Una triste casualidad había hecho que ese
mismo día en que dejó de existir tu querida mamá, la tan amada esposa de tu
padre, coincidiera en su fecha con el día en que también fallecía en Peñafiel
(Valladolid) su buen padre don Manuel Gutiérrez
Gutiérrez, tu abuelo. Al quedarse tu padre viudo, con dos hijas tan pequeñas,
tú y tu hermanita, y viuda a la vez y sola su anciana madre, tu abuela, doña
Juana Santamaría Arranz, se vino a vivir con vosotros a Soria para prestaros
sus cuidados.
A
fe que las desdichas nunca vienen solas. Y así, el 27 de marzo de 1919, dentro
de la tercera oleada “de invierno”, que abarcó de enero a abril de ese año, de la
Gran Gripe , moría Carmencita, tu hermana
chiquita. “El Avisador Numantino” de 29 de marzo, página 3, lo confirma: “El
jueves subió al cielo la niña de ocho meses, Carmen Gutiérrez de Marco, hija
del aspirante a Inspector de Policía D. Mariano, estimado amigo nuestro.
Cuando
aún no están cerradas las heridas que la muerte de su amantísima esposa proporcionó
al Sr. Gutiérrez, esta nueva desgracia aumenta el dolor de nuestro amigo.
Deseamos
al Sr. Gutiérrez resignación cristiana para sobrellevar la nueva desgracia.”
Quizás
en un intento desesperado por despegaros de esos malos recuerdos, luto sobre
luto, tu padre Mariano, tu abuela Juana y tú misma abandonasteis el domicilio
familiar para iros a aposentar en el
número 43, 3º de la calle Canalejas, en cuya planta baja se encontraba la
confitería del Avelino. Fue un poco antes de que el matrimonio Gaya-Nuño –junto
a sus tres hijos: Benito, Juan Antonio y Amparo–, se viniera a vivir desde
Tardelcuende a la ciudad de Soria, a la casa nº 15, 3ª planta de la Plaza de Herradores. Justo
cuando vosotros ya os habíais mudado.
Como
se ha referido, con el tratado de paz firmado en Versalles, por las diferentes potencias
europeas, se ponía fin oficialmente a la Primera Guerra
Mundial, con los más firmes propósitos de que por nunca jamás tal derramamiento
de sangre se volviera a repetir. Se
cerraba a su vez, también, el paréntesis de los intensos y fatídicos cinco años,
que habíamos abierto a tu primera existencia.
Empero,
tras de todo lo narrado, quedaba todavía tiempo para la sorpresa. Y es que tu
padre se volvía a casar. Ahora lo hacía con tu tía Ángela, que era dos años
mayor que tu difunta madre, y de la que fue madrina en su casamiento. Ya se
advierte en la página tres de “El Noticiero de Soria” de 13 de enero de 1920
que nos cuenta: “Anteayer domingo en los templos de San Juan y El Espino, se
leyeron las primeras amonestaciones del matrimonio que en breve contraerán don
Mariano Gutiérrez, Inspector de Vigilancia pública, y la bella y simpática
señorita soriana, Ángela de Marco Soria.
Muy
cordial enhorabuena, deseando al futuro matrimonio muchas felicidades.
Por
luto familiar no se celebró el acto con invitaciones, habiendo sido
particularmente obsequiados por la tarde varios amigos por el señor Gutiérrez,
al que mucho agradecimos la atención.”
Después
de leerse las otras dos amonestaciones preceptivas en días festivos, se efectuó
por fin la boda el 2 de febrero. Al día
siguiente, “El Noticiero de Soria”, en su página 3, informaba: “Esta madrugada
en la iglesia de San Juan ha contraído matrimonio nuestro estimado amigo el
Inspector de Vigilancia pública de esta capital don Mariano Gutiérrez con la
bella y gentil señorita soriana Angelita de Marco, y por reciente luto de ambos
la boda se ha celebrado en familia, habiendo marchado los recién casados a
Zaragoza y otras poblaciones. Muchas felicidades les deseamos, con muy cordial
enhorabuena.”
Tras
ello, iría transcurriendo el tiempo lento para la nueva pareja, dentro de su
normal rutina cotidiana. Todavía, por encima inclusive de la
Gran Guerra , permanecía fresca en la
memoria la Gran Gripe
padecida. Y a la hora del balance definitivo, del reconocimiento a los más
esforzados en combatirla, se advierten una vez más las injusticias cometidas.
Por eso, para mayor honra y honor de tu padre Mariano Gutiérrez, recojo
literalmente esta crítica publicada en “La Idea ” de 17 de julio de 1920, página 2:
¡OH EL HEROE!
García recompensado
“Nos
hemos enterado con verdadero asombro de que al señor García-Plaza, Gobernador
que desgobernó en tiempos la provincia de Soria, le ha sido concedida la cruz
de beneficencia.
¿Por
qué se le ha otorgado esta distinción? ¡Asombraos lectores píos! Por su
comportamiento durante la epidemia de gripe que el año pasado azotó y asoló
nuestra provincia.
No
sabíamos que tales recompensas se dieran a la ineptitud, al miedo y al fracaso.
Si algo hizo García en aquella epidemia, ese algo, fue estarse en el despacho
del Gobierno pasándose la mano por la calva incipiente, o salir en automóvil
hasta lo menos cincuenta kilómetros de los pueblos infectados.
¡Oh
héroe!
¿Y
la parodia del bastoncito? ¿Y… pero para qué continuar?
Lo
mejor del caso, es que según nuestras noticias, la cruz para García ha sido
pedida por la Comisión
provincial.
¡Vamos
hombre!
¿No
era más merecedor de esta recompensa el heroico –aquí sí que está bien aplicado
el calificativo– funcionario D. Mariano Gutiérrez, que batalló sin tregua en
diversos pueblos, ejerciendo funciones de practicante? ¿No estaría mejor
otorgada esta distinción al Sr. Febrel, al practicante D. Isidoro Martínez o a
cualquier otro de los muchos que se distinguieron combatiendo la epidemia?
Pero
¡a García!
¡Qué
cosas hay que ver en este pícaro mundo!”
Y
llegado el 1 de marzo de 1921, cuando tú contabas casi cinco años, tu tía-madrastra
dio a luz a su primera hija, a la que pusieron el nombre de su madre, Ángela,
compartiendo, en consecuencia, contigo sus dos apellidos.
No sabemos a ciencia cierta lo que ocurrió
después. Acaso algún incidente en su trabajo llevó a tu padre a pedir su traslado
de Soria a la frontera francesa de Port Bou. De ahí que toda la familia –los
cinco: el matrimonio, la abuela paterna y las dos niñas– un día del mes de
octubre o noviembre de 1921 partiera hacia Figueras (Gerona), instalándoos en
la planta baja de una casa de dos pisos de la calle Cervantes, nº 82.
Abandonabas
así, siendo todavía una niña, tu querida Soria, para continuar creciendo en
edad, formación y vivencias personales por otros derroteros. Si en el teatro
los cambios de escenario comportan el
desarrollo de un nuevo acto de la trama, algo similar sucedió con tu vida
trasplantada, que dejaba atrás el paisaje tu primera infancia.
Pero
esa es ya otra historia, decisiva para que tú, más tarde, adoptaras en tu
condición de poeta, por nombre propio tuyo el
de Concha de Marco. Cual si así, al fluir de tu sangre, incorporaras la vida interrumpida de
tu joven madre fallecida a causa de la Gran
Gripe , cuando tan solo contaba 25 años.
José María Martínez Laseca
(25 de marzo de 2016)
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