mundial. Su devastador efecto mortífero ascendería a nueve millones de combatientes
muertos. Ante ella España se mantuvo neutral. Pero, desde el mismo inicio de la
Gran Guerra , el 28 de julio de 1914, hasta
el 11 de noviembre de 1918 en que Alemania firmó el armisticio, prolongado
después hasta el 28 de julio de 1919, cuando los países en guerra rubricaron el
tratado de Versalles, en el cotidiano transcurrir de la vida de nuestros dos
personajes iban a desencadenarse una serie de acontecimientos importantes.
Buenos los menos y, por desgracia, trágicos los más.
Fue,
precisamente, el 8 de diciembre de 1914, coincidente con la batalla naval de
las Islas Malvinas librada entre las escuadras alemana y británica, frente a
las costas de Chile, con derrota de la primera; cuando se produjo la unión
sacramental de la pareja. Lo recogería “El Noticiero de Soria” del día
siguiente en su sección de “Noticias” de la página dos, pero ya en la víspera
lo anunciaba “El Porvenir Castellano” del 7 del 12 de 1914, página tres, al
decir: “Mañana a las ocho tendrá lugar en la iglesia de San Juan de Rabanera el
matrimonial enlace de la distinguida señorita Concepción de Marco, con el joven
aspirante de vigilancia y apreciado amigo nuestro D. Mariano Gutiérrez, que
presta sus servicios en esta capital.
Apadrinarán
el acto D. Elías de Marco y la encantadora señorita Angelita de Marco, hermana
de la novia.
En
el expreso de la tarde realizarán el viaje de novios los contrayentes, los
cuales se proponen visitar varias capitales del Mediodía de España.
Reciban
por adelantado los nuevos esposos y respectivas familias nuestra cordial
enhorabuena.”
Al
regreso de su feliz luna de miel, el matrimonio se cobijó en el piso que tu
abuela materna Concepción Soria tenía alquilado a la familia Gaya Tovar en el
portal número 15, 2ª planta, de la plaza de Herradores, la que luego se nombró
de Ramón Benito Aceña. Era la misma casa en la que se habían alojado los
hermanos Bécquer (Gustavo Adolfo y Valeriano), durante su estancia en Soria,
allá por 1860.
Apenas
transcurrió un año y medio de placidez conyugal, cuando el amor dio su primer
fruto. Tuvimos, en consecuencia, la grata noticia de tu nacimiento. Fue el día
23 de mayo de 1916 que, tres días después, “El Noticiero de Soria” recogía así:
“Ha dado a luz con toda felicidad una niña la estimada soriana doña Concepción
de Marco, esposa del Inspector de Orden público don Mariano Gutiérrez.
Siguen
bien madre e hija. Cordial enhorabuena.”
A
los pocos días de tu llegada a este mundo, te bautizaron cristianamente en la
pila bautismal de la iglesia de San Juan de Rabanera y te pusieron de nombre
María de la Concepción Juliana
Gutiérrez de Marco.
Todo
continuó su curso y eras tú, su única hija, la alegría de la casa. Que hubiste
de esperar sola hasta el verano de 1918 para tener la ruidosa compañía de una
hermanita que recibió el nombre de Carmen.
El
cielo soriano era límpido y azul, y nada hacia presagiar unos nubarrones negros
en el horizonte. Pero la guerra, la maldita guerra, no se conformó con causar
sus mayores estragos en los frentes de lucha, ya que los ejércitos han sido,
por añadidura, en muchos casos los grandes portadores y difusores de enfermedades infecciosas. Y esto es lo que
ocurrió con la terrible gripe de 1918, cuyo brote tuvo una extrema virulencia.
Comúnmente es conocida como “gripe española”, toda vez que en nuestro país, no
implicado en la guerra, recibió gran atención en la prensa, que informaba al
detalle de su evolución, mientras en los demás países se silenciaba, puesto que
se aplicaba la censura para evitar la alarma social.
Sin
embargo, la pandemia no entendía de bandos ni de fronteras y su mortífero efecto
sobre la población civil resultó el más devastador de nuestra historia reciente.
Muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables, con altísima
mortalidad infantil, no dejando siquiera a salvo a animales como perros y
gatos. En un solo año aniquiló entre 20 y 40 millones de personas. En España
sucumbió el 1% de la población, de 200 a 300 mil personas. Y aquí en Soria la
cifra rondó el millar de muertos.
En
su apartado “De la provincia” y bajo el
título de “Estado sanitario” la plana segunda de “El Noticiero de Soria” de 18
de octubre de 1918, señalaba que eran ya 151 los pueblos afectados por la
enfermedad reinante, habiendo sido Cabrejas del Pinar el primero en padecerla y
los de Langa y Deza los que mayor azote epidémico han sufrido. En esta misma
información se advertía como: “al Inspector 2º de Vigilancia que fue a Deza,
don Mariano Gutiérrez, le ha sustituido el agente don Juan Torre.
Don
Mariano Gutiérrez se ha portado heroicamente y anoche regresó de Deza, teniendo
a su esposa la estimada soriana doña Concha de Marco gravísimamente enferma, y
cuya mejora vivamente deseamos.”
No
obstante, pese a la formulación de tan buenos deseos, el desenlace no se hizo
esperar, puesto que en la tercera plana de ese mismo medio, con idéntica fecha,
se recogía la siguiente noticia necrológica: “Esta tarde ha fallecido la
estimada señora soriana doña Concepción de Marco Soria, esposa del 2º inspector
de Vigilancia Pública don Mariano Gutiérrez, habiendo sido muy sentida su
muerte en toda la población. Descanse en paz la finada y reciba el afligido
esposo, angelicales hijos y demás familiares nuestro sincero pésame.” De agosto
a diciembre se había desarrollado la segunda oleada pandémica, calificada “de
otoño”.
José María Martínez Laseca
(23 de marzo de 2016)
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